Esclarecedor documental, de notable fuerza discursiva, formalmente un tanto austero pero tan bien articulado como su protagonista, Nasser Al-Bahri, el otrora guardaespaldas del sheik Bin Laden (64 miserables dólares al mes), el que fuera Emir de la Hospitalidad en Afganistán (hola qué tal, soy Abu Jandal), figura ambigua, compleja y fascinante, que, tras rehabilitarse y abrazar el Diálogo, conduce un taxi por Yemen (ojo, precio del viaje ¡negociable!) al tiempo que nos guía por los vericuetos de Al-Qaeda y los senderos intrincados de su nueva vida. El film, que recuerda en ocasiones a Kiarostami, atiende también, aunque en menor medida, al procesamiento en Guantánamo de su cuñado, humilde chófer de Osama, cuyas cartas puntúan un relato que esquiva la sensiblería. Interesantísimo.

Comedia romántica zigzagueante, nerviosa, filmada cámara en mano casi con la inmediatez de un reportaje, que poco a poco se va asentando hasta encontrar la calma como los protagonistas. No promete gran cosa al principio, una vez pasada la escena inicial de la ruptura (robada cual pez globo por el gran gran Philip Seymour Hoffman), pero se las arregla para mantenerte entretenido y expectante. Los hombres y las mujeres, el destino y el azar, y todas esas cosas un tanto cargantes de este tipo de películas, solo que servidas con la urgencia de un Paul Greengrass y a ritmo sostenido de bossa nova. A destacar el montaje, obra del propio director.

Otro drama de adictos con sus rehabs, recaídas, rayas y rayos de esperanza, rodado en video y luego hinchado a 35 (es más crudo en la forma que en el fondo) y enfocado esta vez desde una perspectiva neorrealista, con una mezcla acertada de actores profesionales y no profesionales que tiende a disolver los límites. El film resulta creíble hasta el tuétano, exuda verdad apoyado sobre la frágil elegancia de una Vera Farmiga que todavía no estaba en la lista A, aunque es un poco opiáceo, en el sentido de que administrárselo puede hacer que en algunos tramos se nos cierren un poco los ojos. Todo está en su sitio, sí, todo está bien colocado (si se me permite el chiste), la directora hace una buena faena de aliño, pero no deja de servirnos más de lo mismo, algo que solo complacerá realmente al espectador enganchado a este tipo de material.

Documental sin mucha miga, un tanto convencional y superficial, que recuenta la trayectoria de Herzog desde sus inicios en los sesenta como director de enanos (Klaus Kinski dixit) hasta el momento actual donde es adorado como icono pop en los Estados Unidos. Muy válido como introducción al loco mundo del mesmerizante Werner, pero ahí termina la cosa. Archisabidas peripecias se mezclan con clips más que obvios y testimonios entre pedantuelos e irrelevantes de cineastas jóvenes bajo su influencia (Chloe Zhao, Joshua Oppenheimer) o estrellas de Hollywood que trabajaron a sus órdenes (atención a los pelos de la Kidman). Hablan también sus mujeres y colegas coetáneos como Wenders o Schlondörff, así como su hermano Lucki, que era el productor (el Agustín) en la primera etapa de su filmografía. Lo más interesante es, por supuesto, la propia figura del director que, a pesar de ser ya octogenario, aún no ha pegado el viejazo y se presta encantado al juego de rememorar su vida y su obra desde lugares claves en ellas, dejando asomar de vez en cuando la emoción bajo esa dura fachada de villano que se le ha ido poniendo con el tiempo.

Aceptable película donde nada chirría, salvo quizá alguna puerta, pero nada es sensacional ni mucho menos. Ofrece un terror bastante moderado, aunque es de agradecer su planificación sin efectismos ni jump scares. Con una dirección muy funcional, unos actores competentes, un libreto apañado y una mezcla de géneros equilibrada, el film convence en todos los niveles: la historia de amor sáfico es creíble, el misterio doméstico intrigante, y el elemento fantástico de acuñación judía se acaba apoderando del tercer acto con una discreción sorprendente y eficaz. Sin embargo, la cosa deja un poco frío, con la sensación de que había buenos mimbres y no se ha puesto toda la carne kosher en el asador.