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Críticas de antonio lopez herraiz
Críticas 1.208
Críticas ordenadas por utilidad
6
29 de abril de 2019
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una equívoca propensión a creer que, además de dar por hecho que el espectador conoce a la estrella retratada, en el género de los biopics rockeros solamente hay espacio para la autofelación musical, el recorrido a las anécdotas más morbosas en la vida del artista y, finalmente, saberse al dedillo todas y cada una de sus canciones. Sin duda la complicidad entre fan y rockstar es un aditivo más a la hora de tragarte su vida y milagros en formato ficcionado.
En este caso, podríamos hacer la vista gorda, a grosso modo, a cualquiera de esos requisitos.
Aquí también hay autofelación musical, pero no sólo de esa índole, sino también en el sentido más carnal, gráfico y escatológico, con un gozoso despliegue de energía punk -y del más salvaje espíritu de comedia juvenil- jugando sobre seguro con la gloriosa máxima de sexo, drogas y rock 'n' roll. Aquí hay tetas, coños, culos y fluidos corporales. Pero sobre todo te hartarás de ver tetas. Tal vez los propios Mötley llegaron a experimentar cierta saturación de pechos, mamadas y sexo con desconocidas, y ésa sea la sensación que Tremaine trata de compartir.
Y sí, también hay un repaso sonoro a los más populares trallazos de la banda de hard-rock Mötley Crue que, por supuesto, actúa como el ingrediente que sus fans más entendidos -entre los que no me incluyo- exigirán para pasárselo en grande.
¿Qué queda para los demás? Descubrir de una jodida vez a Mötley Crue, aparcar el cerebro en una esquina, no pensar y disfrutar del show.
Aquí no hay instantes épicos, ni frases rimbombantes antes de salir a escena, ni grandes caracterizaciones, ni pinceladas telefílmicas a los momentos más dramáticos. Tal vez el momento más susceptible de cargar las tintas sentimentales sea el del fallecimiento de la hija de Vince Nail (Daniel Webber), y afortunadamente esa secuencia te deja con el corazón en un puño.
Bueno, en lo de las caracterizaciones habría que echarle también de comer aparte a un bochornoso, grotesco y pasadísimo de rosca Ozzy Osbourne, interpretado por el cómico estadounidense Tony Cavalero con tan poca sutileza como si fuera el personaje secundario de cualquier comedia de Adam Sandler.
'The Dirt' (2019, Jeff Tremaine) sale mejor parada de lo que cabría esperar en un cocktail tan acelerado y loco de sexo, melodrama y comedia musical. O dicho de otra forma: esto es sólo rock & roll... pero me gusta. Sí, ya sé que eso lo dijeron otros, pero viene jodidamente a huevo para describirla
antonio lopez herraiz
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10
18 de noviembre de 2023
9 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El deficit de atención autóctono hacia nuestros propios tesoros hace que Louis CK o Larry David copen parte de la atención que convendría converger hacia Juan José Millas haciendo, en ocasiones, casi exactamente lo mismo (a veces sin el casi) sobre el papel, atiborrándonos de un patetismo hiriente y etéreo trufado de relaciones tan indelebles como surrealistas e indefinibles.
¿Qué pueden tener en común el subtexto de la crisis laboral, la que obliga a una programadora informática a reciclarse en una taxista que vive obsesionada por su vecino y la ópera de Turandot?
En el mundo de Millás absolutamente todo.
Malena Alterio vuelve a hacer de su capa fetiche un sayo, empleando la desgracia -generalmente no ajena-, el desasosiego y un rictus de asco permanente por la vida la más potente de sus armas tragicómicas de destrucción (o creatividad) masiva contra, paradójicamente, la negatividad del público que busca en ése su don la medicina regenerativa para escapar de la realidad o, en este caso, mirarla de frente canalizando una amargura deliberada, consciente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
antonio lopez herraiz
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7
6 de mayo de 2022
6 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con algo más de 20 años de bagaje "con éxito" en pantalla grande, el negocio peliculero de marvel atesora argumentos como para -con título implícito mediante- autohomenajearse apelotonando, juntando, reciclando y, a grosso modo, sacando la artillería pesada de una andadura cinematográfica -la televisiva peina más canas que el susodicho hechicero Stephen Strange- desde que con 'Blade' pegase el pistoletazo en 1998 a través de otras corporaciones y majors.
Dicho lo cual, y bajo la forma que cada cual quiera imaginar que desfilan esos "guiños" -maxime tras el cameo del Quicksilver de Evan Peters en 'Wandavision', de la que comparte a su protagonista-, pocas opciones se antojaban más apetecibles para conmemorar este multiverso marvelita -título implícito, insisto- que su más pionero benefactor tras la cámara (que se encuentre en activo).
Brujería, magia negra, un bicharraco gigante suelto y doppelgangers primos hermanos del de Ashy Slashy en 'Army of Darkness' a la medida de Benedict Cumberbarch rebozándose entre generosas dosis de libros demoníacos y piruetismos visuales marca de la casa acogiéndose a la enmienda del sarao metadimensional.
Que para algo nos tiene que valer contar con Sam Raimi, 15 años después de dar el portazo marvelita y salir por la puerta de atrás, recuperándolo, no sólo para una adaptación de las viñetas de la casa de las ideas al cine sino estrictamente para estar, por fin, ante su aletargado nuevo trabajo. Por cierto, que no se me pase mencionar que una portentosa Elizabeth Olsen va de cabeza al club de los mejores monstruos de su carrera.
No matizo que 'Doctor Strange en el Multiverso de la Locura' es la mejor película de Raimi desde 'Spiderman 2' -que lo es- porque las que la sucedieron no dejaban un listón que sea complicado de reventar.
Un satisfactorio juguete de aventuras, terror y pura evasión marvelita... perdón, Raimiana. O a fin de cuentas es lo mismo porque Sam Raimi ama estos personajes desde que tan solo era un renacuajo que soñaba con ir a sus rodajes ataviado con traje y corbata.
Ah sí, ¿Stan Lee? Descanse en paz. Tendríamos a Bruce Campbell para rellenar su vacío si Sam Raimi se encargase de todas las próximas películas de Marvel.
¡Pasen, pasen y vean!
antonio lopez herraiz
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7
1 de enero de 2022
6 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recordáis la última ocasión en la que Ralph Fiennes se metió en la guisa de superespía británico con look de gentleman -bombín, paragüas- ducho en la esgrima y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo? ¿o la última (infausta) experiencia de Gemma Arterton juntándose con otro agente british y sibarita intentando salvar el mundo de un tarado megalómano? Pues dejémoslo en que con el tercer capítulo -en calidad de precuela cinematográfica- basado en el universo de espías patentado en el papel por Mark Millar -guión, implicándose desde el inicio con el propio Matthew Vaughn- y Dave Gibbons en las ilustraciones, a dos de sus principales protagonistas se les concede una segunda oportunidad para arrancarse una espina cumpliendo -esta vez sí, honrosamente- con su hoja de servicio como cabezas de cartel salvándole el culo a su país (con la imprescindible colaboración de Djimon Hounsou).
Huelga decir que, sirviéndonos entre medias una más que estimable película bélica en la que concurren, entre otros, Harris Dickinson o Aaron Taylor-Johnson, Vaughn tampoco pierde la ocasión de reverdecer lustre pulp para su franquicia -antes de retomar en el tiempo presente a Eggsy y Harry Hart- viajando hasta los comienzos de la organización secreta y proporcionando en bandeja a un teatralizadamente perverso -tal como manda la tradición de un buen archienemigo en estas tesituras- Rhys Ifans como la enésima encarnación de Rasputín desempeñando las labores de villanía al alimón con Daniel Brühl y otro miembro del reparto cuya identidad no revelaré (pese a que sí lo haga un doblaje ineficazmente velado de Roger Pera).
En cualquier caso estamos ante un ejercicio de entretenimiento puro tan disfrutable como honesto.
Esta vez sí vale la pena ver a Ralph Fiennes desenvainando la espada.
antonio lopez herraiz
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6
9 de julio de 2021
4 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanto monta, monta tanto. Como enlutada dominatrix o uniformada de punta en blanco desde las botas a su cabellera pelirroja (tan natural como el perfil soviético de sus protagonistas, con la única salvedad de Olga Lurylenko) Scarlett Johansson tiene, tras incontables aplazamientos en su estreno provocados por la pandemia, o de la puesta en marcha de su producción por culpa de la indecisión de Marvel Studios, su codiciada película en solitario y a destiempo que, a la par, es la tocata y fuga superheroica de Natasha Romanoff.
'Viuda Negra' (2021, Cate Shortland) da justo lo que promete. Un pasatiempo escapista y videojueguero que da a su directora la oportunidad de hacer precisamente lo que Lucrecia Martel ('Zama') declinó después de olerse el pastel: dirigir con corrección y sin altibajos ni (muchas) concesiones al abotargamiento las escenas dialogadas de transición entre una y otra set piece para un blockbuster de espías.
Mentiría si digo que es una cita obligada para completistas de la realizadora de 'Lore', 'Somersault' o 'El Síndrome de Berlín'; pero también faltaría a la verdad al decir que te aburrirás un solo segundo.
Una despedida notable. A ver qué le depara el futuro a Florence Pugh.
Rachel Weisz ejerce con solvencia el rol de una Melina Vostokoff -aka Iron Maiden- reducida a mera comparsa en el que, no obstante, es su primera incursión reivindicable en el cine palomitero desde aquel 'El regreso de la Momia' (2001, Stephen Sommers).
'Viuda Negra' arrasará a lo largo del verano en todos los autocines y las proyecciones a la intemperie que se permitan.
antonio lopez herraiz
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