Desprende un aroma intenso, a cine de verdad, no a sucedáneo ni a mezcla ni a molido ni trillado.
El trío de protagonistas parece tocado por una varita mágica.
Las escenas largas, con cámara fija y personajes que hablan con la mirada y con el cuerpo son extrañas, casi teatrales.
Los encuadres son fotografías en movimiento.
El magnetismo de los actores lo inunda todo.
Empapada de tristeza y humor.
El corazón del film late al ritmo de Tom Waits.
Es única.

La mejor película de Nolan, Inception, es un clásico instantáneo que pide una segunda visionada en el mismo instante en que termina.
Es una bola de nieve.
En lo alto del acantilado, el director enreda una masa compuesta por drama, intriga y acción, lo envuelve cuidadosamente en varias capas de ciencia-ficción y lo arroja al vacío con una sonrisa envenenada.
Comienza de manera extraña, casi fría, pero enseguida empieza a rodar, coger cuerpo y velocidad, hasta que se convierte en una avalancha de cine puro.
Cuando termina, te das cuenta que estás al borde de otro acantilado todavía más peligroso, ante el vacío de la reflexión y la comprensión.

El casting y las interpretaciones son sobresalientes.
Marion Cotillard, Cillian Murphy y Leonardo DiCaprio desaparecen y en su lugar emergen tres personajes memorables.
El guión, con el ritmo que pide la historia, desarrolla unas ideas originales que bien podrían haberse transformado en una serie.
Los efectos especiales están al servicio de la narración, y no al contrario, evitando el defecto más común de las superproducciones.
La narración, marca Nolan, inimitable y soberbia, te sumerge directamente en el mundo de los sueños, y para evitar el "efecto Lynch", Nolan establece una serie de reglas de manera muy astuta, poco a poco.

Sus defectos son una banda sonora que cumple pero que no alcanza el nivel de los demás apartados, y un exceso de acción que no ensombrece el conjunto porque es gloria bendita.
Sus virtudes, una película para todos los públicos que fascina, intriga y emociona cuya elaboración está reservada únicamente a los genios.
Y hoy por hoy, Nolan es el padre de todos ellos.

Amén.

Mis expectativas eran altas, he de admitirlo.
Cuando ví la adaptación de <<Soy Leyenda>> de Will Smith eché de menos una mayor fidelidad en la historia y en los detalles, y por lo leído por estos lares, esperé encontrar la gran historia de Robert Neville narrada en formato rancio de la época de antaño, tal como Richard Materson la escribió.
No es el caso.
Esta película es un aburrimiento de principio a fin, sin ningún tipo de talento narrativo.
El Vincent Price ese es un fantoche con bigotito de Franco cuya actuación catalogaré de grotesca.
Cuando se dedica a sus asuntos, pone caritas de cara a la galería, y se supone que nadie le mira.
Los vampiros están bastante bien caracterizados psicológicamente, pero los efectos especiales son de risa.Traje roñoso, pelo cardado y ale, a morder que son dos días.
Le falta despertar la emoción, transmitir soledad y desesperanza.
Aún así es una cinta curiosa y el que haya leído la novela puede disfrutar.
Pero que conste que si quieres pasar un buen rato, <<Soy Leyenda>>, a pesar de ser una adaptación demasiado libre y de unos efectos especiales que envejecerán peor que los de "Last Man on Earth", a mí, por momentos, me enganchó.

Michael Moore es un cineasta tendencioso, eso es innegable. Es su mayor defecto, que se le ve el plumero.
Pero este gordo socialista es inteligente, y no esconde este defecto, sino que lo convierte en un arma para arrojar luz sobre temas de los que no interesa su difusión pública.
Le perdono sus tendencia, su manipulación y su montaje lacrimógeno, porque su intención es enviar un mensaje de amor.
Debemos cambiar nuestra conciencia individual hacia una colectiva, el problema es que la economía nos lo impide.
Debemos reflexionar acerca de los conceptos arraigados en nuestras culturas, pues pueden ser peligrosos e impedir el avance.
¿Cual es el precio de las yemas de tus dedos?
Camaradas habitantes de cualquier sociedad, os digo esto: Cualquier mensaje que invite a la reflexión, que pretenda replanteamientos, y que provoque la unión de los débiles, es digno de atención.
La revolución comienza en la cabeza de uno mismo.
Estad preparados.

Tras visionar por la tarde "Hedwig and the Angry Inch" y quedar gratamente sorprendido, decidí ver también la segunda película de John Cameron Mitchell.

El tortazo inicial puede noquearte, pero a medida que avanza la narración, te vas acostumbrando.
¿Qué pasaría si el sexo no fuese tabú en nuestra cultura?
Que habría más películas como "Shortbus".

El director es capaz de romper las reglas y salir airoso, ya que usa el sexo explícito como camino para conocer a los personajes y acercarlos de una manera muy íntima a las historias que los unen.
Esto es un empresa de alto riesgo, y a más de uno este ejercicio le habrá resultado ofensivo, obsceno y grosero.
¿Podría contarse esta historia sin el enfoque sexual directo?
Si.
¿Pero por qué no mostrar sexo explícito?

Aquí está el valor de esta película, los ingredientes de siempre, pero cocinados de una manera radicalmente distinta.