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Sudán Sudán · Lasinfàn Tasmela
Críticas de Ok Rick
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Críticas 88
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de enero de 2009
40 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mira que he ido veces a bares y me ha gustado alguna de las mujeres que allí había. Camareras o no. Pero, nunca, nunca me han hecho ni puto caso. Ya sé que no tengo nada que ver con el gran Dana Andrews (sí, el que tiene nombre de fémina), pero creo que merezco una oportunidad.

Hoy toca crear el club de fans de Dana. Al parecer excelente cantante (aunque por su imagen nunca lo pareciera), es uno de esos actores que para llenar la pantalla no necesita ni de gestos rinbombantes ni entonaciones melodrámaticas. Pudiera parecer frío, pues a la mencionada falta de gesticulación le une las expresiones secas y cortantes. Pero la mirada, con eso lo dice todo. Y cómo le queda el cigarrillo (y la copa, casi toda su vida tuvo problemas con el alcohol). De ahí que bordara el papel de tipo duro y destacara en el cine negro.

Andrews consiguió el reconocimiento con Laura. Pero con anterioridad había aparecido (como secundario excepto en la de Renoir) en Bola de fuego, La ruta del tabaco, El forastero, Aguas pantanosas o Incidente en Ox-Bow. Después (y con altibajos) protagonizaría, por ejemplo, Los mejores años de nuestra vida, Tierra generosa, Al borde del peligro, Más allá de la duda o Mientras NY duerme.

Aquí, por no tener dinero ni para llegar a San Francisco, a Dana le echa el conductor del bus en un pueblo pequeño (no sabía con quien se andaba el pobre hombre). Allí entra en un bar (maldición) y encuentra a Stella (fogosa Linda Darnell, maldición), camarera del mismo y joven con aspiraciones casaderas mientras que la mayoría de hombres tienen la rara idea de acostarse con ella (si puede ser sin compromisos). La pasión está servida. Pero el argumento a partir de aquí comienza a girar inesperadamente.

Stella es la imprescindible femme fatale de este film noir, que no llega a la calidad de otras películas (incluso dentro del género) de Preminger, pero que desprende un maravilloso aroma a cine clásico (el guión es poco consistente en muchas ocasiones). Además, claro, contamos con Dana. Y con una grandiosa escena que recojo en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ok Rick
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7
16 de octubre de 2008
34 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para su primera incursión en la pantalla grande, Frankenheimer tomó una novela de Evan Hunter (que adaptaron Miller y Anhalt) y contó con el gran Burt Lancaster, quien protagonizaría casi todas sus grandes películas (concentradas en el primer quinquenio de los 60): El hombre de Alcatraz, El tren, Siete días de mayo.

Tras el asesinato de un joven portorriqueño ciego en un barrio de Nueva York a manos de tres chicos italo-americanos, el instructor de la fiscalía del distrito (Hank Bell - Lancaster) decide , contraviniendo su función, esclarecer los hechos y buscar la verdad. Durante la investigación, Bell (que cambió su verdadero apellido, Bellini, de origen italiano) se verá más o menos presionado por todos: ambas bandas; su jefe (futuro candidato a gobernador) que busca la silla eléctrica para el culpable; su antigua novia, que es la madre del principal sospechoso; su mujer, contraria a la pena de muerte.

Frankenheimer lleva a cabo una fuerte crítica a la sociedad estadounidense a quien culpa, al menos en gran parte, de ser la causante de la existencia de esas bandas, que nacen de la miseria más absoluta. También critica a la justicia de ese país, "que no permite interrogar a un menor de 16 años pero sí puede freirlo en la silla eléctrica".

A través del protagonista principal, el director nos conduce por los barrios marginales, nos muestra la extrema pobreza: niñas que se prostituyen, familias enteras que viven hacinadas, jóvenes que ven la violencia como forma de vida y única solución...

Pero también, y es uno de los puntos a destacar, aunque la sociedad tenga gran parte de culpa, los miembros de las diferentes bandas son mostrados como gente sin escrúpulos, y la mayoría disfruta con lo que hace, no quieren cambiar nada de su amarga situación: unos asustan a su mujer, otros le pegan a él una paliza, todos quieren acabar con sus rivales.

A destacar la interpretación de Lancaster, que con este director siempre bordó sus papeles. También de Winters y la intervención de Telly Savalas. Asimismo, una buena y muy apropiada partitura musical de David Amram (que repetiría en El mensajero del miedo).

Un film duro, interesante y necesario, estrenado el mismo año que West Side Story, con cuya temática enlaza.
Ok Rick
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2
27 de noviembre de 2008
37 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salía David Hasselhoff. Con un jeep fantástico que no hablaba.
Salían unas tías buenísimas. Con unos cuerpazos de quirófano.
Salían unos tíos buenísimos. Con unos cuerpazos de gimnasio y batidos proteínicos con sorpresa.
Salía un salvavidas con bigote que no hablaba pero se había ganado la plaza.
Todos iban con bañadores rojos. Y a ellas casi se les salían las tetas cuando corrían a cámara ralentizada. Y llevaban unos flotadores rojos también.
Rara vez llevaban chanclas. La arena no quemaba ni había mierda en ella.
Hasselhoff (mítico Mitch Buchannan) corría cada temporada menos. Lo que hace la edad. El músculo era sustituido por grasa.
Buchannan siempre estaba ligando. Con vigilantes, con bañistas, con cualquier mujer que pasara por ahí.
Los vigilantes y las vigilantes ligaban entre sí y con otros y otras. Todos eran guapos y se querían.
A esta playa no dejan ir a gente normal. Sólo modelos.
El hijo de Hasselhoff también liga. Faltaba más, de casta le viene al galgo.
Siempre hay alguien que se ahoga o le da un calambre. Las chicas y los chicos corren a salvarlo. Nunca fallan, aunque vayan a cámara lenta. Y cada 2 capítulos boca a boca y masaje cardio.
Otros hacen hogueras o roban bolsos. Y se llevan su merecido.
Buchannan sigue liga que te liga. Los vigilantes y las vigilantes siguen ligando entre ellos y con otros (modelos, desde luego).
Cada 10 capítulos la cosa se complica y llega el gilipollas de turno con una bomba o algo parecido. Se lleva, finalmente, su merecido.
Hasselhoff tiene un accidente. Y se repone tras mucho esfuerzo. Hasselhoff quiere un premiete por su actuación. Creo que no lo conseguirá jamás. Le da igual, sigue ligando, o se casa allí en la playa.
Y luego aparecen otros vigilantes en otra playa (creo que Miami). Y ya no es lo mismo. ¡Llevan bañadores amarillos! Y el del bigote se ha trasladado y creo que habla. Y sale Patt Morita. Y, eso sí, todas y todos están buenísimos y no tienen celulitis. Y ligan entre ellos y con otros. Pero no tiene tanto éxito.
Y así era esta paupérrima serie que casi nadie se perdía (tiran más dos tetas .....). Fue víctima, eso sí, de una especie de fraude con unos tíos igual de imbéciles pero que iban en bicicleta. Esta todavía es peor.
Ok Rick
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8
28 de noviembre de 2008
32 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la notable La caja 507, Enrique Urbizu dirige la que hasta el momento es su mejor película y uno de los títulos más destacados del panorama nacional de la presente década.

Apoyado en un gran guión de Michel Gaztambide, el director narra cómo cambia la vida de un matrimonio (acuciado por problemas económicos debido al juego) con la llegada del hermano (hermanastro) del marido.

Este sencillo punto de partida se expande en diferentes temas (ludopatía, nuevas pasiones, anhelo de una vida familiar -quizá de aquello que no se tiene-, etc.), presididos por la figura del "hermano pródigo" Pedro, un excelente (creí que nunca diría algo como esto) José Coronado.

Pedro es esa clase de persona del que apenas se conoce el pasado (vivía en la ciudad y se dedicaba al juego; ahora, al menos, trafica con joyas) y que en el cine ha dado tanto juego en títulos míticos : El Jinete Pálido, Shane... Y Coronado lo hace creíble, cercano... sus frases cortas, sus silencios, su hermetismo, su misterio.

Junto a él destaca Zay Nuba y la aparición de un niño con importancia y que no resulta repelente (sí, existen). Sin embargo, encuentro bastante flojo a Juan Sanz, en un papel que hubiera requerido mayores registros y que podría haber dado mucho juego.

Además, se nota que Urbizu (y Gaztambide) ha visto mucho cine clásico. Y aunque alguien diga que no suele hablarse así en la vida real, yo lo intento, e intento que alguna mujer me afeite, aunque con resultados contrarios a los de Coronado (claro, no me zampo los bífidus esos). Ese gusto por el cine clásico (en especial por el film noir) puede verse en múltiples escenas, especialmente la de la timba, que no parece celebrarse en un tugurio de mala muerte.

Como he mencionado, una excelente película. Pero, señores y señoras .... los reputados miembros de la academia en los Goya (imitación furibunda de Hollywood) de 2004, sólo la nominaron a un premio: mejor actor revelación, Juan Sanz (¡¡), premio que recayó en Fernando Tejero (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡). Aquel año los principales se los llevó Te doy mis ojos, y las otras nominadas a mejor película eran Mi vida sin mí, Planta 4ª y Soldados de Salamina. No se acordaron ni de la excelente música de Mario de benito.

En fin, que cada uno juzgue por sí mismo. Por cierto, cada vez en el fondo le veo más parecido con Raíces profundas (Shane).
Ok Rick
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7
4 de octubre de 2008
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Weir dirigió este interesante film tras Gallipolli (que tras algunas primeras películas como La última ola le había dado a conocer a él y había ratificado, tras las dos primeras partes de Mad Max, a un joven Mel Gibson) en 1983, lo que le valió el billete para Hollywood (también a Gibson) y la oportunidad de rodar Unico Testigo.

Weir se inclina aquí por un drama romántico con el trasfondo de la problemática política del sudeste asiático. Y lo hace en un país no muy tratado por el cine: Indonesia. En concreto, en 1965, fecha en la que los militares se hacen con el poder, encabezados por el general Suharto, poniendo final al mandato de Sukarno (único presidente que había tenido el país y que lo condujo a una dictadura) e iniciando una dura represión contra cualquier vestigio comunista.

Con este peculiar trasfondo, quizá lo más importante de la película es cómo Weir trata el tema con suma objetividad. Retrata fielmente una sociedad que se pudre de pobreza sin importar a los principales dirigentes del país ni a los países occidentales. Turbadoras resultan las escenas en las que los periodistas extranjeros se adaptan a esta situación buscando su propio beneficio.

Y desde luego, la historia de amor. El corresponsal novato (Gibson, desde luego, bastante limitado en cuanto a registros pero menos cargante que en la actualidad), de buen corazón, opuesto en actitud a sus compañeros y en busca de su gran exclusiva ¿cueste lo que cueste?. Y Sigourney Weaver (qué delicia verla bailar el rock'n'roll sin aliens que la atosiguen), en uno de esos cargos en la oficina del agregado a la embajada de Inglaterra que nunca comprendí (espía, para entendernos).

Sin embargo, Linda Hunt se come a ambos. Ganadora del Óscar interpretando a un fotógrafo (sí, hombre) australiano de padre chino, impotente ante las injusticias y de marcada ambigüedad sexual (a lo que contribuye que la Hunt interprete a un hombre).

Todo ello aderezado por la música de Maurice Jarre conforma una buena película digna de recordarse.
Ok Rick
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