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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Críticas de Peaky Boy
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
4
18 de junio de 2013
58 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años cuarenta, el escritor irlandés Samuel Beckett, escribió Esperando a Godot, una obra con la que hacía su aportación al teatro del absurdo. El libreto, así como el mencionado subgénero, se caracterizaron por la aparente falta de acción, dos personajes se encuentran junto a un árbol y se quedan esperando a un tal Godot, del que nada se sabe. Los dos hombres, de apariencia muy destartalada, pronto comienzan a dar muestras del sin sentido de su diálogo. Las escenas se repiten una y otra vez, los protagonistas, si parece que van a realizar algún tipo de acción, nunca llegan a hacerlo, y así transcurre el tiempo, hasta que llegamos al final y nos damos cuenta de que no hemos llegado a conocer al hombre que da título a la pieza teatral. Las absurdas acciones altamente repetitivas, lejos de hacerse tediosas, se vuelven gratamente tragicómicas y consiguen de forma elocuente el objeto para el que fueron escritas, la crítica social.
Lo que ha hecho Coppola con esta cinta es algo muy parecido. Presenta a unos personajes completamente planos, en su mayoría procedentes de la alta sociedad estadounidense, víctimas del embrutecimiento adolescente, y los sitúa en su hábitat natural, rodeados de fiestas, lujos y drogas. Una vez estamos en situación, comienza la repetición de las acciones. El principal problema es que no sabemos si la supuesta crítica se está haciendo conscientemente. Tan huecos son los protagonistas, que la película queda tan vacía como ellos.
Basada en hechos reales, narra cómo la banda de jóvenes atracadores¬¬, conocida como The Bling Ring, (El anillo ostentoso), se colaba en casas de famosos para robar prendas de ropa de alta costura, joyas, dinero efectivo y diversos artículos de lujo. Este grupo se caracterizó por su obsesión por la fama, la moda y por poner en evidencia la facilidad con la que cualquiera podría robar en las residencias de celebridades, encontrando sus direcciones por internet y esperando a que estuvieran presentes en algún evento público para asegurarse de que hallarían las mansiones deshabitadas.
Pero el filme transcurre y las escenas de atracos, fiestas y vestidos se repiten una y otra vez, e incluso una vez más. En definitiva, se vuelve aburrida por momentos y los fines quedan demasiado dudosos. Lejos quedó el sutil avance circular de Beckett, los sublimes diálogos incoherentes han dado paso al bochorno ridículo, altanería e incluso podría decirse que, en ocasiones, la presunta crítica se parece más a un endiosamiento del estilo de vida pomposo que a una auténtica denuncia.
La mejor elección ha sido la banda sonora, interpretada por el más fastuoso de los raperos, Kanye West, proporcionando a la cinta una estética de videoclip que se agradece, ya que al romper con sus acordes descarados el tedio reinante, el filme se vuelve más llevadero y además, queda “como anillo al dedo”.
Peaky Boy
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7
24 de noviembre de 2013
53 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Don Juan Tenorio, uno de los personajes españoles más universales de la historia, ha sufrido, desde su primera aparición en El burlador de Sevilla y convidado de piedra, atribuido a Tirso de Molina en el siglo XVII, una gran evolución tan drástica como necesaria para hacer del mito sevillano un personaje legendario. En sus comienzos, el Don Juan era un hombre valiente hasta la más absoluta temeridad, seductor, libertino y anarquista. Su lucha moral quedaba reducida a la idea de una conveniente extremaunción para ser redimido de sus pecados. Pero el perdón no le llega y, en justo castigo a su desprecio por las normas, arderá eternamente en el infierno. Sin embargo en el S. XIX llegó el romanticismo y, con él, un Don Juan mucho menos preocupado por las consecuencias de sus actos, donde el castigo infernal al que se le condenaba previamente, da paso a un coqueteo con la idea del arrepentimiento y la posibilidad de su salvación. En su obra más popular, Don Juan Tenorio de Zorrilla, 1844, el alma del burlador se redime en nombre del amor. Ya en el siglo XX el personaje fue representado, tanto en la literatura, como en el teatro, la música o el cine, por infinidad de grandes autores, con múltiples y muy dispares personalidades. Incluso el extravagante genio Ingmar Bergman adaptó dos versiones, una para teatro, Don Juan, 1955 y otra para el cine, El ojo del Diablo, 1960. Destacamos, de entre todas las adaptaciones del pasado siglo, el Don Juan, 1963, de Gonzalo Torrente Ballester, un libertino que llega a ser comparado con el mismo diablo, tan anacrónico como misterioso, al que la edad empieza a pasarle factura pues, aunque conserva sus dotes de conquistador, incluso más desarrolladas que nunca, comienza a tener ciertos problemas para llevar esas conquistas a un terreno más “físico”. La novela está dotada de un sutil y rápido humor inteligente lleno de diálogos que, entre Don Juan y su fiel sirviente Leporello, resultan de lo más hilarante con sus ademanes auriseculares en plena revolución tecnológica.
Siguiendo con el proceso degenerativo del mito, el Don Juan del Siglo XXI que nos presenta Joseph Gordon-Levitt es un guaperas de discoteca, italoamericano, con la misma destreza para la seducción que su predecesor, aunque con unos métodos mucho más rudimentarios y una ignominiosa adicción: la pornografía.
El estreno en la dirección de Levitt ha estado marcado por un guion, tan sencillo como efectivo, escrito por él mismo y en el que se relata la vida de Jon Martello o Don Jon, como ha sido apodado por sus amigos dada su habilidad en el campo del flirteo. Un macho alfa con una vida simple y rutinaria consistente en ir trampeando por las noches para redimirse cada domingo por la mañana en misa. Una vez el trámite está resuelto y limpia su conciencia, come junto a sus padres y su hermana en la reunión familiar semanal; y vuelta a empezar. Cuando Jon conoce a Bárbara, una chica tan despampanante como hortera y controladora, su vida comienza a girar en torno a los intereses de esta “cani” genialmente caracterizada por Scarlett Johansson y que, utilizando como arma sus más que llamativos encantos femeninos, obligará a Jon a dejar muchos de sus hábitos de vida, entre los que se incluye el total abandono, de manera incuestionable, de los videos pornográficos. Comenzará entonces una lucha interna del onanista mujeriego que sigue sin disfrutar tanto de las relaciones sexuales reales como lo hace con las virtuales.
El director presenta el tema del machismo desde dos puntos de vista, el del hombre, frustrado al no poder encontrar en la vida real la complacencia y servidumbre femeninas de las que tanto disfruta viendo porno; y el de la mujer, que utiliza el sexo como medio para, aprovechándose de la debilidad y la simpleza masculinas, lograr sus propósitos. Al igual que Michael Fassbender en la película de Steve McQueen, Shame, 2011, el protagonista muestra, en un tono mucho más cómico, los problemas de un hombre para encontrar una vida sexual equilibrada, dando como resultado la pérdida total del control personal y la dependencia enfermiza del lascivo contenido que se encuentra en los rincones más perversos de Internet.
El director y guionista también es el protagonista principal de la cinta, uno de los alumnos aventajados del cazatalentos Warren Zavala que, siguiendo en su línea interpretativa habitual, ahora goza de las prerrogativas que le aporta el hecho de escribir y dirigirse a sí mismo, componiendo un papel a su medida en el que parece encontrarse muy cómodo. Completan el reparto un divertidísimo Tony Danza que, enfundado en su camiseta interior de tirantes, conseguirá que no dejemos de reír en ninguna de sus apariciones como el exaltado padre de Johnny, Jon Sr.
Brie Larson brinda una actuación cargada de originalidad y humor como la hermana de Jon, gracias al papel que el director escribió para ella en un alarde de atrevimiento ya que, pese a lo recurrente de su personaje, sólo pronunciará una frase en toda su interpretación. Una Maggie Simpson convertida en adolescente que, pese a lo lacónico de su papel, consigue despertar en el espectador una agradable sensación de trabajo bien hecho. Una actriz más a la que habrá que seguir la pista y que, como ya demostró en el reciente filme de Destin Cretton Short Term 12, también es capaz de hacerlo realmente bien como protagonista principal.
La última media hora de metraje estará marcada por una moraleja algo cogida por los pelos que restará dinamismo a la rápida comedia. Pese a ello, la siempre correcta Julianne Moore, en el papel de una mujer que está de vuelta de todo, conseguirá que el nuevo Don Juan se cuestione sus principios y hasta su fe. Gordon-Levitt deja las pretensiones para su personaje y firma una atractiva, excitante y, sobre todo, divertida ópera prima que deja las expectativas muy altas a la espera de su próximo proyecto.
Peaky Boy
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7
21 de octubre de 2013
40 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras esperaba a unos compañeros en un pub a la salida del trabajo, un viejo irlandés, al darse cuenta de que había mirado la hora en dos ocasiones y suponiendo que estaba esperando a mi novia, me dijo: —Las relaciones no son complicadas. Una vez dicho esto, y sabiendo que había llamado por completo mi atención hizo una pausa estratégica, característica de los grandes contadores de historias, dio dos tragos a su cerveza negra y la dejó reposar nuevamente sobre la barra mientras la contemplaba unos segundos más con añoranza, como buscando en su interior antes de pronunciar las palabras que ya daban vueltas en su cabeza. —Ahora lo ves todo complicado, dijo sin quitar los ojos de la pinta, discusiones por llegar tarde a una cita, malentendidos, salidas fuera de tono… pero no te preocupes, esa ingenuidad del comienzo pronto dará paso a la monotonía y, entonces, todo es mucho más sencillo. Cuando ya no quede ni una sola parte de su cuerpo que tus labios no hayan besado, cuando conozcas cada pliegue de su piel, cada lunar, cuando sepas cómo va a terminar una frase que acaba de empezar a pronunciar, en ese momento te darás cuenta de que pocas cosas de las que haga o diga harán que te enfades. Disfruta de esas peleas antes de que la indiferencia se apodere de vosotros, disfruta de su cuerpo mientras te quede terreno por descubrir.
Le Week-End explora este tipo de relaciones donde los estragos del tiempo van dejando al descubierto viejos rencores, resentimientos, palabras que quedaron sin ser pronunciadas por la prudencia del comienzo. Retornos del amor tal como era, lo llamó Rafael Alberti un día mientras, como el viejo irlandés, recordaba melancólico lo bonito y efímero que una vez fue y aceptaba resignado que esa fugaz felicidad nunca volvería.
Roger Michell se ha propuesto hacernos reflexionar sobre la veracidad de los sentimientos que tanto nos esforzamos en demostrar. Hasta qué punto esos actos son espontáneos, y qué parte es un completo engaño autoimpuesto con motivo de la obtención de una vida lejos de esos cambios que tanto nos aterrorizan, y con el objetivo de aparentar una relación insanamente normal frente a la estereotipada sociedad.
El director inglés, aclamado por su comedia Notting Hill, 1999, nos muestra la cara más desagradable de la vida en pareja, la humillación, la sumisión, el desprecio, el —Eso no nos pasará a nosotros, dicho desde la más triste inseguridad, todo sin apartar la cámara ni un solo segundo. Seremos testigos de los problemas, las discusiones, y el terrible autocompadecimiento en la soledad de nuestros pensamientos con una honestidad brutal, como dijo Calamaro. Tanto es así, que será difícil no retirar la mirada o taparse los oídos en ciertos momentos, y esto va a desagradar a mucha gente que no está dispuesta a que se les recuerde que las relaciones no son tan perfectas y bonitas como las suele pintar el cine, al menos no sin una extenuante lucha y sacrificio.
Hanif Kureishi escribe un fantástico guion en el que se mezcla un agudo sentido del humor con la más dolorosa de las sinceridades. El libreto narra de qué manera la supervivencia de la relación de una pareja de sesenta años depende de un fin de semana. Un fin de semana de confesiones y temores mientras se tratan sin reparo los temas más controvertidos que el amor lleva implícitos. Visión introspectiva del desgaste que suponen treinta años de matrimonio, de la mano de Nick y Meg, una pareja que ha decidido realizar un viaje con motivo de su aniversario para intentar avivar la pasión perdida durante estas tres décadas de convivencia. La completa falta de romanticismo, la tosquedad del diálogo, y la comentada amarga sinceridad del guion, contrastan por completo con el escenario escogido, la ciudad romántica por antonomasia, París.

Termino la reseña en spoiler por motivos de espacio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Peaky Boy
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6
10 de diciembre de 2013
53 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mundo utópico, un remake debería suponer reinventar la película que se está versionando, darle un giro tan radical que la hiciese incomparable con su predecesora e irreconocible en cuanto a la ejecución y el desenlace. Un claro ejemplo sería lo que el western ha hecho con algunos de los trabajos de Kurosawa, como convertir Los 7 Samuráis, 1954, en Los 7 magníficos de John Sturges, 1960, cambiando a los antiguos guerreros japoneses y sus honorables valores, por arrogantes vaqueros occidentales; o la adaptación que Sergio Leone hizo de Yojimbo, 1961, en Por un puñado de dólares, 1964 pues, pese a que en un principio se habló de plagio, es considerada hoy por hoy como uno de los remakes más dignos de la historia del cine.
Hace ya bastante tiempo escuchábamos la noticia de que se estaba jugando con la posibilidad de adaptar la película coreana Oldboy, 2003. Todos los amantes de este clásico oriental, entre los que nos incluimos, afrontamos el rumor, primero con temor a un desastre de magnitudes épicas y posteriormente con sorpresa y curiosidad al conocer el nombre del director que llevaría a cabo el proyecto, Spike Lee. Lo primero que se nos vino a la cabeza fue una idea tan excéntrica como atractiva, ya que, siendo Lee uno de los mayores representantes del movimiento nacionalista afroamericano, fiel defensor de los derechos de los negros y conociendo la incomodidad que siempre ha manifestado con respecto a los modos de representación del cine estadounidense, era de esperar que nos fuera a deleitar con un Oldboy al más puro estilo Ghetto Stories, con un protagonista que, como Mookie en Haz lo que debas, 1989, deambulara a ritmo de Public Enemy por los suburbios de Brooklyn en busca de venganza. Desgraciadamente Hollywood está muy lejos de ese mundo utópico, y lo único que ha sobrevivido a ese sueño ha sido Samuel L. Jackson en el papel de Chaney, un personaje que, por sí solo, nos da una idea de lo original y acertado que podría haber sido este supuesto “Brotherhood Oldboy” pero, en conjunto, se ha quedado tan solo en su lucha contra los tópicos y clichés que al final termina perdido y fuera de lugar.
Basado en un manga homónimo creado por el guionista Garon Tsuchiya y el dibujante Nobuaki Minegishi, cuenta la historia de Shinichi Gota (Joe Doucett en el filme), un hombre que ha sido secuestrado y encarcelado en una habitación con la única compañía de un televisor, gracias al cual se entera de que es el único sospechoso del asesinato de su prometida (en la película es su mujer), con la que iba a casarse al día siguiente del secuestro. Devastado por la noticia, el protagonista sufrirá su reclusión divagando sobre los posibles sospechosos de semejante crueldad. Diez años después del suceso (15 años en la primera adaptación y 20 años en la que nos ocupa), es puesto en libertad, comenzando en ese momento una violenta búsqueda del responsable.
Park Chan-wook adaptó la historia en 2003, integrándola en su particular trilogía de la venganza formada por obras que, aun compartiendo una temática común, eran totalmente diferentes entre sí. Si en Simpathy for Mr. Vengeance, 2002, la primera de las entregas, se mostraba la venganza desde un desafortunado punto de vista, perpetrada contra un hombre que debería ser el ejecutor y no el objetivo de la misma; y en Simpathy for Lady vengeance, 2005, la tercera y última de las entregas, se explica el largo proceso y sacrificio que se requiere para llevar a cabo un acto tan maquiavélico y sanguinario; Oldboy, que se sitúa entre el Sr. y la Sra. Venganza, es un retorcido estudio sobre los límites de una persona a la hora de proceder con su rencoroso plan de maldad con el único fin de arruinar la vida de su enemigo.
Innecesario remake el que plantea Lee que, pese a contar con un poderoso reparto liderado por un gran Josh Brolin, que consigue trenzar una actuación llena de fuerza, y secundado por la joven estrella emergente Elizabeth Olsen, no logra crear el suficiente atractivo visual para que la película resulte original, por lo que al final, termina perdiendo la partida por goleada frente su predecesora. Bien habría que recalcar en este punto el calificativo innecesario, ya que la película no resulta censurable en cuanto a calidad se refiere. El mayor problema ha sido el guion, un libreto a cargo de Mark Protosevich que dista muy poco con respecto a la magnánima obra de Chan-wook, por lo que al no aportar nada nuevo, la historia se queda a expensas de una despiadada comparación que no soporta. Al margen de esa odiosa pero inevitable comparación, el director realiza una apuesta muy arriesgada, adaptar una de las cintas de culto más valoradas de los últimos tiempos que, pese a sus carencias argumentativas y con la ayuda del veterano director de fotografía Sean Bobbit, crea una ambientación muy trabajada con un gran repertorio de encuadres que aporta el dinamismo y la claustrofobia que se requieren en cada momento.
Sin embargo, la barroca concepción narrativa de la que estaba dotado el filme anterior desaparece por completo en esta ocasión por culpa del miedo a lo diferente. Se ha ido demasiado a lo seguro, dando alguna pincelada de originalidad como el personaje antes mencionado de Samuel L. Jackson, el guardián de un nuevo y mucho más perverso “catillo de If” que el mostrado por Alexandre Dumas en El conde de Montecristo, pero a su vez sin renunciar a elementos propios del cine oriental, originando un pastiche fallido y falto de identidad propia. Lo que antes era poesía exagerada, ahora ha resultado ser simplemente una exageración. Desprovisto del avance tranquilo y minucioso, el ritmo se vuelve apresurado e incluso torpe por momentos. El humor negro y los astutos diálogos que el realizador coreano consiguió, se pierden para favorecer una explicitud que únicamente se centra en la violencia desmedida, la sangre y la excesiva claridad de la trama que, incluso al final, cuenta demasiado.

Termino en spoiler por motivos de espacio
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Peaky Boy
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8
27 de octubre de 2011
35 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta ocasión Paddy se puso detrás de la cámara, para demostrar que tiene tanto talento o más, que cuando lo hace frente a ella interpretando al chico trastornado con el que le asociamos. Y en efecto no le tembló el pulso, fue el único que no sintió miedo cuando ese mastodonte problemático e irascible clavaba su iracunda mirada en el objetivo, esa mirada nos estremece, hace que el espectador se encoja mientras espera ver la reacción del protagonista.
Una historia de violencia, pero no como la de Cronenberg, ésta está cargada con personajes de carne y hueso, aquí no hay adornos ni florituras, la realidad más descarnada de los barrios marginales de Leeds sale a relucir con un rugido de tiranosaurio. La historia de dos polos opuestos, cuyas vidas están marcadas por un mismo denominador común, la ira. Uno la retendrá en su interior y la dejará salir en momentos de enajenación transitoria, mientras que el otro sufrirá en su propia piel otro tipo de furia, la del cobarde que se quita la máscara en casa y muestra su despreciable e infame identidad a su compañera sentimental.
El debut de Considine como director, merece cada uno de los halagos que ha ido recibiendo desde que consiguiera el premio del jurado y el de mejor director en Sundance. Las interpretaciones no se quedan atrás, una espectacular Olivia Colman lidera el reparto de esta cinta independiente, nos hará reflexionar sobre uno mismo, sobre lo que vemos y sobre lo que queremos evitar mirar.
La tensión creada por el director durará toda la película, no habrá tiempo para las palomitas.
Peaky Boy
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