Al principio uno cree con delectación que todo va a funcionar. Un buen tráiler, la promesa de una aventura muy entretenida parecían sentenciadas en el tiquete. Pero, con mucha pena, a medida que pasaban los minutos, la desconexión del filme con el público se hacía mucho más fuerte y ya al final las caras de todos no dejaban duda. El filme se había caído por completo. Es como si fuera un experimento fallido en el que teníamos tantas esperanzas. En este caso la diversión se diseminó y se rompió esa expectativa que puede traer la secuela, lo que vendrá. Las actuaciones no están mal, pero el guion sí resulta tan ambicioso que hace perder la sobriedad necesaria para generar un enganche con cada historia. De hecho, la idea de que todos conocen lo que ocurre -porque hace parte de un universo mítico al que hoy se le llama cómic- es uno de los grandes pecados a la hora de narrar en el cine. Habría que dejar madurar estas historias mejor, darles un empeño especial, pues cada personaje lo merece, y con ello, estoy seguro, se define con mayor aliento lo que puede ser la conexión con el público que hay y que vendrá.

El teatro contemporáneo ha sabido meterse en las habitaciones de las familias con un ímpetu que nunca antes se había logrado. Brecht, T. Williams, el mismo Woody Allen, Darío Fo y su esposa, y ahora Yasmina Reza, logran su cometido de integrar la ironía, el realismo, la ilusión, la neurosis, la histeria que hoy se ha apretado a vivir en la convivencia de las parejas y de las familias. En una frase célebre, Michael Longstreet (personaje interpretado por John C. Reilly) dice que la gran prueba que Dios pone a la humanidad es la de la pareja y la familia, y empieza un breve soliloquio sobre la desventura del hombre casado de nuestra civilización, de la mujer casada en nuestra sociedad. Y por allí lo secunda quien, en parte, debería ser su antagónico, el pedante Alan Cowan (interpretación de Christoph Waltz), para quien la experiencia del mundo lo lleva a asumir un descarnado cinismo que contagia todo lo que toca. Las dos mujeres, a la vez, Penelope Longstreet (Jodie Foster) y Nancy Cowan (Kate Winslet) se conectan en la trama para definir sus beligerancias y solidaridades de cuenta de lo que es su rol en la vida moderna, como madres y esposas.
El filme es un buen momento para la reflexión y la vida, encara en un espacio simple lo que es el desvanecimiento de la ilusión de la pareja, el matrimonio, la familia. Al verla, me hizo recordar mucho la también clásica Dinner With Friends, película basada en una interesante novela de Donald Margulies.

De lo que va de adaptaciones de héroes infantiles, este Max Steel es uno de los más simples. A veces es preferible que los personajes creados para determinado público y en determinados formatos se queden en su patria. La salida de Max Steel trae más pena que gloria. La historia sufre los inconvenientes propios de querer hacer creíble a un personaje que no se haya ajustado al destino que se le ha asignado. Tanto por la actuación como por el guion, Max Steel se les ha salido de las manos a sus creadores y ha quedado solo como una adaptación más de superhéroes de las muchas que se esperan para las nuevas temporadas del cine de acción.
Como se ha comentado por ahí en algunas reseñas, es una pena que hayan querido ajustar cuentas con la participación de Andy García y María Bello, y sin embargo, su aporte tampoco hace mucho por salvar la historia y al nuevo héroe.

Los recursos de esta animación son ya muy conocidos, las cigüeñas y los bebés, pero logra sacar con ellos una historia muy divertida y, a la par, muy infantil. La mentalidad de la historia está dada para que sea muy bien entendida por los niños y sean ellos quienes le saquen las más grandes risotadas. En los adultos, el registro bien puede ser un poco menos placentero, aunque se rescata que en la hora y veintiséis minutos de duración del filme se puede valorar un buen repertorio de gracias. Por ejemplo, la escena de las ventanas en aquella bodega de la compañía es maravillosa.
En el caso de lo técnico la película es realmente buena, dándole unos rasgos muy nobles a la animación de los personajes, todos, eso sí, con un estilo muy marcado, como si se buscara hacer parte de una familiaridad Warner del siglo veintiuno. Y en el caso de las voces, sorprende el ímpetu con el que logra hacerse con una voz la cigüeña Junior, protagonista, alentada por Andy Samberg.

Nos sigue sorprendiendo la habilidad de Jane Goldman para potenciar historias. En este caso, la pelirroja, famosa por los guiones de Kingsman: The Secret Service (2015), X-Men: First Class (2011), Kick-Ass (2010) y Stardust (2007) aparece resuelta a entreternos en un trabajo junto al meticuloso Tim Burton. Ese encuentro se veía venir. Los talentos deben ir trabajando junto para que la sociedad disfrute aún más de sus proyectos.
La adaptación de Miss Peregrine ha salido bien. Sería bueno echarle un vistazo al libro de Ransom Riggs antes de decir algo como eso, pero teniendo en cuenta que la mayoría de las veces la película pierde ante la novela en la que se basa, lo que puedo decir hasta el momento es que, aparte, como historia del cine, el relato de estos niños extraordinarios funciona y cumple con gusto con las características de una película de entretenimiento que pone algunos aprietos a sus personajes y a sus espectadores. Se disfrutan las aventuras, los hallazgos, los efectos especiales, la calidad de los paisajes en los que han ocurrido los hechos del cuento. Se disfruta mucho.