El interés de la película se limita a la curiosidad histórica. Toni Leblanc está poco afortunado como director. Le falta picaresca que, en contrapartida, le sobra como actor y caricato. Los gags y sus personajes son arquetípicos. Es lo mejor del film. Por lo demás, resulta bastante sensiblero y deja testimonio de cómo era una sociedad española tercermundista, en la cual escaseaba el empleo ypara operarse de algo complicado había que ser rico. Lo malo es que la cruda realidad se refleja sin gracia, con escaso sarcasmo. El único aliciente es ver a conocidas caras de la escena en sus jóvenes años y el cameo de Manolo Morán interpretándose a sí mismo.

Lo cierto es que la traducción del título en español es impresentable. Estos "Senderos de honor" pretenden rememorar a la magistral "Senderos de gloria" del maestro Kubrick. Insultante. No se puede negar que la ambientación y la puesta en escena son correctas, pero, como ocurre en muchos casos, la adaptación al cine de la obra teatral no resulta. El desarrollo es tedioso. El consabido mensaje antibelicista es rutinario y visto mil veces. Poco material para justificar por sí sólo un largometraje de esta duración.

La intencionada sobreactuación de los protagonistas produce como resultado final que los caricaturescos personajes parezcan payasos de segunda fila metidos a actores. Se echa a perder así una puesta en escena interesante. El argumento daba juego pero la forma de contarlo es absolutamente ineficaz. No hay empatía. Los diálogos son una manida perorata más que vista que despierta más bien poco interés, con algún momento escaso de ingenio. Film perfectamente olvidable.

La película no pasaría del simple melodrama si no fuera por el grandioso trabajo de Dustin Hoffman y Susan Sarandon. Jake Gyllenhaal está más discreto y no acaba de convencer. El desarrollo es interesante y disecciona lo que es un duelo patológico a consecuencia de una muerte poco clara y sus consecuencias sociales. La trama tiene puntos fuertes y tristes y poco de comedia. A veces resulta desesperante. Lo malo es que algunos aspectos, como la trama judicial asociada, no son demasiado realistas. Quizás es un poco excesivo ver algún tipo de mensaje en el film. Con todos los defectos, el guion tiene momentos brillantes, incluso con alguna ironía. La historia está bien contada.

No debe de haber ningún cinéfilo que no haya visto esta película. El argumento inspirado en los siete samurais de Kurosawa es lo de menos. La puesta en escena, la fotografía y las secuencias de acción son soberbias. Mención especial merece, como es sabido, la famosa, inolvidable y emblemática música de Elmer Bernstein, muy en línea con las obras sinfónicas de Aaron Copland. A un film así se le perdona todo, incluso que los gringos sean siempre los buenos, como era de rigor, defendiendo a los pobrecitos mexicanos por simple amor propio. Esto no es obstáculo para algún inusual detalle curioso, como que el jefe de la banda de forajidos cumpla su palabra devolviendo las armas a los pistoleros con la promesa de no regresar que, obviamente, desobedecen. El film es de visionado imprescindible, incluso de revisión obligada al cabo de cierto tiempo.