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Críticas de Kasanovic
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Críticas 400
Críticas ordenadas por utilidad
6
23 de junio de 2017
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte nunca ha sido una vía laboral sencilla, especialmente por la inicial resistencia familiar a aceptar que un pintor, actor, músico, etc. pueda ser capaz de ganarse la vida a través de estas profesiones. Maud Lewis lo tenía todavía más difícil ya que, además de ser mujer, padecía una enfermedad de las articulaciones denominada artritis reumatoide, de manera que sus parientes más cercanos veían imposible el hecho de que pudiera valerse por sí misma y no vislumbraban ni de cerca su futuro en la disciplina pictórica. Sin embargo, esta mujer residente en la península de Nueva Escocia, al este de Canadá, acabaría por convertirse en uno de los iconos artísticos del país norteamericano en el pasado siglo XX.

En Maudie, el color de la vida, el biopic sobre este interesante personaje que dirige la cineasta irlandesa Aisling Walsh, contemplamos la vida de Maud desde poco antes de entrar a trabajar como asistenta del hogar de Everett Lewis, un huraño pescador de la zona que tampoco parece creer en las posibilidades de la que será su futura esposa, a la que incluso llega a vejar en público. Sin embargo, el paso del tiempo y la confianza en sí misma sacarán a la luz el potencial artístico de la protagonista, cuyas formas pictóricas vemos florecer de manera progresiva a lo largo de los 115 minutos de película.

Con Maudie, el color de la vida, no estamos ante una película biográfica demasiado encasillada en las formas típicas de esta clase de producciones. No en vano, la propia figura de Maud Lewis no invita tampoco a seguir un esquema tradicional. Walsh y la guionista Sherry White evitan inundar la cinta de excesivos detalles que pudieran hacer virar su trabajo hacia un producto clásico y optan por construir un relato pequeñito en aspecto pero rico en alma para una protagonista que también responde a esa descripción. La cámara solo se marcha del humilde hogar donde la pareja reside para mostrarnos la naturaleza de sus alrededores y otros inmuebles de esta llamativa zona de Canadá.

Donde no se escapa el film de pecar de cierto dramatismo forzado es en la representación de ciertos personajes; además de la grandeza moral y artística de Maud, que puede ser relativamente admisible dado el carácter general del relato, el cinismo de su hermano Charles y la curiosa bondad de Sandra son otros ejemplos que denotan una pincelada de maniqueísmo en Maudie, el color de la vida. A esta consideración no responde Everett Lewis, un tipo que parece repelente en ciertos aspectos pero resulta tierno en otros y cuya figura aporta el punto de imprevisibilidad que necesita la película. En este sentido, buena parte del mérito corresponde a la grata interpretación que del personaje realiza Ethan Hawke, aunque queda solapada por su compañera Sally Hawkins, que clava el papel en otro gran registro de una actriz probablemente no tan valorada como su calidad actoral merecería.

Más allá de esa ligera tendenciosidad en la representación de los mencionados personajes, la laxitud dramática que exhibe Walsh en Maudie, el color de la vida para narrarnos el camino artístico de su protagonista le sienta bastante bien a la película. Apostar por grandes ambiciones en un film que dirige su mirada a una mujer cuya posterior fama se basó en su perenne humildad habría supuesto una grave incongruencia. Por el contrario, desprender a este trabajo cinematográfico de forzados giros de guión (ni siquiera el secreto que se le revela a Maud tiene visos de resultar amanerado), invitaciones al llanto y vacíos embelesamientos es la acertada receta que hace funcionar al conjunto fílmico aquí exhibido.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
Kasanovic
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6
4 de marzo de 2016
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Zev es un anciano con alzheimer que acaba de enterrar a su esposa. Durante el improvisado funeral realizado en la residencia de ancianos, su compañero Max le entrega una carta con una tarea que Zev se comprometió a realizar. ¿El objetivo? Escaparse de la residencia e intentar encontrar al nazi que mató a su familia en el campo de concentración de Auschwitz donde estuvo preso.

Así es Remember, la nueva película de Atom Egoyan, cineasta que se ha labrado una prolífica carrera cinematográfica en Canadá con trabajos como Exótica o El dulce porvenir, un tipo que en pocas ocasiones ha sido encumbrado en las listas de los directores a seguir pero que tiene su importante nicho de fans. Remember es, además, un nuevo trabajo en la línea de thrillers que Egoyan inició en 2009 con Chloe y que ha proseguido en los últimos años con Condenados y Cautivos, por lo que también se puede interpretar a modo de una apuesta más por darle un giro de tuerca al género.

En este caso, el aroma a thriller no se siente durante las primeras escenas de la cinta, que transmiten principalmente compasión por la fragilidad física y mental del protagonista y no la intriga necesaria acerca de la misión que tiene que llevar a cabo. Este suspense se irá administrando en dosis cada vez más contundentes, alcanzando su cuota máxima de interés al adentrarse Zed en cierto hogar, momento a partir del que la trama va claramente encaminada a un clímax final que quizá busca ser demasiado llamativo.

Remember pretende poner de manifiesto ciertas heridas que, aunque parezca mentira, tres cuartos de siglo después aún no han cicatrizado. Muchos nazis responsables de crímenes antes y durante la Segunda Guerra Mundial se buscaron una nueva vida en un sitio alejado de su país sin que nadie les interpelara para que respondieran por las atrocidades que cometieron. Egoyan, habilidoso, enlaza este asunto con pequeñas pero ácidas críticas al uso de las armas en Estados Unidos.

El carácter plurinacional de Egoyan (nacido en Egipto, de origen armenio y residente en Canadá) quizá sea una de las claves para que Remember no tenga la más mínima intención de ponerse a hacer propaganda. De hecho, muchas de las secuencias destilan una negrura particular que contribuye a reducir el trascendentalismo de la obra y situarla en un entorno más sugerente, evitando que la trama se enquiste y otorgando una nueva marcha al ritmo del film.

Además de Egoyan, es necesario hablar de otro hombre importante en el devenir de la película como es Christopher Plummer, actor canadiense que a sus más de ochenta años de edad sigue llevando una jubilación más que decente (recordemos Beginners o su certero papel en la Millennium de Fincher). Aquí nos deja una interpretación a la altura de lo que cabría esperar, con unos andares y temblores en la mano que parecen lógicos en una persona de su edad, pero con una mirada tan férrea y una voz tan potente que su personaje no puede menos que infundir el respeto necesario como para no confundir el destino de la obra, que poco a poco va desembocando en un thriller más reconocible.

Remember es una película que se digiere con una facilidad extraordinaria, ya que sólo su más pausado inicio contrasta con un nada lento desarrollo de los acontecimientos —algo por otra parte lógico, ya que sólo son 95 minutos de cinta—. Pero no hay que llevarse a engaños, ya que la obra de Egoyan tampoco está tan vacía de contenido como para pensar que su única meta es tejer una trama ciertamente básica en su desarrollo o sorprender en un curioso desenlace, ya que lo original del planteamiento y la diversidad de temas que sutilmente se tratan a lo largo del metraje la convierten en una película más que interesante.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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6
6 de noviembre de 2015
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la misma manera que Madonna rindió tributo a Cayo Ambergris con su tema La isla bonita, Fernando Colomo parece haber hecho lo propio con la isla de Menorca a través de Isla bonita, última película del ya veterano director que, en esta ocasión, también adopta el papel protagonista. O mejor dicho, uno de los muchos papeles protagonistas, ya que estamos ante una cinta de las llamadas corales, donde a cada personaje parece otorgársele igual importancia en el relato, evolucionando paralelamente al desarrollo de los acontecimientos. Además, la peculiaridad que distingue a Isla bonita es que cada actor se interpreta a sí mismo, confiriendo a la pieza final un aspecto bastante entrañable.

Lo que Colomo nos quiere contar en Isla bonita es una mezcla entre lo maravilloso del mundo que nos rodea y, a la vez, lo pésimo que puede ser sobrellevar la existencia, especialmente a causa de las relaciones frustradas. Es el caso de Fernando, un publicista que hoy subsiste a base de rodar documentales de bajo presupuesto, pero que antaño ganaba su buen dinero realizando anuncios televisivos. Con tres bodas y tres divorcios a sus espaldas, desde el principio se fija la idea de intimar con Nuria, una escultora que tampoco ha logrado mantener una relación estable más que la que le otorgó a su hija, Olivia, una joven que ha experimentado lo desastroso que puede ser un romance a distancia. Miguel Ángel, ex jefe de Fernando, tampoco está pasando sus mejores días con su pareja Silvia, ya que siente que ella podría labrarse un buen porvenir en vez de estar junto a él en la isla.

Leído así, tal entramado de relaciones podría indicar que estamos ante una película farragosa en su contenido, pero lo cierto es que es prácticamente la antítesis. Isla bonita se define desde un principio como una obra muy íntima, salida casi del corazón de su cineasta pero con diálogos lo suficientemente trabajados como para que semejante afirmación no implique algo nocivo. Con unos suaves trazos, Colomo esboza el carácter de cada personaje hasta que desde el otro lado de la pantalla nos resulta imposible no entender sus motivaciones y, por tanto, hacer que la película gane mucho interés. A ello contribuye especialmente un humor tan casual como certero, exento de chistes prefabricados, humor que hace reír al saber que entre nuestra familia o amistades también hay individuos semejantes a los que estamos contemplando.

Para ser una película rodada en tan bello paisaje, lo cierto es que Colomo no se regodea en exceso tomando panorámicas de la isla. Utiliza las bondades del entorno de una manera puramente narrativa, procurando no distraer al público de lo que de verdad importa. Esta circunstancia no exime, por supuesto, al hecho de que Isla bonita pueda ser una fabulosa postal turística de Menorca desde el punto de vista visual.

Sin embargo, en sus últimas escenas Isla bonita deja un regusto ciertamente amargo. Las diferentes tramas que tan bien se habían ido constituyendo a lo largo de la cinta se cierran de una manera casi abrupta, no sólo por su impacto en el estilo narrativo (mucho más veloz que la tónica general de la película) o por cómo se llega a ellas (demasiadas casualidades), sino también porque el tono general de este desenlace no casa con el espíritu de la obra y las oportunas reflexiones que de ella habíamos podido extraer.

Así, Isla bonita es capaz de dejar una hora y media de película muy agradable, convirtiendo los minutos que pasamos frente a la pantalla en una de las principales virtudes del cine como es vivir, por unos instantes, la vida de otras personas. Máxime cuando estas vidas que contemplamos están repletas de detalles que podemos apreciar en nuestra vida cotidiana y que lógicamente realzan el realismo de lo que nos están contando. Una pena asistir a tan decepcionante final, porque la cinta de Colomo iba camino de ser una de esas geniales sorpresas que la filmografía patria depara cada año.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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3
8 de octubre de 2015
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cuestiones más recurrentes en el cine de ciencia-ficción es el Apocalipsis, bien sea a causa de fenómenos naturales o por un virus extraño (como el que convierte a los muertos en zombies). Dentro de esta temática, ha habido varias formas de manejarla; la mayoría ha optado por un fuerte dramatismo, algunas presentan un toque más cómico y otras, casi siempre relacionadas con Hollywood, buscan una inspiración superheroica. En el caso de Segundo origen, el fin del mundo llega a través de una lluvia de fuego desde la atmósfera, causada tal vez por fuerzas extraterrestres, que arrasa todo lo que tiene por delante. O casi todo, porque al menos deja dos supervivientes: Alba, una veinteañera de origen anglosajón y Dídac, un niño negro que recibía clases de inglés por parte de la protagonista. Aunque la diferencia de edad inicialmente es una barrera infranqueable, con el paso del tiempo se darán cuenta de que se necesitan el uno al otro para repoblar La Tierra.

La cinta está basada en la exitosa novela Mecanoscrit del segon origen, escrita por Manuel de Pedrolo, que Bigas Luna siempre quiso trasladar al séptimo arte y que finalmente el cineasta Carles Porta ha hecho realidad. La acción se ambienta en Cataluña, concretamente en la ciudad de Barcelona y diversos parajes de la provincia de Lleida, cuyo ambiente apocalíptico de los primeros minutos impresiona sobremanera. Porta no se corta en enseñar los cuerpos mutilados, los edificios completamente derruidos o la negra atmósfera que tiñe el fin del mundo. En este apartado destaca la imagen que ha causado y causará más repercusión en la promoción del film: el Camp Nou, templo azulgrana, aparece totalmente destrozado. Pero más allá de iconos, se consigue reflejar un ambiente vacío y decrépito que siempre debe ser imprescindible en todo ambiente post-apocalíptico que se precie, aunque el escenario pueda ser tan bonito como las playas bañadas por el mar Mediterráneo, realzadas por una fotografía bastante conseguida.

Escenarios aparte, no es tan bonito lo que sucede en los demás apartados de la película. Es fácil denotar desde el principio una terrible falta de química entre los dos actores protagonistas, Rachel Hurd-Wood e Ibrahim Mané (como la versión adulta de Dídac), cuyas miradas no transmiten nada que se asemeje al espíritu de la obra y a los que se les nota muy forzados a la hora de recitar dramáticamente sus textos; tampoco ayuda la mezcolanza de idioma original y doblaje presente incluso en la pista en V.O. Pero tampoco sería justo ni lógico achacar este último defecto de forma al dúo actoral, ya que no hacen más que interpretar un guión que de por sí posee bastantes lagunas y carece de consistencia. Lo que se propone es una especie de El lago azul modernizado que carece de la picardía necesaria para generar mayor interés y que, por tanto, se desarrolla de una manera demasiado plomiza para tratarse de una cuestión a priori tan interesante como el fin del mundo.

La película consigue remontar algo el vuelo con la aparición de un tercer personaje caracterizado por Sergi López. Sin ánimo de spoilear nada referente a este asunto (cosa que sí realiza el tráiler, por cierto), se puede decir que Porta otorga una vuelta de tuerca a la trama que por momentos hace parecer correcta su tesis inicial respecto a los supervivientes, pero que en seguida se cava su propia tumba al convertir al personaje en un tópico andante, lo que subsiguientemente provocará unos increíbles errores de guión cuando la cinta se acerque a su clímax.

Es curioso que una cinta con valores de producción tan resultones como los que muestra en sus inicios Segundo origen, cuyo retrato apocalíptico en el apartado visual seguramente supere bastantes expectativas entre el público, caiga desgraciadamente en una vorágine de levedad sólo empequeñecida por una recta final todavía más decepcionante. Extraño, porque lo más difícil en esta película parecía conseguir una ambientación adecuada y una premisa aceptable con las que enganchar al espectador desde el inicio, y no el desarrollar una historia que, incluso a través de pinceladas de estereotipos, podría haber llegado a buen puerto. Una verdadera pena.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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7
29 de mayo de 2015
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una evidencia que desde el terreno del análisis cinematográfico siempre se tiende a valorar mejor a aquellas películas que prefieren desarrollar su idea desde lo sugerente y no desde lo explícito. Llevada al extremo, tal corriente de pensamiento quizá haya podido dar pie a terminar valorando ciertas obras por encima de lo que en realidad merecían o subvalorar otras tantas en base al poco riesgo empleado en materia de dirección. Sin embargo, servidor no se atreve a restar un ápice de veracidad a semejante planteamiento, ya que el poder de sugestión, de hechizo, que poseen ciertas películas sin que aparentemente haya sucedido nada que motive esos sentimientos es lo que hace grande a este arte. Algo así es lo que sucede al contemplar la primera secuencia de It Follows, donde una chica sale corriendo de su casa como temiendo que algo o alguien la esté persiguiendo. Nadie, ni el espectador mismo, consigue ver el motivo de tal temor, pero la intriga crece al ver cómo la chica huye despavorida hasta acabar en una playa donde esperará atemorizada su momento para abandonar este mundo. Una situación que contada así puede parecer tonta y absurda, se torna a través de la fuerza de imágenes y sonido en un inicio que activa el piloto rojo de la tensión como sólo una buena cinta de terror o suspense consigue lograr, motivando al espectador para que parpadee lo menos posible a partir de entonces.

Por cierto, contar más cosas del argumento a partir de la mencionada escena sería empezar a arruinar la experiencia de ver It Follows. Porque la obra que ha creado David Robert Mitchell está hecha a propósito para jugar con el espectador, cómo a partir de un argumento no muy lejano del absurdo y cuyos orígenes se explican poco o nada (lo cual es de agradecer) el estadounidense construye un relato que de principio a fin no baja un ápice el ritmo y a través del cual se desgranan una pléyade de detalles que a muchos ojos pasarán desapercibidos pero que dan pie a segundas lecturas que probablemente nada tenían que ver con la idea principal de Mitchell; por la red se pueden leer teorías acerca de que es un alegato a la libertad sexual hasta la idea contraria, que precisamente la cinta critica con dureza el sexo desbocado y esto se penaliza en forma de maldición. Conjeturas que, en cualquier caso, acabarán importando poco.

Lo curioso es que, más allá de la mencionada primera secuencia, It Follows parte del escenario de terror para adolescentes que tantas veces hemos visto en el género durante las dos últimas dos décadas. Los protagonistas son una pandilla de jóvenes que representan la idea básica que se tiene sobre la gente de su edad hoy en día (con excepción de la chica de apariencia nerd que lee El idiota de Dostoievski a través de un llamativo e-reader en forma de concha), que básicamente se reduce a un interés especial por las relaciones sexuales tal y como refleja en primera instancia la protagonista. Ahora bien, Mitchell utiliza esta baza en beneficio propio y no como único vehículo para transmitir el miedo; es decir, el retrato de los personajes queda al servicio de desarrollo de la cinta y no al revés (error en el que han caído multitud de obras, como por ejemplo la saga Sé lo que hicisteis el último verano). Es un filme de terror con adolescentes, no para adolescentes (o, al menos, no dirigido primordialmente a este target).

Algo similar ocurre con el uso de la música. Sobran los ejemplos de películas que suplen sus carencias a la hora de construir una atmósfera de angustia con una utilización exacerbada de estridentes sonidos para dar sustos al espectador. Mitchell recurre a la música en todo momento, pero desde la perspectiva de acentuar lo que se está viendo en pantalla y nunca como único elemento sobre el que transmitir el miedo. Todo esto sin intentar restar un ápice de mérito al excelente trabajo de Disasterpeace a la hora de componer esta BSO, por cierto.

La única opción para no recomendar It Follows a alguien es que esa persona padezca problemas de nervios o que posea una frialdad fuera de lo normal. A partir de ahí, tanto los amantes del terror como los más escépticos con el género están plenamente capacitados para disfrutar con ella. Otros realizadores elaboran una premisa interesante para acabar haciendo películas absurdas. En cambio, Mitchell prefiere partir desde lo absurdo para acabar resultando más que interesante: It Follows es un cóctel de imágenes y sonido que supera sus propias limitaciones argumentales para ofrecer una obra tan entretenida como inteligente. Repite esquemas tanto masculinos (el chulito ante el introvertido) como femeninos (la sensata frente a la más emocional) pero sin que estas caracterizaciones acaben predominando sobre idea principal de la obra, utiliza la música de manera sabia y elegante, el aspecto técnico está cuidado al límite (muy notable el trabajo de fotografía), los 100 minutos de metraje están perfectamente medidos y, por el camino, el director se permite homenajear a algún que otro clásico de Serie B. ¿Se puede pedir más? Sí, quizá varias actitudes de los personajes que no concuerdan en absoluto con el mínimo de astucia que se le presupone a todo ser humano (véase la escena de la cabaña), lo que supone el único vestigio de ese terror mediocre que hemos ido mencionando. Algo fácilmente perdonable a una película que a partir de su primer cuarto de hora no concede un solo minuto de respiro al espectador en la atmósfera agobiante que sabe crear… y mantener.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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