Como poco llamará tu atención por atípica y original.

Los actores-personajes son la antítesis de lo que vemos en las pelis americanas y aunque va de cocina no es una película sobre gastronomía.

Cuando empieza, el espectador no sabe lo que ocurre por la forma en la que está narrada. El protagonista viene de no se sabe donde, puede ser del pueblo o de la cárcel pero sí se sabe que es un infeliz sin oficio ni beneficio que por casualidad entra en contacto con una cocina (asquerosa por cierto) que marcará lo que le ocurre a lo largo de la historia.

Todo lo consigue porque aprende a cocinar: la pseudo-novia (prostituta comilona), el empleo (restaurante italiano de postín donde se refina), las relaciones (amistades del barrio), el delito, la venganza y el status carcelario que da fin al cúmulo de sucesos. Todo ello nos demuestra que cuando hay inteligencia para utilizar los recursos personales, podrás conseguir lo que te propongas aunque esto no sea siempre lo más acertado y conveniente porque se carece de buena educación, de lo que nos ayuda a elegir.

Me interesó desde el principio. Tiene un guión ágil, calibrado, que te obliga a estar pendiente para seguir la historia. La elección de actores, excelente, todos responden a lo que pide su papel y sobre todo un director que ha sabido aprovechar las cualidades de las personas con las que ha contado.

Son las palabras que vienen a la mente al terminar de ver esta película.
Una historia sencilla pero llena de sentimientos y sensibilidad, muy bien contada e interpretada. Todos dan los registros que les pide el papel y los silencios, que forman parte del elenco (el protagonista es un niño sordo), son los justos y necesarios.
Gerard Butler (como me gusta este “chico”) hace un secundario pero llena pantalla. Sin aparecer está presente desde principio a fin. La madre de Frankie, Emily Mortimer, ya me gustó en la peli de Allen, Match Point. En esta ocasión es capaz de expresar todos y cada uno de los sentimientos que transmite la historia: angustia, dolor, resignación, orgullo, alegría, deseo…y perdón. Al niño le conocemos a través de sus acciones, de sus cartas y por la conducta que provoca en el resto de los personajes: placidez, ternura, tranquilidad, inteligencia, cariño... El contrapunto lo ponen la abuela y sobre todo la amiga que abre las ventanas para que los protagonistas se liberen.
El guión lo conforman frases cortas, concisas. El diálogo que mantiene la madre con el candidato explica, sin recrearse en lo morboso, el por qué de la situación familiar que se trata. La música emociona y determina los distintos momentos sirviendo a la historia –nostálgicos, esperanzadores, festivos…-
Escocia, su ritmo y costumbres están presentes y aunque no aparecen paisajes espectaculares, la fotografía nos ofrece escenas muy cuidadas. El final con madre e hijo en un muelle sentados mirando al mar con neblina como telón de fondo, pone el broche y abre las puertas a la imaginación de tiempos mucho mejores que ambos sabrán construir.
Enhorabuena a los responsables por la profesionalidad, saber hacer y entrega a un proyecto que no ha necesitado de muchos millones para realizarse. Les ha bastado el talento.

Esta peli confirma la idea de que no hay nada como el trabajo en equipo. Cada cual tiene su papel, es responsable del éxito del mismo y componen una suma de aciertos. Entre los protas hay química como ya han demostrado en otras ocasiones y la magnífica adaptación de la historia da lugar a un guión cinematográfico que garantiza el producto.
Sin quitarle méritos a la oscarizada de este año, ha sido injusta la relación entre nominaciones y estatuillas obtenidas.
Animicamente llega porque los asuntos son cercanos. A todos nos ocurre el nacer, enfermar, amar, morir...en general da para hablar y eso siempre es interesante. Es una peli para ver en grupo y a la que le va de perlas la fórmula del cine-forum.
Como dato frívolo diré que se puede disfrutar de la imagen de un Brad Pitt como en sus mejores tiempos de Thelma y Louise (milagros del maquillaje) y en general de un elenco con él mismo y cate Blanchet a la cabeza dando lecciones de saber hacer.
La puesta en escena y la recreación de la época ponen el broche a un trabajo concienzudo llevado a cabo por un director que destaca precisamente por ello.
La mirada del bebé en la última escena realmente habla.
Merece la pena disfrutar del metraje.

¡Eastwood, genial!
Nunca decepciona y como siempre la música, ¡excepcional! Suena desde el principio y ya la reconoces como suya.
La peli me ha gustado porque aunque es un tema poco original por lo que tiene de real, su puesta en escena te transporta a la época y te incluye, está bien contado.
La protagonista a pesar de su físico resulta creible como mamá abnegada y sufridora. Un buen director hace milagros. El resto del reparto forma un coro bien orquestado al servicio de la historia.
Los hechos en los que se basa son alucinantes pero ciertos.
¡Nadie como los americanos para hacer autocrítica!

Hacía mucho tiempo que no me reía tanto. Todo está en su sitio, en su justa medida, excepto las situaciones y expresiones que inducen a la carcajada.
Sin necesidad de caer en lo soez ni en la burla de alguien o de algo, se repasan los tópicos -lenguaje, zona geográfica, costumbres, gastronomía...- con clase y respeto.
El doblaje es estupendo y llega al espectador comunicando las tesis que el director quiere plantear. La forma diferente de hablar, de ser, de estar, de comer, de vivir, es lo que se quiere reivindicar, se opone al prejuicio por razones totalmente superficiales (de eso los españoles sabemos mucho).
La peli es un homenaje a una persona, a un dialecto, a una forma de vida.
Los franceses son únicos para defender lo suyo, para producir obras originales sin grandes presupuestos ni elencos de estrellato.
Entiendo lo de la más taquillera.
¡Vive la france!, "¡eeeeeeeh!"(expresión de la peli)