Película del montón en la que se juntan varias celebridades como reclamo para una cinta considerablemente mala. La trama, aparentemente aceptable se transforma en algo difícil de digerir e imposible de sostener, algo así como tratar de montar la estantería de Ikea con silicona.
Mención especial también merece Jolie, posando y caminando como si estuviera en una pasarela durante toda la película. A personas con intención de ver una película lo normal es que produzca una severa somnolencia. Al menos Johnny Depp y Paul Bettany cumplen, no es por ellos por lo que la película acaba convirtiéndose en una basura, sino por como decía anteriormente un guión horrible.
Atrás quedan La vida de los otros (para el director) y El intercambio (para Jolie), porque que no te engañen, ésto no tiene nada que ver.

Decían los mayores que a los hombres se les conquista por el estómago. Como tantas otros dichos y refranes, de pequeño sólo se me quedó grabado en la cabeza. Con los años he ido comprendiéndolo. A la salida del cine valorando las últimas dos horas de séptimo arte con mi pareja la cuestión volvió a mi mente, tratando de explicar lo sobrevalorado de este tipo de trabajos con la vista puesta en los Oscar. Obvio. A las mujeres se les conquista por los ojos, y esta película conquista de la misma manera.
La fórmula: Dos caras que atraigan, música, baile... Y esto... El poder de la imagen. El encuadre. La escena. El fondo. Color. Música. Baile. Y vuelta a empezar. ¿No dan ganas de repartir premios a diestro y siniestro?
Si las interpretaciones son mejorables, ¿has visto los decorados?
Si supuestamente el plato fuerte son las escenas musicales y tiene más gracia Hannah Montana, ¡qué colorido!

Hacen con el cine lo que el reggeaton hace con la música.
La academia que aplauda lo que quiera, esa cuadrilla endogámica de mentecatos es el enemigo número 1 de la industria.

Película con toda la estética noventera posible que narra la típica transición instituto - universidad con una sola meta para la protagonista: Una lista de cosas para hacer basada en prácticas sexuales. Que si francés, griego, cubana... Pues bien, ahí empieza todo.
Recomiendo hacer una composición de lugar y recordar ante qué clase de producto estamos. No es que engañe precisamente, risa fácil promete y risa fácil da. Como decía alguien en otra crítica, hora y media que puede resultar entretenida sin forzar mucho el coco, pues si nos ponemos quisquillosos se despacha rápido. Motivos no faltan, hay cantidad de incoherencias que no tienen por dónde cogerse. Más que aciertos.
Los motivos que a mi me empujaron a verla tienen nombre y apellidos. Rachel Bilson y Aubrey Plaza. Ambas actrices jóvenes (bueno, relativo, que aquí ha tocado interpretar a niñas de 17 con unos 33 años) que en mi opinión irán ganando peso en el mundillo.

Puede que no sepamos de dónde venimos, pero mientras lo averiguamos (posiblemente nunca lleguemos a hacerlo) no parece mal planteamiento preguntárnoslo mientras recorremos la senda de nuestro destino.
Partimos de un discurso en el que se sitúa al espectador ante la vida con dos caminos: Uno referente a la naturaleza y otro a lo divino. Dice que la naturaleza busca agradarse a sí misma y a otros, mientras que lo divino no busca agradarse, acepta ser imperfecto. A partir de ahí, uno mismo. Uno mismo ante Malick, explosiones de lava, nubes, y árboles al viento, cuyo resultado no está mal.
Me quedo con ese planteamiento reflexivo.

La última entrega de la saga, patrocinada por Michael Bay. Y se nota, para bien y para mal. Bueno, mucho más para mal que para bien.
En esta ocasión se contaron con un par de ingredientes interesantes, pero las buenas expectativas creadas por mí (fiel seguidor de la saga y defensor de Freddy vs Jason), pronto se fueron al traste.
No acabará convenciendo ni al que ha visto anteriores entregas de la saga, ni al que se aventura en ella por primera vez.
No se cambia un ápice de la historia original, y por si fuera poco se sacan de la manga unos personajes planos e insultantemente previsibles que acaban aburriendo al más pintado. El único punto fuerte en el que confiaba era la aparición de Jason. Pero nada, no pasa del buen vestuario. Va matando adolescentes como el que pisa la pintura blanca del paso de peatones. Con una facilidad, con un acierto insultantes. Y en esas dosis tan exageradas acaba produciendo indiferencia. Uno, otro, otro... Bah. En otras películas de la saga al menos se mantiene cierto nivel de tensión cuando Jason va a por alguien, en esta esa intriga se reduce a cero.
Lo mejor, sin ninguna duda, el vestuario, la fotografía, los escenarios...