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España España · Madrid
Críticas de Juanma
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Críticas 111
Críticas ordenadas por utilidad
5
3 de junio de 2014
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
A escondidas, debut en la dirección de largometrajes de Mikel Rueda, una película pequeña y de embalaje sencillo y funcional que ha levantado numerosas adhesiones entre la crítica especializada, que ya la cuentan también entre las favoritas a premio en esta edición. Esta historia de flechazo homosexual entre dos adolescentes, uno español y otro inmigrante marroquí, trata de apartarse de los tan manidos lugares comunes sondeados por tantos dramas de idéntica o parecida temática, para contar libre de prejuicios el nacimiento del amor en el momento de nuestras vidas en el que más puro, más cándido y más irreflexivo, menos condicionado es. Sin embargo, y a pesar de un arranque en verdad prometedor, donde en montaje asincrónico vamos descubriendo los pormenores de esa atracción mutua que se establece entre los dos protagonistas, la cinta se trunca en su tercio final.

Lo que había comenzado con un interesante planteamiento, que lograba salvar (a veces in extremis) las convenciones establecidas, se tuerce cuando el guión deja de poner el foco en la mutua atracción que une a los protagonistas y dota de importancia al conflicto dramático llamado a condicionar y dotarle de dimensiones trágicas a la pareja. Y no porque tal conflicto esté mal planteado, al contrario: la verosimilitud al respecto cobra en A escondidas un alto nivel de ejecución; sino porque la brillantez de su inicio desemboca en situaciones forzadas y un tanto raquíticas en lo que a la relación de los dos chavales se refiere. Los buenos diálogos del principio se transforman entonces en frases de manual y el naturalismo, tan caro de conseguir, de sus actores debutantes se convierte en impostura al final, cuando los intérpretes han de lidiar con secuencias y situaciones, quizás, algo alejadas de sus propias vivencias personales y en las que se percibe de forma molestamente evidente el coach al que han sido sometidos para su correcta ejecución. Las presencias en papeles de colaboración de los siempre eficaces Álex Angulo y Ana Wagener otorga cierta dignidad al producto final.
Juanma
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8
29 de octubre de 2012
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mar, que todo lo mueve y todo lo asienta... El mar, protagonista del plano inicial y del plano final... El mar, protagonista que ha dejado a un hombre sin hogar, sin tierra, un español exiliado en Argentina que tras regresar a España, envuelto en morriña, vuelve a sentir nostalgia de tangos... Los tangos, la música... qué recuerdos! La memoria, protagonista más que ningún otro elemento de esta admirable, madura y emotiva cinta. La memoria de los que perdieron el pasado y el presente en el exilio, la memoria que pierden las madres con los años, la memoria saturada de heridas aún abiertas rescatada junto a una botella de anís... El mar, que todo lo cambia, como el tiempo...

Mucho se ha dicho de "El mar y el tiempo", de Fernando Fernán Gómez. Yo la he vuelto a ver por tercera o cuarta vez y es cierto que guardaba un recuerdo entre nostálgico y perezoso acerca de ella. Recordaba sus imágenes como algo viejo y pesado y, sin embargo, tras este tercer o cuarto visionado no me ha cabido más remedio que reafirmarme en mi absoluta devoción por esta singular, pausada, triste a ratos, divertida otros, obra del genio. La hondura que encierran sus imágenes sólo se descubre tras la atenta contemplación de las múltiples aristas que recoge el relato. "El mar y el tiempo" es un canto a la decepción, un grito desesperado para todos aquéllos que ansían un cambio, de ahí la paradoja del personaje de Jesús, un revolucionario exiliado que al volver sólo encuentra la decepción que le provoca el que todo haya cambiado.

Pero, ante todo, "El mar y el tiempo" es una película para disfrutar de los actores, porque todos ellos lo bordan (o, al menos, la mayoría). ¡Qué decir de Rafaela Aparicio, tan emocionante, tan sobrecogedora y tan divertida al mismo tiempo! O Fernán Gómez, estoico y contundente, o el naturalismo que desprende Soriano, tan enérgico, tanto casi como Emma Cohen, a la que este que escribe nunca vio tan buena actriz como aquí. Y, por supuesto, María Asquerino, la mejor borrachera vista nunca en el cine: una sola secuencia le basta para hacerse terriblemente inmortal. Entre los jóvenes destaca Aitana Sánchez-Gijón, encantadora y preciosa, y sobresale (para mal) la languidez y el agarrotamiento de Cristina Marsillach, impropias de la hija de otro grande.
Juanma
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5
20 de abril de 2009
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine difícil por la sequedad (que no frialdad) de las imágenes, en las que parece que no está pasando nada pero sucede de todo. El director colma su propuesta de simbolismos y ese es su principal aval: por fin una película que no lo da todo mascado al espectador (al espectador avispado, por no decir inteligente, al que acude al cine a reflexionar observando y no a entretenerse), al que invita a plantearse cada plano, cada línea de díalogo para desentrañar qué sucede no sólo en el interior de esos personajes tan difíciles de comprender, sino también qué significado tienen los hechos (pocos, escuetos) a los que asistimos más allá de su significado "real".
La actuación de todo el reparto juega a gran altura, Aitana Sánchez-Gijón se sale (como es norma en ella) y la presencia en un desagradable rol secundario de la mítica Bibi Andersson es la gota que colma el vaso para exponer a las claras el homenaje al mundo bergmaniano que es en esencia la película.
Presentada en la Competición Oficial del Festival de Málaga, probablemente no ganará ningún premio, porque no es una película fácil. Muchos asistentes al pase de prensa en dicho festival parecían dormirse ante la propuesta, otros directamente parecían no entender gran cosa. La película invita a revisitarla varias veces, lo que la convertirá en una película de culto.
Juanma
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4
8 de febrero de 2014
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Existe una fórmula infalible que convenientemente bien aplicada sea capaz de convertir a un thriller psicológico en un producto cinematográfico redondo? A tenor de los últimos ejemplos españoles, parece que no. Y es que, mientras unas veces hemos resaltado las lagunas de guión y los numerosos cabos sueltos esparcidos a lo largo de un metraje en aras de un giro final que sacuda al espectador por su condición de sorprendente; en otras hemos debido lamentar el mal uso y abuso de las pistas dispuestas a lo largo de una trama para que ese tan recurrido final sorpresa no sea tildado de tramposo.

Este es el principal inconveniente de Mindscape, debut en la dirección del premiado y prestigioso cortometrajista Jorge Dorado. Y es que, tan atentos y preocupados se encuentran sus guionistas, Guy Holmes y Martha Holmes, en que no se tache de impostura narrativa la resolución 'sorpresa' de su historia, que colman el texto de una considerable carga de sobreexplicaciones. Ya desde el mismo arranque del filme, Mindscape evidencia una necesidad imperiosa porque todo cuanto se cuente quede detalladamente explicado (la naturaleza y características de esa peculiar agencia de 'detectives de la memoria' por un lado, pero también el pasado traumático de su protagonista), lo cual echa un poco por la borda la intención última de todo buen thriller que se precie: generar intriga, fomentar el suspense.

De hecho, a poco que uno preste atención, se vislumbra a lo largo del recorrido del filme destacados detalles que anticipan el consabido golpe de efecto narrativo de su conclusión, lo que redunda en una apreciable previsibilidad de todo el acto final; lo cual no molesta por su carencia manifiesta de sorpresa, sino por estar precedido de una aglomeración de subtramas y apuntes argumentales que ya en el último momento desvelan su verdadera naturaleza: el despiste y la justificación de la mentira. Eso sí, todo ello en consonancia con el funcionamiento interno de un filme regido en todo momento en base a sus propias reglas, lo cual amortigua bastante la impresión de que Mindscape pueda considerarse una rotunda tomadura de pelo (a excepción de esas pequeñas y, a priori, insignificantes referencias al supuesto espía contratado para seguir los pasos del protagonista que, dada la lógica interna reinante en el filme, quedaría sin justificación alguna).

A pesar de todo, mientras invocamos a ilustres predecesores que ya edificaron intrigas detectivescas en clave mentalista (desde Hitchcock a Nolan), nos vemos obligados a alabar la innegable capacidad del debutante realizador: su extraordinario dominio de la técnica es el motor que dota de verdadera sustancia al contenido de Mindscape. Dorado demuestra poseer pulso suficiente como para levantar de las ruinas un debilitado guión y dotarle de una considerable carga atmosférica, que otorga a las imágenes la tan necesitada intriga (a veces hasta terror) de la que anda desposeído el texto, planificando escrupulosa y sobriamente toda la película, exhibiendo un muy sugerente gusto por dotar de un sutil y elegante empaque visual a su puesta en escena y moviéndose como pez en el agua en materia de dirección de actores (a este respecto, son dignos de aplauso la contenida y matizada labor de su protagonista, Mark Strong, y la hipnótica comparecencia de su partenaire, Taissa Farmiga).

http://actoressinverguenza.blogspot.com
Juanma
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3
3 de junio de 2014
41 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
El entusiasmo que despertó ayer la Sección Oficial tenía que verse empañado sí o sí en Zonazine. Como dice el refrán: nada es perfecto. Tras los buenos augurios del sábado en la sección paralela, el domingo le tocaba el turno a la presentación de La cueva, film adscrito al fantástico que ya pudo verse en el Festival de Sitges y que llegaba a Málaga suscitando bastantes expectativas. Pero esta historia de cinco amigos que, durante unas vacaciones en una isla, encuentra una cueva y deciden explorarla quedando atrapados, perdidos, desorientados, en su interior ya la habíamos visto antes. Dirigida por Alfredo Montero, la cinta quiere provocar miedo a través del empleo del ya, por desgracia, muy manido punto de vista subjetivo. Y es que, a estas alturas, tras éxitos del calibre de la saga [REC] o de El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Bitch Project) (1999), de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, sorprende y asusta ya muy poco una película que supedita su sensación de miedo al uso de la cámara al hombro, lo que podría servir de indicio a pensar en el agotamiento de la fórmula.

La cueva no da miedo, logra generar un clima agobiante y descorazonador, salpicado de momentos de angustia, claustrofobia e instantes aislados de tensión, pero todo ello es más producto de la confusión que genera su aparato formal que de una puesta en escena plenamente trabajada. De hecho, es tanta la dependencia que el alcance final del film tiene del empleo de la cámara subjetiva que son muchas las dudas que nos asaltan sobre si sin tal recurso la historia hubiera podido funcionar. Y la certeza llega en el epílogo, cuando se abandona lo subjetivo por un punto de vista objetivo y toda la intencionalidad enfermiza que transpiraba la película desaparece, con un final complaciente y del todo innecesario. Una lástima, porque el estudio de comportamientos al que se prestaba la premisa del film podía haber generado una película demoledora, algo que La cueva sólo consigue ser en momentos aislados.
Juanma
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