Con acuerdo a este bodrio catalogado como educativo por la crítica especializada a nosotros como chilenos solos nos preocuparía la llegada de una masa inmensa de yankis que invadirían nuestro país con sus estúpidas costumbres, que reemplazaría a las hordas de haitianos y delincuentes colombianos y venezolanos que gobiernos ineptos han permitido que crucen nuestras fronteras.
Jack Hall el típico yanki experto en todo, lo encontramos en lo que dicen es el continente antártico donde el huevas que en esos momentos cargaba unos bates de beisbol, se salva por un pelo de caer en una grita que repentinamente se abra en el suelo al desprenderse de la plataforma continental un trozo de hielo tan grande como el estadio de los “Hot cats of Pensacola”. El huevón aun tiritón porque se salvó gracias a sus colegas, toma el avión de las 3,18 y parte raudo a USA donde habla con el presidente para decirle que pare el hueveo, pero no lo pescan ni en bajada y aún más, amenazan con meterlo preso si sigue alarmando a la población. Y justo en ese preciso instante empieza a quedar la cagada, como si Mr. Jack hiciera una seña al señor de las tormentas para que descargue toda su furia sobre “América”: Comienza a granizar con pedruscos tan grandes como una sandía que matan a tres perros y ocho cristianos; la temperatura del mar sube 80 grados y olas de 400 metros barren con Nueva York y todas las ciudades costeras de USA, sin importarles que en el Bronks se encontraba un vagabundo con su perro, el hijo de Jack Hall, su pololita y unos amigos de la universidad entre los que no pueden faltar el negro inteligente de inmensa trompa y descomunales anteojos ópticos, un vietnamita, dos hotentotes, cuatro lapones, un par de camboyanas y un turco califa.
Y desde ese momento a los ´productores de la película ya no le importa el calentamiento global y sus consecuencias. El guion, el casting y cuanta huevada existe se centra exclusivamente en las aventuras de este grupo de huevones escapando del Bronks y sumergido bajo 30 metros de agua que después se congela.
Como se trata de calentamiento global, la ciudad de Nueva York, Boston, Chicago y todo el país del norte, “América” para los que no entienden, queda sumergida en una capa de hielo y nieve de 500 metros de altura, sin embargo los ahuevonados pueden hablar por teléfono aun bajo del agua y circulan por el cielo bandadas de helicópteros, que me imagino son a cuerda porque si todo esté bajo una inmensa capa de hielo y nieve, no me explico de donde consiguen combustible para volar, salvo que el cataclismo haya llegado a un acuerdo con los aeropuertos y las bases militares de USA para dejarlos fuera del desastre.
Y como la ciruela de la torta el gobierno de USA al verse ya con la mierda hasta el cogote solicita a su homólogo de México que a cambio de perdonarle su deuda externa permita entrar a los sobrevivientes yankis que han logrado salvarse de la catástrofe, pues ese apocalipsis de hielo y agua solo ocurrió desde el Rio Grande hacía el norte.
En resumen, una vulgar huevada de la que no vale la pena preocuparse más.

Última década del siglo pasado, un grupo de amigos del barrio que son verdaderas esponjas para la cerveza, pero, como uña y mugre apegados a la “Ley del Barrio”, decide ayudar a uno de ellos: Miguel el joven y exitoso periodista, quien ha renunciado a su trabajo para salvar de la ruina a su padre, un exitoso y reconocido joyero.
A pesar de su aspecto de pelotudo, pisaverde y enfermo terminal de caliente, Miguel, no ha sido jamás un trigo de los muy limpios, pero no se le puede reprochar que por su querido viejo daría hasta la vida. Este joven, para los vecinos del barrio un ejemplo de castidad y morigeración, se contacta con Sastre, su amigo de infancia, el mismo con el que cuando pequeños se iniciaron en el sórdido mundo delictual, robando todo lo que se le ponía al alcance de sus manos. Y así estos muchachos juramentados por la “Ley del barrio”, junto a otros borrachines, cientos de litros de cerveza, y valiéndose de policías que no son más huevones solo porque no nacieron antes, urden acabados planes para asaltar joyerías y negocios afines a fin de conseguir el dinero necesario para sacar del hoyo al honrado y cotizado orfebre que ha caído presa de usureros, prestamistas y banqueros quiénes lo amenazan no solo con quitarle la casa y su taller donde de sol a sol trabaja para alimentar a su familia, sino que también la casta virtud de su hija menor, si no se aviene a pagar una cantidad impresionante de dinero por solo unas escasas pesetas prestadas a un altísimo interés, que el viejo en un momento de extrema calentura solicitó para ir a desaguar las aceitunas en casa de recatadas e inmaculadas doncellas.