Reconozco que "Mortdecai" no es precisamente una película fácil de defender. A pesar de presentar una pareja de excelentes intérpretes, la formada por Johny Depp y Gwyneth Paltrow, hay un aire de sobre-actuado que inunda todo el relato, a caballo entre la comedia ligera y la parodia, sin llegar a concretar a ninguna de las dos. Por momentos quiere generar la atmósfera de "Gran hotel Budapest", aunque queda lejos de poder compararse con ella.

Sin embargo, su ritmo ligero y algunos de sus gags hacen que el film de David Koepp resulte pasable, incluso permitiéndose algún puntito de glamour. Resulta sorprendente que para un proyecto de estas característica se logre presentar un casting tan sólido, hallando al mismo Ewan McGregor en el rol secundario del agente de policía secretamente (bueno, no tan discreto) enamorado de la mujer del excéntrico marchante.

Muy machada en los Premios Razzie, no deja de resultar inevitable buscarle alguna coartada a esta cinta poco inspirada pero entretenida. En realidad, teniendo en cuenta bastante de la "fast food" que nos obliga a tragar Hollywood año tras años, "Mortdecai" sería un entremés industrial pero servido con cierto sentido del gusto.

Parodia de sí misma y el género de sofisticados atracos, termina levantando alguna sonrisa y, cuando hay tanto talento delante de la cámara, incluso surge alguna buena escena.

Se ve con el aire que solamente posee el placer culpable.

De la factoría LEGO surge una nueva película sobre Batman que entra rápido por los ojos. Su hiperbólico sentido del humor y carácter de parodia no impiden que tenga algunas pinceladas de excelente reflexión metaficcional sobre el mítico justiciero de Gotham surgido de la mente de Bob Kane y Bill Finger.

Chris McKay dirige a buen ritmo un metraje que no se hace pasado, repleto de guiños a la cultura pop y apta para todos los públicos, pudiendo ser disfrutada por espectadores/as de cualquier franja de edad. Desde su relación con el Joker, pasando por su fama de huraño solitario, el Caballero Oscuro se verá bastante bien reflejado en este espejo deforme de construcciones.

Naturalmente, hay inevitables simplificaciones de los protagonistas, puesto que no es tarea nada fácil condensar décadas de historias sobre un icono de las viñetas que ha tenido todo tipo de interpretaciones, desde el Bats de Adam West a la revisión gótica de Tim Burton, pasando por el tono más adulto de Christopher Nolan.

Todo es valido mientras se haga con cariño por el Murciélago y con capacidad de entretener a la audiencia. Indudablemente, LEGO cumple esos preceptos de una manera más que digna.

Desde que fuera descubierto por Andreu Buenafuente, Jordi Évole ha sido una de las mejores noticias para la investigación y entretenimiento televisivos. Quien comenzase como un follonero de platós, fue tornándose en un periodista improvisado y perspicaz, alguien que fue tornado su programa de "Salvados" en un espacio curioso dentro de las guerras mediáticas y los intereses de los mercados.

Con "Operación Palace", el enfant terrible juega a ponerse en disfraz de Orson Welles, teniendo la audacia de coger uno de los capítulos claves de la Transición Española: el intento de golpe del estado del 23F. Como sin duda esperaban su equipo y él, tras su emisión el domingo fue aplaudido y criticado a partes iguales por este peculiar documental. Sin embargo, ¿era para tanto?

Está claro el trasfondo y la reflexión que Evolé pretende hacer, de cualquier modo, a título personal, no deja de apreciarse cierta chusquería en su montaje, si bien brinda una teoría que durante mucho tiempo ha sido sostenida por analistas del período. ¿Y si el intento de toma de poder había sido falso? ¿No podía tratarse el 23F de una especie de conjura de Catilina destinada a fortalecer a grupos y testas coronadas que ganarían popularidad con el hecho en unos años convulsos?

En definitiva, un material muy bueno pero que me parece no llega a rematarse. Incluso parecen legítimas las críticas de que Evolé lanza la piedra y esconde a mano, como si todo, más allá del artificio, no dejase de ser una gamberrada más infatiloide que madura, ese a no estar exenta de talento y convertir a José Luis Garci en el Stanley Kubrick del aterrizaje del hombre en la Luna.

No creo que "Salvados" hiciera un atentado contra nada ni nadie por esta filigrana, pero tampoco pareciera que descubrieran la pólvora. No se fíen de todo lo que vean en la caja tonta porque tenga un narrador con voz de señor serio. Un mensaje simple, Evolé no iguala la originalidad de Welles (inteligencia que, por otra parte, provocó la muerte y accidentes de personas, así que no consideraría yo su "Guerra de los mundos" un éxito precisamente), lo que debería inquietarnos en es tanta gente se lo creyese por unos instantes.

Tras una etapa un poco más institucionalizada y un tanto light, "El bar" supone el regreso por la puerta grande un Álex de la Iglesia visceral. No esperen excesivas informaciones acerca de lo que ocurre en el exterior, todo es un pretexto del cineasta vasco y su guionista predilecto para colocar a una jauría humana en situación de máxima crisis.

"El miedo nos hace ver cómo somos realmente". Una premisa fascinante y que este singular creador usa sin pudor para hacer bajar a la cloaca a sus protagonistas. La transformación del personaje de Blanca Suárez (la cual aprueba con nota un tormento similar al que sir Alfred ejercía con la cámara a sus musas) es una metáfora perfecta de lo que estamos hablando.

El casting es todo un acierto. Admitiendo que había arqueado la ceja con la elección de Mario Casas, creo que aquí hace uno de sus trabajos más sólidos como actor. Menos sorprendente es el magnífico saber hacer de veteranas como Carmen Machi o Terele Pávez, en las cuales su director sabe que puede confiar en todo momento.

Han vuelto muchas de sus obsesiones reflejadas en "El día de la bestia" y "La Comunidad". El Álex más salvaje con frases apocalípticas y mendigos tornados en falsos profetas.

Una cinta pasional que no puede complacer a todo el mundo. Pero sospecho que a su legión de acólitos encantará. Me incluyo modestamente entre ellos.

Verdadera película de culto sobre el mito del vampiro, si bien el film se toma una serie de licencias brutales con respecto a la célebre obra maestra de Bram Stoker. No obstante, todo sirve para comprimir en poco más de una hora el mito de Drácula, destacando, como de costumbre, la poderosa presencia de Christopher Lee como el malévolo conde.

Encuentra una réplica de altura en Peter Cushing, formidable desde el principio como el profesor Van Helsing, siendo ya desde su estreno una de las encarnaciones más reconocibles y apreciadas del célebre antagonista de los vampiros. El éxito fue tal que pronto dio lugar a una secuela.

Haciendo maravillas para el presupuesto de la época, si bien sus efectos especiales hoy nos pueden parecer ridículos, "Drácula" entra bien por los ojos y brinda algún momento espectacular que serían recurrentes y copiados en el género.

Una lástima que se dejen en el tintero algunos de los elementos más significativos de la epopeya literaria original.

Con todo, alcanzará rango de culto en algunos mentideros.