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España España · Madrid
Críticas de Naran
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
3
5 de octubre de 2009
104 de 137 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estimados directores:

Como buena aficionada al cine de terror, y habiendo disfrutado con [•REC], me dispuse a ver la segunda parte de la saga con una de mis almas gemelas. Nuestras expectativas eran las adecuadas: entretenimiento palomitero y una horita y media de evasión sin pretensiones, incluso con los problemas que suelen traer este tipo de estrenos (léase los espectadores-niñatos más maleducados del panorama, como así fue), pero creímos que merecía la pena.

Pero la decepción ha sido grande. Que una película de terror no dé miedo es un fallo importante, pero no el único. ¿Cómo es posible que la película resulte tan sumamente aburrida? Sustos que se ven venir, fragmentación (¿dónde quedó la tramposa pero efectiva linealidad de la primera parte, que hizo que una señora que no sabía dónde se metía nos preguntara constantemente si la película era de verdad y si se trataba de un documental-?), relleno puro y duro, cámara en mano forzada e injustificada, sólo para hacer la imagen más... ¿"molona"?

¿Por qué los actores son patéticos? Que quieran contratar a actores poco conocidos para dar verosimilitud a la cosa no es lo mismo que elegir a los primeros que se presentan, que dicen sus diálogos a voces y ponen cara de estreñimiento para simular el terror que sufren. ¿Los niñatos del segundo tramo de la película son sus sobrinos? ¿Por qué los chistes son sumamente penosos? Si querían imitar a Álex de la Iglesia, me temo que tienen mucho que aprender...

Y lo que más me ha dolido: ¿por qué transformar una buena historia -aunque no original- de zombies en una chorrada mayúscula de posesiones demoníacas? Lo que en la primera parte no era más que un esbozo de la posible explicación de los zombies (que ya podía ser una rayada más del Vaticano), aquí se convierte en un sinfín de estúpidas situaciones, diálogos y giros de la historia que ya han mencionado otros usuarios.

¿Todo ello a que lleva? A que mi compañera Dala sentenciara tras la conclusión de la peli: "qué esperas, son los directores de OT, la película".

Atentamente
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naran
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7
10 de diciembre de 2010
80 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parafraseándome a mí misma, diré que éste no es mi Peter Weir de Picnic en Hanging Rock. Es el Peter Weir de los 130 minutos repletos de épica epopeya. Efectivamente, estamos ante dos horas de hombre vs. naturaleza sin tregua. Tanto, que llega a empachar. Pero no importa.

Sumemos la cuidada fotografía de los chicos de National Geographic con el pulso narrativo del director australiano y obtendremos un peliculón sobre la lucha por la supervivencia y la libertad. Adelante, siempre adelante, kilómetro a kilómetro, tormenta tras tormenta. Lástima que no termine de calar; en esta historia basada en hechos reales, dramatizada sin perder ese imprescindible toque documental, no cabe la magia.

No obstante, Peter Weir sabe darle a la película su tono, más allá de los bellos paisajes. El arranque es perfecto. Una vez comenzada la huida, la búsqueda del camino nos deja detalles como la búsqueda de los puntos cardinales, el paso en el lago helado o la búsqueda incansable de agua, o algo que se le parezca.

El contraste entre la hostilidad de la vida y la dulzura de la muerte, tratada así quizá por la intencionalidad de alegato-libertad, no termina de emocionar como debería. Tampoco ayuda que a veces, una historia sobre la condición humana, repleta de personajes complejos y diálogos bien montados, se vea empequeñecida ante tanta épica apabullante.

"Vuestra cárcel no serán nuestros grilletes ni alambradas, sino Siberia". La atmósfera de la película no envuelve ni subyuga. Directamente te aplasta. Sentir que el frío de Siberia te cala los huesos, el apabullante calor del desierto, la inmensidad de la arena, los pies hinchados, la sed, la ceguera... incluso más que los personajes.

Camino a la libertad es una película que sabe hacerme sentir muy pequeña. Y no es poco.
Naran
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10
11 de septiembre de 2009
67 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
El desamparo en un fuego ardiendo.
La felicidad inconsciente en la risa de dos muchachas.
El dolor en un abrazo conjunto.
La tranquilidad rutinaria en un toque de reloj.
La pobreza en un trozo de calendario arrancado.
La ilusión en un trozo de papel bajo la puerta.
La magia en un juego de ser perseguido.
El coqueteo en un movimiento de cabeza.
El deseo en un ligero apretón de una mano en un brazo.
La indefensión en una caída de ojos.
La triste incertidumbre escrita en la pared.
La miseria en una mujer contemplando el río.
La desesperación en los ojos de Nadia Sibirskaïa mientras come un trozo de salchichón.

Y todo ello en el rostro de una mujer que se muerde una uña.

Ménilmontant no sólo es una obra adelantada a su tiempo. Es imperecedera.
Naran
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10
23 de diciembre de 2007
81 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una ciudad indeterminada en el año 1929, la rivalidad surge entre dos amigos; Leo, un gángster que gobierna el lugar, y Tom, su ayudante. Cuando los dos se enamoran de la misma mujer, se genera una guerra abierta entre bandas en la que predominan las traiciones, los enfrentamientos políticos, las corruptelas y las escisiones internas.
Muerte entre las flores (Miller´s Crossing), 1990. Basándose en un libro del rey negro Dashiell Hammet, los Coen reinventan el cine negro y realizan su obra cumbre (seguida de cerca por Fargo), un rutilante ejercicio de estilo que oscila entre la ironía, la parodia y el homenaje sincero al género. Al prescindir del exceso humorístico de otras películas suyas (Arizona Baby o O Brother) pero al aferrarse al mejor espíritu revisionista de otras (como Sangre fácil), obtienen como resultado uno de los filmes visual y narrativamente más redondo ya no sólo del género, sino de todos los tiempos.
Y es que la película es una maravilla en todos sus aspectos: desde el plano del sombrero, cada secuencia está rodada con una precisión encomiable; escenas sublimes como el tiroteo acompañado del musical espíritu irlandés de Leo; la oscura fotografía del maestro Sonnenfeld, y lo mejor, ese guión tan perfecto que sólo atesora brillantez en cada uno de los ácidos diálogos:

-Porque nosotros tenemos ética. Eso es lo que nos distingue de los animales. No somos ave de rapiña, ¡tenemos nuestra ética!.

-Así que quieres matarle.
-Para empezar.

Algunos de los actores habituales de los hermanos acompañan a Gabriel Byrne, que borda el papel de duro independiente, superviviente de las guerras entre bandas, pero incapaz de controlar su corazón, un personaje a la medida de su ironía. Curiosa la caracterización de Marcia Gay Harden como mujer fatal, perfectos los histéricos Jon Polito y John Turturro, y Albert Finney, que ya lo había demostrado todo. Todos componen una retahíla de personajes cargados de personalidades contradictorias y fuerza, y llevados, en ocasiones, hasta la fina línea que separa la cordura de la locura y la bondad de la maldad.
Elegante, sarcástica, fascinante, básica y perfecta. Sé que no soy imparcial pero no hace falta ser amante de Los Coen para disfrutar esta maravilla. Muerte entre las flores no quiere ser El Padrino, pero verdaderamente no tiene mucho que envidiarle. Dedicada a todos aquellos que tienen el rostro lleno de cicatrices de guerra, pero siguen conservando un corazón blando. Nunca olvidarán al hombre del sombrero.
Naran
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10
27 de septiembre de 2008
64 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Glen Hansard es un cantante y compositor que interpreta sus canciones por las calles de Dublín, cuando no está trabajando en la tienda de su padre. Durante el día, para ganar algún dinero extra, interpreta conocidos temas para los transeúntes, pero por las noches, toca sus propios temas en los que habla de cómo le dejó su novia. Su talento no pasa desapercibido a Marketa Irglova, una inmigrante checa que vende flores en la calle. Ella tampoco ha tenido suerte en el amor y, para sentirse un poco mejor, escribe canciones sobre el tema, pero, a diferencia de Glen, nunca las interpreta en público. Glen y Marketa, acaban de improviso haciendo un dueto en una tienda de música, y será entonces cuando descubran que algo les une...
Detesto aquellos musicales en los que los protagonistas se lanzan a cantar sin ningún motivo. Me crispan los nervios los números musicales "gratuitos", tipo Hollywood/Bollywood. Pero Once me ha reconciliado con la música en el cine. Once no es un musical al uso. No importa que John Carney no sea un virtuoso de la técnica cinematográfica; es más, no importa que muchas escenas parezcan grabadas con vídeo doméstico. John Carney sabe de cine: ha creado magia.
Autenticidad, frescura, honestidad, romanticismo desbocado... Once tiene un aire documental que hace absolutamente creíble la historia de Glen y Marketa, sin pretenciosidad, sin artificios. Un par de miradas, un par de cafés, un par de historias. No hacen falta grandes diálogos, Once es tan poderoso que 3 o 4 minutos de canción te enamoran. El If you want me de Marketa caminando sola por la calle. El Falling slowly en la tienda de pianos. Como me dijo una amiga (gracias por la recomendación), a mí también me gustaría entrar en una tienda y oírlos tocar, quedarte embobada escuchándolos cantar.
Fuera artificios, nada de sentimentalismo barato. La relación previa entre los dos protagonista se nota en la complicidad de sus gestos. Como dijo el propio director, mejor dos cantantes que medio interpretaran que dos actores que medio cantaran. Que sus interpretaciones no sean dignas de Ser o no ser no perjudica en absoluto la película. Todo lo contrario. Si alguna vez me he preguntado si lo que ocurre en las películas puede pasar en la vida real, Once me dice que sí.
Once, ese beso robado que al final no vemos. Hay ocasiones en que un abrazo expresa más que mil besos.Si eres de esos que alguna vez han descubierto alguna lágrima furtiva al oír esa canción especial, de los que se enamoran de una expresión, ve Once, se siente en la piel. Y redescubre el romanticismo.
Naran
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