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Críticas de Wladimyr Valdivia
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Críticas 157
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
23 de enero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siete Globos de Oro, ocho Critic’s Choice Awards y una decena de premios y nominaciones son las que ha cosechado ‘La La Land’, el nuevo trabajo de Damien Chazelle (‘Whiplash’), seria candidata para quedarse con la estatuilla a Mejor Película en los próximos Premios Oscar. El director, esta vez, explora de lleno el género musical para contar una historia de romance clásico, en una ciudad abierta a entregarlo todo a quien esté dispuesto a dar todo para cumplir sus sueños.

La cinta nos sitúa en Los Angeles, donde llega Mia (Emma Stone), una actriz que va de casting en casting intentando hacerse camino para llegar a convertirse en una gran actriz. Y está Sebastian (Ryan Gosling), un pianista amante del jazz más clásico, que se gana la vida tocando donde la invitación surja, cuyo sueño es abrir su propio club de Jazz. Y en medio de este escenario perfecto, ambos intentan llevar a cabo su amor en una ciudad que es testigo silencioso, donde las oportunidades no se pueden desaprovechar y los sueños de Mia y Sebastian pueden verse enfrentados de cara al destino que esperan construir juntos.

Ya en ‘Whiplash’ (2014), Chazelle mostró su devoción a la música y al jazz en particular, y en ‘La La Land’, tomando elementos del cine más clásico junto al género romántico más contemporáneo, construye una obra musical magistral donde el amor y los sueños son el eje central de su historia. Una vez más, la pasión y el deseo son los que mueven a los protagonistas en un relato, si bien de una simpleza muy tradicional, que no cede ante conclusiones facilistas; Mia y Sebastian son dos perdedores en un lugar que no da cabida al fracaso. ‘La La Land’ se convierte en un homenaje a la música y al cine, con una historia elegante, transparente y visualmente perfecta, pero por sobre todo honesta: Chazelle no pretende reinventar nada; desde la premisa del musical más clásico, juega con sus elementos para dibujar sin artificios ni agotamientos un verdadero poema al amor y las oportunidades.

‘An American in Paris’ (1951), ‘Singin’in the Rain’ (1952), ‘The Band Wagon’ (1953), ‘Los Paraguas de Cherburgo’ (1964), ‘Las Señoritas de Rochefort’ (1967) o el propio cine mudo son sólo algunos de los títulos que se nos vienen a la cabeza tras los 120 minutos de ‘La La Land’, que encuentra en Emma Stone y en Ryan Gosling a dos magníficos intérpretes de emociones, a través de sus diálogos, sus bailes y sus canciones. La química entre ambos es innegable y, con ello, el desarrollo de sus personajes e historias de vida se conducen fácil y con buen ritmo, entre secuencias de baile callejeras y presentaciones de música en vivo. Las canciones originales compuestas por Justin Hurwitz e interpretadas por los propios Stone y Gosling transmiten cada momento, con letras de calce perfecto a las escenas, de sonidos pegajosos, estimulantes y conmovedores.

Cada plano y cada secuencia de ‘La La Land’ respira arte, trabajo, nostalgia y amor por el cine como un mecanismo que opera sin fallas, sin vacíos ni bloqueos. La fotografía de Linus Sandgren -el mismo de ‘American Hustle’ (2013) y ‘Joy’ (2015)- responde con una gama inacabable de recursos, y la intensa progresión de su hilo narrativo no dan respiro, cautivando incluso al más reacio ante dramas románticos o comedias musicales más tradicionales. Y su título no es aleatorio; el juego de palabras al que hace alusión es el corazón de una cinta que se esmera por representar los sueños de cualquiera que pretende alcanzarlos y que debe sobreponerse a todo, incluso al amor, que como una necesidad vital, nos obliga muchas veces al sacrificio y a la experiencia del dolor, ese que surge ante lo imposible, el que nace tras la promesa de un amor eterno siendo testigos de un anhelo que se contrapone a las palabras.

‘La La Land’ rompe el prejuicio de muchos, y tiene todo para convertirse en un clásico del cine y, en especial, del género. Tanto sus canciones como todo su repertorio visual y narrativo, desde su fotografía hasta su preciso guión, su magnífica dirección y las desbordantes actuaciones de Emma Stone y de Ryan Gosling ponen a ambos actores en la cima, y a Chazelle en uno de los realizadores más consagrados y exitosos del momento, con un film indispensable, para amantes del cine, la música y, fundamentalmente, de historias muy bien contadas.


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Wladimyr Valdivia
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7
14 de enero de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que todo, recomendar a quien desee ver esta película, ojalá evitar su trailer e incluso leer alguna sinopsis, las que inexplicablemente revelan parte importante de la trama, cuyo descubrimiento debiera correr por parte del espectador, ya que responden a uno de los giros de la cinta.

‘Allied’ es el título de la nueva película de Robert Zemeckis, director de obras cumbres como ‘Back to the Future’ (1985), ‘Forrest Gump’ (1994) o ‘Contact’ (1997), el que en esta ocasión se interna en plena Segunda Guerra Mundial, con un thriller de espionaje y romance que sigue la historia de Max (Brad Pitt), un agente secreto norteamericano que llega a la ciudad de Casablanca en Marruecos a cumplir una misión: acabar con el Cónsul alemán. Para ello debe unirse a Marianne (Marion Cotillard), espía francesa del bando aliado, de la que inevitablemente termina enamorándose.

Con actores del peso de Pitt y Cotillard, ‘Allied’ nos asegura un doble protagonismo compartido y la mitad del trabajo hecho, y es que ambos son capaces de levantar la película desde la escena inicial, momento en el que se conocen y con lo que comenzamos a disfrutar de una primera mitad muy entretenida: como interpretando los papeles de una obra muy bien ensayada, ambos espías aparentan ante su grupo social ser marido y mujer y llevar una vida perfecta de confianza y pasión, sin embargo, cuando se baja el telón, en la intimidad, deben repasar sus personalidades prefabricadas, él mejorar su francés, ella instruirlo en los siguientes pasos de la misión. La tensión aumenta en la medida que son sometidos a situaciones de la que no podrían fingir, y con ello juega Zemeckis.

Siguiendo un relato simple y certero, en medio de un ambiente bélico, la cinta explora con facilidad las redes de espionaje solapadas en medio de una alta sociedad misteriosa y corrompida, donde todo es mirado con lupa y el peligro acecha cualquier calle, cualquier bar, cualquier evento social, en una ciudad en medio del desierto africano que operaba como puerto estratégico francés. Ambos ocultan habilidades militares, la sangre fría y un corazón dispuesto a todo con tal de servir a la causa, aunque mimetizados como una pareja francesa en medio de los grandes salones, copas y risas, y el gran mérito es de Pitt y Cotillard, quienes con poco esfuerzo construyen dos potentísimos personajes. La dualidad de Marianne conquista: seductora, misteriosa y calculadora; mientras que Max opera desde el militarismo y el deber, aunque ambos sensibles al momento, la causa y las convicciones.

La segunda mitad da paso a una historia de amor más convencional, y es aquí donde lo que parecía ser puede no serlo, y la tensión aumenta en la medida que el misterio y los secretos se nos van develando.

Zemeckis evita los artilugios y llena de vida sus imágenes con la efectividad de uno de los mejores directores contadores de historias que existe. Su relato es inequívoco y carece de vacíos, no nos abruma con gran cantidad de personajes ni se esfuerza por darle contexto más allá de lo necesario al momento histórico; de esto último se encargan sus diálogos, su puesta en escena, sus decorados y sus delicadas y bien filmadas escenas bélicas. Si bien la cinta tampoco exuda originalidad, bien funciona como un correcto homenaje a ese cine pasado, donde el amor en tiempos de guerra era argumento codiciado por la industria.

Quizás el gran problema de la cinta es la relación entre ambos personajes que no termina por cuajar, y es que a pesar de la calidad interpretativa de ambos actores principales, la química entre ellos nunca se deja ver, opacando así grandes momentos que la película desperdicia. Sin embargo, ‘Allied’ cumple con creces como un thriller de espionaje con tintes de romance épico, el que trae de regreso a uno de los directores más veteranos de Hollywood.


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Wladimyr Valdivia
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9
6 de enero de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la adquisición definitiva de Pixar por parte de Disney, esta se convirtió en su principal fábrica de éxitos de taquilla para la marca del Ratón Mickey. Sin embargo, Walt Disney Animation Studios ha sido capaz esta última década de posicionar sus películas en los primeros lugares casi a la par de Pixar Studios. Con ‘Wreck-It Ralph’ el 2012 y luego ‘Frozen’ (2013), ‘Big Hero 6’ (2014) y ‘Zootopia’ (2016), las expectativas eran altas con ‘Moana’, y así lo señalaba la crítica previo a su estreno.

Dirigida por los mismos genios de ‘La Sirenita’ (1989) y ‘Aladdin’ (1992), ‘Moana’ nos sitúa en la isla Motunui, donde una niña de 16 años, hija del jefe de una comunidad de navegantes por naturaleza, motivada por la sabiduría ancestral de su abuela, comienza una travesía junto a Maui, un semidios que hace 2000 años le robó el corazón a la isla, que está trayendo como consecuencia la inminente muerte de toda la naturaleza.

No es difícil saber lo que uno se espera al ver este tipo de películas, fabricadas con minucioso detalle en lo técnico y preocupadas de establecer cánones valóricos, que terminan apelando a nuestro humor y emotividad para entregar un mensaje claro, conmover y entretener a través de él. Sin embargo, muchas veces la fórmula no está lo suficientemente bien ejecutada y, cuando una pata cojea, la mesa nunca logra estabilizarse. En este caso, ‘Moana’ consigue con un relato simple, pocos personajes pero entrañables al máximo, un diseño de arte sobrio pero muy realista y tres canciones impresionantes, convertirla en una de las mejores películas de animación de los últimos años y, probablemente, de la marca Disney.

Inspirada e interpretada vocalmente por la joven debutante hawaiana Auli’i Cravalho, la pequeña Moana reúne tanto inocencia como una ansiedad obstinada por llevar a cabo sus sueños, aunque eso signifique tomar una decisión que su padre no comparta. Esto, factor clave para convencer tanto al espectador infantil como al otro, con un personaje carismático, puro y transparente, generosa con su familia y apegada a lo espiritual muy lejos de cualquier artificio material; todo esto sin abusar del melodrama ni de una candidez empalagosa que podría haber ensuciado las motivaciones del personaje principal y, con ello, a la historia. El concepto de princesa hoy da paso a una heroína polinésica que se desmarca de ese machismo mal construido por la industria, ahora empoderada, libre y resiliente.

El resto de los personajes también son parte de esta excelente construcción, donde destaca la abuela de Moana, su voz interior y guía espiritual; Maui, el semidios compañero de aventuras; y Shiny, el cangrejo, uno de los antagonistas, quizás el único gran personaje que termina siendo desaprovechado por su poco tiempo en pantalla y del que se podría haber originado una historia potente gracias a su imponente presencia.

Añadir algo sobre el acabado trabajo de dibujo, fotografía y digitalización sería a estas alturas un pleonasmo entre los trabajos de animación de Disney, aunque esta vez nos sorprendimos con recursos técnicos del live action que pocas veces estamos acostumbrados a ver en la animación: el desenfoque, primeros planos, el trabajo espacial fuera de campo y panorámicas sublimes que, si nuestro ojo no está preparado, podemos llegar a confundirlo con la realidad.

Finalmente, el tercer eslabón que, para gusto de quien escribe, es la última piedra angular para convertir a ‘Moana’ en una obra de animación muy cercana a la perfección, es su banda sonora y, en particular, los tres temas que se incluyen al interior de la cinta: “How far I’ll Go”, “You’re Welcome” y “Shiny”, interpretados por Auli’i Cravalho, Dwayne Johnson y Jemaine Clement, respectivamente; tres canciones de un ritmo encantador, con estribillos pegajosos y todos muy bien incorporados al desarrollo del arco dramático que propone la cinta. Llama la atención que tanto en su versión original como en la doblada, las canciones no pierden fuerza, e incluso llegando a ser mucho más efectivas en sus versiones en español.

‘Moana’ nunca intenta ponernos en jaque respecto a nuestro juicio sobre el valor de la familia, de la amistad, del coraje o de las convicciones; simplemente desarrolla una historia estimulante -si bien de tintes legendarios- con la simpleza que a Disney lo caracteriza, la que nos invita desde el primer minuto a formar parte de ella y, al igual que Moana, ser uno con la inmensidad del mar que inunda la cinta, y testigos de un nuevo triunfo de Disney.


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Wladimyr Valdivia
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7
25 de diciembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A comienzos de 1910 y durante casi treinta años, Florence Foster Jenkins, músico y soprano estadounidense, se dedicó a dar conciertos de ópera. Al poseer una gran fortuna heredada de sus padres, Florence era respetada y una importante influencia para el circuito musical de ese entonces, pero lamentablemente, se ganó rápidamente un lugar dentro de la música no precisamente por su talento vocal, siendo considerada una de las peores cantantes en la historia de la música clásica.

Stephen Frears (‘The Queen’, ‘Philomena’) dirige este biopic cargado de drama y humor sobre una de las figuras más reconocidas en la historia de la música de ópera. Ya el año pasado, el francés Xavier Giannoli había realizado una adaptación libre sobre el caso de esta misma artista titulada ‘Marguerite’. Esta vez, Frears por primera vez lo hace con material directo de su historia, centrado principalmente en sus últimos años de vida.

Si bien es ella la razón de ser de este trabajo, la cinta se centra en la figura de St. Clair Bayfield (Hugh Grant), actor inglés, manager y pareja de Florence (Meryl Streep), el que consciente de su falta de talento para el canto, hace lo imposible para mantener viva su ilusión de cantar en los más importantes salones de la escena musical, movido también por la creciente enfermedad que a ella le afectaba, convirtiendo la posibilidad de éxito de su querida Florence en toda una odisea, en contra de toda probabilidad.

El director ha demostrado a lo largo de su trayectoria un manejo sólido a la hora de contar dramas profundos que cargan sus protagonistas. Y es reconocido su pulso con la cámara para acercarnos a las sensaciones más profundas. Esta vez no es la excepción, aunque aún con un agregado especial: la dosis de humor necesaria, que no soslaya ni le resta veracidad a las grandes interpretaciones puestas en pantalla. La dosificación que, tanto el relato permite como el elenco es capaz de componer, es la medida justa para hacer de una historia tragicómica desde cualquier punto de vista, una alegoría a la felicidad y la conquista de un sueño casi imposible.

St. Clair Bayfield, mucho más joven que Florence, tiene otra pareja, sin embargo, su relación con la cantante trasciende el amor; casi como un acuerdo de conveniencia (del que aparentemente Florence es consciente), ambos llevan una vida juntos de respeto y admiración, y Hugh Grant sabe otorgarle ese garbo inglés, de un tipo encantador con Florence, con los medios, con el círculo que los rodea, es quien sostiene la carrera y la salud de Florence, y su presencia en pantalla incluso suma más minutos que la de Streep, quizás reinventando con este gran papel su trabajo, tras una seguidilla de comedias románticas que ya comenzaban a definirlo.

La presencia de Cosmé McMoon también es fundamental. Interpretado por Simon Helberg (Howard Wolowitz en ‘The Big Bang Theory’), McMoon es un joven pero virtuoso pianista quien, tras una audición, es escogido por Florence para ser su acompañante en escena en su incursión como cantante lírica. De carácter retraído, es el más incrédulo ante la insólita aceptación del trabajo de Florence cuando es aprobada tanto por Bayfield como por su profesor de canto. Temeroso por que esto vaya a perjudicar su incipiente carrera, termina siendo un pilar fundamental para ella, tanto en lo musical como en lo personal, como otro bastión para que Florence sea capaz de alcanzar el reconocimiento. Helberg es capaz de dejar atrás su famoso personaje televisivo y da paso a un personaje introvertido, de escasas capacidades sociales, pero carismático y muy bien construido.

Nominada a la mayoría de premios de esta temporada y casi segura candidata al próximo Premio Oscar, Meryl Streep a estas alturas no sorprende y se consolida como una de las actrices más grandes del planeta Hollywood. Su trabajo es tan conmovedor como complejo, dibujando a una mujer fuerte aunque insegura, atrapada por los demonios de una enfermedad que avanza y que le recuerda el poco tiempo que le queda, por las noches, cuando el escenario da paso al descanso en su habitación, entre la soledad, los dolores y los medicamentos.

La resiliencia al servicio del espectáculo. ‘Florence Foster Jenkins’ es, sin duda, y a pesar del trágico hecho real sobre el que está construida, una de las comedias del año, no sólo por el trabajo interpretativo sino por la cámara de un director que es capaz de entretener y conmover, por la certera ambientación de una época, por los sonidos de Alexandre Desplat, y por acercarnos de manera tan honesta a la historia de una mujer capaz de hacerle frente al destino y contra cualquier pronóstico.


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Wladimyr Valdivia
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9
20 de diciembre de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de lo que significó ese mal sabor de boca que dejó hace exactamente un año atrás (excepto para el club de fans más acérrimos) el Episodio VII, ‘Star Wars: The Force Awakens’, quedaba la sensación de una fórmula agotada y vencida desde sus bases. La insólita -e injusta- copia que J. J. Abrams realizó de una cinta emblemática para la ciencia ficción espacial como ‘Star Wars: A New Hope’ (1977) nos hacía perder la fe por una nueva trilogía que estuviese a la altura y el mejor rescate de esta odisea interplanetaria. Pero hoy llegó Gareth Edwards y, con él, una nueva esperanza para la franquicia con ‘Rogue One: a Star Wars Story’. Y es que si bien ‘The Force Awakens’ significó un triunfo para Disney en los números, en términos narrativos sólo dejó satisfecho a la mitad, por lo que este anunciado spin-off tenía a todos doblemente atentos.

El director Gareth Edwards contaba a su haber tan sólo con dos largometrajes, una obra maestra de la ciencia ficción independiente como ‘Monsters’ (2010), y el remake ‘Godzilla’ (2014), un éxito total de taquilla. Sin embargo, su cercanía con los apartados técnicos, desde la fotografía hasta los efectos visuales, auguraban un buen resultado. Junto a él, Tony Gilroy y Chris Weitz, dos probados guionistas nominados al Oscar, elevaban aún mas las expectativas.

‘Rogue One’ se sitúa exactamente entre los episodios III y IV de la saga, justo cuando el Imperio Galáctico acaba de terminar de construir su arma más poderosa: la Estrella de la Muerte. Pero un grupo de rebeldes, encabezados por el Capitán Cassian Andor (Diego Luna) y Jyn Erso (Felicity Jones), hija de uno de los ingenieros encargados de construir el arma, intentarán cumplir una misión de alto riesgo: robar los planos de esta estación para acabar con los planes de las fuerzas del mal que dominan la galaxia.

La ausencia de los ya míticos títulos introductorios de la marca Star Wars al inicio de la cinta nos anuncia que lo que estamos por ver se desmarca de la triple trilogía, con la que sólo comparte el Universo. Tras un comienzo descriptivo, de lento pero necesario andar, conocemos a los nuevos personajes principales, y entendemos que ‘Rogue One’ no viene a entretenernos gratis, no viene a insertarnos villanos con problemas familiares, melodramas baratos ni extraños animales que hablan; sino que a sumergirnos en 120 minutos del lado más oscuro de la galaxia, ese que siempre estuvo pero del que nunca nadie nos quiso dar mucho detalle: Bases rebeldes, terroristas subversivos anti imperiales, traiciones en los mandos medios, guerreros ciegos, asesinos a sueldo, un veterano de Guerra, enfrentamientos a plena luz del día y a la orilla del mar, sacrificios, y sesenta minutos de una de las batallas más impresionantes y numerosas de las que la franquicia pueda recordar desde la Guerra de los Clones. Una cinta bélica con todas sus letras.

Y es que la comparación es inevitable por ser las dos cintas que vienen a renacer la marca después de una década. ‘Rogue One’ nos regala todo lo que el Episodio VII no supo aprovechar: con escasos minutos de presentación, tenemos personajes tridimensionales definidos y muy lejos de las caricaturas, batallas impresionantes con un cuidadísimo diseño de arte y producción, y diálogos trascendentales para comprender el levantamiento de la Alianza Rebelde contra el Imperio sin ser completamente política ni teniendo la necesidad de ahondar en tecnicismos de la dictadura reinante. Aquí no hay momentos forzados ni gags inservibles, y no hay sentimientos donde no debiesen existir. Gareth Edwards entiende que su misión es desarrollar una historia y tomarla en serio, a partir de los cimientos de esta fábula y, con ello, viene su libertad para la creación –junto a su equipo- de escenarios completamente nuevos y personajes que se desenvuelvan en contextos poco explorados. Sin ser un guión perfecto y a pesar de que echa mano (aunque escasamente) a tópicos algo predecibles, ‘Rogue One’ es capaz de posicionarse en el Top 3 de las cintas del mundo Star Wars, por su cuidada estética, su intenso relato y una dirección que sabe otorgar valor en la medida que la historia lo va requiriendo.

El trabajo actoral no sorprende pero tampoco decepciona. Tanto Diego Luna (‘Y tu Mamá También’) como Felicity Jones (‘The Theory of Everything’) son capaces de cargar con la historia de manera correcta, con personajes mucho más humanos, imperfectos y lejos del heroísmo estoico de Finn y Rey (‘The Force Awakens’). La digitalización del fallecido Peter Cushing como el Gobernador Imperial Moff Tarkin, los poco invasivos cameos de ciertos históricos de la saga y la omnipresencia del todopoderoso enemigo suman a favor de una narrativa que no da respiro ni concesiones. Los trabajos secundarios de Mads Mikkelsen (‘Doctor Strange’), Forest Whitaker (‘Panic Room’), Donnie Yen (‘Ip Man’), Riz Ahmed (‘The Night Of’) y Wen Jiang (‘Warriors of Heaven and Earth’) le otorgan frescura a la historia con roles muy bien desarrollados aunque poco complejos.

Otro acierto de la cinta es, sin duda, su banda sonora. Por primera vez, John Williams cede su puesto para dejar todo en manos del ganador del Oscar Michael Giacchino (‘Ratatouille’, ‘Up’), el que arriesga con variaciones de clásicos de la franquicia, alejándose a ratos de la constante marcha para dar paso a ambientaciones sutiles, que imprimen la acción, la tensión o la esperanza de forma casi conmovedora.

(sigue en spoilers sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wladimyr Valdivia
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