Mientras la dictadura asesina china sigue masacrando a los disidentes en su país e intentando hacerse con el mundo, aparte de estar deseando asaltar Taiwán para poder oprimir un poco más, que es algo que les encanta, el cine norteamericano intenta blanquear la cultura china, que la pobre no tiene la culpa de que los locos gobiernen su país, sacando a chinos a diestro y siniestro. Todas las excusas son válidas para que un chino aparezca en nuestras vidas: una niña china, un robot chino, un consolador o una tupper hecho por manos explotadas de trabajadores chinos, niños incluidos. Lo chino está de moda en USA, y nos lo meten con calzador de cualquier manera.

Si eso se hiciera bien, bueno, pues no pasaría nada, es decir, sí pasaría porque se sigue blanqueando a los cómplices de una dictadura asesina, pero sería algo menos doloroso.

Lo malo es que esta absurda película trata de ser íntima y personal y es un rollo total, me recuerda, por ejemplo, a cosas como Proyecto Lázaro, de Mateo Gil, que está bastante mejor, dentro del aburrimiento de ambas.

Yo estaba deseando que el robot desapareciera del mapa y no volviera nunca jamás y el absurdo generalizado de la familia multicultural llorando por las esquinas por el androide no se sostiene de ninguna manera.

Es cierto que el mundo del cine está de capa caída, pero es que hay veces que ya no sabes si quitar la película a medias o cortarte las venas. Un despropósito, vamos.

(Bill de Caledonia)

A mí me gustó bastante Secuestro, del danés Tobias Lindholm. Una película de gran interés sobre piratas somalíes secuestrando un carguero danés.

También estaba bastante bien A war. Luego ya se fue para Norteamérica, dirigió algunos de Mindhunter, una serie que a mí no chicha ni limoná, y ahora se lanza al largo yanqui con una historia real.

Si soy sincero, me gustó más de lo que esperaba, pero es muy normal cuando los protagonistas son dos actorazos como Jessica Chastain y Eddie Redmayne. Bueno, el segundo a mí me ponía muy nervioso, porque estaba a punto de pasarse de frenada muchas veces pero su gran capacidad le hacía contenerse y resolver con acierto.

Vi El padre y me gustó bastante, he de reconocerlo. Allí Anthony Hopkins bordaba su papel y ganó el Oscar merecidamente. Por eso estaba muy interesado el ver El hijo de Florian Zeller, para ver si mantenía el interés. La respuesta es no.

Y no es porque no le pongan intención Hugh Jackman y Laura Dern, que me parecen muy buenos actores, sino que trabajan sobre la base de un guion que está adulterado por completo por la búsqueda de la lágrima fácil y el pavor del espectador. De hecho, hay muchas situaciones incomprensibles, sobre todo la que desencadena el final, que con un poco de cuidado se habría solucionado fácilmente.

Zen McGrath está bien, pero tampoco es para tirar cohetes, lo que pasa es que su personaje es tan trágico que gusta en Hollywood, donde interesa todo lo excesivo, aunque no esté pulido y esté hecho con trazo grueso.

Decisiones incomprensibles y descuidos imperdonables dan un final perfectamente planificado para conseguir lo que se busca toda la película.

(Bill de Caledonia)