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Críticas de DavidCarideS
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
5
3 de septiembre de 2013
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega un momento en la vida de todo aquel que se haga llamar cinéfilo donde hay que dejar de agachar la cabeza en la vida pública ante películas no muy bien consideradas por los círculos especializados, y decir “pues a mi me ha gustado”. Eso me sucede a mi con ‘The Punisher’ (2004), y eso que no es que la segunda versión para cines del vigilante de la calavera nacido en Marvel me apasione vigorosamente, pero exploro y exploro, y no consigo localizar el lugar donde la cinefília le ha grabado en el cuerpo, con un cuchillo incandescente, la palabra “bodrio”. Y es que la película dirigida Jonathan Hesleigh, guionista de éxitos como ‘Jungla de Cristal: la venganza’, con Thomas Jane en la piel del “castigador”, no solo no me parece una ignominia hacia el personaje de Marvel sino que la disfruto como una correctísima película.

Garth Ennis fue el punto de inflexión para el personaje, la línea que presumiblemente trazó con cinismo y humor negro el camino a que seguir: el autor de Belfast asimila al castigador como un psicópata constructor de una filosofía de vida sustentada en la emoción del odio; la pérdida de su familia es nada más que el pretexto para dar rienda suelta a la labor de emisario del diablo que envía a los pecadores a las puertas del infierno. Era de esperar, dado el momento y las modas, que toda la parafernalia estuviera condicionada por la obra de Ennis, sin embargo, y a pesar de conservar ecos argumentales de la primera serie de Marvel Knigths, no es así; este ‘Punisher’ mastica y regurgita la sobriedad de ‘Punisher: Year One’ y lo proyecta – incluido un idéntico soliloquio final de Castle- sobre los pasajes de Ennis, lo que se traduce en: adiós humor, adiós violencia folclóricamente desmesurada, hola autodestrucción, hola tristeza. Jonathan Hesleigh encauza las piezas de esta amalgama con un cariz ciertamente western, de tono crepuscular, pincelado por una estupenda banda sonora de Graeme Revell que hace delicias del aficionado al spaghetti western con pautas bastante morriconianas , consiguiendo una dimensión pintoresca y cierto aura tradicional que personalmente agradezco. Sus labores tras las cámaras son correctas, a secas; la dirección de las secuencias de acción es modesta pero no desastrosa, cumple especialmente en el famoso enfrentamiento contra “el ruso” rescatado de la primera serie limitada del díptico Ennis/Dillon. Esto último remite a la austeridad del guión, que es apenas una suerte de estructura enlazada por varios “grandes éxitos” del cómic; quizá esa modestia sea algo de agradecer en tiempos donde el cine de “héroes”, tan transitado y desgastado a lo largo del las décadas, adereza el espectáculo con agotadora trascendencia intelectual. En todo caso, el guión cumple el menester de entretener, sin salirse de la línea del común cine de venganzas.

En lo que respecta al espectro interpretativo, no hay mucho que decir del personaje de John Travolta; un mafioso de manual, que adolece de una opacidad y una pereza que le impiden infundir temor. Sin duda uno de los grandes lastres de la película. Por otra parte, el “Punisher” de Thomas Jane es una opción más que adecuada, situada en las antípodas de la esperpéntica interpretación ofrecida por Dolph Lundgren en 1989; hay fragilidad en su mirada descompuesta y en su físico demacrado, y no excesivamente musculado. Recrearse en su sufrimiento es un rasgo esencial para descarnar el conflicto entre la emoción de la venganza y la razón de vivir que nos lleva al mismo origen del antihéroe una vez cumplida la creencia, convertida en verdad racional y enterrado la emoción. ¿En que se diferencia el superhéroe del antihéroe? El primero no se implica dando muerte porque el mismo constituye el ideal del espíritu comunitario, del altruismo, de la bondad… es la tesis utópica del bien que nos dicta la parábola bíblica (DIOS) que viene del mundo de las ideas y que se convierte en la salvación que aspira todo hombre por medio del bien común (introduzcan a Superman aquí); el antihéroe, por contra, se mueve por una filosofía egoísta, se implica hasta matar, es torturado por la adicción concupiscible y se convierte en la antítesis del ideal del bien (El DIABLO; concepto genialmente expuesto por Ennis en ‘Born’). Ambos llegan al fin de acabar con los criminales, pero sobre los primeros impera la fe en el sistema, y sobre los segundos la negación de la misma - lo que los equipara con los villanos-. Dicho esto, la filosofía de autodestrucción de un antihéroe como ‘el castigador’ no es, precisamente, algo a tomarse a risa; a Ennis le tomó bastante tiempo ponerse serio con el personaje, como lo hace esta versión cinematográfica, aunque sea mediante una tradicional historia de venganza.

@DavidCarideS
DavidCarideS
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6
31 de diciembre de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“En un mundo de todos contra todos, alguien alza una bandera y otro la quita y alza la suya. Pronto nos olvidamos de por qué empezó la guerra y seguimos luchando por una simple cuestión de banderas”.

Estos últimos años, George A.Romero, como cineasta, parece haberse caído en un agujero donde no entra la luz. Tras las peripecias de gran estudio que le supuso la infravaloradísima ‘Land of the Dead’, a Romero se le metió en la mollera hacer una película “pequeña” lejos de las zarpas de Hollywood, lo que derivó en una hostia bien sonada con ‘Diary of the Dead’( y es una pena, porque este híbrido entre ‘Rec’ y el universo de Romero resulta de lo más reivindicable). Mismo camino tomaría la presente ‘Survival of the Dead’, destripada por crítica y público como la peor película del canadiense; “una payasada gore…”,” aburrida…”, “esto no lo puede haber hecho Romero…”. En contraposición con la opinión generalizada, esta vez tengo que ponerme del lado de Romero, porque a pesar de la cutreza de After effects y los aires de telefilme barato – y es que la falta presupuestaria se nota en demasía-, a mi si que me ha gustado esta irrupción en el subgénero que el mismo definió.

El director de ‘Dawn of the Dead’ hace tiempo que ha abandonado cualquier pretensión de infligir terror al espectador, por lo menos en lo que se respecta a ir más allá del gore, algo que personalmente le agradezco; la desmitificación del monstruo caníbal ha ido en paralelo con su irrupción en la cultura pop; hemos visto tantos zombis a lo largo de los años que hoy más que dar miedo, evocan carcajadas. Ni siquiera esa versión hipertrófica de corredores de cien metros lisos que se sacó de la manga Danny Boyle se ha librado de la sobrexplotación de la industria. Tampoco es e extrañar que la saga de videojuegos ‘Resident Evil’ reciclara a sus enemigos insignia para homenajear a los ladrones de cuerpos, pero eso ya es otra historia… Y es que para el creador del zombi contemporáneo, estos monstruos son su juguete; la herramienta con la que como autor, reflejar sus visiones mundanas, siempre en un contexto antropológico y de denuncia social. Reiterativo ya en el subgénero, nos mete en la piel de hombres y mujeres subsistiendo en un mundo sin ley, dominado por devoradores de carne, donde impera la ley del más fuerte. Los supervivientes, convertidos en bandidos, campan a sus anchas, y como viene siendo costumbre, los zombis no son más que una excusa para mostrarnos por enésima vez las proyecciones de Thomas Hobbes sobre que el hombre es un lobo para el hombre.

En esta ocasión, Romero transita las carreteras de western para contarnos la historia de dos familias enfrentadas en el marco de su universo zombi, y en medio de la faena, el grupo de militares aparecidos en el anterior filme (curiosamente, único punto de unión entre dos películas de la misma temática del realizador). Al final, el resultado es más apreciable en su fondo que en su forma; hay carencias notables, consecuentes con la falta de presupuesto y poco inspirado reparto, pero está lejos de no resultar interesante. El filme nos muestra soldados sin banderas deambulando por ambientes rurales, donde el mayor peligro está en los hombres y sus irracionales luchas de poder. Romero y sus metáforas siguen funcionando a pesar de los problemas y concluyen una continuación del trabajo comenzado con el final ‘La noche de los muertos vivientes’.

Que hipócrita Romero, que rehusó a dirigir un episodio de ‘The Walking Dead’ por no sentirse identificado con el material. Curiosas resultan las connotaciones de western zombificado de ambas obras y como ‘La resistencia de los muertos’ podría haber sido un buen episodio de la serie de TV.

@DavidCarideS
DavidCarideS
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8
1 de septiembre de 2016
17 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Pudiera ser Nicolas Winding Refn el sucesor natural de Dario Argento? Pudiera... O al menos parece afirmarlo 'The Neon Demon', una respuesta contundente a toda la iconografía del subgénero giallo en el que el italiano tanto se lució -y la pifió-. Y como réplica, lo reformula aportando una estética narrativa inevitablemente ligada al slow motion, la música electrónica,
los juegos de luces, y a los neones sangrientos que dan contraste a la potencia sexual -y virginal- de Elle Fanning.

La evolución natural respecto al director de 'Suspiria', estriba en que Refn maneja argumentos tan escuetos que apenas tiene oportunidad de naufragar en el mar de sinsentidos en los que acabó más de una pelicula de Argento. A Renf le basta una servilleta para escribir un guión. Porque se puede permitir ser el guionista menos ortodoxo del mundo. Porque ya venció al sistema cinematográfico transformando sus defectos en sus señas de identidad. Porque es un tio que vendió su nombre pero no su cine tras el éxito de Drive, y se puso a dirigir rarezas como 'Only God Forgives' y la presente reseñada. Y si amigos, la jugada le salió bien, encontró su público, y cada día se le eleva un poco más a director de culto. Hay que aplaudir a este perturbado danés, y a esta crudísima película, que embriaga y causa ganas vomitar por partes iguales (homenaje a 'Aftermath' de Nacho Cerdá incluido).

Repito, el guión 'The Neon Demon' es una servilleta, pero es la servilleta de diseño más jodidamente guay que vais a ver en vuestras putas vidas, amigos. Véanla, ya sea sobrios, drogados, o borrachos para que la experiencia caníbal se intensifique, y sean devorados por el cine. Pim pam. Como el protagonista de 'Arrebato'. Pero véanla.
DavidCarideS
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8
4 de junio de 2013
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hombres que no matan en nombre de dios sino del diablo, la humanidad condenada al castigo infernal, y la redención, erigen ‘Valhalla Rising’, la séptima y vikinga película de Nicolas Winding Renf.

No es casual que tras las cámaras de esta sanguinaria historia medieval se encuentre Winding Refn, quien ha convertido la violencia en algo más que un estigma dentro de su filmografía; con la trilogía ‘Pusher’ y ‘Bleeder' talló en estética trash los criminales bajos fondos de Dinamarca con resultados desiguales- sobre todo en la primera, demasiado condicionada por el éxito de 'Trainspotting' -. ‘Bronson’, biopic pasado de rosca del preso más peligroso de Inglaterra, supuso un punto de inflexión alejado del realismo de cámara al hombro hacia territorios de mayor preciosismo formal. Con ‘Valhalla Rising’, Refn descompone de forma sangrante las estructuras corrientes del cine de aventuras llevándolas al territorio de la vanguardia más lírica.

Todas las películas de Refn, son en esencia, la historia de hombres atrapados en su propio infierno: unos advierten súbitamente la iluminación, otros vuelen a caer en la funesta jaula del dolor. El camino a través de la niebla del guerrero afligido de gris forma de vida, suele presentarse en la filmografía del danés como un viaje de expiación con mejor o peor conclusión dependiendo de la película. Si tu dios es el demonio, todos los caminos te conducirán al infierno, al igual que a toda la gente que te siga; la salvación es sinónimo de sacrificio. Esto es, sin ir más lejos, una del más o menos medio centenar de bases argumentales que puede tener cualquier obra de ficción dramática. La premisa es llevada en 'Valhalla Rising’ al extremo de la literalidad absoluta donde entra en juego el buen hacer de Refn a la hora de narrar esta historia, dividida necesariamente en cuatro actos con dos fragmentos diferentes que remiten directamente a filmes como ‘Apocalypse Now’, o ‘Aguirre, la cólera de dios’: el viaje del guerrero y su lucha interior.

El filme enamora en su cariz legendario elevado a lienzo en su primer lance. Un imponente Mads Mikkelsen, tuerto y demacrado es un poderoso guerrero esclavizado que asesina a su amo. Tras enrolarse, junto a un niño, en un barco vikingo, comienza un viaje al infierno donde se desentrañarán los recovecos más oscuros del corazón humano en una segunda parte mucho más cenagosa, densa y metafísica pero igualmente hermosa y poética.

Refn se muestra iconoclasta con la narrativa de un subgénero -el de vinkingos- que no había alcanzado de forma lo suficientemente vehemente la autosuficiencia más allá de lo comercial, rompiendo los esquemas del actual cine de aventuras. El director de 'Bronson' se mata por conseguir lo idílico; por volver la violencia poesía y trasformar plano en metáfora a través de un ejercicio de pureza donde no tienen cabida las formas narrativas acuñadas en el género durante los últimos tiempos, conectando así con el viejo afán experimentativo de los discípulos de Roger Corman que reconstruyeron Hollywood en los años setenta.

La obsesión por el encuadre y la perfección pictórica de los paisajes es aquí compulsiva; el trabajo de fotografía de Morten Søborg, realmente bello, es una contribución esencial para hacer elipsis en los diálogos, en boca de personajes que son meros títeres, y engrosar la metáfora en imágenes como un sentido que se va para fortalecer a otro. En ocasiones lo consigue y en otras se ahoga en la confusión (por ejemplo: la inclusión de flashes rojos en momentos puntuales se me antoja más que como metáfora, como broma de un autor que ha repetido esa coletilla a lo largo de toda su filmografía y que de otra forma no tendría otro modo de hacerlo aquí).

‘Valhalla Rising’ es una película difícil, su predilección por la violencia estilizada y el paisajismo elevado a metáfora la puede hacer parecer un ejercicio puramente decorativista y vacuo. Nada más lejos de la realidad, la perfecta mixtura entre la lírica física y metafísica junto con el literalizado concepto argumental, crean una niebla de poesía que bien podría haber sido dirigida por el mejor Terrence Malick en un ataque de salvajismo. Y bien sabe Malick que la poesía no es para todos los paladares.

@DavidCarideS

blog: http://lazona-b.blogspot.com.es
DavidCarideS
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8
25 de diciembre de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars Von Trier no es un director fácil de digerir. Cierta parte de la filmografía arroja pesimismo como jarro de agua fría; su visión negra del mundo puede llegar a desanimar al más animoso ser humano. No obstante, eso no resta ni ápice de validez a su trabajo como autor, marcado, especialmente en sus últimas obras, por una curiosa y fascinante concepción del cine como terapia personal que con parsimonia abate hasta el abismo de la locura. Provocador, trasgresor, desquiciado, inconformista, polémico… adjetivos que se quedan más bien cortos para una descripción que se ajuste al Danés, que en 1991 filma ‘Europa’; película co-guionizada por el mismo, Niels Vorsel y Tómas Gislason y enmarcada en una decadente Alemania de post-guerra que le vale el máximo reconocimiento en Sitges.

Un joven americano de orígenes germanos viaja a Alemania para trabajar en la compañía de ferrocarriles de su tío. Criado en un sistema diferente, bajo valores diferentes, se convertirá en un cordero a la espera de ser atacado por las hienas. Notable protagónico Jean-Marc Barr, en su viaje psicológico por la asolada barbarie nazi; una realidad que le atrapará y le impedirá escapar ni aun cuando la belleza asome la cabeza en esta dicotomía de utopía y desengaño. Cumple su propósito hacernos sentir extraños, perdidos, solos ante el peligro de un ambiente desconocido y hostil. Aunándonos con este joven al que también se dirige el narrador.

La obra del danés hipnotiza, literalmente desde el mismo inicio que se abre paso con una imponente voz sobre las vías de el tren. Un minuto basta para inducir al letargo en vigilia. Un sueño... o ¿una pesadilla? Porque el pesimismo de Von Trier subsume al espectador en un pozo de melancolía de donde ni los rayos de luz que en ocasiones colorean la pantalla de forma simbólica y segundas lecturas son capaces de escapar de una puesta en escena elegante y genial, a veces deliciosamente surrealista – curiosa superposición de imágenes sobre los planos-, también con tintes de cine clásico, todavía en las antípodas del Dogma 5 y la cámara en mano que caracterizarían posteriores obras del autor y una banda sonora que otorga una densa carga de suspense e inseguridad. Mención aparte merece la estupenda fotografía (de Henning Bendtsen , Jean-Paul Meurisse, Edward Klosinski) que aúpa un filme casi redondo y una de las mejores obras del director danés.

@DavidCarideS
DavidCarideS
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