Haber visto esta película allá en 1979 en el cine tuvo que ser una experiencia increíble, no lo dudo, pionera en algunos aspectos y elevando exponencialmente la vara de medir a las películas de horror que tanto proliferaron en la década siguiente, pero verla 25 años después y no notar apenas el cuarto de siglo que lleva a sus espaldas, dice mucho del mérito de Ridley Scott.
Puedes verla como quieras, como película de ciencia ficción, como película de terror, fascina de igual manera, con unos 45 primeros minutos lentos, donde apenas ocurre nada pero la tensión es absolutamente palpable, y con una segunda parte agonizante y escalofriante, feminista en espíritu y absolutamente impredecible.
Una pena que a Ridley Scott se le apagara tan pronto la bombilla de la originalidad.

Truffaut tenía el don de controlar nuestros sentimientos con la misma maestría con la que él controlaba su cámara y esta película es una clara muestra de ello.
Con una formalidad y una elegancia asombrosa, el director crea en el espectador un dilema que le acompañará no solo el tiempo del metraje, sino más allá, creando pensamientos contradicctorios sobre lo que ha visto y puede que hasta desmoronando su ética. Para lograrlo no recurre a provocaciones, tan extendidas en el cine actual, solo nos muestra la ¿evolución? del niño.
Una obra para sumergirse e indagar, para dudar de ella y reflexionar, trazar líneas difusas sobre el bien y el mal, pero sobre todo, para darte cuenta de como una película puede ser sobrecogedora y descorazonadora a la vez.

Lo que Pixar consiguió con esta película es un logro incalculable, y el éxito está en que funciona en todos los niveles posibles: primero como película muda (los primeros 40 minutos son tan perfectos que me dejaron sin palabras), como alegoría post-apocalíptica y crítica (hacia la sociedad de ahora, de ayer y de mañana y al ser humano en general), como historia de ciencia ficción (bastante decente teniendo en cuenta que se dirige a los más pequeños, aunque a más de un padre le habrá tocado dar explicaciones), como comedia (hay momentos bastante ingeniosos y vas a soltar más de un par de carcajadas) y como historia de amor (los ojos de Wall-E proyectan más amor, ternura y pena que ningún actor que yo haya visto jamás, y su cortejo hacia Eva es cuanto menos entrañable, creando una de las "relaciones" más puras que he contemplado en pantalla).
Leí hace tiempo, cuando salió la película, una crítica que decía que tras salir del cine, uno tenía la sensación más rara, la de haber visto en Wall-E un clásico imperdurable. Pues bien, suscribo esas palabras, esta película es de las que se hablará dentro de mucho tiempo, y con todo merecimiento.

No le pillo el truco a Michael Mann, me parece que sus películas son más una especie de capítulos de series americanas de estas autoconclusivas pero con ínfulas de grandiosidad. Desaprovechado el papel de Javier Bardem,inútil el de Mark Ruffalo, inexpresivo Tom Cruise y el personaje de Jamie Foxx un poco desconcertante, no sabes por donde va a salir.
En la segunda mitad parece que la cosa empieza a mejorar pero el final es muy complaciente. Nada que reseñar.

Al contrario de lo que pudiera parecer, sobre todo teniendo en cuenta como comienza la película, no creo que el director haya querido trasladar una crítica de un dato empírico de la sociedad contemporánea en general y de la diáspora occidental en particular, sino presentar unos hechos para que el espectador pueda ordenarlos y sacar sus conclusiones.
Se nota de hecho, un gran trabajo de estudio detrás de todo el metraje, pero es el propio director quien se queda fuera de la historia para que seamos nosotros quienes lo veamos más de cerca y saber, que no comprender, las razones o sinrazones del antisemitismo.
Sin embargo, las escenas del pasado del protagonista, las que se suponen que abren esa herida interna y hacen crecer esa lucha, son las que de una manera boicotean la historia, tratando, sin mucho éxito, dar a conocer el origen de todo y dar cohesión a una historia llena de contradicciones, creando pequeñas trampas narrativas no para el "embellecimiento" de la historia, sino más bien para intentar dejar al espectador conmocionado con el arreón final.
El director, novato en estos lares como bien se puede apreciar en todo el metraje, sin embargo logra con una gran eficacia darle una coherencia notable a un historia que con una narración más exigente o dura podría haber provocado reacciones adversas en según qué paladares más intransigentes.
Creyente o no, a favor o en contra, la película bien merece un respaso y una lectura posterior, puesto que sin duda, no acaba con el fundido a negro.