El Gran Hermano observa todos tus movimientos y si quebrantas sus rígidas reglas, estás muerto. Ese es un resumen eficaz de esta película. Pero esta es de esas películas que necesitan de manual de instrucciones para entenderla, lo cual no dice nada bueno de ella. Es imprescindible haber leído la magnífica novela de Orwell '1984' para entender la película, cuyo mayor (y grave) pecado es no explicar lo que pasa. Alguien que no ha leído el libro, no entenderá la mitad de las cosas que suceden y eso quiere decir que la adaptación cojea mucho. Una película que no se entiende suele ser en términos generales, una mala película. Sin embargo a esta '1984' de Michael Radford le otorgo el beneficio de la duda, porque sabe plasmar con habilidad el ambiente inquietante que describe la novela.

Ese Londres gris, oscuro y sin personalidad, encerrado en sí mismo y manejado como un títere sin piedad. Las habitaciones desvencijadas, el rostro del Gran Hermano en las omnipresentes telepantallas, los cubículos del ministerio. Todo está reflejado con una sordidez que hace honor a lo que en su día relató con maestría George Orwell. Se puede sentir la opresión, transmite ese sentimiento y por esa parte la película goza de mi admiración.

Los actores principales están perfectos en su papel y particularmente un John Hurt que, impasible, logra todo con sutiles gestos y cuando es necesario, le da toda la fuerza al personaje principal Winston, un hombre que se rebela en silencio contra el sistema totalitario que rige este mundo profético de ciencia-ficción basado en realidades.

A su lado está una inmensa Suzanna Hamilton como Julia y Richard Burton, en la última actuación de su carrera, como O'Brien.

El conglomerado de todos los aspectos del film le dan un calificativo de apariencia formal notable, aunque de profundidad más cuestionable. Podría haber sido una obra maestra a poco que hubieran explicado lo que pensaba Winston con una voz en off.

Los silencios transmiten, pero cuando el espectador no sabe lo que el silencio pretende transmitir es un silencio que no dice nada. Lástima.

Comedia romántica muy noventera, que no se sale ni un milímetro de los parámetros ultracomerciales un tanto vacíos, pero que llega al espectador fundamentalmente por el carisma de sus dos protagonistas, Janeane Garofalo y Uma Thurman, estupendas ambas; y una historia que tiene el punto justo de comedia de perdedora (el personaje de Garofalo) con la que empatizar, y la construcción de una trama a raíz de una mala decisión que se arrastra hasta la resolución final. Hay varios agujeros en ese guion, pero tampoco importa mucho.

Película de buen rollo y buenos sentimientos, que te hace pasar un rato agradable y entretenido, por lo que cumple a la perfección su función principal.

Me gustaría ver al señor o señora que decidió que una película de Scorsese bastante buena llamada 'After Hours' se titulará en España 'Jo, ¡qué noche!' como si fuera una de Pajares y Esteso, y preguntarle qué se le pasó por la cabeza.

El film es una sátira y, a la vez, una denuncia a esa Nueva York de los 80 donde las noches eran largas, las calles peligrosas y los personajes, variopintos. Con un punto de humor negro, Scorsese nos cuenta la intensa noche que vive un informático del montón que solo quiere distraerse un rato con una chica.

El guion encadena personajes y situaciones a cada cual más inquietante, dejando el tono jocoso pronto de lado para profundizar en una gama de emociones que tienen en común la solapada tensión con la que se viven las aventuras de Paul, tornándose en angustiosas al ver lo sencillo que sería marcharse y volver a casa, pero siempre hay algo imprevisto que le retiene.

Planificada a la perfección, la película termina siendo un retrato muy justo de la sociedad urbanita de la época. Muy interesante.

Fincher nunca decepciona, ni siquiera en 'La habitación del pánico' que, probablemente, sea una de sus películas menos brillantes, pero igual de efectiva que todas las demás. Este thriller juega con el siempre complicado planteamiento de un solo escenario (la casa), y el director sabe sacar partido a los pocos elementos que se otorga a sí mismo. Jodie Foster está bien (sin alardes) en su papel de madre, y una jovencísima Kristen Stewart está incluso aún mejor en un papel que le va como anillo al dedo, y es que parece que lo de hacer de adolescente un tanto arisca se le da bien. Forest Whitaker también destaca, aunque esto no es noticia, ya que al igual que Foster son actores de probada solvencia.

En este tipo de películas lo importante es mantener la tensión de forma constante, saber plantearlo paso a paso, y David Fincher lo consigue a través de varias situaciones que se van sucediendo, así como giros en la trama que mantienen el interés y la intriga por saber cómo se resolverá todo.

En definitiva, un buen trabajo para una película sin grandes pretensiones, que cumple de sobra con su cometido de entretener y lograr una interesante calidad cinematográfica en los aspectos fundamentales como son el guion, el ritmo y las actuaciones, además de un apartado visual correcto que destaca en los estéticos movimientos de cámara propios del director, aunque aquí más contenido que en otras obras.

Narrada con una precisión encomiable, 'La ola' es un ejercicio de estilo más que correcto pero sobre todo, de planteamiento. Es de esas películas que abiertamente te propone un tema que engancha desde el principio y lo va desarrollando durante el metraje con gran habilidad. Tanta que lanza ideas de esas que perduran en la memoria, que una vez finalizados los títulos de créidto te sigues preguntando: ¿Es posible algo así? ¿Lo es?

Creo que uno de los mayores logros de la cinta es ponerse a pie de calle, dar la sensación absoluta de realidad, de posibilidad inequívoca de que eso que estamos viendo podría suceder. Y lo hace porque su ovillo argumental se va deshaciendo sin anudarse, en un desarrollo interesante y verosímil a partes iguales.

Desde luego en los tiempos que corren es aún más imprescindible hacer tuyas las preguntas que lanza el film de Dennis Gansel: ¿Es posible una dictadura como el nazismo en las democracias europeas actuales? Así, el argumento nos lleva a un instituto que durante la semana de proyectos coloca a un profesor de carácter ligeramente bohemio, la clase sobre autocracia que debe impartir a los alumnos. Para lograr hacer entender a los adolescentes lo que es una dictadura, emprende un arriesgado método de enseñanza en el cual propone poco a poco, ir introduciendo en el grupo medidas características de una dictadura de pensamiento único.

Especialmente ponen los pelos de punta algunas de las respuestas que lanzan los alumnos en la primera clase en la que el profesor les pregunta qué es necesario para que haya una dictadura: Crisis, una tasa de paro elevada, descontento social, desapego de la política... ¿os suena?

Para pensar.