Sin duda la película es muy interesante. Un buen guión, estupendos actores, una dirección con altibajos pero bastante digna y un mensaje sobre la libertad de expresión y los peligros de la censura, todo muy de nuestro tiempo y para espectadores neoliberales con pretensiones culturales.
El problema viene cuano uno se pregunta si realmente los momentos finales de Sade fuero así (los hechos están fielmente reflejados en la historia pero eso tampoco quiere decir mucho) y sobre todo cuando tras una primera visión queda uno epatado y al pensar un poco más en lo que ha visto se da cuenta que por desgracia el vacio preside un gran parte del discurso de esta tan notable como algo engañosa película.
Pese a todo su visión me parece recomendable y el hecho de haya podido realizarse es un síntoma de que todavía hay personas que creen en el cine con ciertas inquietudes. Constatarlo es lo mejor que aporta esta obra tan pasionante por momentos como resbaladiza en su conjunto.

Excelente muestra del mejor cine negro de los años 40, "La máscara de Dimitrios" es un claro ejemplo de como la presión de la industria puede dirigir el gran talento de un director hacia producciones en las que lo que menos importa es precisamente ese talento.
Despues de sumergirnos en el turbio mundo que planeta la película resulta raro comprobar como Jean Negulesco pudo hacer una obra tan soberbia en sus comienzos y acabar con sus anodinas (califiquemoslas así por ser benevolos) películas turística en rutilante technicolor. Su dominio de la profundidad de campo, su capacidad para recrear atmosferas oscuras, opresivas y asfixiantes y una forma de rodar y planificar totalmente inspirada dejan claro lo que se perdió cuando se dedico a otro tipo de producciones.
La máscara de Dimitrios, basada bastante fielmente en una obra muy entretenida de Erci Ambler, tiene todos los elementos que convierten en legendario el mejor cine negro de los 40, ambiguedad moral, retratos de personajes poco convencionales, tramas rebuscadas que acaban casando con absoluta precisión,itinerarios por imposibles ciudades de leyenda, dilemas éticos de profundo calado existencial y por encima de todo una ambiguedad moral que otorga al conjunto una densidad extraordinaria.
Si a todo esto añadimos el protagonismo de dos estratosféricos actores como Peter Lorre y Sidney Greenstreet, ambos en estado de gracia, el resultado, muy inspirado en la legendaria "El halcón Maltés", es uno de los más desconocidos e importantes films de género de su época, que solo se ve lastrado por la interpretación de un incapaz Zachary Scott que no consigue aportar la necesaria fuerza y oscuridad a su crucial personaje.
Por lo tanto una obra muy poco conocida pero casi de refencia y visión obligada para amantes del cine clásico en general y del cine negro en particular, capaz de hacerle sombra al mísmisimo "Halcón Maltés".

La tercera, y última, película que dirigió el gran guionista Dudley Nichols fue esta curiosa y por momentos excelente adaptación de la obra homónima de Eugene O´Neill. Aunque esta película nunca se estreno en España, si se emitió hace algunos años (cuando era posible ver buen cine con asiduidad en la televisión) con el título " A Electra le sienta bien el luto".
Al haberla visto hace poco gracias a una grabación de video de aquel pase, he descubierto un drama intenso, con caracterizaciones psicológicas muy poderosas (en algunos momentos quizás demasiado) de sus protagonistas, muy bien realizado y con un excelente guión (no podía ser de otra manera viniendo firmado por el guionista de obras maestras indiscutibles, y cito solo las que ahora mismo se me vienen a la cabeza, como La diligencia, Perversidad, Por quien doblan las campanas ó Esta es mi tierra)).
Así, esta adaptación del drama de Electra trasladado a la Nueva Inglaterra estadounidense justo acabada la guerra civil posse una gran fuerza, y aunque algunos excesos tremendistas y una Rosalind Russel que se movía mejor en la comedia que en este tipo de historias, quitan fuerza al conjunto, este se mantiene a un nivel muy alto. Por ello sirvan estas palabras como reivindicación de esta más que curiosa película que cuenta además como anécdota con uno de los primeros papeles de un jovencísimo Kirk Douglas y el debut americano del gran Michael Redgrave.
Si se tiene oportunidad no debe dejarse escapar la posibilidad de verla, pues pese a sus limitaciones, sus virtudes se imponen contundentemente convirtiéndola en uno de esos títulos desconocidos que curten el paladar de los amantes del mejor cine clásico y las expectativas del más snob de los espectadores con pretensiones.

Sin duda esta es una película, muy bonita, su partitura musical es espléndida y su reivindicación del amor, la familia y otros lugares comunes varios viene servida por un majestuosos technicolor y unos números musicales que en honor a la verdad solo pueden ser calificados de antológicos.
Pero a pesar de todo esta es una película blanda, sosa, llena de tópicos que arruinan parcialmente la propuesta y que en algunas ocasiones causan auténtica vergueza ajena. El paso del tiempo juega en su contra por que tanta bisoñez y convencionalismo, la verdad, son difíciles de soportar, de manera que pese a su fama, totalmente merecida en el apartado musical, no resite comparación con otras obras del género (me viene a la cabeza Un día en Nª York, Desfile de Pascua ó La bella de Moscú) .

Es evidente que para los amantes, como es mi caso, del cine musical clásico esta película tiene un gran valor y resulta cuanto menos recomendable. Los puntos negros viene por su tono bastante ñoño y la acumulación de tópicos que el desconocido director Laszlo Kardos no sabe sublimar (no es y ni siquiera se parece a SIdney o Minelli) y a pesar de unos números musicales antológicos, y formidablemente rodados (estando Ann Miller por allí eso no extraña en absolluto) la trama toma demasiada importancia y se ve con una mezcla de risueño escepticismo e incluso de condescendencia casi sociológica.
Con todos los pero que quiera ponérsele, se trata de un título que no se merece el olvido en que se encuentra, ya que visto sin prejuicios se disfruta y mucho como otro ejemplo señero del buen hacer de la Metro en el cine musical, que incluso cuando hacía pelis de segunda daba como resultado obras mayores.
Destaca, como siempre que aparece, la extraordinaria Ann Miller (muchos descubriran que números muy famosos de la historia del musical pertenecen a esta ignorada peli) y un excesivamente candoroso Farley Granger bastante despistadillo que no obstante aguanta muy bien el tipo ante la presencia empalagosamente inquietante de la mucho más difícil de llevar Jane Powell, y las intervenciones estelares de mitos como Nat King Cole o la olvidada y fabulosa Fay Wray.
Por todo esto y a pesar de sus limitaciones "Una chica de pueblo" es imprescindible para amantes del musical clásico y recomendable para degustadores del cine de la época .
Como pasa con muchos otros títulos de aquellos años sus buenos sentimientos, relamidos tópicos y triunfo de los valores mas superficiales del conservadurismo americano le restan fuerza, pero no impiden que sin ser una joya la peli brille en muchos momentos como si lo fuera, y de las mejores además. Que el conjunto no llegue tan lejos quizás sea una pena pero un musical tan MGM como este jamás debería pasar desapercibido.