He tenido ocasión de ver y descubrir esta película para televisión en la pequeña pantalla de las sobremesas sabatinas. Nada es lo que parece ni nadie es quien dice ser. Con un mecanismo similar al de los “Diez negritos” de Agatha Christie, funciona bastante bien, aunque con matices. El planteamiento resulta interesante, el nudo es casi magistral para una película de sus características, y el desenlace se diluye sin que nadie haga nada por evitar el desastre.

El argumento gira en torno a Amy Nightingale (Lacey Chabert), ayudante de un historiador, el Dr. Halperin (Bo Svenson), quien debe custodiar la novela que está a punto de publicarse y que revelaría los secretos de una secta. Embarcada en un vuelo de madrugada, descubre que alguien le ha robado su portátil. También se da cuenta de que un apuesto hombre, Mark (Will Kemp) con quien ha tonteado en el asiento de atrás también ha desaparecido. La tripulación comienza a perder la paciencia con ella. Pero los típicos y tópicos pasajeros de los vuelos de estas películas le van a dar conversación. Por ejemplo, la médium Rose (Veronica Cartwright), con la que mantiene sesudas conversaciones; el señor entrado en carnes Howard (Joim O’Heir), quien no deja de sonreír y dormir; la jefa de la tripulación Gayle (Betsy Russel) y sus problemas con la bebida; el auxiliar de vuelo Nicolas (David Lipper), que no se sabe si va o si viene con malas o buenas intenciones; la niña Hailey (Avery Phillips) que viaja con su asustada madre Greta (Gigi Feshold)…

Haciendo un rápido resumen, quedan historias inconclusas al final de la historia. Con un nudo tan bien ensamblado, resulta difícil de creer que nadie de haya percatado de sus fallos de guión, conteniendo unos plot point tan bien conseguidos. En cualquier caso, totalmente recomendable.

Esta película, “La calle sin nombre” (1948), es de las que ya no se hacen. Y es dirigida por el magnífico William Keighley, uno de los mejores directores de la época dorada de Hollywood. La cinta comienza con un prólogo sobreimpresionado y voz en off, resultando su mensaje un tanto moralista sobre temas como la ley y el orden: “Los hechos que sirven de argumento a esta película han sido extraídos de los archivos del FBI. Siempre que fue posible se rodó en los lugares auténticos y con los mismos agentes que intervinieron en los acontecimientos”. Encontramos también un texto leído por la misma voz en off: “La callen en la que germina el crimen se extiende a través de toda América. Es la calle sin nombre. El pistolerismo organizado ha reaparecido. Si se consintiera su carrera desenfrenada, tres de cada cuatro norteamericanos serían sus posibles víctimas. Donde quiera que se quebranta la ley y el orden nos encontramos con la indiferencia ciudadana. Por eso hemos de estar alertas y vigilantes para hacer de Norteamérica una nación en paz”. (John Edgar Hoover).

El argumento nos sitúa en torno al FBI en el catorce de noviembre. 01:30 de la madrugada. Club de juego Meadowbrook. Afueras de Center City. Se produce un atraco. Asesinan a Hellen Jannings, ama de casa, en presencia de su marido. Cinco días después asesinan a Frank Malloy (Fred Graham), guardia de seguridad de un banco. El inspector del FBI George A. Briggs (Lloyd Nolan) ordena al agente secreto Gene Cordel, quien se va a hacer pasar por George Manley (Mark Stevens), infiltrarse en la peligrosa banda mafiosa comandada por Alec Stiles (Richard Widmark) quien lucha por imponerse en el submundo delictivo. El único nexo entre ambos casos es que ambas víctimas fueron abatidas ambos por la misma arma. Stiles es sospechoso de cometer los dos asesinatos, mientras realizaba un robo. Cordel-Manley, poco a poco se va aganar la confianza de Stiles, pero se expone a un verdadero riesgo cuando se filtra su verdadera identidad.

Película muy representativa del cine negro de los años cuarenta, protagonizada en este caso por un inspirado Richard Widmark, en su segunda intervención en el cine. El actor Mark Stevens también se presenta soberbio en su doble rol. Escrita y narrada con un estilo muy cercano documental, en ocasiones con cámara al hombro para acentuar la tensión y el peligro, la cinta se basa en hechos reales para crear un guión con una estructura excelente, lleno de diálogos breves y bien construidos. La fotografía resulta un elemento clave en la obra, y va de la mano del gran Joseph MacDonald, uno de los colaboradores habituales de John Ford.

Una obra de conjunto casi redonda y que merece la pena descubrir o redescubrir.

“Esta casa es una ruina” (1986), película dirigida por Richard Benjamin, exitoso director después de "Sirenas" (1990) con Cher, Winona Ryder, Bob Hoskins y Christina Ricci, y producida por Steven Spielberg e inspirada en la comedia protagonizada por Cary Grant y Myrna Loy, “Los Blanding ya tienen casa” (1948), es una de las películas más recordadas de la primera etapa de Tom Hanks. Ambas películas se basan en el libro de Eric Hodgins, “Mr. Blandings Builds His Dream House” (1946). Dos formas bien distintas de contar una historia muy parecida. Pero existe una tercera versión que es la peor de todas. Se trata de “Are We Done Yet?” (2006), título dirigido por Steve Carr, con el rapero Ice Cube y Nia Long en los papeles protagonistas. Lo más raro de todo es que esta es la secuela de “¿Cuándo llegamos?” (“Are We There Yet?) (2005), de Brian Levant. Curioso.

El argumento de “Esta casa es una ruina” (1986) gira en torno a un pozo Walter Fielding (Tom Hanks), abogado de grupos musicales, y Anna Crowley (Shelley Long) (archiconocida por la serie "Cheers", NBC, 1982-1993), una joven y atractiva violinista de una orquesta bajo la batuta de su exmarido, el engreído Max Beissart (Alexander Godunov), un director de gran prestigio, son una joven pareja con pocos recursos que busca casa para comprar y comenzar su vida en común. Durante casi un año, viven juntos en el apartamento Max, pero ahora este ha vuelto y la pareja tiene que mudarse. Es entonces cuando Walter recurre a su amigo Jack (Josh Mostel), agente de la propiedad, quien le proporciona una auténtica ganga en las afueras de la ciudad, una gran mansión a un precio muy bajo. Walter y Anna deciden aprovechar lo que parece una oportunidad única y adquieren el inmueble. Tras haber efectuado la compra, la pareja comprueba que el verdadero estado de la casa es ruinoso, por lo que debe ser reformada por completo. Cada rincón se desmorona ante ellos. La reforma se va a convertir en una dura prueba de supervivencia y de amor.

Producida por Steven Spielberg, esta insulsa, a ratos, pero entretenida comedia recupera de forma elegante aquellos gags cómicos del cine mejor mudo. Veamos. Uno de los gags es que el abogado se queda encajado en un agujero en el suelo, como bien sucedía en pelis de Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold LLoyd. Hay muchos más en los que Tom Hanks parece emular a Buster Keaton (salvando las disntacias con todos los actores mencionados). Por otro lado, como Anna le pide dinero a Max, Walter cree que ella le ha sido infiel, pero no es así. Se elabora otro gag. Los fontaneros parecen sacados de una fiesta a lo Village People, y lo que hacen, básicamente, es destrozar la casa. Más homenaje al cine mudo. La fotografía es del excelente camarógrafo Gordon Willis, quien realiza su mayor obra de arte en “El padrino” (1972).
Si volvemos a la vida real, la casa de marras existe y está situada en Lattingtow, Long Island. A día de hoy está a la venta. Al igual que la película con Cary Grant, el final es optimista.

Original fusión de iglesia y fútbol, “Que baje Dios y lo vea” (2018) es una comedia escrita y dirigida por el aún desconocido Curro Velázquez y ambientada el Monasterio de la Caridad, en Ciudad Rodrigo, transformado para la ocasión en el ficticio monasterio de San Teodosio.

El argumento gira en torno al monasterio de San Teodosio, que está en quiebra y a sus monjes. La llegada del padre Salvador (Alain Hernández), quien por su carácter va a chocar con el padre Munilla (Karra Elejalde). La propuesta para salvar el monasterio, que quieren convertir en hotal, que el primero va a proponer al segundo, va a ser jugar al fútbol y ganar la “Champion Clerum”, un torneo de fútbol europeo solo para religiosos. Para los entrenamientos se va a formar un equipo con personajes principales como Ramón (Juan Manuel Montilla) o Simón (Joel Bosqued), eterno enamorado de Sara (Macarena García). El problema es que ninguno de los monjes del monasterio tiene idea de cómo jugar a fútbol, pero con su tesón, el equipo se proclama campeón nacional con el fichaje de Jesús (Guillermo Furiase), quien se suma al equipo a pesar de pertenecer a un equipo de un monasterio evangélico. Pero, para alzarse con el título de campeón liguero, el San Teodosio, ha de batir a la selección de fútbol de Ciudad del Vaticano.A pesar de los intentos del obispo (Tito Valverde) por convencer al padre Munilla para que pierdan el partido y así no dejar en mal lugar al equipo vaticano, el San Teodosio sale al campo a por todas. ¿Conseguirán salvar su querido monasterio y su hogar? Puede que si, puede que no.

No supone este título una película que va a pasar a la Historia del Cine, si bien es cierto que resulta amena y entretenida. Es curiosa la fusión de temas planteada, como curiosa resulta la realista visión que refleja de algunos comportamientos del clero, aquí en clave de comedia.

Si tienen ocasión, pasen un entretenido rato con su visionado. Es una película digna.

“Historia de Estrella” (2003) es una película basada en hechos reales y dirigida por el prolífico en estas lides Manuel Estudillo y protagonizada Eva Marciel, Terele Pávez, Jesús Noguero, Lolita y Ruth Gabriel. Está producida por Zeppelin para Antena 3, en una época en que la cadena apostaba por este tipo de películas y que es estrenada con gran éxito de audiencia.

El argumento de la cinta gira en torno a una gitana (Lolita) dispuesta a todo por su hija y narra la vida de una joven gitana (Eva Marciel), que quiere estudiar una carrera universitaria y quien tras huir de su casa y de las rígidas tradiciones de su raza, se ve envuelta en un infierno de malos tratos y abusos sexuales por parte de su pareja, Amador (Jesús Noguero), (un cuchichí, hijo de payo y gitana), junto al que cree que puede conseguir todo lo que se proponga. Tras fugarse con él, comienzan a vivir junto a la madre de éste, Doña Rocío (Terele Pávez). Cuando Amador comienza a desaparecer durante largos periodos sin dar explicaciones, Estrella se plantea abandonar esta vida pero descubre que está embarazada y que Amador es drogadicto y está metido en turbios negocios que acaban por llevarle a la cárcel. La pesadilla no ha hecho más que comenzar para Estrella.

Una de las primeras películas para televisión protagonizadas por Lolita, quien por aquel entonces disfrutaba de las mieles del éxito en la canción en pleno apogeo de “Sarandonga”. Antena 3, por su parte, tras sus excesos y defectos de programación apuesta por emitir una película que bien merecía el prime-time que ocupó en la programación del canal.

Un digno retrato de una realidad con la que conviven muchas personas y muy cerca de nosotros. Una historia que es necesario conocer para entender una parte del mundo en que vivimos.