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Críticas de simón
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
6
1 de junio de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he tenido amigos como los que tenía cuando era niño, pero... ¿quién los tiene?.
Magnífica y certera sentencia final de una película nostálgica como pocas, de una película que exuda cándida añoranza en cada fotograma, que destila melancolía infinita en cada gesto, en cada ingenua mirada, en cada palabra.
Minimalista película que con dos o tres apuntes evoca con ternura ciertos momentos de nuestra añorada infancia, aquellos que nos marcarían para siempre, y que se han guardado impresos en nuestra memoria como los mejores años de nuestra vida.
simón
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6
7 de enero de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando consumes tu vida percibiendo la inutilidad del inexorable paso del tiempo, cuando un mundo de vivos y abigarrados colores se transforma en una masa amorfa decolorada, cuando las nubes tornan un día claro en un cielo gris y plomizo, cuando la melodía de la vida se torna en un monocorde sonido sin sentido, cuando tu corazón antes sagaz y despierto se marchita con el ritmo de una rutinaria existencia, cuando la abulia de la cotidianidad contamina una ya dejada esperanza, cuando una ominosa retahíla de sinsabores se impone a una vida de inmensas pero incumplidas expectativas, cuando una incontable letanía de pocos gratificantes sucesos se repiten con gravosa frecuencia, en definitiva, cuando adviertes la vacuidad de tu existencia, cuando todo eso ocurre, sólo queda un sentimiento al que asirse con fuerza, y ese no es más que el del AMOR: sentimiento que consigue que al fin todo tenga un sentido último, que logra dar color a un vida consumida en blanco y negro, que arranca el milagro de creer que la vida es hermosa y placentera, antes malgastada en inútiles y vanos acontecimientos.
simón
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7
7 de noviembre de 2008
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La familia Savages, otro film con pretensiones balsámicas y/o terapéuticas nacida del inveterado manual del buen cine independiente norteamericano, pienso, al leer su sinopsis en las diferentes publicaciones especializadas. Quizá, prosiguiendo en mis divagaciones, se trate de una suerte de pequeñas pinceladas, misceláneas, de otras notables obras similares del estilo: “Pequeña Miss Sunshine”, “Juno”, “Puedes contar conmigo”, “Algo en común” o “A Propósito de Schmith”, por citar sólo algunas recientes.
El inicio, ciertamente, no causa decepción, ofreciendo lo que previamente mi experiencia y sentido común había dibujado ya visualmente, en una sucesión de escenas que exhortaron sensaciones parecidas a las conquistadas con el visionado de films parecidos a los ya citados.
Así las cosas, poco a poco, fotograma a fotograma, con mucho esfuerzo y destreza, la película van ganando en intensidad, aportando con ingeniosidad gran dosis de frescura en un tipo de cine anclado en posiciones bastante más anquilosadas de lo que en un principio, tras un somero visionado, podría llegar a simular.
Cierto que habla, con maneras análogas a otras ya vistas, del gigantesco latigazo que supone el inopinado descubrimiento de una impenetrable muerte, sobre el inane romanticismo que desprende y el vacío que todo lo envuelve en un denso vaho y cubre como un pesado manto. Cierto que aborda y resuelve ciertos problemas de temática familiar con un talante parejo a títulos de menor calidad, próximos a infumables telefilms de sobremesa. Es verdad que habla, también de forma similar y con los mismos esquemas ya vistos en producciones recientes, sobre la pesadumbre de descubrir lo baladí de una huera existencia y la volubilidad de la esquiva felicidad; del impacto dañino del fútil paso del tiempo; sobre lo trivial de los contrariedades individuales; sobre el padecimiento de desafiar a pecho descubierto el pesado lastre que supone la anodina cotidianeidad; sobre las inextricables e insondables veredas de un futuro hostil a afrontar en la más ignominiosa y yerma soledad; y sobre, en definitiva las tribulaciones y dudas personales que supone la inaplazable búsqueda de respuestas ante las preguntas planteadas.
Cierto. Pero, a pesar de lo mismo, lo que no se puede soslayar es la indecente precisión con la que diserta y departe acerca de todos esos aspectos que algún día el ser humano, indefectiblemente, habrá de afrontar. ¿Qué somos?¿Hacia dónde nos dirigimos?¿Ha tenido sentido nuestra existencia?¿Hemos obrado de forma correcta?¿Qué significado tienen nuestros actos?¿Llegará el fin de mis días con la sensación de haber desperdiciado una vida?
simón
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3
25 de noviembre de 2009
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se despierta un día cualquiera y se mira en el espejo,
y ahí está la imagen que devuelve de él ese pendejo,
la de un crío adolescente sin pelo en el entrecejo.
Le divierte pensar en no aguantar más a su jefe cabronazo,
como cada día desde hace tiempo de ocho a ocho en el trabajo.
Sumando con lenta letanía días al calendario,
amargándole la vida con amenazas de despido diario.
Y le gusta no tener que asumir alguna responsabilidad,
como pagar esa hipoteca que suma ceros sin piedad.

Está encantado con su nuevo cabello,
ya no está tan calvo y eso le hace más bello;
y le gusta no verse arrugas, ni tanta barriga,
que asomaba un poquito más día a día.
Y se viste con estilo rapero,
con tres tallas más de pantalón vaquero,
que dejan ver la raja de su pelado trasero.
Cojeando con gesto altivo y regio,
se desplaza flotando hacia su colegio;
donde se encontrará con su novia María,
que como le susurró al oído un buen día,
le seguiría y le amaría toda la vida;
defendiéndolo con pasión en público,
cada vez que con esos pantalones caídos deja ver el vello púdico.

Sin embargo, al cabo del día, no es todo como suponía,
sólo piensa en sexo, y esa euforia difícilmente contenida,
no le deja pensar con la claridad que cree que debería.
Y realmente su novia es como un gran bulo,
sólo se preocupa si le creció el culo,
y come ensaladas con sólo una hoja,
acompañada, eso sí, de un gran batido de soja.
Y es tan inestable que han discutido mil veces,
casi siempre por solemnes gilipolleces.
Y la pobre es tan impulsiva,
como un péndulo a la deriva.
Y los colegas, que muermazos, sólo piensan en darse grandes lotazos,
y no hablan más que de chicas y de sus tremendos culazos.

Él decide comprar algo bonito y caro,
pero en el bolsillo no le queda ni un mísero centavo,
y todavía queda un largo rato
para que sus padres le adelanten el pago.
Así que decide volver a casa lamentándose de su mala pata,
y se cruza en la puerta con su madre con rulos y en bata;
y le dirige una mirada de odio que parece que lo mata,
y le suelta el coñazo con una basta perorata.


Pero el día siguiente se despierta y se obra el milagro,
otra vez en un viejo se ha transformado;
comienza a no saber nada de la Logse ni de esas chorradas,
vuelve ser capaz de operar con raíces cuadradas.
Y empieza a crecerle la barriga,
pero ha dejado de tener que fumarse hasta la colilla;
y está exultante y feliz,
ya puede comprar algo más que un triste regaliz.
Y regresa a su trabajo, oye sí, que le importa un carajo,
pero por lo menos no se parte porque al profe le han tirado un gajo.


Por cierto, acepta estos consejos como valiosos presentes:
te digo que la película está hecha para adolescentes,
y es más mala que un dolor,
no te la recomiendo, si la ves sería un grave error.
simón
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6
16 de abril de 2009
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La soledad como único camino, como impar y torturada senda, como la vía común que confluye en ese lugar que todos en un momento dado ocupamos, en la insanía de un espacio mental y físico poblado de viejos fantasmas que nos atormentan en su recuerdo.
La soledad como alternativa a una vida de incontables sinsabores, de innumerables capitulaciones personales, como salida de un asfixiante callejón que se angosta a cada paso, como resignada elección a la derrota amplificada por la angustiosa realidad.
La soledad como metáfora de una existencia contada bajo el yugo de gélidas vaharadas, relatada en la égida de una impostada evasiva compartida, narrada al calor de una falsa compostura.
La soledad explicada en 53 días de invierno.


La resurrección como paso último a un necesario vaho de vida plena, como salto de islotes de esperanza situadas en el océano de una inmensa insatisfacción.
La resurrección como consecuencia de la ominosa realidad vivida sin vida, como el resultado último del desdoro de una pérdida y la desdicha del abandono más hiriente, como corolario final del profundo resquemor del poso de la duda.
La resurrección como reacción a una decrépita figura reflejada en un patético juego de espejos, como obstinado desenlace a una serie de desencuentros personales.
La resurrección como válvula de escape ante la perentoria necesidad de ser feliz.
La resurrección contada en 53 días de invierno.
simón
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