Elliot es el conductor de la historia, pese a que hay algunas subtramas y escenas que se cuentan sin él estar presente la mayoría de la trama la percibimos a través de los ojos de Elliot, más bien a través de su mente, lo cuál aporta casi todos los giros que hay en los tres últimos capítulos de los cuáles hablaremos posteriormente.

Durante los primeros episodios entramos en la mente de este personaje con un trastorno antisocial que hackea a todo el mundo al mismo tiempo que nadie es capaz de saber en lo que él está pensando. Nosotros, el espectador, somos sus cómplices. Mediante el uso de la voz en off Elliot nos explica que opina sobre el mundo que lo rodea y nos revela sus secretos y su operativa, normalmente la voz en off suele ser un recurso que se utiliza cuando hay una falta de imaginación al querer contar la historia o cuando se adaptan novelas con una visión subjetiva. El caso de Mr. Robot es más parecido a este segundo ejemplo donde el modo de contar la historia sirve para sembrar las revelaciones de final de temporada.

Además Elliot habla con nosotros, dice habernos creado, somos su amigo imaginario, y en los giros finales nos pregunta si lo habíamos visto venir y nos dice que no le parecería justo que supiésemos más que él. Todo esto nos hace más participes de la historia como espectadores y nos motiva a buscar respuestas ya que no tenemos forma de decirle a Elliot: Pues si no lo sabes tú…

A nivel de trama la serie es sencilla en primera instancia, Mr. Robot es un hacker que recluta a Elliot para terminar con Evil Corp y eliminar las deudas de los ciudadanos. Tienen un plan e intentan ejecutarlo mientras les salen varios obstáculos, hasta aquí nada del otro mundo, pero en los tres últimos capítulos es donde Mr. Robot brilla.

Puede que lo vieseis venir o puede que no, pero el momento Luke/Leia que tienen Elliot y Darlene después de iniciar el plan con White Rose (la líder transexual de los hackers chinos Dark Army) es el disparo de salida al viaje que supone la serie en sus episodios finales. De aquí nos lleva a un final del octavo episodio donde Mr. Robot se desvela como el padre de Elliot, para en el siguiente capítulo, que por cierto empieza fuerte con una clase de ballet de Angela y Darlene (en la primera escena en que las vemos juntas), revelarnos que efectivamente el padre de Elliot está bastante muerto y que Mr. Robot y nuestro protagonista son la misma persona (llegados a este punto esperamos que hayáis hecho caso al aviso de spoilers). Y finalmente, el último capítulo, en el que el espectador vive junto a Elliot una elipsis al estilo The Hangover (2009), pero en vez de un tigre en el lavabo es el fin del mundo. El fin del mundo para aquellos quienes viven de la necesidad de los demás.

Comentar también que hay diversas subtramas, principalmente las de Angela y Tyrell Wellick, que generan un gran interés y suman a la historia que plantea la serie ofreciéndonos también el punto de vista de los villanos. Hoy en día muchas series generan subtramas que carecen de importancia, en cambio en Mr. Robot las llenan de relevancia y consiguen implicar más al espectador y descansar de lo cautivador que resulta estar en la mente de Elliot Alderson.

¿Que pasaría si Tyler Durden fuese el líder de Anonymous? En esencia la serie resulta ser una versión actualizada y más contemporánea de Fight Club (1999), donde un individuo se separa en dos personalidades creando un alter ego que pretende romper el mundo/prisión en el que vivimos, en el penúltimo capítulo incluso podemos escuchar una versión de “Where is my mind?” de The Pixies, la canción que suena al final de Fight Club. La diferencia principal reside en que Mr. Robot es un terrorista de la era digital a diferencia de Tyler Durden que utilizaba jabón para hacer explosivos, y también en que es mucho más fácil comprender como nadie se da cuenta de los cambios de Elliot debido a su carácter introvertido, extraño, y a las drogas que consume.

Por el mismo motivo también es más accesible, pese a su calificación R, ya que puede disfrutarse conociendo el universo X-Men (siendo un friki) pero también permite verla sin necesidad de ser un fan y sin tener que llevar la cuenta de todas las pelis anteriores ya que, para los que no lo sepáis, transcurre en una linea de tiempo diferente a la que estamos habituados (dentro del batiburrillo que es la saga mutante).

La premisa no es nada enrevesada pero funciona a la perfección. Logan convive escondido con dos de los últimos mutantes que quedan hasta que aparece una niña que les embarcará en un viaje para cruzar la frontera.

Pero para mí, lo que hace destacable a Logan es que la peli no sirve para expandir un universo o contar una gran trama de ciencia-ficción, sino que dedica su metraje a mostrar un personaje atormentado que no para de exhalar su último aliento, cada vez con un poquito más de esperanza hacia el futuro. Un futuro que no es el suyo.

Los personajes son el punto fuerte de este film, bueno en realidad es la violencia y acción, pero los personajes hacen que se sostenga ya que todo sale de ellos. El mismo motivo que hace que el profesor Charles Xavier sea gracioso es lo que le hace triste y violento, ya que es un viejo senil que nos divierte con sus locuras y maneras pero también nos entristece por la facilidad con la que empatizamos con alguien en su situación.

Lo mismo pasa con Logan o X-23. Es guay porque es una máquina de matar, pero es triste porque la han convertido en una máquina matar. Incluso Caliban, interpretado por Stephen Merchant (Gnomeo and Juliet, Burke and Hare), resulta interesante.

Pero si esto os la pela y solo queréis sangre y demases no hay problema, Logan tiene persecuciones en coche con trenes oportunos, enfrentamientos épicos, cuchilladas dolorosas en todas las partes del cuerpo y X-23, la niña, que es incluso mejor de lo que podíamos esperar. Destacando por encima de todo, la escena en que Lobezno mata lentamente todo lo que pilla a su paso mientras Xavier tiene un ataque.

Si que los malos son los tontos de turno y creo que se les podría haber ocurrido algo mejor que el clon rarito de Lobezno, aunque cumple su función. Pero si el protagonista funciona la historia avanza sin pesadez, y a mí, me vale.

Seguramente no hay nada en Logan que no hayamos visto antes pero, dentro de su “género”, consigue tener las dosis necesarias de acción y corazón para ser una de las mejores películas de superhéroes hasta la fecha.

La segunda temporada de Daredevil conserva el tono y la acción de la primera y además hace avanzar los personajes creándoles nuevos dilemas y situaciones. Vemos como el grupo formado por Matt, Foggy y Karen se va quebrando cuando la cantidad de amenazas que acechan Hell’s Kitchen es cada vez superior y se añaden tramas y personajes al universo cinematográfico de Marvel.

Los primeros cuatro capítulos son la introducción al personaje Frank Castle, alias The Punisher, interpretado por Jon Bernthal y son de lo mejorcito de la temporada. Desde el hecho de que la mafia de la ciudad cree que está siendo atacada por un ejército hasta la escena del tejado con Red, Jon Bernthal (The Walking Dead, Fury, The Wolf of Wall Street) consigue crear un personaje que se posa encima de la linea que separa el bien y el mal, la locura de la lógica, siendo la contraparte a la opción que Daredevil tomó en la primera temporada. No matar.

Como hemos dicho, la acción sigue siendo espectacular, si pensábamos que la escena del pasillo era imposible de superar nos equivocábamos. Daredevil, cadena en mano, apunta con la pistola al primero de los matones que vienen a por él, sonríe, baja el arma, rompe el fluorescente con la cadena y que empiece la fiesta.

Pero pese a estar a la altura, esta segunda temporada es un poco más flojita que su predecesora si nos ponemos serios. Podríamos ver a Daredevil y a Elektra pegándose contra ninjas durante todo el día pero la verdad es que esta parte no es tan redonda como la primera temporada o como el arco argumental de The Punisher, por eso el capítulo de la prisión fue tan espectacular, no solo por ver como Frank Castle deja la cárcel medio vacía a base de romper huesos, sino también por la vuelta del enorme (en todos los sentidos) Wilson Fisk al que echábamos de menos y nos recordó quién manda.

Esta temporada no mejora la anterior, pero se mantiene, lo cuál ya es toda una hazaña. Y es sólo postureo, pero el traje nuevo mola mucho más.