Interesante en cuanto testimonio de cómo cierta clase de personas encuentran un goce patológico en convertir sus preciosas, únicas existencias en una mera pose que se agota en el absurdo ejercicio de poner todo lo que pueda considerarse sublime en ser humano (la contemplación de la belleza, su búsqueda respetuosa de la verdad ...) al servicio de sus pasiones más rudimentarias. O, dicho de otro modo: un perfecto retrato del esnobismo más zafio.

La película es infumable y Keanu Reeves y Charlize Theron se merecen el uno al otro como compañeros de reparto, pero hay que reconocer que he resistido verla entera por las hermosas panorámicas que ofrece de San Francisco.

Qué hermosa película, de principio a fin. Es todo lo que puedo decir. La escena de Jack Lemmon, buscando la botella en el invernadero, sencillamente memorable: cada vez que la veo me hace estremecer.