Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de antonalva
<< 1 20 21 22 30 98 >>
Críticas 487
Críticas ordenadas por utilidad
8
13 de noviembre de 2018
50 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atípica e impactante alegoría sobre la sociedad de nuestro tiempo, donde la bondad está ausente de las relaciones humanas, donde la utilización del más débil o indulgente se ha convertido en la forma normal de relacionarse entre los individuos de una población que sólo conoce el beneficio egoísta de cada uno como motor del comportamiento. Comienza como un relato realista y sobrecogedor, que a mitad de proyección deviene en una fábula o ensoñación sobre la conducta cainita y depredadora de unas relaciones que vienen dictadas por el lucro personal y la manipulación del entorno para conseguir una mínima ganancia temporal, por efímera que ésta sea. El aprovechamiento del prójimo se erige en ley universal inapelable que dicta su sentencia en favor de los desalmados que no muestran ninguna caridad e ignoran toda compasión.

Un pueblo acinado, atrasado y aterrado por la presencia de unos lobos de los que tan solo percibe sus aullidos aterradores. Una latifundista explotadora y desalmada que los mantiene en la pobreza e ignorancia para facilitar así su prosperidad económica. El más fuerte se aprovecha así del más necesitado. Pero también entre los aldeanos se da el mismo proceder: todos ellos utilizan a Lázaro, el tonto bondadoso y útil, a quien encomiendan todas las tareas más ingratas y esforzadas, porque nada pide y nunca se niega a satisfacer sus inagotables y abusivas demandas. El mismo comportamiento que el de su usurera señora, sin asomo de arrepentimiento ni mala conciencia, con la única excusa de que si el joven no se queja es que no hay motivo para cambiar de práctica. Un microcosmos donde la maldad parece anegada en un páramo de insensibilidad.

Pero se produce un abrupto corte en el relato. El esclavismo de la señora marquesa es desenmascarado por la policía local y los ‘esclavos’ son ‘liberados’ y devueltos al mundo real. Pasa el tiempo y nos encontramos en una gran ciudad. Lázaro ‘resucita’ y va en busca de sus compañeros perdidos, ahora que el pueblo yace abandonado y la casa señorial permanece cerrada y es saqueada por unos mezquinos ladrones. Y nos damos cuenta de que la maldad, que la inquina, que la manipulación y explotación del fuerte frente al débil parece ser el pan nuestro de cada día, que no se requiere de títulos nobiliarios para explotar al semejante, sino que basta con creernos más necesitados que los demás, que nos han hurtado algo vital para poder aprovecharnos de los otros.

Esta es la pesimista parábola que urde Alice Rohrwacher. No queda ni un resquicio para la compasión ni para la camaradería. El hombre es lobo para el hombre. Aprovecharse de los demás es la cantinela desesperanzada y sombría que se repite, perpetua.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
30 de junio de 2018
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Saber y no saber. Poder y no poder. Querer y no perdonar… Soy un admirador casi incondicional de las novelas de Ian McEwan, uno de los grandes escritores contemporáneos británicos. Y aquí además firma el guion y produce la adaptación de su obra, lo cual despertaba aún más mi curiosidad, ya que me parecía muy difícil llevarla al cine por su mínima trama que se limitaba a unas pocas horas, a un momento muy preciso en la vida de dos jóvenes enamorados que se enfrentan a la consumación de su anhelado matrimonio tras la nada evidente boda que acababan de sellar. Lo más importante es recordar que estamos en 1962, en la imperceptible frontera entre la revolución sexual y la mojigatería verbal, en la orilla entre la sinceridad absoluta y las elipsis bienintencionadas y turbadoras.

Chico conoce chica. Se exploran, reconocen y enamoran. Parecen hechos el uno para el otro pese a sus procedencias dispares y sus anhelos diversos. Se casan. Y fracasan ¿o no? La importancia de las palabras – las que se dicen y las que se callan – cobra aquí un protagonismo agresivo y esencial… y nos confronta con el límite de lo que podemos aceptar, comprender o disculpar, siendo un opaco arcano que puede tener unas consecuencias irreversibles. Creemos saber lo que somos capaces de admitir y cuando nuestras propias inseguridades y aspiraciones nos impiden ver el sufrimiento del otro estamos abocados a la incomunicación y la soledad. A veces habría bastado poner freno a nuestra vehemencia o a nuestro despecho o a nuestra frustración; a veces habríamos necesitado algo más de empatía o de indulgencia para ser capaces de entender lo que nos queda demasiado remoto como para abrazarlo sin reservas; a veces naufragamos porque lo queremos todo ahora y ya.

Y las consecuencias de nuestros actos son una sombra densa y pesada que nubla nuestros deseos y tuerce nuestro destino. Cuando no basta con el amor quizás debamos confiar más en la escucha del corazón herido del otro o debamos sosegar la urgencia de nuestro corazón dolido antes de actuar por despecho o por ira, siempre malas consejeras que nos abocan al abismo del rechazo y del egoísmo. Creemos tener razón y nos avala nuestro resentimiento y nuestra furia, sin darnos cuenta que erigimos una muralla infranqueable con la que edificamos nuestro fracaso y sellamos nuestra tumba en vida. Hemos llegado al momento de la desnudez más absoluta, mostrando nuestra vulnerabilidad y penurias, pero somos incapaces de tender una mano auxiliadora por orgullo o por rencor… y zozobramos.

Impresionante actuación de Saoirse Ronan, modélico guion y sutil y envolvente puesta en escena. Pero no gustará a los idólatras de lo inmediato.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
1 de octubre de 2016
48 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿En qué consiste la felicidad? Sabemos que no podemos predecir el mañana y que la vida da demasiadas vueltas como para ser previsible o, ni tan siquiera, imaginable y, sin embargo, tenemos la falaz certeza de estar controlando nuestro destino, creyendo que no hay nada que se interponga en nuestro veleidoso camino y que pueda desbaratar, sin más, los pilares de nuestra existencia. Nos creemos dueños de nuestra suerte sin darnos cuenta que somos y seremos zarandeados sin piedad por cualquier episodio, por nimio o improbable que sea, por inverosímil o ajeno que nos parezca.

Nuestra ventura es una arbitraria rueda de la fortuna, un amargo juego de azar que nos toca enfrentar indefensos y abatidos. Y nuestra biografía es la aleatoria suma de los días que transitamos pletóricos de inocencia y rutina, al implacable albur de designios que escapan a nuestra voluntad. La caprichosa incertidumbre señorea indiferente y nos arrastra sin remordimientos ni compasión. Nos creemos omniscientes cuando apenas somos una vana anécdota, una mera anotación a pie de página de un libro cuya trama desconocemos y cuya lectura nos deparará un sinfín de veleidades desdeñosas.

Esta prodigiosa película cala hondo. La cotidianeidad va tejiendo un laberíntico tapiz del cual es imposible escapar. Con elementos en apariencia mínimos – pero que albergan la riqueza alambicada de toda nuestra historia – la cineasta francesa Mia Hansen-Løve elabora un mosaico duro y contundente que deviene en una experiencia agridulce, inolvidable y portentosa, todo ello condensado en apenas cien minutos que transitan todos los claroscuros del ser. Con inapelable sensibilidad, un férreo guión bien urdido y algunas canciones tan atinadas como etéreas, nos permite presenciar el agostamiento de una profesora de filosofía, toda intelecto, constancia y empeño, pero que se enfrenta a las retadoras grietas que se van abriendo, paso a paso, bajo sus pies, como súbitas arenas movedizas que lo engullen todo.

Además cuenta con la magnética presencia de Isabelle Huppert, una asombrosa actriz que se supera en cada personaje que encarna. Nos ofrece – con exquisita elegancia y loable ausencia de énfasis – el equilibrio exacto entre tesón y fragilidad, entre dicha y abatimiento, entre resistencia y mansedumbre, entre fuerza e impotencia. Ella ilumina con su actuación todo el metraje e irradia una claridad diáfana y dolorosa que la vuelve inolvidable.

Buen cine que se renueva y renace a cada recodo del trayecto. Tras su aparente modosidad intrascendente se esconde agazapada una de las mejores y más atinadas reflexiones sobre el impotente devenir humano. Tan recomendable como perturbadora.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
5 de febrero de 2016
57 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nuestros actos tienen consecuencias. Y si no nos responsabilizamos de los efectos que nuestras palabras, obras u omisiones causan en nuestros semejantes, no nos podemos hacer los desentendidos: no vale con tirar la piedra y esconder la mano, porque todo acaba volviendo sobre nosotros con un letal efecto boomerang. Escudarse en que las palabras son inocentes y se las lleva el viento es una pobre excusa a la que se aferran todos los deslenguados que creen que pueden calumniar, vejar o crucificar al prójimo como si de un pasatiempo cómico se tratase, para hacerse el gallito o para aparentar una seguridad o superioridad ficticias.

Estamos antes una película de misterio quizás convencional pero muy interesante, tanto en su planteamiento como en su desenlace – no exenta de ponzoñosas sorpresas. Siembra el desasosiego en el espectador, temiéndonos siempre lo peor – las reglas del género no perdonan – y cumpliéndose con porfiada cabezonería los negros augurios que se van desvelando con vaporosa elegancia. Rascar bajo la superficie de las personas suele dejar al descubierto lodazales del pasado que quisiéramos enterrar en silencio u olvidar para acallar los atisbos de remordimientos que pudieran surgir. Y el éxito suele tener los pies de barro y por ello hay quien piensa que la mejor defensa es un buen ataque, para desviar la atención y salir indemne de todo contratiempo.

¿Qué esconde nuestro pasado? ¿Qué hay detrás de la impasible fechada que con tanto ahínco nos hemos labrado durante laboriosos años de faena? ¿Cómo expiar una culpa remota cuando no tenemos conciencia del mal que causamos, ni tan siquiera nos queda el tenue rescoldo de un sentimiento de culpa que nunca nos atormentó? Hay regalos envenenados como hay palabras tóxicas. Recibir una atención inmerecida causa estupor y desconcierto y sobre esta premisa se construye este thriller psicológico donde el psicópata es quien parece ser – pero no es el único – y quizás estemos durmiendo con nuestro peor enemigo, sin siquiera sospecharlo. Y lo mejor es que la venganza es tan pérfida como contundente, tan sibilina como inapelable.

Sorprende que un actor como Joel Edgerton haya debutado en la dirección con una obra tan sólida y satisfactoria, reservándose además un papel en apariencia secundario pero del todo turbador. También es suyo el guión, férreamente trabado, donde el creciente desconcierto y amenaza están aviesamente dosificados. No se deja nada al azar y por ello el golpe final encaja a la perfección y deja un mal cuerpo perdurable.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
7 de julio de 2014
67 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reflexionar sobre la imagen – y por extensión, el cine – es una asignatura que todo amante del antaño celuloide tiene pendiente aprobar, preferiblemente con nota, para licenciarse como creador de pedigrí. Esa nimiedad les ha llevado a algunos cineastas treinta años de oficio y varias decenas de películas. Pero para nuestro enorme Nacho Vigalondo esos antecedentes son pequeñeces y se propone urdir un thriller con ecos de “La ventana indiscreta” y “El fotógrafo del pánico”. Su intento se queda en una torpe y obstinada disfunción eréctil, ya que si bien el comienzo es brioso y lleno de promesas, todo acaba en un coitus interruptus de la peor calaña: no consuma la faena – y me temo que nos quedaremos por siempre vírgenes.

El planteamiento es audaz y halagüeño. Estamos en la red: asistimos, a través de internet, a los pormenores del estreno de un tráiler. Vemos lo que ve el protagonista, un perplejo y desorbitado fan de la actriz protagonista que cultiva un blog apologético-lúbrico de susodicha actriz de redondeces voluptuosas y mohín desganado y que, en apariencia, se va a reunir con ella al haber ganado un concurso virtual… ¿o no? Poco a poco vamos perdiendo la seguridad en lo que vemos, en sus significados e interpretaciones, en el contenido de los múltiples desarrollos y meandros que van fatigando la trama. Y si bien durante casi una hora permanecemos atrapados en ese juego perverso del más-difícil-todavía que propone su aplicado director y guionista – donde la pérdida de toda certeza va acompañada de una sana sensación de peligro, acecho y vulnerabilidad – llegado un punto, todo se desvanece: tanta manipulación visual acaba sofocando. Tan sólo deseamos librarnos de la marmórea losa de tan plomizo desarrollo.

Nos encontramos con un gatillazo colosal. Hay tanto afán por engañar, arrastrar, seducir, acelerar, lanzarse sin red… que al final el clímax ha fallado – o no nos hemos enterado –porque de tanta esforzada pasión el juguete se ha quedado exangüe y exhausto. Los últimos cuarenta o cincuenta minutos carecen de interés: una persecución inverosímil, unos personajes innecesarios, unos quiebros falaces, unas dobleces sandias, una cursilería de primerizo, una torpeza y suciedad expositiva necesitada de un mejor libretista y de un montaje que ponga orden entre tanto frenesí de pandereta y alharaca que enoja, aburre y fatiga.

Queda un pelele desinflado, flácido, inerme y seco, mareado por tanta voltereta de noria de pueblo con aires de tiovivo de provincias. Mucho artificio de bisutería para paletos con ínfulas de cineasta ejercitado, como si el movimiento supusiera dirección y control. Desanima ver que un planteamiento prometedor y vigoroso se queda en tan raquítico resultado. Un farol. Un bluf.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 20 21 22 30 98 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow