Marisa en los bosques narra la historia de Marisa, una treintañera que vive en la capital española y trabaja como dramaturga pero no se encuentra del todo satisfecha con la vida que lleva, aunque prefiere desentenderse del tema y continuar su vida como si nada ocurriera, pero mientras Marisa intenta ayudar a su mejor amiga a superar una ruptura amorosa y posterior depresión, irá descubriendo el panorama complejo y dramático de su entorno empezando entonces a reflexionar sobre su vida, detalle que dará lugar a un viaje un tanto onírico y surrealista. Estamos ante una comedia dramática de puesta en escena teatral, de diálogos extensos pero interesantes y precisos, con buen acompañamiento musical. Su singular narrativa apunta al realismo mágico y emana cierto aire poético.

A ratos y salvando las distancias, la ópera prima de Antonio Morales recuerda un poco a Los ilusos de Jonás Trueba, quizás, porque ambas obras transcurren en la misma ciudad (Madrid) y muestran en sus fotogramas cinefilia y amor por el arte, con una mirada que se debate entre el pesimismo y el optimismo de una juventud desencantada que resiste a la idea de rendirse. A pesar de que Marisa en los bosques tiene algunos momentos irregulares que restan ritmo al relato, el film guarda cierta singularidad en sus fotogramas y tiene personajes que irradian simpatía y un plantel de actores que ofrecen un trabajo bastante correcto, entre los que destaca la interpretación protagónica de Patricia Jordá. En resumen, estamos ante una ópera prima muy curiosa y agradable que gustará sobre todo a los habituales del cine indie español de historias sencillas pero interesantes. Sin duda, merece la pena el visionado.

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Move to Heaven o El cielo te está esperando narra la vida de un joven con asperger quien tras la repentina muerte de su padre debe vivir con su tío, un exconvicto que es todo lo opuesto a él, ambos deberán encargarse del negocio familiar que consiste en hacer limpiezas traumáticas; limpian los lugares donde han fallecido personas en circunstancias de violencia o abandono, ordenan sus pertenencias y las entregan a sus familiares, un trabajo más complejo y emocional de lo que a priori se espera.

Desde el inicio la convivencia entre Geu‑ru (Tang Joon Sang) y Sang‑gu (Lee Je‑hoon), tiene sus conflictos e incógnitas pero el desarrollo de la trama poco a poco desvela los orígenes de estos personajes lo cual nos permite conectar y empatizar con ellos. En Move to Heaven todo surge de manera orgánica con un guion muy bien engranado: debo reconocer que Tang, al principio no parece encajar mucho en su personaje y hacía el final no impresiona demasiado con su interpretación como por ejemplo sí lo hizo en su momento Oh Jeong‑Se, con un personaje similar en Está bien no estar bien (It's Okay to Not Be Okay), por suerte lo acompaña un reparto de actores estupendos y con carisma que complementan su interpretación y el desarrollo de la trama en general.

La singularidad de Move to Heaven radica en el trabajo de limpiezas traumáticas que realiza Geu‑ru y su tío, algo poco o nada visto en la televisión hasta ahora: en casi cada episodio tendrán un trabajo distinto que realizar y una historia que se revela a través del hogar y las pertenencias de los fallecidos en diferentes circunstancias. Cada episodio es un nuevo relato, un puzzle vital que se arma poco a poco y nos muestra historias humanas y conmovedoras que ahondan en las relaciones paternofiliales, la adopción, la vejez, la violencia de género, la homofobia y más temas abordados con mucha sensibilidad.

Se trata de una serie sobre esas cosas que quedan ocultas en la vida y el tiempo y que tal vez, solo se desvelan a los más observadores: habla de la memoria como el lugar en el que habitan los que amamos, de las segundas oportunidades, sanar las heridas y seguir adelante. Puede que el desenlace del conflicto familiar sea algo previsible pero es el desarrollo de la trama y las breves historias que relatan lo realmente importante. Move to Heaven tiene una buena dirección y apartado técnico solvente, es interesante, emotiva y solo consta de 10 episodios algo poco habitual pero cada vez más común debido sobre todo a Netflix que intenta aplicar su formato más occidental en las series surcoreanas. De los mejores estrenos de 2021.

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Made for Love nos presenta a Hazel Green y Byron Gogol, ellos están casados y viven en una especie de realidad virtual creada por Byron quien es un tecnólogo multimillonario, esto los mantiene prácticamente alejados de la realidad mientras él trabaja en otro proyecto llamado Made for love que es una suerte de chip que incrustado en el cerebro de las parejas permiten una “mayor unión” con el otro y también podrán ver todo lo que hacen. Cuando Hazel descubre que ellos serán la primera pareja en probar el dispositivo, huye del lugar y entonces inicia esta curiosa historia donde poco a poco se desvela cómo empezó la relación.

Made for Love es una idea disparatada, aunque bastante curiosa con estilo Black Mirror versión comedia y un inicio que puede recordar a la premisa de la serie de Netflix Osmosis, o incluso a la serie Upload, pero sabe construir una identidad propia y desarrolla una interesante historia de lo que son o pueden llegar a ser las relaciones tóxicas y también de cómo influye la tecnología en todos los aspectos de la vida, sobre todo en las relaciones afectivas. Una serie interesante y entretenida donde destaca la actuación de Magnussen y sobre todo Milioti, quien tras Modern Love y Palm Springs está claro que este tipo de personajes son lo suyo.

Si quieren algo entretenido para tal y como hace el protagonista evadirse un poco de la realidad, Made for Love puede ser una buena opción.

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Hace un tiempo hablamos en El podcast de Cinoscar & Rarities de la primera temporada de Atípico, una serie que en clave de comedia dramática retrata la vida de un adolescente con cierto grado de autismo que intenta prepararse para una vida adulta lo más independiente posible. En ese contexto, Atípico nos acerca a la complejidad del autismo, para el que lo padece, para sus familiares e incluso para el entorno social y las instituciones públicas y privadas poco entendidas en el tema. La segunda temporada de Atípico (estrenada hace unas semanas) continúa narrando las andaduras de Sam (Keir Gilchrist) y su búsqueda de independencia en su diario vivir, aunque en esta ocasión la serie se permite restarle protagonismo dando relevancia a los familiares de Sam: específicamente ahondando en los conflictos matrimoniales de sus padres y la vida de su hermana en un nuevo instituto.

Quizás, por tal razón Atípico haya perdido parte de la frescura de sus inicios, cayendo en algunas situaciones un poco clichés. Sin embargo, creo que estamos ante una correcta continuación porque los cambios que se pueden ver forman parte de la evolución de los diferentes personajes y principalmente se percibe la evolución de Sam. Atípico sobre todo en su primera temporada sabe mezclar drama y comedia de una manera muy solvente y siempre dejando lugar para la reflexión respecto al trastorno del espectro autista, e intenta concienciar sobre una condición que suele provocar discriminación y rechazo en los llamados “normales” hacia las personas con autismo, lo cual deviene en una falta de inclusión para las personas con cualquier variación de TEA.

Por todo lo dicho, me parece un desacierto estimar Atípico como la comedieta de turno o compararla con series como Young Sheldon, cuyo cometido es claramente entretener con momentos cómicos medio ingeniosos y poco más. Tampoco creo que la serie resulte inverosímil si tenemos en cuenta que el trastorno del espectro autista tiene diferentes grados y que, a pesar de guardar ciertas similitudes en sus características las personas con autismo pueden ser muy diferentes entre sí. Por lo tanto, podemos decir que Atípico es entretenimiento, pero también guarda cierto valor didáctico, y eso, en los tiempos frívolos que vivimos es sin duda algo que merece ser reivindicado.

En resumen, Atípico es un producto televisivo ligero pero interesante, con interpretaciones bastante correctas destacando a Keir Gilchrist, Jennifer Jason Leigh y Brigette Lundy-Paine. La serie logra mantener un buen ritmo y entretener de principio a fin, además de ofrecernos alguno que otro momento de interesante reflexión sobre la diversidad y la igualdad. El final de la segunda temporada a quedado presto para una continuación, esperemos que Netflix confirme pronto la renovación de Atípico para una tercera temporada. Mientras tanto, el que quiera puede darle una oportunidad. Desde aquí la recomendamos encarecidamente.

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Alba es uno de los estrenos más comentados y laureados del cine ecuatoriano reciente, la ópera prima de la también actriz Ana Cristina Barragán. La historia se centra en el personaje de Alba (Macarena Arias), una niña que está transitando su paso de la niñez a la adolescencia y con ello los inevitables cambios físicos y emocionales propios de esa edad que será especialmente difícil para Alba, debido a que tiene que lidiar con la grave enfermedad de su madre, y el hecho de tener que ir a vivir con su padre, un hombre un tanto raro y solitario a quien ella apenas conoce. Alba es una niña introvertida e inocente que está descubriendo el mundo y descubriéndose a sí misma e intenta encajar en su entorno. A lo largo del metraje los diálogos son mínimos pero la historia fluye sin ningún problema, tal vez porque en cierta manera es fácil identificarse con ese ‘viaje’ que emprende Alba, pero también hay que reconocer cierta destreza en la novel directora a la hora de narrar a través de imágenes sin usar demasiados diálogos; porque estamos ante una película que se expresa a través de sus imágenes, de los gestos, de las miradas y de los largos silencios.

Alba es una obra intimista y de mirada femenina. Un drama de dolor contenido, el cual se narra desde la perspectiva de la inocencia y curiosidad de una niña que empieza a descubrir el mundo y los momentos buenos y malos que este nos ofrece, historia sencilla y de tema universal que sabe calar en el espectador. Sin duda, un pilar importante de la cinta es la destacable interpretación de Macarena Arias (a Barragán le valió la pena buscar entre más de 600 niñas, porque dio con la correcta), junto a la pequeña, la actriz española Amaia Merino en el personaje de la madre enferma y ausente pero en cierto modo muy "presente" a lo largo de la trama, dejando protagonismo al personaje de Igor (Pablo Aguirre), el solitario y silencioso padre que deberá cuidar de Alba, y con quien la pequeña apenas interactúa o tiene alguna conversación, pero que incluso sin palabras en cada escena juntos dicen mucho. Cabe mencionar también que la cinta no tiene música, pero sí una canción, el éxito setentero Eres tú de Mocedades, que sin duda junto a la historia, las interpretaciones y la acorde fotografía de la cinta logra crear una atmósfera de nostalgia, primero en una de las escenas y luego en los títulos de créditos tras la escena final, donde en una especie de recordatorio y despedida afloran en los personajes los sentimientos y emociones hasta ese momento reprimidos. En resumen, Alba es una película de fondo sencillo, puede que también le sobra alguna escena, pero fuera de eso, en su forma y conjunto logra dejar un estilo diferente en el cine ecuatoriano, una historia entrañable.

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