El título de la crítica se debe a lo de siempre, ya que "lo de siempre" es la forma más fácil de hablar de esta película. Se trata de un drama (edulcorado) con algunas grandes escenas en el guión y con muy poca gracia en cuanto a narrativa visual. Está muy bien que os gusten las historias humanas sobretodo cuando pese a las penurias (que son incontables en este caso) todo va siempre perfecto (y es que el final si somos realistas no es muy verosímil).

Contamos con un elenco que lo hace medianamente bien, algunos muy flojos otros bien metidos en el papel. Sin embargo el total cae debido a la labor del protagonista que no es ni buena ni mala, comedida a ratos y "hollywoodiense" (exagerada) a otros. El chico no me transmite la mitad del dolor que pasa, excepto en la última parte en la que el cambio de actor (por la edad) primero sorprende y luego agrada.

El guión tiene sus fallos, si bien el ritmo no es malo... el principio es mucho más rápido e interesante que el resto de la historia hasta bien avanzada esta. Da muchas vueltas entre los distintos conflictos y aunque llega un momento que uno de estos parece resuelto reaparece en ese final tan poco creíble.

Respecto a la dirección, poco que decir. Podría tratarse de una película pensada para televisión (no una cutrez de las tardes de Telecinco), con cierta calidad pero jamás se lanza a presentarnos algo con más fuerza. La fuerza no viene de las imagenes en sí, más bien del guión que es el que lleva el peso de toda la narrativa.

El título de mi crítica indica muy bien lo que le ocurre al espectador al final de este singular trabajo. Al igual que con Domingo Sangriento, Paul Greengrass crea una realidad clara y perfecta y en torno a muchos personajes distintos, sin centrar el protagonismo en uno solo. A tal efecto queda un trabajo cercano al documental, que retrata, o más bien recrea lo sucedido en los principales puntos. Siendo el avión el protagonista de ficción, puesto que lo ocurrido allí dentro sigue siendo una hipótesis, aunque creo que ha ido a por la más humana; la más importante en un caso de supervivencia como ese.

El inicio puede resultar algo confuso, y no por el montaje, que es excelente, si no por los distintos escenarios que nos presenta el director. No se trata de una forma de rellenar metraje si no otro punto de vista más de los hechos que además aporta una información esencial por la cual creer que el caso del motín es el más probable; además de resultar en una denuncia a todos los sistemas de control que, por lo visto, no saben reaccionar. Es un trabajo que deberían poner como ejemplo para realizadores de obras supuestamente objetivas, puesto que ni Munich de Spielberg, ni cualquiera de los trabajos de Moore roza la variedad que ofrece esta cinta.

Respecto a los actores, hacen lo propio que debería ser también costumbre en el cine con tintes históricos: viven sus personajes. Todas las actuaciones son remarcables en el sentido de que ninguna de ellas está por encima de las demás y de que todas ellas son completamente creíbles. La sensación entre la dirección, el montaje y los actores (y todos y cada uno de los detalles) es de estar allí plantados grabando lo sucedido.