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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 261
Críticas ordenadas por utilidad
6
12 de julio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El principal problema de "Moros y Cristianos" es que es una película de Berlanga. Si esos imponentes planos secuencia, ese humor corrosivo, ese trasfondo crítico a la zafiedad típicamente española y esa multitud de actores perfectamente orquestados dentro de una gran farsa las hubiera firmado cualquier otro, la película parecería superior. No la llamaría demoledora, pero sí contundente.

Ahora bien, habiéndola dirigido el maestro Berlanga sabemos que esos planos secuencia los hacía con la gorra, la dirección de actores la afinaba sin pestañear y su trasfondo crítico podía resultar mucho más dañino. La vulgaridad de sus personajes es algo que ya nos esperábamos y no se podría esperar menos que esa avidez de dinero y esa frivolidad congénita que demuestran a cada paso que dan. Además, no estoy muy seguro que dentro de una semana vaya a recordar algún momento concreto de esta película.

Su mirada jocosa hacia la trivialización de los valores de la sociedad está lejos de ser inofensiva pero no creo que estemos ante la brutal visión de la transición que se ve en "La Escopeta Nacional" o la profunda hipocresía mostrada en todos los estamentos sociales de "Plácido" o "Los Jueves, Milagro". Sencillamente uno tiene la sensación de estar ante la afirmación del talento Berlangiano, no ante su cénit. Personalmente, en una hipotética y subjetiva clasificación, la pondría en medio de la tabla.

Sabemos que es capaz de mucho más. Aún y así la mar de disfrutable. Idónea para los días menos optimistas.
Jean Ra
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8
6 de enero de 2007
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque bastante extraña y díficil de digerir, la película resulta fascinante, sin duda es la película de Marc Recha con la que mejor he conectado, pues la pude ver del tirón, sin perder el interés por el camino. Recha deja de querer ser los Dardenne y deja de filmar a los actores haciendo el paripé para potenciar otra de sus fijaciones: el paisaje. Es maravillosa la capacidad que tiene para que sus planos contengan una belleza tan exuberante y poética, tan sutil como profunda. En ciertos momentos de la película sólo se ven fotos y da la impresión que te podrías estar mirando cada fotograma de la película horas y horas, tal es su belleza. La cuota de los actores se ve bastante reducida, los diálogos son los mínimos, y te das cuenta que no falta no le hacen para sentirte atraído a observar la película.

El sentido de la narración de Recha suele ser ante todo vanguardista y si bien en Las Manos Vacías podía parecer que no cuajaba, en este caso sí. No da esa impresión, a veces molesta, de querer resultar experimental, aquí sí que vi auténtico lirismo a la hora de captar todos esos rincones inéditos de Catalunya, que con esos planos generosos y esa deliciosa fotografía se consigue plasmar la belleza con una exactitud deleitante que se ve muy bien complementada por una banda sonora muy acertada, especialmente el tema de Françoiz Breut, que consigue multiplicar las sensaciones por dos. Otra virtud de la dirección que consigue ese efecto hipnótico, que veamos a David Recha navegando absorto por el río y nos parezca algo realmente intrigante, cuando en verdad no lo es apenas.

Para mí esta película es una especie de traducción cinematográfica (involuntaria) del libro "Salida" de Héctor Castells aderezado con unas gotas de "Soldados de Salamina" de Javier Cercas. Con "Salida" comparte esa propuesta de mostrarnos un viaje intinerante de dos personas y mostrarnos una serie de personajes periféricos de tierras rurales pero sumamente interesantes, gentes que viven al margen de las convenciones sociales sin ningún tipo de complejo. La similitud de Soldados de Salamina básicamente es la idea de narrar el proceso creativo de un autor a la hora de querer tratar historias sobre la Guerra Cívil, aunque, según se va viendo, eso es algo secundario, la película no pretende ir por allí. La película quiere mostrarnos el proceso creativo de su autor, no intenta ser un documental sobre la guerra, cómo estaba planeado en un principio. Se trata simplemente de una mezcla de ensayo autobiográfico mezclado con ficción, nada más. Sólo así se comprende esta estupenda película, que hay que reconocer que has de verla con bastante predisposición al ser tan netamente contemplativa y con la mente muy abierta, no es una perita en dulce a pesar de su sencillez. También se puede explicar una historia a través de sus paisajes. Una modernez? Pues no sé, quizá, pero a mí me ha resultado bastante honesto. Me ha cautivado por completo.
Jean Ra
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5
12 de abril de 2008
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí uno que ya empieza a hartarse a base de bien de estos dramas tibios, de soledad urbana, en los que se conforman con narrar una historia sobriamente para no hacerlo mal, pero eso sí, sin correr riesgo alguno, tocando temas muy manidos de una forma muy llana, no vaya a ser que el espectador se vuelva a acordar de la película al cabo de... 1 semana. Cuando me salen con estos personajes de cáracter tan generalizado, casi superficial y les pasan cosas de interés nulo, la verdad es que ni consigue llamarme la atención ni tampoco que sentirme un poco tentado de seguirle el juego, así que lo único que se consigue es perder el tiempo. Películas como ésta, ligeras, intrascendentes, algo mojigatas, medianías recalcitrantes, vamos, las hay a patadas y ninguna llega a aportar gran cosa, con lo cual no se la recomiendo a nadie que valore su tiempo.

Parece que tendré que hartarme a ver culebrones para que películas así puedan parecerme mejores.
Jean Ra
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5
5 de noviembre de 2021
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de esas obras que no sabes ni a dónde va ni exactamente a quien va dirigida. Claramente no está destinada a la gente que filma, tampoco a audiencias urbanitas, que lo deben ver como un artefacto de esteticismo rebuscado o directamente una visión estrambótica de lo rancio. Luego recuerdas que la produce Lluís Miñarro y comprendes que, efectivamente, es para minorías muy selectas, minorías muy cultas y aburridas que esperan productos cultos y aburridos, que olvidarán al cabo de poco.

Pero no seamos malos. Es de alabar el buen gusto que la directora demuestra en la composición del plano y su capacidad de dotar a los planos de atmósfera gracias a su diestro empleo de la música y la iluminación, creando instantáneas muy envolventes. Durante cuatro o cinco minutos crees estar viendo un peliculón. El problema es que la obra se alarga. No caeré en el error de calificar a la directora de pedante ensimismada u otra de esas hierbas, sencillamente tiene toda la pinta que se trata de la puesta de largo en el largometraje de una recién graduada en la escuela de cine y que tiene muchas ganas de reinventarlo todo y renovar el cine nacional con su poderosa irrupción en el panorama cinematográfico. De ilusión se vive.

Empacha un poco todo ese esteticismo, tan destilado que lo que principalmente ofrece son maniobras en la oscuridad. A saber: mezcla de lo fantástico con lo documental, narración no novelesca, de compartimentos estancos y trufada de simbolismos autóctonos, con un tono sabiamente diluido para que la crítica no se distinga de la adhesión, las ligeras resonancias fellinianas envolviendo la puesta en escena. De todo esa conceptualización lo que llega al espectador es una sucesión de estampas estrambóticas y aleatorias, un largo desvarío, que aunque entiendas la intención no logra tu implicación. Ves, por ejemplo, cierta escena donde una actriz se masturba en el interior de casa por la noche y sabes que se opone a las donde otra actriz recibe en plena calle una andanada de proposiciones jocosas con la que los vecinos pretenden jactarse de su hombría con sus amigotes. El placer cercado en el más estricto privado opuesto al exterior patriarcal. La superstición convive con la fascinación por el árido paisaje, las intenciones están tan sumamente camufladas, es todo tan de pequeños signos, que al final su dispersa narración pierde interés, decae el ánimo, y simplemente acumulas minutos hasta alcanzar el final.

Insisto en que la directora demuestra cualidades, pero también ella debería admitir que el cine es un pacto tácito con el espectador, una serie de trucos de ilusionismo dentro de un recipiente narrativo, y si esos trucos de ilusionismo son tan solipsistas, entonces sólo se puede seducir a gentes que la miren de forma superficial, que al final sólo puedan comentar cosas como "jo, qué pasada, impresionante"... sin que hayan entendido de la misa la mitad. Atacar los tics rurales para ensalzar el mito de la película pretenciosa, qué ironía.
Jean Ra
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5
2 de septiembre de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una pequeña población rural polaca de cuyo nombre no quiero acordarme va a misa hasta el más profano. Ahí la vida es un infierno grande porque absolutamente todas las ramas se conectan. La iglesia y la familia son la columna vertebral de la comunidad y cómo tal se respeta y se consagra. Tal es así que se planea construir un Cristo Rey de 36 metros para honrar la beatitud de sus gentes.

Sin embargo, el espectador, ya desde la primera escena, está avisado que va a ver una sátira. Un grupo de polacos asalta una tienda que ofrece unos televisores de oferta, para lo cual han tenido que quedarse en paños menores y batallar con otros entusiastas compradores. El consumismo es la verdadera religión, la que genera furor y pasión, no obstante, por inercia, todavía se mira hacia el catolicismo cuando alguien habla de proselitismo. Tal parece la jugada de la directora, que una vez dibujado el retrato costumbrista de ese pueblo lanza un proyectil en forma de accidente que pondrá a prueba la veracidad de los vínculos comunales (religiosos, familiares, vecinales y amorosos).

La obra se pregunta por los cimientos que sostienen la realidad. ¿Nuestra cara es nuestra persona? Una vez el protagonista es operado y regresa a su comunidad, la desconfianza se extiende casi en cada persona. Incluso entre los familiares. Cada persona del pueblo le da la espalda, a excepción de la hermana nadie parece capaz de tratarlo como antes. Su madre llega al punto de renegar de él y pide practicarle un exorcismo. En esta escena del exorcismo se retrata claramente el tiempo en el que transcurre la obra: un espacio en el que conviven la superstición y los eventos se registran en el iPhone. Esta madre es capaz de emocionarse con las historias sensibleras de la televisión mientras que con su hijo deforme muestra un corazón de piedra. Por contra, la hermana del protagonista se muestra seca en una entrevista televisiva mientras que en la realidad es la única que apoya al desgraciado. Así son nuestros tiempos.

La familia ya vemos que no aguanta la sacudida, pero tampoco la religión, pues la confesión por parte de los personajes más cercanos al accidente la hacen más por costumbre que no por una sincera necesidad de perdón o expiación. Se va a la iglesia pero no se piensa en los valores cristianos y por eso ahí la piedad brilla por su ausencia. Lo del Cristo Rey es pura tramoya.

Dicho lo anterior, a pesar de sus aciertos, "Mug" no deja de ser una cinta típica del festival de Berlín. Es decir: una medianía. Tiene un propósito, parece ofrecer una visión personal y capta algunos signos culturales, pero las formas no destacan por su inventiva u originalidad. Al contrario. La narración resulta desangelada, construida con planos muy convencionales, tampoco cuenta con imágenes verdaderamente potentes y los recursos visuales a los que se echa mano son ya materia muy manoseada. A la directora le puede la tentación del remarcado casi en cada escena, la caricatura termina siendo de brocha gorda y para más inri hallamos a un personaje central de lo más insípido que hay, un tipo acartonado, sin mucho impulso o interés y antes capaz de hacer el ganso a lo largo y ancho de esa infausta villa que no de generar escenas con fuerza. Para colmo, el final se limita a ofrecer el desenlace más obvio y convencional posible, algo que podría haber ocurrido cuarenta minutos antes.

Lo dicho, típica película del festival de Berlín, de esas que al cabo de cinco años ya casi nadie recuerda porque sencillamente no tienen demasiado calado. Por algo es conocido como el festival de las sobras del cine de autor.
Jean Ra
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