No es para nada lo que se espera de una precuela. Técnicamente pobre, paupérrima podríamos decir, a la altura de las TV movies. Pese a ello no es de extrañar que se convierta en una película de culto, tiene todas las papeletas.
Tensión sexual entre los dos protagonistas como es debido, pero de actuaciones la película anda muy floja.
La historia no está mal, quizá haciendo las cosas como es debido hubiera sido una buena película. Las precuelas son algo peligroso, incluso más que las secuelas. Izabella Scorupco destila sensualidad y feminidad, algo bastante peligroso en el contexto de la película. Se podría decir que ella sola es uno de los pilares de la historia, el contrapunto perfecto a un guion anodino.

Por ello es una de las grandes. Una mezcolanza extraña de amor, comedia y tintes de aventura. Escenas míticas, secuencias que pasaron al imaginario colectivo por derecho propio.
Van Damme no está bien, pero es que no está bien en ninguna película, de ahí nace su leyenda. El baile, el entrenamiento, todo encaja en una película que se visiona múltiples veces a lo largo de la vida.
Entretenimiento para todos, carcajadas, amor y combates excelentes. La ambientación de los combates es brutal, y bien merece una remasterización.

Todos los 80 condensados en 90 min, no hay más que decir. Banda sonora de excepción, historia simple y limpia, actores que creían en lo que hacían.

Calentadores, bailes, boombox (radiocasettes de los grandes) y buen rollo. No es que imite la estética de los 80, es que es los 80 en sí misma.

Adolfo Quiñones actor y coreógrafo de gran capacidad y carisma soporta gran peso de la película. Lucinda Dickey aporta su punto de inocencia y gran tensión sexual bastante extraña.

Lo mejor los bailes por supuesto, y el buen rollo que destilan sus protagonistas

Clásico contemporáneo que pasará a la historia por ser alargada más de lo debido. Te ilusionarás en su principio, te emocionarás a la mitad, y suplicarás porque acabe casi al final.
Robert Zemeckis ha hecho cosas mejores, está claro pero aun así es una película interesante de ver. Pese a sus altibajos, la emoción de los primeros compases y el final no está a la altura, pero el alto presupuesto parece haber salvado los papeles.
Matthew McConaughey como siempre, imitando la forma de trabajar de NIcolas cage (lo que es lo mismo...nada) pero funciona.

Hubo una época en que la innovación era bandera en la industria del cine. Una forma de hacer películas valiente, sin complejos e imaginativa.
No hace falta dragones ni carísimas escenas tirándose de una rampa. Un equipo y una cámara es lo que hace falta para hacer algo grande.
Hay que saber leer entre líneas para darse cuenta de que es más de lo que aparenta. Tiene tal carga de sátira, que puede pesar como una losa a los moralistas.
Una película obligatoria para entender el cine de los últimos 40 años. No os defraudará.