Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Chagolate con churros
Críticas 748
Críticas ordenadas por utilidad
10
29 de octubre de 2010
55 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Iniciamos una aventura, dividida en tres partes, sobre incomunicaciones y vidas a la deriva. Sobre opulentos personajes vacíos de valores, y de movimientos autónomos carentes de sentimientos.

Con la cámara, Antonioni recoge el silencio, la apatía de la conversación y el hastío de involucrarse en algo que ataña sentirse vivo. A base de gestos y de planos cargados de simbología, la cámara es la que recoge los desechos, la que narra la historia.

Desde el primer fundido encadenado, donde el padre de Anna desaparece empequeñecido entre las dos mujeres y es sustituido en el plano siguiente por Sandro asomado a la ventana (el uso del contrapicado que yuxtapone al padre y al novio es significativo: el padre incapaz de darle seguridad a su hija deja el paso al hombre con quien su hija cree que va a alcanzar la felicidad), también entre las dos mujeres-; la cámara apuesta por no guardarse nada.

En su primera parte, Antonioni, retrata a nuestros protagonistas a través del ambiente. Los edificios y los interiores son los matices de sus personajes. Si ya dije en su momento que Antonioni ha sido el mejor arquitecto por todo lo que podíamos dilucidar de sus personajes a través del entorno donde los colocaba. Que mejor ejemplo, que el archipiélago de las Islas Eólicas (Lisca Bianda) para retratar a los personajes que nos atañen: yermos vacíos, llenos de trampas y azotados por tormentas.

En su segunda parte, la culpa y el deseo se mezclaran, al principio sin orden ni control (como si alguna vez ambos sentimientos lo tuvieran...) y más tarde acoplados, sin el énfasis de ganar la carrera. Empieza entonces la tercera parte que llega al clímax cuando Claudia (sobresaliente Monica Vitti) dice:

“Hace unos pocos días, al pensar que Anna podría estar muerta sentí que yo también me moría. Ahora ni siquiera lloro. ¡Lo que temo es que esté viva!”

Y finalmente la redención. La comprobación de que el recipiente está vacío, que quizá no haya esperanza y sea demasiado tarde.


Hemos conducido todo el tiempo sobre las curvas de la condición humana, el vehículo (la cámara) nos transportaba, el conductor (Antonioni) nos llevaba, pero sólo el pasajero puede apreciar, si bien lo desea, el paisaje que se abre a nuestro paso.
Chagolate con churros
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
22 de septiembre de 2008
52 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tatsuya Nakadai es Kaji. Y Kaji es uno de esos regalos que da de vez en cuando el cine donde podemos volcar todo nuestro afecto y respeto. Kaji está lleno de unos ideales que no casan nada con este mundo. Y menos casaban en un mundo con la II Guerra Mundial de por medio. Durante los 208 minutos Kaji recorre el camino del humanismo. Y a pesar de todos los inconvenientes, de todas las mentiras y decepciones, Kaji sigue recorriendo ese camino. ¿Irreal? Puede, pero Kobayashi consigue que nos lo creamos todo.

Sí, son una burrada de minutos, en blanco y negro y japonesa. ¡Casi nada! Pero es una historia llena de gran cine. De una calidad palpable desde su inicio, con una cámara que daña cuando lo pretende y emociona cuando quiere. Kobayashi nos brinda unos primero planos a ras de suelo que descolocan, una brillante realización y ambientación y unas actuaciones descomunales. Pero sobre todo nos ofrece un personaje que lo tiene todo para ser convertido en un icono y no se arruga al tirarlo a los leones: Nakadai está a la altura del reto impuesto.

Kobayashi comete a mi juicio un fallo habitual en este tipo de películas. Alarga en exceso la historia. Usa elipsis insuficientes (aunque algunas utilizadas son prodigiosas) y desdeña el uso de síntesis que hubiera mejorado la película. Su final es primoroso, y sabes que no resistirás mucho tiempo a seguir el camino de Kaji, que ahora, se vuelve más opaco, con menos posibilidades de seguir por esa senda del humanismo del que no pretende desviarse.

La historia pudo ser tildada de antipatriótica, pero lo que la gente no quiso ver, es que Kobayashi no hablaba de patrias ni banderas. Hablaba de hombres y mujeres con el mismo color de sangre circulando entre sus venas. Y si te das cuenta de ello, “La condición humana” es uno de los relatos más agudos y duros de este siglo.
Chagolate con churros
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
29 de junio de 2010
51 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Shingo Ogata (Sô Yamamura) recibe una llamada telefónica.
Contesta: ¡ahí estaré!

Tras un fundido encadenado, el Sr. Ogata camina por un parque flanqueado de árboles. En el contraplano observamos a Kikuko (Setsuko Hara) sentada en un banco, al borde del camino. Ella se levanta, y tras un par de planos y contraplanos ambos se saludan. El Sr. Ogata dice:
- Demos un paseo.

La cámara de Naruse, se engancha al pelotón y con un amplio (más que largo, puesto que en contraposición con el resto de la cinta de interiores o caminos vallados, se percibe la libertad que da el otoñal parque) travelling, la cámara sigue a ambos personajes. Naruse no se olvida de los demás transeúntes que encuentran en su caminar, y la cámara se despista (como un voyeur) siguiendo por segundos a otros (quizás) protagonistas del Tokio de los cincuenta: enamorados, familias enganchadas de la mano,... y cada nuevo viandante que asoma en pantalla produce ciertas sensaciones que recoge la cámara, a los que realmente son nuestros protagonistas.

Cuando se detienen, el Sr. Ogata se sienta en otro banco después de admirar el parque. Kikuko, permanece de pie, indecisa. También apurada. El espectador ya ha detectado los cambios de su personaje, al igual que lo hizo el Sr. Ogata cuando concretó la cita telefónica con Kikuko.

Ella no tiene que decirle el motivo de la cita.
Él no pide explicaciones ni correcciones en su decisión.

Son ocho magníficos minutos de secuencia lírica donde Naruse vierte todo lo que queda. Es irónico pensar que la armonía que encontramos entre esta pareja (acrecentada por los travellings y los planos fijos que se van intercambiando meticulosamente) no existe entre los demás personajes de la película. Una pareja perfecta basada en el respeto y la integridad. Cualidades que el director percibía que se perdían en su Tokio de los cincuenta. A veces, basta una escena. Ésta, es la escena.
Chagolate con churros
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
26 de febrero de 2008
57 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Falso culpable” es una cinta más que correcta que decae mucho por el final. A mí juicio, es desde que un enorme y fantástico Henry Fonda entra en la oficina de seguros cuando empieza lo verdaderamente interesante. La tensión esta en su máximo y Hich nos arrastra con el protagonista a todas las escenas del crimen. Esto, junto con el interrogatorio y el reconocimiento policial esta filmado con una impecable calidad.

Luego, con el juicio, la cosa decae y la enfermedad de la mujer me parece material sobrante. Quizá, el ímpetu del regordete director de ceñirse a unos hechos verídicos, perjudicara en cierta medida el trabajo global que tiene como lo mejor a Fonda.
Chagolate con churros
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
15 de diciembre de 2007
56 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a hablar de la inverisimilitud de esta historia que a algunos parece molestar. Cuando se rueda una cinta de aventuras la credibilidad se queda a un lado. Me quedo, con todo lo demás, con aquello que Huston supo plasmar con elegancia, incluso, con los factores que le dan a la historia, un toque extraordinario. No me cansaré jamás de repetir que las aventuras que Huston dirigió son hoy por hoy, un tesoro jamás superado. Evidentemente no me refiero al nivel técnico, donde las escenas de los rápidos pueden sonrojarnos hoy en día, sino por esa destreza en conseguir que las aventuras más descabelladas puedan pareceremos reales, en conseguir un acercamiento a la historia y creer en la posibilidad de que los protagonistas pudiéramos ser nosotros.

Huston se desplazó al Congo Belga para rodar esta película que transcurría en Uganda. Con todas las incomodidades y con dos estrellas que dieron lo mejor que tenían para meterse en sus papeles. Sucios, feos, brutos y sin un ápice de estrellato. Y por eso nos lo creemos, porque olvidaron su nombre y se llenaron de selva.

Los mosquitos, los rápidos, el cañaveral son situaciones rodadas con una pericia, que yo, a miles de quilómetros de aquellos ríos tramposos, no puedo dejar de inquietarme y emocionarme. Esa es la realidad con la que John Huston sabía impregnar todas sus cintas. Esto, es “La reina de África”: el dulce sabor de la aventura.
Chagolate con churros
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Más sobre Chagolate con churros
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow