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Críticas de John Giraldo
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Críticas 115
Críticas ordenadas por utilidad
5
27 de enero de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Periodista y docente universitario
[email protected]

La película La Playa es sin duda un cine de región. Sin consolidarse una tendencia en el cine colombiano, el gran ojo se abre para mostrarnos ciudades, sitios, parcelas, lugares no antes retratados por la pantalla grande. La Sirga nos conectó con Nariño, Apaporis nos ubicó en las inmediaciones del Vaupés, Sofía y el terco en un lugar de las montañas, ahora La playa narra una ciudad capital del país donde no están los grandes edificios o el progreso; se trata de una historia de la comunidad afro, de cómo sin territorio, habitan una ciudad que a veces los condena o los margina y donde pesa mucho su vida pasada: el haber sido desalojados de su sitio natal.

La Playa explora las consecuencias del conflicto. No hay balas, ni siquiera la necesidad de mostrar de forma directa lo ocurrido por allá en donde habitaba la familia de Tomás, el protagonista de la película, quien con sus dos hermanos más y su madres afrontan una ciudad que no les pertenece y por el contrario los excluye. Ese es el merito de la película: reflejar una marginalidad abrupta, dolorosa, con una carga emocional muy fuerte. Es una pesadilla haber sido despojados de aquel entorno y estar naufragando en otra realidad. La película se resume a esto: una familia de afro descendientes vive con angustias y zozobras luego de haber sido expulsada tras el asesinato del padre, además cuenta con varios matices: una madre resignada, un hijo (el menor) en las drogas, otro quien ama más estar afuera y regresar al norte (el mayor) y el del medio, Tomás (el del medio), quien aunque con fuertes dolencias intenta recobrar la esperanza en donde ahora vive.

Es una película sencilla. Cuesta adaptarse a ella por lo sobria. Diálogos muy predecibles y sin sustancia: les faltó elaboración. Un ritmo lento y un tema del cual uno espera más fuerza. Es tan elemental que aburre y es tan necesaria que uno la acoge. El trabajo mayor podría estar en la falta de un guión más compacto, cuyas alternativas nos brindaran más contexto, un poco de menos frialdad con los personajes, más posibilidades de conexión entre espectador e historia. Más fuerza narrativa, eso es lo que falta

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John Giraldo
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1
3 de enero de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Periodista y docente universitario
[email protected]

Que cambie todo pero no el modo de hacer cine de Dago García. Es la mejor psicología moderna para los colombianos. No hay nada que se le parezca a Dago; como la famosa cantante única del Perú: Wendy Sulca. La diferencia es tan solo que Dago acumula más fans en un solo día, por ejemplo 102 mil espectadores en su día de estreno. Es necesario ratificarlo, el Paseo es la mejor película colombiana. La genialidad de sus creadores no pudo ser inferior a las necesidades de espectáculo y diversión de los colombianos. El Paseo dos augura un camino insuperable, utópico para cualquier realizador en la nación que tiene como sueño conseguir esa cifra para todo el tiempo en cartelera.

Nadie se queja en la función, pues la sala se encuentra tan llena como montar en una hora pico de Transmilenio o Megabús. Se escuchan los crujidos de las crispetas, hay quienes educan a sus hijos en geografía diciendo que en ese lugar de Cartagena estuvieron y que ellos también padecen de algún salpullido raro. Los más fanáticos celebran tirando crispetas para los lados. Es la panacea de la unión familiar y el castigo a lo popular: “no comer arepehuevo porque da daño de estómago”, “no andar por calles donde viva gente indeseable porque son unos malencarados que te pueden robar”, “no competir con familias obesas porque son cursis y engañosas”, en fin hay todo un decálogo para la buena convivencia. Es la forma para alivianar las penas, detestar lo que nos enorgullece y mejor soñar con ir a París, estar en la mejor suite de un hotel en Cartagena y disfrutar de los planes alejados del bullicio y el gentío.

El Paseo dos reúne lo que todo colombiano quisiera soñar: una esposa que no chistea aunque tenga caprichos, unos hijos tecnologizados y buena onda que se burlan del papá, una suegrita demalas en el amor, pero un amor de señora que intenta pasear con un muchacho ventiañero, un humilde y avezado jefe de hogar que no es de más criticar porque trabaja, intenta todo el tiempo hacer el bien, y ofrecerle felicidad a su adorada familia. Es más, es una familia perfecta que goza de sus sufrimientos y mantiene el pasado congelado porque es lo más rico que pudiera haberse vivido, “no sé cómo se casó con este mequetrefe si ese churrito lo tiene todo, hasta plata de sobra”, dice la querida suegrita.

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John Giraldo
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3
11 de junio de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Puede que ahora no me entiendan pero algún día me lo agradecerán...”
Harold Trompetero, tres días antes del estreno de su película, en su cuenta del Facebook.

Por: John Harold Giraldo Herrera
Periodista y docente universitario-
[email protected]

Risas van y risas vienen, es en lo que se resume la película Mi gente linda mi gente bella. Pero además, en un montón de inconsistencias. Por supuesto que los colombianos contamos con esa particularidad de tomarnos la vida con sentidos diversos, gozamos tanto con el folklor propio como con querer ser otros y eso es aprovechado por la productora de Dago para enrostrarnos ese flanco risible de la colombianidad. Esta vez se fue con toda con la intención de decirnos: así somos, esto es Colombia, acá están los personajes más sobresalientes de una familia de clase media empresarial, y adicional: con esto se encuentra un extranjero cuando viene al país.

La más grande de las inconsistencias de Dago y en este caso del director Harold Trompetero es plantearnos una película moralista, en el sentido de que pese a nuestra jocosidad como colombianos, no dejamos que nos humillen y vivimos felices siendo como somos. Primero porque no hay un sostén a lo largo de lo mostrado, salvo situaciones a modo de stand comedy de una familia, son forzadamente escenas de asuntos en los que por supuesto salta a flote una idiosincrasia: aparentemente por cualquier extranjero nos doblegamos, siempre queremos sacarle provecho y ventaja a cada situación, utilizamos a los demás para beneficio propio, nos marca una ingenuidad indigna, aunque amamos la tierra visionamos estar en otras latitudes, la tragedia es también una posibilidad de sonreír, perder es ganar un poco, que hacemos festividades pero siempre formamos un bochinche, que somos uno con los demás pero otros internamente, y en fin, podría asumirse una lista de criterios del ser colombiano y todos como se coligen son para en la película para producir la burla y deducir que no importa, eso somos, y de remate somos felices así y en todo caso cada cual se sale con la suya.

La serie de cuadros de la película son un conjunto, hay desde un pastuso, costeños, rolos, opitas, y una colombiana que no se cree tal, y un sueco caracterizado por un inglés, reforzado, dizque descubrió que vivía aburrido y así de la noche a la mañana se viene para Colombia en búsqueda de su felicidad, aparente toca decir. De modo pues que uno podría decir que la estrategia es comunicar un algo con la ironía, pero no, esa forma tan brillante de posibilitar un mensaje, no alcanza, lo que obtenemos son risas y más risas, y carcajadas y luego un cinismo absurdo.

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John Giraldo
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7
18 de diciembre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente y documentalista
[email protected]

La minería es punta de lanza del llamado progreso, o una locomotora del desarrollo, esa es la visión corporativista y de ciertos gobiernos. Para las comunidades y para la propia naturaleza constituyen uno de los más grandes focos de destrucción. En toda Latinoamérica operan varias multinacionales del despojo, quienes vienen por los preciados minerales, saquean, estropean, y terminan obteniendo ganancias multimillonarias. En aquellos lugares se ha incubado por fortuna la defensa, la resistencia y el impedir que se destruyan los ecosistemas. Gracias a la explotación de nuestros recursos, nos hemos dado cuenta del valor y de la riqueza con la que hemos contado, no obstante, nadie tendría el derecho de conceder una afectación contra sí mismo al . Se dice en las consignas de los defensores: el oro no se come, el agua es un patrimonio. Y de allí se ha desplegado una disputa innecesaria, ya que no habría lugar a impulsar defensas de algo que es reconocido como un baluarte.

La hija de la laguna, es un documental, que nos muestra como en el Perú, en un contexto geográfico donde vivían tranquilas unas personas, arando la tierra, cuidando el contexto, manteniendo una relación de equilibrio. Luego viene el destajo, la explosión a cielo abierto dejando un hueco, un poso donde la afectación es visible, para saciar una fiebre, la de un material simbólico, que sin ser útil o sirva para grandes necesidades, tan solo satisface un gusto, una estética, una simbolización de poder. La madre agua se encuentra en peligro, con ella la vida y así todo lo que nos ha sostenido, Mama Yaku la nombran, es la conexión con cada partícula de la existencia, como dijeran los Mayas, nada se encuentra aislado.

Por fortuna, las comunidades no se han quedado quietas, pero hemos podido observar cómo se activan todos los poderes para mantener unos intereses, mientras que se atropella y vulnera a las gentes que resisten, se les niega sus derechos y reconocimientos ancestrales. Mientras que nos siguen extrayendo, explorando y acabando lo que no debería ni siquiera tocarse. Cuando se le causa un atentado de tal magnitud a la tierra, pierden los niños, las especies amenazadas por la extinción, causamos un daño irreversible, nos sumimos en un retroceso y en el fondo todos nos vemos expuestos a las consecuencias de atacar la casa donde hemos vivido por cientos de generaciones. El daño no es sólo a una parte, el ecosistema vibra y aunque los países ricos apenas se vean en el documental en las pasarelas, como disfrutantes de la moda, y de los derivados del oro, ellos también se clavan un cuchillo, al permitir que su sitio de morada se esté deteriorando.

Una causa común por fin nos unirá: la de ver maltratada y vulnerada la pervivencia de otras especies y presenciar el deterioro de ese ser que nos ha acogido, resguardado y ofrecido lo necesario para respirar: entonces tendremos que proclamar la liberación de la madre tierra. El director Ernesto Cabellos, ya ha viajado con la protagonista Nélida a varios lugares del mundo con su documental; la historia termina siendo inspiradora, contagia, por ver a una mujer luchadora y guerrera, decidida en proteger su hábitat, que se prepara, conversa con los espíritus, y al tiempo no es sólo ella, es la muestra de una cantidad de gentes en la misma línea.

La hija de la laguna ha venido escalando, su propuesta es sencilla: nos instala en geografías olvidadas y que de repente cobraron intereses por haber allí oro u otros recursos mineros, luego no importa qué toque hacer para extraerlos y esto significa burlar el espacio de comunidades, acabar con el entorno, sobre todo con ese líquido vital: el agua, el oro no se come. El agua es el recurso esencial. Después esa hija es Nélida, nos toca lo sensitivo y también nos da un marco para comprender la estupidez de destruir lo que debería ser preciado, hasta que no sólo explota sino que nos permite ver flancos de una realidad muy dolorosa, en la que la defensa es una prioridad.
John Giraldo
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9
16 de febrero de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
[email protected]
"La vida es una tragedia si la ves de cerca, pero una comedia si la miras con distancia".
Charles Chaplin

Charles Chaplin, ese genio del cine, del género cómico, no pudo ser encasillado más que en un tipo que hizo cine mudo. Sus obras como las de cualquier artista cobraron varios caminos y hoy siguen siendo interpretadas de múltiples maneras. Como muchos artistas tuvo que exiliarse por las críticas feroces de haber sido comunista, antiestadounidense, entre otras. Todo ello lo negó, pero independientemente de eso, dejó para la posteridad una serie de imágenes en movimiento, son más de 90 obras fílmicas en las que inmortalizó personajes como Charlot y por febrero de 1936 inauguró uno de sus máximos clásicos: Tiempos modernos.
Tiempos modernos una obra clásica del cine, es más que el testimonio de un director de cine empeñado en hacer una película. Es luego de 75 años, una forma de vernos grabados, y cuando digo vernos, quiero decir que allí podemos ver las premuras del tiempo, aquellas que dicen que es oro, y no vivencias o experiencias gratas o ingratas; también ver ese mundo turbado, conflictivo y pesado de las máquinas, la desolación de un individuo fracturado, incómodo pero sobre todo un ser capaz de enaltecerse así mismo, además bajo el elemento de mayor elocuencia: lo cómico.
La obra inicia dando un contexto de la trama. Un cuadro de texto diciendo: “Tiempos modernos. Una obra sobre la industria, la iniciativa individual y la cruzada humana en busca de la felicidad.” Luego la imagen de una serie de ovejas, semejando el hecho de la multitud, después un tumulto de gente precipitada buscando el lugar de trabajo en las industrias, mientras que un solo sujeto, quien hace las veces de gerente, arma un rompecabezas, lee la prensa y ordena subir la velocidad de las máquinas de la fábrica, valga decir de los obreros. Aparece Charlot, quien intenta ajustarse a la velocidad, a ese apremio de no descuidarse, y la mecanización es tan despiadada que queda con un tic. Como si previera el mundo futuro, nos muestra escenas del gerente en pantallas husmeando hasta en el baño, máquinas para dar de comer al obrero mientras siguen los obreros trabajando. Lo que sigue en el transcurso de la película no deja de ser una gama diversa de situaciones entre la tragedia, el mundo voraz del capitalismo, la angustia de la existencia, pero su lado amable: la búsqueda de sí en medio de la simpleza de hacer actos por el prójimo.

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John Giraldo
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