La película merece la pena no sólo por ver esas escenas de amor entre cerdos que son de una ternura tan silvestre que conmueven sino por el recorrido de los personajes. Max va cobrando fuerza y caracter a medida que su enfermedad se acusa y Emma se serena para vivir su más breve historia de amor. La aceptación de ella desde el primer momento, es extraña y motivadora. Como si hubiera estado esperándo a que él llegara desde siempre. Además el inevitable final, que se sabe de antemano, desde que se abre la película con la doble escena del Escaner y la Matanza, hace que disfrutemos más cada instante de amor de esta inusual pareja.

Bien podía haber pasado así en ese periodo de cultura teatral norteamericana, donde se sentaban las bases de la total libertad de expresión que hoy todos conocemos en occidente. Es curioso como a lo largo de la historia surgen estas manifestaciones de nerviosismo por parte de las clases que ostentan el poder, sean del color que sea. Me complace comprobar que con el teatro, o la danza, o la música se pueden producir esas reacciones de patético miedo por parte de sus diligentes. Me gusta pensar que el verdadero poder proviene de la capacidad de compartir opiniones. Y el teatro es el mejor lugar para darlas a conocer. Pensar, opinar, compartir, valorar y analizar las cuestiones que nos interesan no ha sido nunca tan fácil pero ha sido un duro camino y lo sigue siendo en infinidad de sitios. Bravo Tim Robbins, que sabe encontrar los momentos histórico-culturales más interesantes.

He pasado dos años esperando a verla en la gran pantalla, pero aquí en Cádiz es como si no existieran algunas películas. Ni siquiera el "Festival de Cine Documental Alcances" la ha programado. No obstante y para mi alegría, lo bueno, si se hace esperar, dos veces bueno. La obra de Ohad Naharín es reconocida internacionalmente, pero los profesionales de la danza contemporánea sólo hemos podido disfrutar de algunos de sus trabajos en directo. Es maravilloso recorrer los primeros trabajos del coreógrafo, sus primeras acrobacias y sus recuerdos en primera persona. Ohad, es un revolucionario de la danza escénica, pero no hoy, sino hace décadas y la película un regalo para los amantes de la buena danza y el buen cine. Gracias Ohad y Tomer.

Un repaso histórico de intrigas, poder y ambiciones absolutamente actuales en una gran ciudad con gente procedente de culturas diferentes que bien podría ser una gran ciudad hoy día. La producción para ser una serie impresionante. Fantástica ambientación, escenografía, efectos especiales, vestuario y maquillaje. Coge el testigo de "Yo, Claudio"