Críticas de Hermione Granger
21 de marzo de 2007
81 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende gratamente esta película por múltiples factores:
a) un existencialismo en estado puro como pocas veces he visto.
b) lo mal que trata el director a sus personajes y lo bien que le caen a una por eso mismo.
c) lo valiosos que son los pequeños detalles cuando la vida se reduce al trabajo y al frío que hace en Finlandia.
d) lo que da de sí un descapotable.
e) la justificación de acciones éticamente reprobables cuando de lo que se trata es de que alguien injustamente tratado dé un paso más hacia un bienestar merecido y constantemente negado.
En definitiva, una excelente película, desprovista de esteticismo y de pretensiones. Un director de pocas palabras, de los que llegan muy dentro.
a) un existencialismo en estado puro como pocas veces he visto.
b) lo mal que trata el director a sus personajes y lo bien que le caen a una por eso mismo.
c) lo valiosos que son los pequeños detalles cuando la vida se reduce al trabajo y al frío que hace en Finlandia.
d) lo que da de sí un descapotable.
e) la justificación de acciones éticamente reprobables cuando de lo que se trata es de que alguien injustamente tratado dé un paso más hacia un bienestar merecido y constantemente negado.
En definitiva, una excelente película, desprovista de esteticismo y de pretensiones. Un director de pocas palabras, de los que llegan muy dentro.
14 de abril de 2007
106 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta película con la expectación que produce el que Macarrones la hubiera puesto verde un día. Desde luego..., hay que merendar bien antes de ir al cine, que luego pasa lo que pasa.
Ahora sé que nunca conseguiré ver a un actor que me transmita mejor lo que Erland Josephson en su plegaria. Tampoco nunca tendrá el tronco seco de un árbol la carga simbólica que tiene aquí.
Aparte de esto, la lista de prodigios de la película podría ser larga como ella misma, pero intentaré resumir:
1. La mezcla de sueño y realidad ¿dónde están los personajes?¿dónde estamos nosotros?
2. El comienzo, con los personajes tan lejanos en un fondo boreal infinito
3. La gente marchándose a pie, en bicicleta, en coche ¿a dónde? No parece haber un pueblo en muchos kilómetros
4. El niño sin habla, casi sin rostro, sin mirada, pero absolutamente presente
5. El cartero filósofo, portador de todos los mensajes
6. El interior de la casa, a veces más gélido que esa playa en la que nunca me bañaría
Ver esta película y emocionarse con ella nos hace mejores personas, seguro.
Ahora sé que nunca conseguiré ver a un actor que me transmita mejor lo que Erland Josephson en su plegaria. Tampoco nunca tendrá el tronco seco de un árbol la carga simbólica que tiene aquí.
Aparte de esto, la lista de prodigios de la película podría ser larga como ella misma, pero intentaré resumir:
1. La mezcla de sueño y realidad ¿dónde están los personajes?¿dónde estamos nosotros?
2. El comienzo, con los personajes tan lejanos en un fondo boreal infinito
3. La gente marchándose a pie, en bicicleta, en coche ¿a dónde? No parece haber un pueblo en muchos kilómetros
4. El niño sin habla, casi sin rostro, sin mirada, pero absolutamente presente
5. El cartero filósofo, portador de todos los mensajes
6. El interior de la casa, a veces más gélido que esa playa en la que nunca me bañaría
Ver esta película y emocionarse con ella nos hace mejores personas, seguro.
19 de febrero de 2008
64 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi escuela infantil había una higuera enorme que nos daba sombra en verano. Por ella trepábamos si las profesoras no nos veían. También nos proporcionaba unos deliciosos higos, que todos esperábamos como el maná, cuando llegaba la época. Yo sólo comía de aquellos higos, con mis compañeros. Fuera de allí no me gustaba comerlos.
Recuerdo aquella época con la misma impresión con la que se recuerdan los sueños, una región que existe de una manera particular, pero a la que no se puede volver si no es con la imaginación, o de la mano de Nicolas Philibert.
Durante una época mi padre estuvo muy enfermo. Yo no dije nada, aunque toda la clase lo sabía. Mi profesora también lo sabía. Una mañana no pude contener las lágrimas. La señorita Araceli no me habló, solo me miró de una forma especial; en esa mirada había muchas cosas, pero sobre todo estaba la certeza (o al menos así quería yo creerlo) de que todo se iba a solucionar. Un maestro enseña también con lo que no dice; un buen maestro nos enseña a aceptar que hay cosas que ya nunca volverán a ser igual y este es el aprendizaje más duro.
Siempre he pensado que crecer es un proceso dramático, de renuncia. En cierta manera, el niño que todos fuimos sigue ahí, en esa escuela, compartiendo sus lápices y sus libros con los demás, jugando en los charcos. Nos cuesta no mirar allí de vez en cuando.
Ahora, como profesora, al igual que el maestro de la película, también oigo alejarse tras la puerta las voces de mis alumnos en el mes de junio; al igual que el maestro de la película, ordeno la clase, en silencio, pensando en todo lo que no dije, en todo lo que compartimos, más allá de los lápices y los libros. Y pensando que al final, quizás la infancia es algo muy sencillo y muy hermoso: un patio con una higuera y alguien que te cuida.
Recuerdo aquella época con la misma impresión con la que se recuerdan los sueños, una región que existe de una manera particular, pero a la que no se puede volver si no es con la imaginación, o de la mano de Nicolas Philibert.
Durante una época mi padre estuvo muy enfermo. Yo no dije nada, aunque toda la clase lo sabía. Mi profesora también lo sabía. Una mañana no pude contener las lágrimas. La señorita Araceli no me habló, solo me miró de una forma especial; en esa mirada había muchas cosas, pero sobre todo estaba la certeza (o al menos así quería yo creerlo) de que todo se iba a solucionar. Un maestro enseña también con lo que no dice; un buen maestro nos enseña a aceptar que hay cosas que ya nunca volverán a ser igual y este es el aprendizaje más duro.
Siempre he pensado que crecer es un proceso dramático, de renuncia. En cierta manera, el niño que todos fuimos sigue ahí, en esa escuela, compartiendo sus lápices y sus libros con los demás, jugando en los charcos. Nos cuesta no mirar allí de vez en cuando.
Ahora, como profesora, al igual que el maestro de la película, también oigo alejarse tras la puerta las voces de mis alumnos en el mes de junio; al igual que el maestro de la película, ordeno la clase, en silencio, pensando en todo lo que no dije, en todo lo que compartimos, más allá de los lápices y los libros. Y pensando que al final, quizás la infancia es algo muy sencillo y muy hermoso: un patio con una higuera y alguien que te cuida.
10 de julio de 2007
94 de 151 usuarios han encontrado esta crítica útil
Profesor Gafapástez: ¿Sobrevalorado? Srta. Granger, no se ha enterado usted de nada. ¿Acaso no ve que esta película es un viaje al mundo onírico e infantil de su protagonista?
Srta. Granger: ya, pero es que el domingo no iba yo a la filmoteca preparada para esa dosis de psicoanálisis de mesilla de noche. Y me carga un poco la visión de la mujer que tiene Fellini.
Profesor Gafapástez: Ah, claro. Es que usted hace una lectura feminista del film. Su visión muestra muy poco alcance. Esas señoras de turgentes pechos y abundantes carnes que saca Fellini son las Venus prehistóricas, representan la fertilidad, el canto a la madre Tierra.
Srta. Granger: un canto desafinado y muy poco sutil, creo yo. Me resulta tremendamente superficial.
Profesor Gafapástez: ¿Llama usted superficial a un acercamiento despojado de retórica?
Srta. Granger: no, llamo superficial a lo epidérmico de su planteamiento. Al escaso desarrollo de la idea que propone. Además dice muchas veces lo mismo, cuando nos hemos enterado a la primera. Me gustaría que Fellini nos tomase por algo más inteligentes de lo que parecemos ser.
Profesor Gafapástez: y según usted, ¿cuál es “la idea que propone” aquí, Srta.?
Srta. Granger: eso mismo me pregunto yo desde hace dos días, profesor. Él es como su protagonista, no tiene nada que decir. Y sobre esa nada construye una película llena de esperpentos.
Profesor Gafapástez: veo que no aprecia usted esa visión barroquista, deformada, de la realidad. No se da cuenta de la confrontación entre naturaleza y sociedad, entre deseo y convención… los fantasmas del hombre occidental llevados a la pantalla. Podríamos hacer una interpretación de la cinta en clave rousseauniana. Por otra parte, el balneario es la deificación de la enfermedad, de la locura. ¿Ha leído “La montaña mágica”? Y no digamos el intelectual, símbolo del Superyo, representando la culminación del pensamiento, de lo civilizado, que finalmente se revela vacío (bla, bla, bla…)
Srta. Granger: ¡uf!, el intelectual es patético e intencionadamente asexual. Es una intelectualidad falsa, no dice nada. Y la visión del colegio de curas como ejemplo de represión estaba ya muy manoseada incluso en la época ¿Entiende a lo que me refiero cuando hablo de “epidérmico”?
Profesor Gafapástez: creo que debería usted cultivar su sensibilidad cinematográfica un poco más si no quiere suspender mi asignatura.
Srta. Granger: y yo creo que debo confesarle una cosa en perjuicio de mi nota: este Fellini me aburre.
Srta. Granger: ya, pero es que el domingo no iba yo a la filmoteca preparada para esa dosis de psicoanálisis de mesilla de noche. Y me carga un poco la visión de la mujer que tiene Fellini.
Profesor Gafapástez: Ah, claro. Es que usted hace una lectura feminista del film. Su visión muestra muy poco alcance. Esas señoras de turgentes pechos y abundantes carnes que saca Fellini son las Venus prehistóricas, representan la fertilidad, el canto a la madre Tierra.
Srta. Granger: un canto desafinado y muy poco sutil, creo yo. Me resulta tremendamente superficial.
Profesor Gafapástez: ¿Llama usted superficial a un acercamiento despojado de retórica?
Srta. Granger: no, llamo superficial a lo epidérmico de su planteamiento. Al escaso desarrollo de la idea que propone. Además dice muchas veces lo mismo, cuando nos hemos enterado a la primera. Me gustaría que Fellini nos tomase por algo más inteligentes de lo que parecemos ser.
Profesor Gafapástez: y según usted, ¿cuál es “la idea que propone” aquí, Srta.?
Srta. Granger: eso mismo me pregunto yo desde hace dos días, profesor. Él es como su protagonista, no tiene nada que decir. Y sobre esa nada construye una película llena de esperpentos.
Profesor Gafapástez: veo que no aprecia usted esa visión barroquista, deformada, de la realidad. No se da cuenta de la confrontación entre naturaleza y sociedad, entre deseo y convención… los fantasmas del hombre occidental llevados a la pantalla. Podríamos hacer una interpretación de la cinta en clave rousseauniana. Por otra parte, el balneario es la deificación de la enfermedad, de la locura. ¿Ha leído “La montaña mágica”? Y no digamos el intelectual, símbolo del Superyo, representando la culminación del pensamiento, de lo civilizado, que finalmente se revela vacío (bla, bla, bla…)
Srta. Granger: ¡uf!, el intelectual es patético e intencionadamente asexual. Es una intelectualidad falsa, no dice nada. Y la visión del colegio de curas como ejemplo de represión estaba ya muy manoseada incluso en la época ¿Entiende a lo que me refiero cuando hablo de “epidérmico”?
Profesor Gafapástez: creo que debería usted cultivar su sensibilidad cinematográfica un poco más si no quiere suspender mi asignatura.
Srta. Granger: y yo creo que debo confesarle una cosa en perjuicio de mi nota: este Fellini me aburre.
21 de febrero de 2007
47 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas de la vida, Cint Eastwood todavía consigue emocionarnos con los tópicos más manoseados de la historia (de la historia del cine, de la literatura, de la humanidad...) Porque ya sabemos todos que la guerra es terrible y que vista desde una perspectiva general, pase; pero cuando se convierte en hombre contra hombre, que es lo que realmente se cuenta aquí, todos somos iguales. O casi todos. La carta de una madre a su hijo nunca tuvo un sentido más universal; tampoco han estado nunca tan vivas y presentes las personas que miran a los que van a morir desde una fotografía arrugada y convencional; pocas veces somos tan conscientes en el cine de la delgada línea que separa la vida de la muerte en circunstancias como las que nos presentan.
Con todo esto aún hay tiempo para presentarnos la mentalidad arcaica de un ejército japonés mermado, dividido y destinado a la destrucción, como adivinamos por lo que sabemos y por los cinco primeros minutos de la cinta (nadie en su sano juicio da un duro por esos muchachos cavando trincheras inútiles en una playa inmensa).
Sabiendo, como sabemos todos, el final del asunto, el director se recrea mostrándonos las vidas particulares de unos personajes formidablemente construidos, íntegros. Excluyo quizá a los capitanes del género testarudo, planos y absurdos en sí mismos.
El tono grisáceo-verdoso de las imágenes (rocas, mar, acero, cadáveres) deja una honda impresión de tristeza en la retina y la música (inusualmente acertada) contribuye a ello.
No creo que podamos clasificarla como una película de guerra, sin más. Con la sensibilidad de un maestro, Clint Eastwood se ha planteado aquí algunos de los aspectos más profundos del alma humana (de cualquier alma humana): miedo, valor, soledad, incertidumbre.
Con todo esto aún hay tiempo para presentarnos la mentalidad arcaica de un ejército japonés mermado, dividido y destinado a la destrucción, como adivinamos por lo que sabemos y por los cinco primeros minutos de la cinta (nadie en su sano juicio da un duro por esos muchachos cavando trincheras inútiles en una playa inmensa).
Sabiendo, como sabemos todos, el final del asunto, el director se recrea mostrándonos las vidas particulares de unos personajes formidablemente construidos, íntegros. Excluyo quizá a los capitanes del género testarudo, planos y absurdos en sí mismos.
El tono grisáceo-verdoso de las imágenes (rocas, mar, acero, cadáveres) deja una honda impresión de tristeza en la retina y la música (inusualmente acertada) contribuye a ello.
No creo que podamos clasificarla como una película de guerra, sin más. Con la sensibilidad de un maestro, Clint Eastwood se ha planteado aquí algunos de los aspectos más profundos del alma humana (de cualquier alma humana): miedo, valor, soledad, incertidumbre.
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