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España España · Cáceres
Críticas de Sinhué
Críticas 1.378
Críticas ordenadas por utilidad
8
12 de marzo de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Karen no es solo una señora danesa que vivió hace tiempo, escribió una novela de gran éxito (Out of Africa) bajo seudónimo (Isak Dinesen), destacó por sus cuentos, entre los que es obligado citar, por su vertiente cinematográfica, El festín de Babette, y amó Kenia y sus aledaños con dolor sereno... Karen es también, desde ahora, gracias a María Pérez, un sosegado diálogo con la amable y corrosiva existencia; un canto a la profunda amistad, la que huye de intereses y lugares comunes; una magnificación de las pequeñas cosas, las que caben en las alforjas con las que cumplimos la travesía, las que realmente importan y no pesan, aquellas que, como diría Serrat, "...nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve".

La vida, en el fondo, es un conjunto de planos fijos de los que salen y entran, de manera constante, elementos humanos, animales y artificiales que nos distraen. Claramente, cuantas menos interferencias más posibilidades reflexivas y de conocimiento personal. Lo que hace nuestra directora extremeña es colocar, cuando no está sobre ella, la cámara en los ojos de Christina Rosenvige (K. Blixen) para, con paciencia, captar el paso del tiempo, materializándolo en un parsimonioso desayuno, una perezosa siesta, un atardecer dorado, una conversación con Farah que se lleva el río... A veces el viento, la lluvia o el fuego suman su aportación mágica, la que nos muestra el humilde lugar que ocupamos en la naturaleza.

María, como ya hizo con Malpartida Fluxus Village, trajo personalmente al Cineclub El Gallinero su segundo largometraje y deseosos estamos que, más temprano que tarde, aparezca con su nuevo trabajo, por la doble y placentera experiencia de verla y escucharla.
Sinhué
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7
13 de mayo de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida de Don Diego de Zama, entre el año 1790 y el 1799, es un mal sueño, un manotear sin pausa en un tiempo de arenas movedizas, una asfixia crónica y lenta entre legajos y marañosas cartas protocolarias y burocráticas. Un oficial, un funcionario de la corona española que quiere ser trasladado de Asunción a Buenos Aires, para huir de una existencia gris, que está anclada en el deterioro y la espera infinita; lejos de su familia y de los ascensos a los meritorios colonialistas.

Captando toda la esencia de la novela que Antonio Di Benedetto escribiera en 1956, Lucrecia Martel se para fundamentalmente en los espacios muertos, en los segundos convertidos en deformes granos de arena que sufren para cruzar la ampolleta; en la huida a cámara lenta de un ser consumido por la soledad y el vacío; un embajador imperialista que tal vez está recibiendo el trato que merece, aunque él siga creyendo que su decadencia es injusta, y que el fatalismo seguirá cebado en su persona, hasta que un barco le saque de la cloaca del Paraguay.

Posiblemente este drama existencialista, con un perverso y maloliente sentido del humor, sea una especie de ajuste de cuentas de Lucrecia Martel, antes del mendocino Di Benedetto, para con los conquistadores españoles que fueron buscando gloria y, en ocasiones, encontraron algo muy diferente a una recompensa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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10
22 de abril de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer volví a los dominios de Charles Foster Kane, gracias a los desvelos del Cineclub El Gallinero que, milagrosamente y destrozando todo argumento agorero, sigue velando por la existencia del cine de autor en una región de belleza exótica del Norte de Extremadura; pero donde a pesar de casi 20 años y 545 títulos después, el buen cine sigue siendo: "...ese tipo extraño y sospechoso que acaba de llegar al pueblo, al que conviene vigilar desde la distancia"

La Sala Avenida, a pesar de las restricciones por cuestiones sanitarias, llenó un aceptable número de butacas y al apagarse las luces, nos trasladamos ochenta años atrás; e incluso más, cuando algunos de los que sobrevivieron al emperador de Xanadú nos hablaron de su infancia.
Prácticamente todos habíamos sido testigos en alguna ocasión de la azarosa vida del potentado a quienes muy pocos se atrevieron a llamar Charlie, pero estoy por apostar que la mayoría descubrimos una película fresca y nueva. Es el premio indiscutible de lo que ha nacido para perdurar: la eterna juventud.

No hay palabra o gesto que sobre en este manantial de sabiduría cinematográfica, todo está bien hecho, bien estudiado. El guión convierte en protagonista hasta el más humilde de los múltiples personajes que pululan por las redacciones, calles capitalinas, teatros de ópera o los laberínticos pasillos de la mansión de Florida. Unos y otros están cargados con la sensatez de sus propias verdades, poseen una digna dimensión humana y resultan coherentes hasta cuando se equivocan.
Tan bien engarzados están los diálogos, hay tal carga filosófica y existencial en ellos, que me lleva a dudar de que un jovencito de 25 años, sin suficiente bagaje intelectual y experimental fuera capaz de levantar un monumento tan colosal. Hay cosas que solo dan los años y la mundología. Y es aquí donde habría que dar pábulo, bajo mi punto de vista, a las voces que siempre han mantenido que el escritor, al menos en un 80% no es otro que Herman J. Mankiewicz (Mank) y que Orson Welles se atribuyó más méritos de los que le corresponden en la idea literaria.
Esta circunstancia no restaría, por supuesto, valor alguno a un creador de talla superior como el genio de Wisconsin, que venía de inquietar a los radioyentes estadounidenses con un imaginativo programa radiofónico basado en la obra de Herbert George Wells: La guerra de los mundos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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7
11 de febrero de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Queda claro que a Gaspar Noé no le preocupa en absoluto incomodar al espectador, de hecho parece buscar situaciones que provoquen ese fastidio. Lo hace enfrentando a los personajes, con sonidos chirriantes, con iluminaciones epilépticas... Siempre buscando el lado oscuro de los individuos y sus historias.
Son sus señas de identidad y quienes acceden a sus films deben estar sobre aviso para elegir el día adecuado; sí, todos tenemos momentos en que nos venimos arriba y el cuerpo nos pide marcha y nuevas sensaciones; esa es la coyuntura adecuada para entregarnos al extraño arte experimental del bonaerense-francés.

En Lux Aeterna, crónica convulsa de un rodaje que se centra en la joya de las torturas de la Inquisición: la quema de brujas; el director, que se sabe un hereje más, candidato a la purificación por el fuego; retuerce el guión, lo trocea, lo aliña con ingentes cantidades de sal, vinagre y guindilla; hasta convertirlo en un cóctel explosivo que amaga convertirse en un río de lava ardiente, que dejará chiquitas las hogueras preparadas para Charlotte Gainsbourg y sus compañeras nigrománticas.

Pero cuando has acabado con el aluvión de incordios para el sistema nervioso que el argentino nos tenía reservado en esta corta sesión; concluyes, no solo en que has visto algo poco habitual, también en que has participado de una ceremonia en la que sin quererlo has interactuado, porque tus percepciones cerebrales y sanguíneas han ido muy por delante de tu cuerpo inmóvil.

Sé que algunos mantienen, mientras compran un ticket para subir a la montaña rusa, que no hay que pagar por sufrir. Pero qué monstruos seríamos si careciéramos de adrenalina, morbo, de esas gotitas concentradas de masoquismo, de las migajas sádicas que adornan nuestro babero... Somos, posiblemente los únicos animales paradójicos.
Sinhué
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7
5 de noviembre de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda la impregnación de obras referenciales como El señor de las moscas (Willian Golding) y la visualización apocalíptica que hizo Coppola (Apocalyse Now) del Corazón de las tinieblas (Joseph Conrad), están presentes en esta relectura y nueva reflexión cinematográfica que hace Alejandro Landes sobre la vulnerabilidad e inestabilidad moral del ser humano y su pequeñez dentro de una naturaleza de cuyo control presume.

La contaminación con unos antecedentes tan ilustres, no resta méritos a este laborioso proyecto del colombiano que, además, se ha visto obligado a diferenciarse aportando situaciones creíbles a planteamientos filosóficos, alucinógenos y distópicos, que desembocan en una cruda y desesperanzadora realidad.

La amplitud del plan pergeñado por el director, aunque partiendo de una clara circunscripción: el secuestro de una norteamericana de cuya vigilancia se encarga un pelotón de jovencitos paramilitares; es posiblemente culpable de que el relato sufra algunos titubeos, al menos en su primera parte, que acaban siendo resueltos en una fase final mucho más clarificadora.

La violencia, camuflada como disciplina y consolidación de madurez, e insertada en tiernas mentes, devuelve a las víctimas a su estado más prehistórico e instintivo, convenciéndolas de que es la única salida que garantiza la supervivencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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