Aunque pronto, o ya, podría decirse también ‘el padre de una actriz’ como es el caso de Greta Fernández, Sara en esta historia que, paso a paso, plano a plano, deja constancia de su talento y talante al servicio del papel, un personaje al que acompañas a lo largo del metraje como una suerte de documental. Y es igual que acune a un niño, limpie unas cacerolas o barra un lugar inmundo, ella pisará fuerte y no podrás quitarle ojo de encima porque rezuma verdad.

Sólo una pequeña pega: hubiese agradecido también algún dato o detalle sobre esa madre ausente por el motivo que sea, porque ello también cuenta, a mi manera de ver, en el perfil del ‘ladrón’ más esbozado que explicado aunque tenga el nervio habitual de Eduard (en cambio a Álex Monner en el papel del no-novio le vemos todas las hechuras, que eso importa). De paso no estaría de más matizar o enfatizar de algún modo, ampliándola mejor, esa escena final con la última frase de Sara tremenda en su concisión y el significado que encierra, aunque quiero creer, y creo, que ella seguirá pisando fuerte y afrontándolo todo, pase lo que pase, siempre.

Caramba con la Streisand… Que pedazo de película se marcó en 1983. Coguionizada, producida, dirigida, interpretada y cantada por ella… A ver quién da más y mejor. Pero bueno, aunque lo dé aquí está ese testimonio tan fehaciente y potente en general en cuanto a defender el rol de ser mujer y evolucionar siempre en cualesquiera de las circunstancias. Y ella da buena muestra de ello durante todo el metraje reivindicando unos derechos que para sí querrían, querríamos en realidad un gran núcleo de mujeres de todo el planeta tierra pero sin tener que disfrazarnos, eso ya no.

Incluye buenas canciones a cargo de Michel Legrand y un ‘partnair’ muy adecuado Mandy Patinki (legendario Montoya en “La princesa prometida”) junto a una dulce Amy Irving (futura esposa de Spielberg entonces) componiendo un trío de lo más ecléctico pero funcional también a la par que poliédrico, porque el amor es lo que tiene aunque no sea destino sino vehículo en este caso.

Streisand ha dirigido e interpretado otras películas destacadas e interesantes siempre como "El principe de las mareas", por ejemplo, junto a Nick Nolte, pasando por la espectacular "Hello, Dolly!", pero hoy he querido reivindicar ésta (con muy buena fotografía por cierto) y volver a ponerla en valor porque bien se lo merece a pesar de los años transcurridos desde su rodaje, nada menos que cuarenta.

Tiene un poso inquietante pero sobre todo consistencia al tratar la relación entre una joven pareja que empieza su aventura en un enclave rural y a distancia de la ciudad con la recogida de caucho, lo que ayudará en los ingresos -ellos dos son arquitectos-. Pronto se comprobará que aquello no es tan fácil ni idílico el entorno, aunque lo sea. Atraviesan el relato conflictos laborales, junto al de inmigración, que lo complementan bien.

Los actores destacan en unos roles precisos que comunican a veces sus propias contradicciones y ello es de agradecer. Hay un embarazo en cambio que parece ir de incógnito, elipsis de por medio, pero bueno, lo esencial es ir limando asperezas y defender el lugar, contra viento, marea y todas las inclemencias, lo que el director maneja de forma muy personal, siendo conciso, y nos comunica el tema, los temas, mejor dicho, tanto en lo particular como en lo general y social.

Detrás del cuadro del título se esconde una compleja y profunda relación de amistad: la que une a Barbora y Bertil, pintora y ladrón respectivamente, a raíz del robo de la obra.

Tiene, por momentos, una dolorosa veracidad y no solo por la drogodependencia de él sino también por las penurias artísticas de ella y su especial sensibilidad tanto en el lienzo como en la vida.

Verla ha sido observar, comprender, no juzgar y compartir lo que en ella se nos muestra de forma cálida y cercana... Y tiene un final impresionante.

O a mí que me lo parece, porque aunque el cine es mentira o ilusión -a veces también verdad- el curre de este trío de mosqueteros que han diseñado estas historias, entrecruzadas como las de "Barcelona, noche de verano", es toda una labor de vainica: puntada por aquí, pespunte por allá, en una generosa comedia… Y eso a mí siempre me seduce más el carisma, otra vez, de todos sus componentes.

Hay elementos gamberros, y hasta casi ofensivos, pero propios del momento en terreno adolescente, y las peripecias de un Rey no Mago, con la autoría de San Juan, que reivindica el pasado con un amor no resuelto, de esos que ¡nunca se acaban!, pasando por el esbozo de una relación madura entre dos grandes mujeres (por oficio y por talante) que tendrán que defenderla en plena comida navideña con el consiguiente alboroto… También el cuestionarse aspectos como la paternidad responsable y los diferentes roles de quién hace más o menos en la vida de pareja que, aunque conocemos bien, no pasan nunca de moda (Esparbé y Santa-Cruz vuelven a esquivar, con nota, las aristas del mal rollo).

Un calidoscopio, en suma (como mis explicaciones) atento a varios colores y hasta incluso el de un parto, para no privarnos de nada, pero al servicio de un rol, de esos que desconocemos y que pueden sorprendernos, o la aparición de una nieta ahondando en sus raíces con la solvencia de Reixach como otro eje de la historia… Por tanto, si en un avión, a punto de despegar, alguien suelta el cinturón, es que ahí se cuece algo... Y ya depende de nosotros, espectadores pasivos, que apostemos por la acción de que una historia termine y otra vuelva a empezar...

Lo dicho, cebos incluidos, es un buen trabajo de guión, de montaje y de dirección, este ir juntando piezas inconexas entre sí pero bien distribuidas a lo largo del tablero, con su mosaico de vidas. Y Barcelona, en neón, no puede lucir mejor (otro buen tanto a favor). Además que los diálogos suenan la mar de bien, en serio o chispeantes, y eso no es tan fácil de lograr… Termino reconociendo que me he venido arriba con mis aprecios, lo sé, y prácticamente igual que los prolijos y exhaustivos en los créditos finales que cierran la proyección (marca de la casa me parece)... Por cierto, las viñetas de comic-biopic del principio también tienen su puntilla.