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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
5
1 de agosto de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sam Raimi se propuso en 1987 regresar a Posesión infernal para ahora confiarse al dios del despiporre y la serie B o el propio Neonomicón. Una noche tuvo que despertar y se dijo mientras dejaba de lado el Adiós a las armas de Hemingway:

—Voy a hacer una película con la que Lovecraft se parta de risa… Y con la que los adolescentes hagan lo que hacen los adolescentes.

¿Y quién siendo adolescente no hizo una de estas dos cosas?

A) Llevar a una chica que te gustaba a una película de miedo (o subproducto de serie B para meter mano, sobre todo si era serie B o Z [esto es un cliché, lo siento].

B) Quedar con los colegas para ver una película de terror y reírse de ella gracias a ese orgullo de serie B que la impregnaba.

Terroríficamente muertos (Evil dead 2) es una cinta que cumple con estos dos apartados y sobradamente. No se sabe cuántos hijos se habrán engendrado viéndola o cuantas amistades se habrán hecho imperecederas por haber visualizado esto, pero cumple.

La entretenida y sinceramente tontorrona “saga” Evil dead es sinónimo de Sam Raimi y Bruce Campbell. Raimi demuestra su mala leche y su regusto por el cutrerío que son ya marca de la casa. Bruce Campbell consigue que su Ash se convierta en uno de esos protagonistas únicos del cine americano, todos nos apiadamos de este pobre diablo (nunca mejor dicho) y la mala suerte que tiene con los viajes a bosques donde hay cabañas desérticas.

Ver cómo se vuelve loco es todo un recital y uno no puede hacer más que aplaudir cuando se coloca su motosierra como nuevo brazo, siendo la fusión perfecta entre personaje que sufre todo en las pelis de terror y héroe de serie B, Z o lo que sea. Además de ser la persona con el peor gusto eligiendo vacaciones.

Y es que lo mítico acompaña a esta película, aunque es lo que es: una película para pasar el rato, sin pretensiones. ¿Quién pudo olvidar al árbol violador de la primera parte? Pues ¡aquí regresa! Y además, se añade a este imaginario la casa viviente con la menstruación y con muebles que se parten de risa. Sam Raimi genio y figura en este remake-secuela-pero-no de Posesión infernal.

Como señalé en mi crítica de Posesión infernal (Evil Dead, me encantan los cambios en las traducciones españolas), en la primera parte Sam Raimi parecía intentar contenerse hasta que al pasar el ecuador de la cinta decidió darse al despiporre. Por fortuna, en esta secuela Raimi no se contiene en ningún momento y Terroríficamente Muertos da todo lo que se propone, desde la escena de la novia bailando en stop motion (mitad Novia Cadáver, mitad Barbie) hasta esos ruiditos demoníacos que nos recuerdan a los parlanchines tomates de ese drama fundamental para la historia del cine (fuera de serie) que es El ataque de los tomates asesinos.

Por ese camino de bosque neblinoso, donde el día dura medio minuto, Raimi abusa demasiado del subjetivo (el demonio está en los subjetivos y no en los detalles parece pensar Raimi), la cámara atrás para el efecto de retroceso, las cámaras rápidas, los efectos especiales de andar por casa y el susto de rigor. Todo termina con un acabado de “hecho por colegas” que no está mal ya que su objetivo es ese: que lo vean los colegas en casa y se echen unas risas. Terroríficamente muertos es necesaria como eso, cine escapista sin más.

Si hay algún inconsciente en la sala que pida algo de lógica en la película, desde por qué los demonios son tan fuertes y luego no poseen a los mortales directamente a la poca profundización de los personajes, tiene que darse cuenta de que Terroríficamente muertos no va de la lógica, va de lo delirante, lo absurdo y lo maravilloso de la serie B. Que nadie pregunte, por tanto, porque en la primera y la segunda parte, los que siempre son poseídas por el demonio son las mujeres.

De ahí ese desenlace que no puede faltar en una lista de los finales más extraños de la historia del cine. Toda una declaración de intenciones. ¡Salve, Ash, Guerrero de la Motosierra y la serie B! La Edad Media te espera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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5
30 de julio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando eres adolescente, a veces, la muerte parece tan lejana, que la buscas a través del cine de terror. No es extraño que sean los más jóvenes los que abarrotan las salas cuando se estrena la película de miedo de rigor. Por mala que sea. Allí están, dispuestos a pegar un grito, soltar alguna gracieta para reafirmar que lo que ven es ficción y saldrán de esta, o pendiente de los desgraciados que mueren en la gran pantalla. ¡Son tan duros! ¡Son tan adultos! ¡Son tan fuertes! Y... es irónico, porque, en diez años, salvo contadas excepciones, seguramente cuando vean algo realmente sangriento o la muerte de alguien cercano les toque, hasta la visión mínima de la idea de decir adiós para siempre le resultará desagradable. Lo sé, porque yo fui uno de aquellos adolescentes y vi casi todas las películas de la saga de Saw en el cine para años más tarde preguntarme: en serio, ¿veía esto con tal entusiasmo?

Saw (todas juntas en ultramontaje rayante) es una de las mayores películas educativas de la historia del cine. Si haces algo malo (cualquier cosa, que igual matas a alguien o te saltas un ceda el paso), acabas siendo torturado en un brutal juego donde lo más seguro es que acabes reducido a un guiñapo sanguinolento. Si así no aprendes, no sé cómo aprenderás. Se ve que John Kramer, alias Jigsaw, hubiese sido un gran profesor.

Bromas aparte, recuerdo que si algo me gustaba de la saga original era como retorcía sin parar el guion, buscando engañar al espectador como fuera y, aunque, a veces, se volvía previsible, al menos cumplía con la labor de entretener. Ahora, no encuentro casi nada de eso en una continuación que me suena a greatest hits (pero con el bueno de Charlie Clouser) y poco más.

El problema, a medida que se ha alargado la saga (recordemos que fue una por año desde el estreno de la primera en 2004 hasta el «capítulo-final-ya-no-tan-final» de 2010), es que se ha transformado en un 1000 maneras de morir: si eres una mala persona, acabarás muerto y no merecerás ni un atisbo de compasión. Y eso hace que el juego, por rocambolesco que quiera ser, se vuelva tedioso e incluso repetitivo. Nada nuevo en la carnicería.

Jigsaw (hermanos Spiering, 2017) cambia el título (al principio iba a ser Saw Legacy, porque se ve que Saw VIII solo podía ser el título en España) y busca transformar la estética, los personajes y jugar con la idea del regreso del villano al que vimos morir en Saw III (y practicarle la autopsia en el IV; puro naturismo del gore). Parece que los directores y guionistas de esta nueva película buscan olvidarse de Hoffmann, Gordon y otros seguidores de Jigsaw y centrarse en nuevos personajes por medio de la muy recurrida retrocontinuidad, que plaga esta saga de flashbacks.

Olvidándose de los giros de cámara y el montaje videoclipero que era, en parte, la clave del mareo de algunos en las escenas de tortura, con una fotografía que reduce el uso de los tonos verdosos o incluso oscuros, nos encontramos, a fin de cuentas, con un capítulo más, que lejos de lograr hacer borrón y cuenta nueva, lo que hace es repetir claves de las anteriores películas: un final que recuerda al del baño de Saw I, un previsible juego temporal de Saw II, los juegos interconectados de Saw III, las autopsias del IV, los policías corruptos de Saw V, VI y VII… Es como colocarse una especie de vídeo tribute de la saga con nuevos personajes, que nos dan un poco igual, porque todos son igual de asquerosos. Si este es el nuevo puzle, más vale ir buscando piezas en otro lugar, uno que pueda sorprendernos y traernos un par de escalofríos como la película original de James Wan, que tanto bebió de Se7en (David Fincher, 1995).

Con trampas menos ingeniosas y dispuestas en busca del puro impacto, más allá de la reflexión (pantallas planas casi en HD en 2003… con un Jigsaw que siempre prefirió algo más anticuado), con un juego del despiste esperable (y menos mal que no han metido resurrecciones) y con unos huecos de guion más bien olvidables, uno que se ha vuelto mayor (y esta saga, pese a su revival, también) solo encuentra aspectos ya vistos en una trama de villanos, polis corruptos y un Jigsaw omnipresente, con ese lapsus entre películas, que deja fuera de lugar a actores que no han sido llamados o no han querido volver. Eso sí, regresa Tobin Bell como John Kramer, aunque uno se imagine el giro de guion y de lado quede un poco la filosofía del personaje en la segunda entrega. Uno no se aburre demasiado (por suerte) con esta "nueva" propuesta, pero tampoco se queda ojiplático con lo que te están contando.

Tras siete películas y un mar de duras críticas a esta nueva entrega, Jigsaw puede que no sea un bochorno espeluznante, pero quien espere más que lo que espera un adolescente con el gore y la casquería de la saga, no se llevará más que esta especie de reboot de viejas ideas, quizás, demasiado viejas. O puede que el problema sea mío.

Publicado originalmente en: https://bit.ly/2OrZQQo
Ozymandias_Iskander
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5
11 de abril de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagina tener doce años. Y también a una niñera que es la criatura más maja del mundo. Y una noche te da por quedarte despierto y ver qué hace ella cuando se supone que tú estás en el quinto sueño. Y descubres que queda con sus amigos... Y ha formado una especie de secta para realizar sacrificios humanos.

Ahora, sed sinceros, ¿a quién no le ha pasado esto?

El párrafo anterior, lejos de ser un recuerdo traumático, es el "argumento" de The Babysitter (McG, 2017), un film perfecto para cuando quieres ver (preferiblemente con colegas) una película, pero no cine, y que hace que cualquier persona que sintiese algo de horror con Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964), alucine (sí, de todo hay en este mundo). El tráiler ya hace spoiler de casi toda la película así que tampoco hay grandes sorpresas, no es como cuando en Bienvenidos al fin del mundo (Edgar Wright, 2013) pasa de ser una comedia de amigos a un film de... ciencia ficción o algo así.

The Babysitter resucita (o intenta resucitar) el terror ochentero de películas como Noche de miedo, pero cae, rápidamente, en lo esperable (más allá de un arranque un poco prometedor). Que se convierta en un híbrido de Solo en casa con gore tampoco ayuda demasiado, al igual que un humor que lejos de ser transgresor es, simplemente, un poco casposo (todo después del sacrificio lo es, sobre todo cuando cierto personaje recibe un disparo en cierta parte...).

De poco ayuda que sus creadores piensen que están haciendo algo realmente transgresor con escenas como dos chicas besándose a cámara lenta. En serio, en pleno 2018, ¿alguien se escandaliza con esto? Y es que la película, a partir de que empieza el tema del sacrificio, no deja de ser la típica película de serie b que no acierta en ser lo suficientemente mala para provocar carcajadas ni lo suficientemente satírica como para suponer una crítica al estadounidense medio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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9
25 de enero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Publicada originalmente en https://goo.gl/aE381g

Esta crítica parte de tres ideas claras para mí:

1. Sherlock Holmes es uno de mis personajes favoritos. No solo recoge el misterio y todos los matices de la literatura popular inglesa, sino que su influencia hasta nuestros días es claramente perceptible. Es un personaje que demuestra la complejidad del genio y cómo la razón encuentra siempre (o casi siempre) la respuesta.

2. Young Sherlock Holmes, pese a ser un pastiche de Holmes, tiene puntos interesantes y un respeto al canon estupendo. Sí, está inventando, pero, al inicio y al final, de la cinta se le advierte al espectador (¡como si tuviera que pedir disculpas!). El guion de Chris Columbus, además, me resulta extrañamente precursor de varios elementos que luego veríamos en Harry Potter (siendo el director de la dos primeras): el extravagante internado, el parecido de Watson con Harry, los profesores excéntricos, los enfrentamientos con un adinerado (Dudley, Malfoy... y recordemos el nombre del primo de Harry: Dudley), los pasillos con armaduras, los misterios, el profesor traidor, los extraños cultos, el amigo algo cobardica, el aire british...

3. Es una película que, pese a que está destinada a todos los públicos, incluye imágenes que me perturbaron en la infancia: desde el comienzo con el suicidio pasando por la perdiz (o pajarraco) que toma vida, las lámparas que se rebelan, el caballero de la vidriera... Efectos especiales (esos animatronics, esas animaciones por ordenador), que valieron la nominación al Oscar, y que nos dejaron a más de uno con un par de pesadillas o con la extraña idea de que si vemos una vidriera, sus imágenes están a punto de saltar y tomar vida.

Las tres ideas se conjugan en una sola: Young Sherlock Holmes es una película increíblemente disfrutable. Nos conduce a un universo donde Sherlock y Watson se conocieron en una academia que se verá en medio de un Londres victoriano asaltado por un siniestro culto egipcio, con reminiscencias de aquellos sacrificios de Indiana Jones y el Templo Maldito.

Barry Levinson daba sus primeros pasos en el cine con esta fantástica aventura, deudora del cine del propio Spielberg y paso adelante en cuanto al que desarrollaría años después Chris Columbus, cuyo trabajo en el guion desenvuelve toda esta aventura con regusto al mejor Holmes.

Muy destacable también el reparto con Nicholas Rowe como el señorial Sherlock, Alan Cox como el joven John Watson, Sophie Ward como la explicación de por qué Sherlock se convierte en aquel que conocemos de los libros y el siniestro profesor Rathe de Anthony Higgins.

Además, la partitura de Bruce Broughton, con cierto toque de John Williams, me parece estupenda incluso para escucharla fuera de la película, con varios temas que persiguen al espectador con una melodía muy carismática.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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8
15 de enero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recuerdas cuando hacías algo malo de pequeño, sin querer, y no te dabas cuenta de lo horrible que habías sido hasta que alguien te echaba la bronca y te ponías rojo de vergüenza? Black Mirror evoca a esa sensación: se nos pregunta por qué somos como somos y nos grita queriendo saber por qué no cambiamos. A lo largo de su metraje, la serie provoca incomodidad en el espectador al verse este reflejado en el oscuro espejo de esta obra creada por Charlie Brooker.

Después de una serie de parones y retrasos, Black Mirror ha vuelto con su sarcasmo y pesimismo (¿o realismo?) a nuestra pantalla para mostrarnos el lado más oscuro del ser humano y su dependencia de las nuevas tecnologías. Con una temporada un poco más larga de lo habitual (seis capítulos en vez de los tres de la primera y segunda -sin contar con el especial navideño-), Nosedive es el nombre del episodio con el que se estrena esta tanda, acompañada del ácido habitual, un sorprendente uso del humor más negro y una muestra de lo triste que es el ser humano. Muchos pensarán que critica el futuro, pero en realidad nos satiriza a nosotros mismos, ahora.

En manos de Joe Wright (director de Hanna), viajamos a un mundo ¿futuro? (¿O es nuestra propia realidad? ¿Le damos cinco años? ¿Un año?). Y es que en este abismo, toda persona comparte su vida en redes sociales y estos desgraciados son valorados con unas puntuaciones que se toman como modo de discriminar a los que no llegan a las cinco estrellas. Es decir, olvídate del “me gusta” y piensa en que todo el mundo te puntúa con una aplicación. ¿Qué pasaría en una sociedad tan centrada en la imagen? ¿Un castigo sería que te bajasen de puntuación? ¿Hasta qué punto fingirías con tal de subir tu media?

Utilizando las nuevas tecnologías como forma de dar cabida a ese mundo distópico, Nosedive reflexiona sobre las apariencias, las mentiras, los personajes ficticios que decidimos encarnar día a día, y también nos habla de cómo se ha sucumbido a existir en un falso filtro que hace que todo el mundo sonría como un idiota. Ahí viene la caída en picado: nadie es natural en ese mundo. Nadie es sincero. Todo es una mentira en una aplicación que espera ser actualizada con toda tu porquería.

Y, a medida que los planteamientos se asientan, el capítulo resulta incómodo por cómo mucha gente puede verse identificada con un personaje que nos debería resultar odioso y con el que terminamos encariñándonos: la imperfectamente perfecta Lacie (encarnada por una estupenda Bryce Dallas Howard). Y es que llegamos a sentir que todos hemos fingido como lo hace la protagonista y que en esta sociedad regida por lo políticamente correcto, pensar por uno mismo, decir la verdad, soltar una palabrota, quejarte… está mal visto y es que nadie quiere que le estropeen la foto, que le dejen de valorar con cinco estrellas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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