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España España · Ronda
Críticas de Solal
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Críticas 32
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
17 de abril de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
«La ley no debería imitar la naturaleza, en todo caso mejorarla», recita la voz en off que preludia 'No matarás', versión extendida de uno de los mandamientos que Krzysztof Kieslowski compone en 'Decálogo', donde brotan borrosos, con la amargura de un tono amarillento, los arrebatos del alma. El cineasta polaco empuja a su protagonista a una atmósfera abrumada por la indolencia, en amalgama con el idealismo de un joven abogado que no está convencido de la utilidad de su profesión. «Toda persona se pregunta en algún momento si aquello que hace tiene algún significado. Cada vez la gente tiene más y más dudas», revela mirando a cámara, como si se hallara en la desnudez de una confesión. Pronto, protagonista y abogado se abrazarían para hacer más fuerza ante la impavidez de un trágico final marcado por jueces que han valorado un asesinato, destino que se ve venir con crudeza para acabar azotando nuestros principios. Ésta es una película de digestión pesada y, como diría el otro, para ser vista únicamente en días soleados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Solal
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10
18 de abril de 2008
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director mexicano Arturo Ripstein dispone en esta obra la trágica historia de la Manuela (Roberto Cobo), un travestido de mediana edad que regenta un burdel junto a su hija, la Japonesita, nacida tras un desliz heterosexual con una prostituta ya difunta conocida como la Japonesa. A partir de un relato de José Donoso que ya había despertado el interés de Luis Buñuel, Ripstein compone una atmósfera de exasperante violencia, apoyada en la misoginia de un entorno podrido y gobernado con mano de hierro por terratenientes de honestidad dudosa. Don Alejo, el cacique, y Pancho, un antiguo protegido suyo, representan la involución de un microcosmos social de provincias; las relaciones personales se establecen aquí en términos de poder y opresión sexual. La visita de Pancho al burdel hace aflorar antiguos sentimientos en la Manuela, quien mantuvo una tirante correspondencia afectiva con el joven, antes de que éste abandonara el municipio meses atrás. Paralelamente, la Japonesita ejerce asimismo su atractivo para seducir a Pancho. El triángulo amoroso resultante se enmarca en un contexto de pasiones encontradas, de desmedida ambición, de melancólica frustración. Pancho es la viva imagen del gusto por guardar las apariencias en un ámbito social marcado por las radicales diferencias de género.
Solal
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8
20 de noviembre de 2007
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Theo Angelopoulos (Atenas, 1935) se instituye como un director con inquietudes muy determinadas, adscritas siempre a la pretensión de enmarcar históricamente el relato cinematográfico. En esta ocasión, con ‘Viaje a Cythera’, el autor griego aborda la primera escala de su ‘Trilogía del silencio’ otorgando el protagonismo a Spyros (Manos Katrakis), un refugiado político que, después de 32 años de exilio en Uzbekistán, tiene la posibilidad de volver a su país; eso sí, con un visado que cuenta con fecha de caducidad. El reencuentro con su familia será especialmente amargo: el germen de un pasado inexistente crece en ambigüedad mientras los personajes se sumergen en una espesa neblina que lo envuelve todo. Spyros personifica la soledad, la melancolía, como valores inherentes a la intransigencia política y a sus secuelas sobre el individuo. El director de los tiempos muertos, del silencio como elemento básico del discurso, compone así un contexto repleto de latente emotividad, siempre con una carga ideológica específica: aquella que se ve determinada por el decadente proceder del comunismo en Europa oriental.
Solal
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7
7 de noviembre de 2007
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín del año pasado, la obra del cineasta chino Wang Quan An se estrena ahora en las pantallas españolas acompañada de un halo de sencilla naturalidad. Y es que ‘La boda de Tuya’ presenta a unos personajes que demuestran la insólita perseverancia de aquel que no se pliega ante las leyes impuestas por el entorno; la cautivadora estepa mongola ejerce aquí su poder de fascinación para remarcar unas condiciones de vida regidas por el sacrificio y la reciprocidad de esfuerzos.
Tuya, la protagonista, personifica dichos valores: la incapacidad física de su marido le obliga a desempeñar un rol patriarcal, en atención a sus dos hijos. Una labor en continua interacción con la naturaleza, donde el agua reitera su categoría de bien preciado y donde la austeridad del contexto en el que se desenvuelven establece emotivas relaciones personales. Tuya ha de afrontar un papel abrumador, que le exige un sobreesfuerzo que, finalmente, le provoca lesiones cervicales: es ahora cuando se desencadena la acuciante necesidad de encontrar un hombre que lleve el peso de la casa.
El pastoreo de ovejas o la construcción de un nuevo pozo conforman un estilo de vida que choca frontalmente con otro guiado por pretensiones capitalistas; ahí se halla la encrucijada para Tuya, ser fiel a los principios que han regido su vitalidad o, por el contrario, emprender caminos hasta ahora ignorados.
Solal
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9
24 de octubre de 2007
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El autor de nacionalidad polaca Krzysztof Kieslowski expone en su primer largo una temática reincidente en sus obras inmediatamente posteriores, que apartaría de forma relativa al emprender su famosa trilogía, ‘Rojo’, ‘Blanco’ y ‘Azul’, a principios de la década de los noventa. ‘La cicatriz’, al igual que ‘Camera Buff’ (1979) o ‘Sin final’ (1985), se desarrolla en contextos imbuidos por el régimen comunista, donde la conciencia política, las creencias personales, adquieren un acentuado protagonismo. La cuestión ideológica es, por tanto, un factor que determina, de manera inexorable, la supervivencia individual, a menudo coartada por la rigidez del orden establecido.
El protagonista, Bednarz, representa la figura de un empresario cuyas convicciones entran en contradicción con las pautas laborales, estructurales, impuestas por unos gobernantes que han olvidado la esencia del sistema al que representan. Bednarz surge aquí como pilar incomprendido en un entorno que no fomenta precisamente la diversidad comportamental.
La situación del trabajador es objeto de análisis en un contexto histórico en el que el comunismo empieza a dar señales de debilidad.
Solal
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