El cine de Won Kar Wai es un cine reflexivo poco habitual que nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos como amantes y como amados. Con una estética muy marcada, en este caso futurista (como ya hacía con In the mood for love, obra de culto que a un servidor le gusta menos que esta), el director chino disecciona la conducta sexual de su personaje Chow Mo Man con secuencias de absoluta belleza.
Hay que decir de Won Kar Wai que es un hombre maniático, al que le gusta experimentar y que rueda sin guión, lo que se nota en algunos momentos. Esos planos de columnas o puertas partidas, que tapan las caras de los personajes, que oscilan de un lado a otro en las esquinas del hotel, no sé a qué objetivo artístico responden.
Pequeñeces a parte, el montaje es soberbio y las interpretaciones del trío protagonista, con una Gong Li en creciente notoriedad en el mundo de Hollywood, y una crecida Zhang Ziyi que se aleja de la jovencita de Tigre y Dragón, no tienen desperdicio.
Tony Leung está tan bien como de costumbre con este personaje destructor y autodestructivo en las cuestiones del amor, con un miedo al compromiso tan grande que no logra salir nunca de 2046. Todos nos hemos quedado atrapados en ese lugar y en ese momento en alguna etapa de nuestras vidas y, si no es así, sentimos que alguna vez lo haremos. Por eso este filme es tan especial y toca tanto la fibra sensible.

He de reconocer que fui a ver Sin Reservas con muchas reservas. En mi caso, que se diga "comedia romántica" ya es suficiente para hacerme salir pitando ante la tortura que se avecina. Suerte que a veces hacemos sacrificios como éste, donde los cinco euros que pagas intentando ocultar tu desagrado a tu novia están bien empleados.

Sin Reservas es una película que tiene la virtud de no caer en las ñoñerías de siempre. Es más, no creo ni que se pueda clasificar como comedia. Es más bien un drama resultón adornado con algunas virutas de buen humor. Por lo tanto, guión decente.

Tampoco resulta espectacular la soltura del director con la cámara. Es en el sonido donde se ha lucido el equipo técnico. Si a esto añadimos una banda sonora de lujo, la propuesta gana mucho.

Pero no, tampoco es eso lo que me hace decir que Sin Reservas es una buena película. Son sus actores, desde la elegante Catherine Zeta-Jones, pasando por el dicharachero Aaron Eckhart, y llegando a la niña prodigio que es Abigail Breslin. Los tres están que se salen en unos personajes especialmente bien construidos, que son los que verdaderamente hacen que nos creamos la película. La complicidad que se da entre ellos es algo difícil de encontrar en la mayoría de los filmes de hoy día.

Un aplauso para los actores de Sin Reservas.

Asombra, sobre todo, la filosofía que pueden llegar a encerrar las, a primera vista, banales conversaciones que mantienen estos hombrecillos en el bar de Rico. Es también destacable la elocuente plasticidad con la que el director refleja la realidad del parado (la escena que muestra la descuidada casa de Amador es sencillamente desgarradora,conmueve). En fin, una creíble propuesta de cine-denuncia de la realidad social.

The Ex no es más que una comedia yanqui como muchas otras; de esas con moraleja apestosa de "el dinero no es todo lo que importa". Desde el cine clásico de Capra, los norteamericanos nos han estado inyectando sus valores familiares en vena con mayor o menor acierto.

Si bien The Ex goza de algún momento tronchante y, en general, entretiene, la reflexión citada, tan manida, se vuelve aquí irrelevante por el trato superficial que se le da.

Bateman y Peet están insoportables y Zach Braff no da la talla. Él es un gran actor cómico y en esta ocasión se ha vendido al mejor postor, ofreciéndonos una "jimcarriada" más que, si bien puede que haga su dinerillo en taquilla, se esfumará de nuestra memoria en menos de lo que dura un telediario.

Esta comedia confía todo su cachondeo al histérico cura interpretado por el no menos exagerado Robin Williams. Toda la trama no es más que un vehículo para este Mr. Caretos que agotó su talento ya hace años.

Si al menos el guión estuviese mínimamente trabajado, pues vale, pero no lo está. Esta película presenta una recopilación de bobadas sin gracia que se suceden en la pantalla sin mucho sentido.

Como muchos críticos añaden, lo peor: la cara de palo que luce John Krasinski durante todo el metraje. Lo mejor: nada.