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España España · Madrid
Críticas de GVD
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
8
1 de septiembre de 2007
119 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los homenajes dedicados al cine negro suelen ser cuidadísimos ejercicios que incluyen las constantes del género (asesinatos, pasiones, corrupciones...) y que recrean muy bien los años cuarenta o cincuenta, supongo que para dar más credibilidad al film. Ahora bien, a mí no me encandilan porque suelen estar faltos de alma, superficialmente son impecables pero les falta la fatalidad de la buena, el pesimismo y la tristeza de este gran género. Por eso, yo no considero a "Chinatown" un homenaje, porque no intenta emular aquel cine, ya que es ese cine, está hecho con la misma pasta que aquél.

Quizá la razón de que "Chinatown" sea una excelente prolongación del cine negro sea la dirección del genial Polanski, porque si hay algo este hombre sabe plasmar son atmósferas, y para mí sin duda esa es la esencia del género. Aunque las atmósferas que Polanski ha clavado sean las de terror, ha sabido encontrar la necesaria para esta película dándole una entidad que no sólo iguala a grandes clásicos negros, sino que los supera.

La historia es tópica, como debe ser: un detective se ve envuelto en un turbio caso de asesinatos, corrupción, pasiones, etc. Jack Nicholson está impecable, pero sin duda se ve eclipsado por la vampiresa encarnada por Faye Dunaway, que está fabulosa, con esa mirada y ese sentido del erotismo que desprende. También aparece el gran John Huston, en una interpretación excelente.

Todo lo que envuelve a "Chinatown" está hecho con inteligencia y coherencia, llegando casi a la fascinación. Sin embargo, a la hora de compararla con títulos de oro del género como "Retorno al pasado" o "Sed de mal", "Chinatown" aguanta sobradamente el tipo, pero no llega a las inigualables cotas de tristeza y fatalidad que emanaban esos fims, aunque la escena final es una de las más desoladoras que ha brindado el cine negro. Una película brillante.
GVD
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8
11 de julio de 2007
97 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia sencilla, un hombre encarcelado traza un plan para escapar de la cárcel. Ni más ni menos. Tan simple como parece, ni trata de que pensemos, ni nos pretende soltar ningún mensaje, sólo contar la historia. Donde reside la grandeza de esta película es en el cómo se cuenta.

Las fuertes convicciones del autor sobre lo que debe ser el cine (o cinematógrafo, como él lo llamaba) se dan cita y marcan esta película. Toda la narración, planos e incluso diálogos están volcados irremisiblemente en la historia, Bresson no se permite una sola distracción. Y el resultado es demoledor.

Nadie ha transmitido mejor la sensación de estar encerrado entre cuatro paredes, de mirar la ventana de la celda porque es lo único que nos recuerda que la libertad flota ahí afuera, la necesidad de comunicarnos entre nosotros para sobrellevar la condena (aquí carcelaria, pero me refiero a cualquier tipo, la de nuestro día a día), la presión de que hay alguien encima de nosotros que nos vigila a cada paso y que debemos burlar, ese alguien que no existe, es una entidad que está ahí para privarnos de nuestra libertad, es alguien que es el dueño del ruido de pasos, del chirriante sonido de una bicicleta, del grito de "¡Fuego!” y a continuación de un estruendoso sonido de disparos.

Bresson limita completamente su historia a las sensaciones primitivas de cualquier ser humano, por lo tanto todos nos podemos identificar. Como un "hitchcock naturalista", Bresson juega con todos nosotros, nos encierra en cuatro paredes, nos infunde miedo y claustrofobia, nos hace añorar la libertad, nos pone taquicárdicos en la parte final, y, por último, nos hace amar la vida. Bellísima obra maestra.
GVD
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7
1 de diciembre de 2007
97 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo el punto de vista del recuerdo, y no precisamente de la nostalgia, se cuenta este deambular de una serie de gente que iba de pueblo en pueblo, de tasca en tasca, y de batacazo tras batacazo, a leer unos textos con el mayor cariño del mundo, y con un hambre matadora.

Es una auténtica oda dedicada a un oficio jodido: el de actor. Narra la búsqueda de apaciguar el hambre con lo único que saben hacer y lo que han hecho siempre, que es actuar, ya sea bien o mal. Porque aspirar a la gloria es un chiste de mal gusto. Son los últimos eslabones de una cadena que se acerca a su fin, a la definitiva derrota. Al que las películas, los nuevos tiempos, la indiferencia del público, o vete tú a saber qué, han tocado de muerte.

Es una película en la que reina el sentimiento, y un retrato de la amargura formidable, pero muy disperso e irregular, tanto, como la carrera de un actor. Las interpretaciones de Fernando Fernán-Gómez, José Sacristán, Juan Diego y Agustín González son descomunales, sobre todo la del primero. Qué decir de ese señor, ese gran actor, esa presencia delante y detrás de una cámara, ese talento para conversar, bueno, y seguramente para lo que le diese la gana. Esta película es una muestra de ese inmenso talento, sin ir más lejos una de las escenas más grandes del film es en la que le dan un papel de extra a Fernando, tan desternillante como amarga.

Pero lo que voy a recordar de esta película no es el monólogo de José Sacristán como ese actor invisible, no al individuo, sino al grupo. Esos cómicos recorriendo los pueblos, con tristeza, con esfuerzo, con penas, pero por amor al arte. Ojalá que este viaje tan grande lo sigan continuando los artistas, y que sigan llegando a esa parte desconocida de nosotros para que nos sigan haciendo disfrutar. Gran película.
GVD
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8
13 de octubre de 2007
92 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es acojonante comprobar cómo sentado en un sofá y teniendo una pantalla delante se puede llegar a ser feliz. Quizá sólo durante la duración de la película, unas horas o el día, pero la felicidad está ahí, en la pantalla. Muy pocas películas logran eso, y encontrarlas es muy difícil, pero cuando llegan a tus manos sientes como si hubieses encontrado un tesoro. Y "El hombre que pudo reinar" es un diamante en bruto.

Es una película que consigue que vuelva a ser niño, ponerme una amplia sonrisa bobalicona. Es un atajo al sentimiento, a la adrenalina. Te muestra auténticas barbaridades como asesinatos, torturas, cabezas que sirven de pelota, etc., pero te lo enfocan de tal manera que te ríes de ello, consiguen sacar la gracia de la situación, y creo que eso se debe al espíritu aventurero de Huston.

A muchos les jode que a Huston se le mitifique como aventurero, especialmente a los creen que su cine está sobrevalorado, pero creo que es imposible que alguien plasme de manera tan espontánea y auténtica esta historia sobre lugares lejanos, sobre aventura, y amistad, si no ha vivido en carne propia todas esas experiencias. Y Huston cuenta la historia tan vividamente, que me contagia esa alegría e irreverencia de los protagonistas, esos vividores a los que yo acompaño en todo momento en este viaje.

Los protagonistas están encarnados por unos Sean Connery y Michael Caine en total estado de gracia, que están más allá del elogio. Pero no sólo logran estar perfectos en sus respectivos papeles, sino que consiguen hacer que la amistad de los protagonistas sea absolutamente creíble, gracias a una química y una compenetración fabulosa. La pareja nos lleva por risas, acción, paisajes maravillosos, y se adentra en el corazón, logrando en mi caso que al final salga al exterior en forma de lágrimas.

Son lágrimas apenas reprimidas, son amargas y tristes, pero que también contienen alegría porque sé que estoy contemplando algo auténtico, de verdad. Acompañan a una canción que significa la dignidad y la amistad hasta el final, que resuena en el más profundo de los abismos y que resonará por siempre, al menos en mi memoria, por mucho que los años intenten enterrarla.

Cuando acaban los títulos de crédito el hechizo no se rompe, sigue ahí, invencible. Lo dicho, acojonante.
GVD
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9
4 de marzo de 2010
91 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya desde el inicio se nos indica por dónde van a discurrir los cauces de esta película. Esa habitación de ventiladores que recuerdan helicópteros y napalm, de botellas vacías y olor a alcohol, de espejos rotos y manos ensangrentadas. Ese cuartel militar con asfixiantes primeros planos, de sudor en la frente, y con la voz de Kurtz de fondo. No se me ocurre mejor pistoletazo de salida para entrar en el alucinado universo que nos propone Coppola.

Poco a poco, de forma incesante, la película va adquiriendo volumen. Se confirma esa pulsión malsana apuntada en el arranque, apretándola hasta el estallido final. El descenso en picado al corazón del horror. Lográndolo Coppola sin apenas mostrarlo. No lo necesita para transmitirlo de forma absoluta.

El horror en sí no le interesa. Sangre y vísceras aparecen bastante menos de lo acostumbrado en una película bélica, pues Coppola sabe que la violencia es efímera. Lo que perdura son las cicatrices que deja tras de sí. Para explorarlas, se nos ofrece siempre el punto de vista de Willard, se nos prestan sus ojos. Por ello compartimos la evolución alucinada del personaje, y nos metemos hasta el tuétano en la atmósfera de la película.

Contribuyendo a esta fascinante atmósfera está la situación de la guerra de Vietnam, pero en absoluto es lo primordial. Por eso la versión Redux me parece que añade más lastre que otra cosa, con la escena de los franceses sobre todo. Con ella parece que se quiere aportar una visión política del conflicto, que la película aporte al contexto, cuando es el contexto el que debe aportar a la película (con los Rolling, con the Doors, con las drogas). Así se resta a la universalidad que se gana a pulso durante el resto del metraje.

Y es que buena parte de esta universalidad ya estaba en "El corazón de las tinieblas" de Conrad. Aquí demuestra una vez más Coppola lo privilegiado de sus neuronas al adaptar la novela, despedazándola, despreciando la trama para quedarse con lo primordial: su esencia. Al pulirla y darle forma es cuando aparece "Apocalypse Now". No es el resultado de la narrativa. Es Wagner a todo volumen ambientando un ataque de helicópteros. Es el olor a napalm por la mañana. Es la locura de un fuego cruzado alumbrado por bengalas. Es la sobrecogedora evocación de un Brando desatado, por medio de la palabra, del horror de brazos seccionados. Es eso y más.

Es cine en vena.
GVD
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