Basada en hechos reales, esta película cuenta la historia de un irlandés, Danny Green (Ray Stevenson), que se acabó convirtiendo en uno de los mafiosos más respetados, temidos y odiados de Cleveland durante la década de los setenta.

Hensleigh no lo tenía nada fácil, ya que las películas sobre mafiosos son tan numerosas que casi podrían formar su propio subgénero. Pero lo cierto es que la vida de Green resulta lo suficientemente atractiva como para que este trabajo valga la pena. También ayuda su más que correcto acabado y un protagonista desconocido para las masas pero muy adecuado (véase su imponente porte) para el papel. Lástima que el suyo sea el único personaje con cierta entidad (la mayoría son meras comparsas a su servicio, y si no que se lo pregunten a Val Kilmer, cuya participación podría haber sido eliminada tranquilamente sin que la narración se resintiese por ello).

El resultado final guarda más similitudes con trabajos como 50 hombres muertos (Fifty Dead Men Walking) que con algunos de los clásicos sobre el tema dirigidos por Martin Scorsese o Francis Ford Coppola, pero hay que reconocer que la cinta entretiene. Eso sí, que Green sea retratado en algunas ocasiones casi como un héroe resulta francamente discutible (e insultante).

Sin apenas presentaciones arranca este melodrama, con Ben (Joshua Jackson) en la consulta del médico en la que le es diagnosticado un cáncer y siendo sus posibilidades de supervivencia prácticamente nulas. De repente se replantea su monótona vida, compra una moto y decide plantar temporalmente sus compromisos (incluido el matrimonial) para viajar por su Canadá natal antes de comenzar el agresivo tratamiento. Con este planteamiento es fácil intuir que la cinta pronto desemboca en película de carretera.

Una de las cosas que llaman la atención es el uso de una prácticamente ininterrumpida voz en off, la cual ayuda a dar un toque casi fantástico al relato y que sorprendentemente no resulta el típico recurso facilón que acostumbra ser. Igualmente interesante es el "atropellado" montaje (véase la secuencia en la que se detallan los primeros años del protagonista), el cual recuerda al utilizado en otras películas que mezclan drama comedia y fantasía, como Amélie (Le fabuleux destin d'Amelie Poulain). Los intérpretes realizan un correcto trabajo, siendo Jackson el que lleva el mayor peso al ser el protagonista absoluto. Puede que sea por el aprecio nostálgico que le tengo al haber sido seguidor durante mi juventud de la serie Dawson crece (Dawson's Creek), pero su trabajo me parece muy estimable, o puede que sea porque consigue crear un personaje agradable y carismático a pesar de la forma de actuar del mismo ante los distintos conflictos que se le plantean.

Con una temática así lo fácil sería caer en los tópicos más lacrimógenos, pero la película no lo hace, aún contando con varios clichés (las amistades en el trayecto, las preocupaciones de los familiares…) y lugares comunes (la moraleja acerca de aprovechar el tiempo, el viaje como proceso de identificación…). A pesar de ello y de algunos otros fallos, por ejemplo ese final tontamente alargado, hay algo en esta película que consigue tocarme la fibra sensible.

Will Ferrell es el protagonista (y también uno de los autores del libreto) de esta comedia que retrata, con un humor más absurdo que irónico, el mundo del periodismo televisivo. Él interpreta a Ron Burgundy, un conocido (es el número uno en audiencia) presentador que ve peligrar su puesto de trabajo cuando aparece en escena una nueva compañera, Veronica Corningstone (Christina Applegate).

Soy de los que opinan que se puede hacer humor de (casi) todo, pero jamás hubiese imaginado que se podría parodiar de esta manera el mundo del periodismo televisivo. Aunque, pensándolo bien y después de ver esta cinta, sí que parece posible si se mezclan con sabiduría temas como la competencia (entre otras televisiones e incluso entre los mismos compañeros de canal), los intereses particulares o las estúpidas e irrelevantes noticias que se necesitan para rellenar espacio o para dar un respiro, entre drama y drama, al espectador.

Eso es lo que hace esta película, pero eligiendo el camino fácil, hilvanando toda una retahíla de gags visuales (atención a las múltiples peleas, sobre todo a la que mantienen los presentadores de varios canales) cuya hilaridad pongo en entredicho, más que nada porque no consiguieron que me riera en ningún momento (tal vez se me escapó alguna liguera sonrisa, pero no es suficiente). Lo mejor: las actuaciones de los animales y la cantidad de rostros populares (Vince Vaughn, Ben Stiller, Tim Robbins, Jack Black, Luke Wilson, Seth Rogen, Danny Trejo…) que participan brevemente.

El mayor valor de Desmadre a la americana es haber sentado las bases del subgénero de la comedia estudiantil gamberra, y su influencia es clara en títulos como La revancha de los novatos (Revenge of the Nerds) o Una conejita en el campus (The House Bunny), por poner un par de ejemplos. La película nos cuenta las desventuras de los integrantes de la fraternidad Delta, la más desastrosa y alocada del campus, enemigos acérrimos de los pijos de Omega y siempre en el punto de mira del decano, quién sueña con expulsarlos.

Desmadre a la americana recurre a una sucesión de situaciones cómicas, la mayoría de ellas se centran en los ritos de iniciación, las fiestas organizadas en la hermandad Delta o las venganzas de estos para con la hermandad Omega e incluye algunos (leves) toques románticos y desnudos de por medio. Eso sí, se vuelve repetitiva hasta su desenlace final, en el que guionistas y director despliegan todas sus armas para realizar una disparatada sucesión de gags.

La dirección es correcta, pero el guión sufre de unos altibajos durante todo el metraje con un humor no siempre bien empleado, incluso en ocasión desafortunado, eso sí, suple muchas de sus carencias durante su tramo final. Los actores simplemente realizan su cometido, si bien destaca John Belushi, más por su papel que por su actuación. Como curiosidad destacar los breves papeles de Kevin Bacon y Donald Sutherland, este último interpretando a un liberal profesor. En definitiva, Desmadre a la americana resulta entretenida por momentos pero un tanto desigual en su resultado final.

No estaba muy seguro de si me apetecía enfrentarme a otro falso documental. Ya en su día tanto El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project) como Paranormal Activity me parecieron una tomadura de pelo. Tan sólo Rec me ha gustado y aterrado a partes iguales. Pero, tras leer distintas opiniones de entusiastas fans, decidí darle una oportunidad a este trabajo, el cual nos narra las desventuras de un cazador de trolls (Otto Jespersen) y de un grupo de jóvenes estudiantes decididos a filmar el peligroso trabajo de éste.

Lamento decir que la película me ha decepcionado. Puede que lo haya hecho porque no resulta especialmente aterradora (a excepción de un par de momentos muy puntuales apenas existe tensión, digamos que funciona mejor como cinta de aventuras que como producción de terror paranormal) o porque el diseño de los trolls peca de infantil (aunque los efectos son más que notables, los dichosos trolls guardan un parecido más que razonable con algunas de las marionetas creadas por Jim Henson). No sé, quizás este tipo de cine no esté hecho para mí y Rec sea la excepción que confirma la regla.