Película francesa de índole biográfica ambientada en 1915 en el manicomio de Vaucluse al sur de Francia, centrada en Camille Claudel (Juliette Binoche), famosa escultora que fue internada dos años antes en este lugar por su familia, luego de pasar 10 años recluida en su estudio tras la muerte de su padre. Camille espera siempre la visita de su hermano Paul (Jean-Luc Vincent), también afamado escritor de la época.

Al inicio del film se detalla que la obra está libremente inspirada en la correspondencia de los hermanos, así como en los informes médicos de la mujer, cuestión que se denota, Dumont funge también como guionista, a lo largo de los primeros sesenta minutos del metraje, con muchos silencios, se muestra la situación de la protagonista en este lugar, su relación con los demás internados y el personal encargado, además del anhelo y desesperación por ver a su familia. Parecieran ser trazos dispares unidos por el hilo conductor que representa Claudel y para mostrar la capacidad histriónica de Binoche, sublime ejecución, un tour de force excepcional.

Luego de este tiempo, irrumpe la figura de Paul, un tipo de una religiosidad que llega al punto de una cuasi santidad y veneración. Toda la película se encamina a lograr ver este “enfrentamiento” entre hermanos, las vicisitudes que afronta ella contra la reticencia que presenta él, que parece poco importarle dicha situación, más allá de quien tenga la razón.

Camille Claudel 1915 se dirige hacia dos puntos que son pilares en el relato, la caída del genio, del artista de valor irreprochable que no puede controlar su calidad y cae en la demencia, frente a la figura de Dios, elemento perceptible a lo largo del metraje, se está en un manicomio controlado por religiosos -como es de esperarse-, la iglesia, lo que representa Paul, su intervención cuando le habla su hermana se da únicamente cuando ésta comienza a tocar el tema de Dios y su permisividad, su falta de acción.

El film es de un tono sumamente realista, áspero e incluso difícil de ver por su ritmo, una ambientación correcta, hermosas imágenes como contraste de una mente turbia y naturalidad en las acciones casi como un documental.

Película ambientada en el año 2002, toma como punto de partida los hechos acontecidos en Washington DC en el caso del “francotirador de Beltway”. Mientras pasan los créditos iniciales se presentan noticias sobre el evento, desde cómo iniciaron hasta como capturaron a los asesinos. Posterior a esto, la trama inicia en el momento en que Lee (Tequan Richmond) un joven de 16 años que tiene una madre quién repetidamente lo abandona, conoce a John (Isaiah Washington), un individuo al que le quitaron la custodia de sus hijos, razón por la cual no está nada contento con su situación.

Rápidamente hay un click entre estos dos hombres, quienes luego se presentan en todo lado como padre e hijo, es obvio, ambos buscaban la figura que encuentran en el otro, se puede pensar que se complementan y compenetran en gran forma. Conforme avanza el metraje se va viendo lo perturbados que están estos individuos, como John prácticamente va empujando a su “hijo” a sentirse asqueado por la sociedad. La reprende contra todo, puesto que se encuentra en un entorno que le quitó lo único que le importaba, por lo que no tiene mayor respeto hacia ella.

De esta forma se va armando el grueso argumental de este trabajo, esta exploración íntima de estos personajes que mataban de forma que pareciera aleatoria, pone en la mesa sus motivos, lo que los llevó a hacer lo que hicieron y como lo perpetraron. Hay crudeza en el relato, no sólo en los momentos de los asesinatos (que están presentados de gran forma y que es lo mejor sin duda alguno del film), sino también en la transformación de estos personajes, en especial de Lee.

Sin embargo las ideas no siempre se compenetran del todo, aquí el principal problema radica en que Moors y R.F.I. Porto como co guionistas tardan mucho en presentar lo obvio, ya sabe de qué va a ir el asunto, en especial cuando durante los créditos iniciales esbozan rápidamente la historia, con lo que quieren dar a entender que eso no interesa sino lo que vale es la introspección hacia los personajes, pero, ésta se antoja un tanto redundante puesto que de forma rápida se entiende la aversión social de ambos frente a la sociedad.

Con todo y estos elementos en contra, al menos se puede decir que Blue Caprice en términos generales se deja ver, se le agradece el punto de vista que tiene de los sucesos a pesar de que como mencioné no está del todo bien representado. El film cuenta con una contextualización bastante acertada, las actuaciones no sobresalen mayor cosa, al igual que la dirección, salvo un par de secuencias y transiciones muy bien conseguidas. Un producto que termina siendo regular.

Película por episodios de 130 minutos de duración que sigue a cuatro personajes en la China contemporánea, ofrece un estudio en mayor y menor medida sobre las relaciones laborales y la explotación, el tema de las migraciones, la corrupción estatal, la diferenciación social y la lucha de clases, además de la infidelidad y la prostitución, esbozo ambientado en el gigante país asiático pero que fácilmente se puede extrapolar a nivel mundial.

Una obra que da una muestra del ser humano desdeñable, con un impacto visual potente desde ese atronador inicio y con una nota pesimista poco esperanzadora, que es transmitido en imágenes muy bien, gracias a la labor tanto del realizador como de Yu Likwai encargado de la fotografía, donde saltan a la vista tonos grises propio del decaimiento que se quiere transmitir.

Como su título reza, obviamente se está ante un film donde la violencia y la exposición de sangre son vitales para la trama, violencia que no es gratuita y por el contrario es consecuente ante los hechos y la desesperación de los protagonistas, no es recurrente a lo largo del metraje pero si se presenta en repetidas ocasiones, trabajado de forma sutil como se acostumbra por dichos lares.

Las historias se centran en cuatro personajes, muy distintos entre sí, Dahai (Wu Jiang) un minero que busca detener la corrupción en su pueblo, Zhou San (Baoqiang Wang) un emigrante que se las arregla asaltando para vivir, Xiao Yu (Tao Zhao) una mujer que mantiene una relación con un hombre casado y trabaja de recepcionista en un sauna y Xia Hui (Lanshan Luo), un joven que cambia de trabando huyendo pero buscando una mejor oportunidad.

Particularmente de las cuatro historias me han parecido más atractivas la primera y la última, si debo mencionar que por su forma el film se alarga un tanto y que por ende puede resultar un tanto pesada su visualización. Lo más destacable del guion a cargo del propio director es como logra conjuntar una enorme muestra de la sociedad china, trabajadores, migrantes, jóvenes y la mujer, realizando un retrato cruento y denso.

Atípico trabajo documental que se centra en la figura del mítico músico y escritor de origen australiano Nick Cave, obra que se desarrolla supuestamente el día en que el protagonista cumple su día 20 mil en el planeta tierra, como reza el título del film, por lo que se le sigue a lo largo de dicho día (obviamente hay una reconstrucción, se ficciona un poco la trama en ese sentido), mientras visita compañeros y trabaja en estudio, rememora el pasado, habla sobre su padre, lo vemos en acción en el escenario y escuchamos siempre mediante una voz en off sus reflexiones acerca de su trabajo y de la vida en general.

La película obviamente no pretende ser biográfica, es clara en sus intenciones, un guion conciso a cargo de los propios directores, en ver el discurrir de este hombre mientras suelta sus pensamientos, dispara ese sentir del mundo del artista aparte del mundo real, menciona a su esposa al inicio pero no le vemos la cara, le dice a un músico de su grupo que ha comido más veces con él que con su familia, se sienta metódicamente a ver Scarface de Brian De Palma y comer pizza con sus hijos, entrega su vida en los conciertos, vive apasionado con lo que hace.

20,000 Days on Earth es un trabajo muy bien realizado, una puesta en escena llamativa, el montaje a cargo de Jonathan Amos es muy acertado y de los puntos altos de la propuesta, hay un acertado manejo de lo que se muestra, las transiciones entre escenas hay varias muy bien conseguidas. De la música, espectacular, independientemente de que se sea fan de Cave, si aceptamos meternos a una exploración tan íntima que hay de él para con lo que lo rodea, la música no puede dejarse de lado. Hermosa propuesta.

Documental que se centra en la figura del grupo de rock costarricense que le da el título al film, cuatro hermanos que han vivido y sentido la música a lo largo de sus vidas con sus altos y bajos, se muestra como están planeando el concierto de aniversario y buscando los medios para poder llevarlo a cabo.

Aparte de esto, la obra se dirige hacia dos vertientes, una mirada al pasado que hacen los artistas, señalando y viendo sus errores, en especial enfocado a los vicios, alcohol, drogas y tabaco. Por otro lado se relata el día a día de cada uno de ellos, sus familias, como viven, que otros trabajos tienen, esto debido a la imposibilidad de vivir de la música en nuestro país.

Una propuesta artesanal que tiene su mayor importancia en el valor humanista de la obra, estos hombres que tocaron el cielo pero fueron hundidos por problemas con las drogas, al punto de vivir como indigentes, donde finalmente han podido salir adelante en ese sentido y ahora lo que luchan es por mantenerse sobrios y dejar los cigarros.

Un trabajo agradable, sencillo, con buena música y múltiples anécdotas, lo más importante con un oportuno mensaje de redención.