Basada en el libro autobiográfico que escribió la madre de esta gran familia, "Trece por docena" narra cómo fue la vida en aquella familia de 12 hijos, la importancia que tiene en la educación ser unos padres ejemplares y consecuentes, crear hogares alegres, la forzosa convivencia con hermanos, la compatibilidad entre vida austera y aparentemente acomodada, el papel de la moral conservadora, ceder algo sin perder serenidad cuando toca, etc.

El espectador debe tener presente que estamos ente una película costumbrista donde realmemte no ocurre gran cosa, y cuando ocurre algo es para finalizarla de forma abrupta.

Una madre descubre que su adorable hija es una sicópata asesina en serie.

Película sobre el todavía controvertido tema del “gen criminal” que también aborda el lado oscuro de los vínculos familiares, allá donde se anteponen al Bien.

Decepcionará a quien, influenciado por la carátula, espere un thriller o una antigua película de terror sicológico. Estamos ante una difícil película con cierta vocación de ensayo criminológico, incluso adornada con personajes del mundillo del suceso y la intriga, y con un guión que podría ser el de una obra de teatro que los actores superan con sobresaliente.

El espectador disfrutará más si se prepara para ello, la película no oculta su vis teatral en el estilo interpretativo de los actores, los cuales incluso saludan después del “cierre de telón”.

La forma en que la madre intenta resolver la situación ayuda a entender dramáticos sucesos de gran actualidad.

Cerrando el saludo final hay una pequeña broma con mensaje que desconcertará al espectador contemporáneo, que busca desdramatizar la tesis del estigma criminal.

Libia, 2012. El consulado norteamericano es asaltado por islamistas. Los norteamericanos se encastillan en una cercana instalación de la CIA donde unos soldados "contratados" que estaban allí con otra misión tendrán la oportunidad de convertirse en héroes.

El exceso de personajes con idéntica caracterización (barbudos, cachas y con familia) produce mucha desorientación y lo que podría ser una distraida película de acción de alto presupuesto solo se consigue en el último tercio.

Bien rodadas las escenas del asedio nocturno donde también se refleja la importancia que tiene el buen adiestramiento y la superioridad tecnológica en el combate, por encima de la numérica. Eso sí, uno termina sin saber quién es quién entre los mercenarios protagonistas.

Ambientada en Londres años 50, la película narra la relación sentimental de un modisto inglés de alta costura con una camarera.

Paul Thomas Anderson dirige y guioniza una película en la que asume el gran reto de narrar la vida cotidiana en un taller de alta costura y retratar el mundo del glamour y la alta sociedad, a la par que introduce una relación sentimental destructiva.

Hay en El Hilo Invisible lecciones magistrales de buen cine que cautivarán al espectador cinéfilo pues Anderson urde su película con el mismo afán perfeccionista que el protagonista diseña sus trajes. Todo está cuidadísimo, las escenas sobre la vida cotidiana en el taller, el proceso creativo, las costureras, las pruebas, los desfiles privados, las fiestas de la jet, etc. La mirada de Anderson es honesta mostrando que los personajes de la alta sociedad ocultan bajo la sofisticación las mismas inseguridades y dramas personales de cualquier hijo de vecino.

El personaje de Reynolds Woodcock está cuidadosamente trabajado con la biografía de tres modistos, uno de ellos el español Balenciaga. Daniel Day Lewis, que con esta interpretación se despide incomprensiblemente del cine, borda el trastorno narcisista de personalidad del protagonista: ególatra, perfeccionista, trabajador incansable, maniático, cruel, carente de empatía. La luxemburguesa Vicky Krieps, que debuta en las pantallas internacionales, convence en el papel de camarera pueblerina que se convierte en musa, dulce y rebelde, y finalmente dueña del indomable genio. La veterana inglesa Leslie Manville está impresionante en el papel de hermana del modisto y gerente del taller. Los tres hacen interpretaciones cautivadoras donde abundan gestos, cruces de miradas y silencios que valen mil palabras, en primeros planos que ayudan a sobrellevar diálogos superficiales.

Sobresale la banda sonora, compuesta por el polinstrumentista rock Jonny Greenwood (Radiohead), que en este tercer trabajo para Anderson sorprende con brillantes piezas de instrumentación clásica evocadoras de Debussy, Bernard Hermann, Ligeti, Glass, etc. Se adivinan en ellas instrumentos raros como el ondas Martenot, el psalterio y el piano vertical sin caja, aportando inusuales matices sonoros. Hay además piezas de Oscar Peterson, Fauré, Berlioz, Schubert y Bramhs que no aparecen en los títulos de crédito.

Muy destacable es el montaje, inexplicable que no se llevara un oscar. Diversas escenas e incluso con diálogos sotto voce y voz en off son encadenadas bajo una misma pieza musical con volumen alto. La música no ambienta las escenas sino que las imágenes están al servicio de la música, dotando a la película de inolvidables momentos de gran lirismo que aguantan varios visionados.

Por último, la ambientación y la dirección artística en general es impecable, apabullante. Los amantes de la moda reconocerán trajes de Balenciaga, Dior, etc.

Y ahora, la parte mala. Como puede comprobarse en esta sección de críticas, la película resulta un tostón para muchos espectadores, puede pesar sobre ellos el escaso interés del mundo de la alta costura y el glamour, la personalidad de un ególatra narcisista y las conversaciones vacuas almibaradas por las buenas formas. Hacia la mitad de la película la relación sentimental entre los protagonistas se va tornando destructiva y termina por volverse inverosímil. La película va de más a menos. El propósito final de la película particularmente no me ha convencido.

Solo los amantes del buen cine disfrutarán y sabrán perdonar tanta vacuidad y el desenlace, tanta Belleza y tan poca Verdad.

1940-1944. Francia firma un armisticio y es sometida por Alemania. La guerra entre los niños de dos pueblos vecinos discurre paralela al rechazo hacia el colaboracionismo del gobierno de Vichy y Petain con los nazis.

Película sobre los valores castrenses, la importancia del liderazgo y de tener un ejército organizado y profesional para defenderse. También sobre las miserias de los conflictos civiles en época de guerra. Excelentes intepretaciones infantiles, impresionantes exteriores del Loira, acertados planos con grúa y una apabullante banda sonora más propia de una superproducción.

Si de antemano el espectador sabe lo anterior y se sienta con buena actitud a verla con sus hijos o nietos, sabrá disculpar la falta de interés que pueden despertar la sucesión de escenas sobre la vida en un pequeño pueblo y las batallas entre niños vecinos, que ocupan los dos primeros tercios de la película.

La película gana mucho para el público adulto cuando finalmente la trama infantil y la adulta concurren y todo adquiere sentido.