Si alguien te dijera que tu futuro hijo va morirse de pequeño y va a padecer una enfermedad agónica con un tratamiento degenerativo y doloroso, que elegirías, no tenerlo a toda costa, o disfrutar de cada instante de su vida como si fuera el último? Esta es la pregunta que Villeneuve plantea en Arrival y posiblemente el argumento más estúpido en lustros que veo en una pantalla de cine. Por que cualquiera que sea padre sabe que nadie priorizaría el bienestar de su hijo a algo tan naif como el disfrutar de cada instante como si fuera el último. Este argumentillo puede resultar verosímil en algo tan vacuo como un anuncio de BMW resaltando el placer de conducir, pero en algo tan profundo como la paternidad no demuestra si no las ganas de Villeneuve de montar un castillo de naipes sobre el mismo vacío.

Pero vamos, que podemos esperar de una película en la que la raza humana no es capaz de establecer comunicación con una especie años luz más inteligente que la nuestra hasta que Bridget Jones se da cuenta que es más fácil gesticular que escribir. Tantos años estudiando filología para descubrir lo que el cine mudo ya hacía hace un siglo o lo que los negros de Sierra Leona del metro aprenden nada más pisar las playas del Ejido: que gesticulando tienes más que suficiente para comunicarte. La sociedad al borde de la autodestrucción cuando 4 capítulos de Pocoyo habrían sido más que suficientes para explicarles quienes somos y de que palo vamos. Supongo que hacía falta meter todo el rollito de la caligrafía circular de las sepias voladoras para despúes poder meter paradojas temporales y teorías varias sobre nuestra concepción lineal del tiempo, pero a mi el utilizar todos estos fuegos de artificio para acabar con un mensaje tan imbécil como el de vive la vida aunque sea a costa de la muerte de tu hijo me hace vomitar en todas las plañideras que entre kleenex aplaudían lo potita que era la película. Para ver estupideces me quedo con cualquier mierda de Michael Bay.