Tan simple como que nunca antes -y tal vez nunca después- se fusionaron dos géneros de ley con tanta efectividad y aplomo. La más grande y claustrofobica aventura espacial de todos los tiempos. Madre absoluta.

Yo voto Ripley para la liberación.

"El Tango vuelve a Paris" resulta una cinta de gran interés por una parte y, por otra, una oportunidad no del todo aprovechada.
Entre sus intereses y aciertos podemos empezar hablando de su carácter desmitificador en relación con el cine del mismo estilo que se había filmado en Argentina una década atras. Las clásicas películas de tangueros brillando en un Paris idealizado y romántico se ven frente a esta obra de Romero como ingenuas o al menos poco realistas. Romero dota a "El Tango vuelve a Paris" de las suficientes banalidades y momentos tragicómicos como para que esta resulte, por lo menos, picaresca. Otro gran punto a favor de esta película es contar con Alberto Castillo en el apogéo de su carrera, cantor en todo su esplendor. Del mismo modo, la mexicana Elvira Ríos, a la cual Romero fue el único en filmar dos veces en toda su corta carrera como actriz, es en si misma una presencia gratificante. Y es que la sola existencia de Elvira, Lupe Torres en el filme, es un gran puntazo a favor. Aún cuando su presencia no este del todo aprovechada. Aún cuando no pase de una sombra siniestra -pero con posibilidades de redención- que canta desde la quietud absoluta. Tambien tenemos a Troilo y su orquesta, que nos ofrecen algunas de las mejores escenas de la película y probablemente de todo el Cine Argntino por aquellos años.
Entonces, tenemos a una película de figuras, desmitificadora, graciosa y con una excelente banda sonora. Donde falla Romero es no en el espiritu de la cinta sino en la falta de definiciones. Como siempre en su Cine, lo erótico, por ejemplo, no termina por volverse palpable. Asi tenemos a una Elvira Ríos que daba para Femme Fatale pasando un poco desapercibida. Tenemos un drama social subyaciente que por falta de tacto -o de intención- no termina por conmover lo suficiente. Y esta claro que no podemos pedirle a Romero que sea Visconti y se ponga neorrealista, nunca lo fue y mucho menos en el ocaso de su carrera. Los dramas sociales de Romero suelen ser mas bien intimos, de puertas para adentros, y parecen erguirse sobre un puñado de valores varoniles y a priori honorables. Es decir, no hay en su discurso ánimos de romper con nada. Es la narración por la narración en si misma.
Tampoco podemos obviar que "El Tango vuelve a Paris" pertenece a un periodo del Cine Argentino en el que se le daba poca importancia a las formas. Un Cine en el que todo se hacía un poco a los ponchazos -salvo excepciones, que las hay- y en el que, por ejemplo, faltaban buenos guiones escritos a conciencia.
El resultado, entonces, para no estirar mas de la cuenta esta reseña, es una película interesante que a los ojos de hoy se queda corta pero a la que, sin embargo, accedemos con cierta nostalgia y mucho cariño. Una película que conserva entre sus fotogramas imagenes de mucho poder y unos cuantos momentos musicales de gran virtud. Por ejemplo, la version bufonesca de "Tiempos viejos" que entona Castillo en un momento y con la que cierro este texto:

<<¿Te acordás, hermano, / qué bifes aquellos? / Eran otros Shortons, / más tiernos los nuestros. / No se conocía / ragú tan (…). / La cocina criolla / sí que era cocina. / ¿Te acordás, hermano, / qué bifes aquellos? / Pucherete criollo / que no volverá. / Pucherete criollo, / ¡volver a comerlo! / Si cuando me acuerdo / me pongo a llorar. / ¿Dónde están / los asados de entonces? / Chinchulines de ayer, / ¿dónde están?>>

El cine británico siempre fue de cortarse un poco solo. A comienzos de la segunda mitad del siglo XX coincidió un poco con los movimientos de post-guerra que iban surgiendo en Europa (el neorrealismo en Italia, la Nouvel Vague en Francia, la nueva ola checoslovaca) y abrió su propia escuela. La del Free Cinema. A partir de entonces, su cine es un cine con gran tradición realista y a diferencia de las otras olas nombradas, Gran Bretaña siguió -y sigue- abrazando esa corriente con fuerza. Mike Leigh y Ken Loach son dos nombres que se vienen rápidamente a la mente pensando en el eslabón que une el Free Cinema con el cine contemporáneo. Obviamente estoy siendo tremendamente generalista y morfándome un buen puñado de años y de nombres en el medio. Pero a lo que voy es que la fuerza del cine/tv británico reside principalmente en el realismo sucio, la denuncia social y por otro lado en la potencia humorística que surge de la sátira. Pero esa es otra historia.
A comienzos del siglo XXI tuvimos una película-escuela de realismo inglés de la mano de This is England, dirigida por Shane Meadows. La joven Clio Bernanrd se aferra, también, a esta corriente, y nos entrega una crónica maravillosa de la brutalidad reinterpretando un clásico de Oscar Wilde.
El surfimiento embrutece. No hay nobleza ni dignidad en el dolor. No hay honradez en la pobreza. No hay magia en la miseria. El sufrimiento embrutece y punto. Y Clio Bernard lo sabe. No necesita adornar su cinta con reflexiones maravillosas ni buscar luz donde no la hay. Y esa es la diferencia entre un gran director con uno mediocre. La misma que hay entre un gran escritor y uno del montón. El saber lo que hay que decir, pero principalmente, en saber lo que hay que callar.
En The Selfish Giant no hay -no puede haber- una moraleja. Es una fábula seca y agria que a cambio nos ofrece un abrazo. Apenas un consuelo.
Lo discursivo del relato de Clio Bernard no busca ser edificante, y esa ausencia de supremacía moral se le agradece. A la altura de sus personajes, el relato de Clio Bernard no nos mira directo a los ojos. Sucede por fuera de nuestro consentimiento, de nuestro deseo e incluso de nuestra empatía. El trabajo actoral de la joven pareja protagonista es descomunal, y a ellos se debe gran parte de la brillantes de la película.
A todo esto se le suma una devastadora fotografía cercana al blanco y negro con planos generalísimos que se enfrentan con estoicismo a la niebla impenetrable. Hay un par de imágenes colosales. Algunos planos fijos que nos congelan las pupilas, algunos diálogos que nos hielan la sangre.
El resultado es una obra maestra difícil de digerir que le vendría muy bien a unos cuantos directores que gustan regodearse en la miseria sin ensuciarse.

Una fábula sobre la marginalidad con aciertos y errores, precisiones y desajustes. Visualmente es poderosa mas extraña, y su guión, que a veces luce seco y brutal, parece regodearse en ocasiones en algunos símbolos que a esta altura de la vida saben mucho a cliché.
Fievres parece esforzarse demasiado por cerrar cada ventana abierta y termina por hacerlo de un modo apresurado, confiando demasiado en su simbología y quedándose en una medianía evitable.
Tal vez le falto media hora de metraje, o le sobraron un par de personajes. Y es que lo que empieza como un estudio de personajes abandonados a si mismos en busca de la redención -terrenal, mas redención en fin- acaba por trastabillar con su propio peso por ceder ante el primer carril de salida fácil que se presenta.
Una de esas películas que uno se encontraría a la madrugada en I-Sat y que dejaría por inercia mientras va abriendo el camino a los bostezos. Entretenida, regular, correcta. Que se yo.

Restul e Terace es una película rumana del director Nae Caranfil que se presenta como la adaptación del tragicómico relato del mismo director y guionista.
El film, ambientado y desarrollado con la nostalgia suficiente para hacerla memorable y la dosis justa para que no se transforme en bochornosa y sensiblera, cuenta la historia de los inicios del Cine como Arte mayusculada en la Rumanía de principios del siglo XX.
Versa sobre la historia de Grig "Junior" Ursache, hijo de un famoso actor de teatro que a sus 25 años se plantea representar en una película la guerra de 1877 entre rumanos y turcos en la que los rumanos obtuvieron a fuerza de sangre su independencia, pero el joven Grig, pecando de inocente, le mostrara el libreto al director de Gaumonde, que se le anticipara y filmara la película sin nuestro joven protagonista de por medio. Es ahí cuando Grig busca la ayuda de un mecenas loco llamado Leon Negrescu (sensacional Ovidiu Niculescu) que, como la mayoría de la gente de aquel entonces, no le veía al cine demasiada vida y lejos estaba de considerarlo un Arte.
Nae Caranfli colma su historia de humor, burlándose de las clases burguesas y atropellando con sentido estilistico las convenciones del cine de su país.
La película se sustenta en una bella fotografía que aprovecha al máximo la profundidad de campo y desdobla su estilo con unos primeros planos harto convincentes. Goza de unas actuaciones mas que dignas y un guion sin fallas y muy entretenido adobado con una banda sonora de estilo clásico muy noble.
Rumanía la presento a los Oscar del 2007 como "Mejor película de habla no inglesa" aunque no quedo seleccionada.