No me esperaba nada bueno y no lo he encontrado. Es una historia tan tópica como previsible, las actuaciones son tan tópicas como previsibles, la fotografía es, de nuevo, tan tópica como previsible. Adolece de montones de fallos: Mala atmósfera, comienzo mal llevado a cabo, pero la peor de todas es que no es fiel al tebeo. Spiderman, X-Men, incluso las flojas Daredevil, Hulk o Elektra, lo son.

En esta película sólo se mantiene al protagonista, Frank Castle, y la base de su venganza: mataron a su familia. Pero no fue "Saint", tampoco fue en una isla parisíaca, y ni mucho menos pasó de ser un moñas al primo lejano de McGuiver. Como cinta de acción es neutra, incluso mala, y sólo en los 20 minutos finales llega a parecerse un ápice al Castle original. Lo demás, bazofia, pero bazofia que puede verse. Para quien ya haya visto varias veces todas las adaptaciones de personajes del cómic al cine. Eso sí, es superior a Elektra, Hulk o Daredevil, y tiene a un Travolta genial que ensombrece al resto del reparto.

Mia Hansen-Løve es una de las realizadoras más estimulantes en activo, en mi opinión. Su capacidad para acercarse a los personajes y crear una serie de vínculos entre ellos va en la mejor tradición del cine francés pero además, es capaz de gestionar todo el contenido visual para que no se quede como simple carcasa y que se adhiera al resto de elementos para construir un pack completo. Su "Eden" es modélica en el sentido en que la música se usa como excusa para narrar las peripecias vitales de un grupo de adolescentes que veremos convertirse en hombres sin alcanzar su sueño: triunfar en aquello que les gusta. Otros realizadores habrían optado por un retrato desesperanzado, gris y sin apenas vida, pero Hansen-Løve prefiere otro acercamiento más lírico, menos esquemático, consiguiendo despertar en el espectador una serie de emociones que van muy ligadas a la experiencia vital de éste. Es decir, en base a cómo seamos capaces de vernos reflejados su película funcionará mejor o peor, no excluyendo a nadie del visionado ni haciéndole partícipe de una experiencia unilateral.

Es quizá por este motivo que su "Eden" no me lleva al paraíso y me deja rozándolo con las puntas de los dedos. Su película me interesa, el retrato que hace me parece muy notable y puedo ponerle pocas pegas a nivel general, pero no es 'mi mundo'. Si la trayectoria de su protagonista es universal (¿quién no ha peleado por algo durante mucho tiempo con la confianza de lograrlo finalmente?) su contexto me es desconocido y por tanto no me consigue trasladar al otro lado de la pantalla con la fuerza que lo hacían algunas de las películas anteriores de la realizadora, como las notables "Todo está perdonado" o "Un amor de juventud", superiores a ésta en mi opinión. Para los que hayan vivido la época que refleja el film (el auge del garage, la música electrónica y nacimiento en paralelo de grupos como Daft Punk) puede que esta aventura vital del eterno Peter Pan les llegue con más fuerza que a un servidor; que no obstante, es imposible negarle sus méritos y conferirle como poco el beneficio de la duda. Una buena película, en definitiva, que me llega menos de lo que me gustaría pero que recomendaría sin dudarlo demasiado.

Avalada por sus premios internacionales y el gran paso por San Sebastián en septiembre, donde gustó mucho al público, "Le jour des corneilles" (que se traduciría como "El día de los cuervos", aunque si llega a España la llamarán "Salvaje por pelotas") es una superproducción francesa que decepciona hasta límites imposibles de creer al intentar imitar a ciertos modelos sin caer en la cuenta de que algunos realizadores o estudios tienen cierta sensibilidad (en el primer caso, se llama estilo) y que eso no es replicable. O al menos, no de forma tan sencilla. Así, aquí se cita a la épica naturalista de Hayao Miyazaki y el elemento sobrenatural tradicional del Studio Ghibli, añadiéndole los conflictos humanos de producciones como "El libro de la selva". La mezcla, sobre el papel, es fantástica. En la práctica... no.

El problema es que todo suena a ya visto, a chiste mil veces contado. Y no es tanto por los ingredientes como por la elaboración del plato completo, un filme que técnicamente además es sumamente irregular, teniendo unos maravillosos fondos estáticos hechos al óleo y unos personajes animados de tal forma que cuando los planos son medios o detalle se pueden ver los bordes como si fuesen imitaciones de bocetos a lápiz hechos con el Photoshop. Si le sumamos que utiliza una imaginería que no es suya (los fantasmas representados con cabezas de animales no están nada mal), sólo quedaría aferrarse a su visión de las relaciones humanas. Y en este punto roza el simplismo porque no es capaz de desarrollar a sus personajes y su mensaje es, por decirlo de alguna forma, discutible.

La historia trata sobre un niño que vive con su padre en el bosque por algo que inicialmente no sabemos pero que descubriremos a medida que avance la trama. Llegado cierto punto su padre tendrá un accidente, lo que llevará al pequeño a salir a la ciudad... y así se inician los conflictos, en unos segmentos que alternan el descubrimiento con el salvajismo. Tristemente no hay ninguna evolución por parte de la pieza clave del relato y se llega a un final en el que todo nos importa bien poco, con una poética tan de andar por casa que termina por generar risas involuntarias. Ni siquiera recomendaría la película para niños, pudiendo ponerle los modelos originales que, por supuesto, son infinitamnete mejores. Mediocre y encima con medios, que es peor. Imagino que lo mejor de la película será el libro "The Art of..." que editarán con artworks, bocetos y demás. No me molestaré en comprobarlo.

No sé si sería el británico más grande que ha dado la industria del cine (Orson Welles también competiría por el peso a todos los niveles) pero desde luego Hitchcock puede considerarse uno de los titanes de estas primeras décadas del séptimo arte. Su influencia llega hasta nuestros días, de forma un poco residual, eso sí, pero en los años 50-60 era total, hasta el punto de que numerosas producciones de la época podrían haber sido firmadas por él sin que nos sorprendiese (nótese particularmente el caso de la notable “Charada” de Stanley Donen). “El abismo del miedo” no es perfecta ni posee la belleza plástica del creador de “Los pájaros” pero desde luego tiene su tono, y en su forma de gestionar los espacios a la hora de crear planos se puede hallar, sin mayor problema, el estilo de producciones como “Psicosis”.

La trama pega varios saltos a media que se desarrolla cambiando a la protagonista a los 30 minutos de la película (¿referencia a Psycho?) al tiempo que el punto de vista se modifica para enriquecer el misterio. Locura y cordura, aprendizaje y enseñanza, son conceptos sobre los que orbita esta historia sobre una aparente enferma mental que tras asesinar a una mujer es enviada al psiquiátrico. Luego se introducen los códigos del cine negro sin abandonar el sobrenatural para dar lugar a una pieza de género sumamente inteligente que además se permite el lujo de establecer un juego con el espectador del que sale completamente ganador, con algún giro fantásticamente integrado.

Freddie Francis, su director, desde luego apunta maneras y parece merecer una severa reivindicación (como artesano dedicado casi por entero a crear piezas del género con cierta entidad) y este título de la Hammer es, claramente, injustamente desconocido dada su enorme calidad. Una joyita en blanco y negro que saca provecho de cada sombra y luz para crear un ambiente de pesadilla palpable. Quizá donde más destacó Francis fue en su labor como director de fotografía (sirva ver su currículum, que incluye obras maestras como "Elephant Man" de David Lynch) pero al menos con "El abismo del miedo" demuestra que como director también tenía madera.

Un niño se despierta. Llama a su madre, pero no está en casa. Corre a por ella y decide acompañarla en su rutina de un día.

Václav Kadrnka construye su debut en la dirección como una cadena de recuerdos infantiles, basándose en su propia experiencia para mostrar (con un ritmo no lento, lo siguiente) algunos de esos instantes que se le quedaron grabados a fuego cuando su madre enviaba cartas a su padre, antes de mudarse de Checoslovaquia a Londres.

Dirigida con elegancia suma, es más una película de imagen que de palabra, que tiene dificilísimo encontrar a un público dada la radicalidad de la propuesta, narrativa pero comatosa, algo que se habría solucionado no añadiendo más diálogos ni recurriendo a un montaje más ágil sino sencillamente limitando la duración de los planos y utilizando una herramienta tan básica como es la elipsis. Lo que pasa en el film puede resumirse (literalmente) en dos líneas pero diría que el viaje merece la pena.

"Eighty Letters" es cine diferente, personal, íntimo; pero estimable. Un poco más de ritmo para la próxima, Kadrnka, lo demás es poco criticable. Curiosamente poca gente huyó de su pase para público durante la 49 edición del Festival de Cine de Gijón.