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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
Críticas 1.293
Críticas ordenadas por utilidad
6
12 de julio de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anunciada en Mañanas de cine algo así como La masacre de la Selva Negra, La batalla de Germania es un péplum atípico, por cuanto es una coproducción de la Alemania Federal con Italia y Yugoslavia, está hablada en alemán y se rueda en 1967, cuando los fastos del género ya habían quedado atrás. Cuenta con un protagonista estadounidense (Cameron Mitchell, que paseó su decadencia por Europa en películas que es mejor no recordar), una estrella italiana (Antonella Lualdi, muy popular en los años 50 y parte de los 60, aquí ya resbalando hacia el fondo) y un galán germano (Hans von Borsody, sin nada memorable en su cinematografía), amén de la presencia de Beba Loncar, una rubia yugoslava bien dotada pero inexpresiva a la que intentaron lanzar como sex bomb, sin éxito. Dirige el especialista Ferdinando Baldi, quien firma con el divertido seudónimo de Ferdy Baldwin y filma con singular arrojo una historia ya vista (mejor) en La caída del imperio romano. La cámara se mueve con agilidad, despliega travellings elegantes, aprovecha los paisajes naturales, los extras se mueven con más habilidad que en otras ocasiones, los diálogos no apestan, y Carlo Savina compone una banda sonora majestuosa y sinfónica que acompaña en todo momento a las imágenes. Tal vez el guión habría podido dar un poco más de sí, aparte de enaltecer la epopeya del bárbaro Arminio, quien tuvo la luminosa idea de unir a todas las tribus en contra del invasor romano, tras haber sido durante diez años comandante de las fuerzas romanas y haber probado en sus carnes el desprecio y el racismo de éstos. Por supuesto, su sueño no se cumplió debido a las rivalidades tribales (algo que todavía se ve en nuestros días, como quien dice a la vuelta de la esquina), y acabó como todos, es decir, traicionado y asesinado.
Sin ser ni mucho menos una obra maestra, La batalla de Germania se deja ver pese a la maldad de sus intérpretes, un defecto común a la mayoría de los péplums.
Eduardo
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7
25 de octubre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decepcionado saldrá el espectador que busque en este notable documental una plasmación de la carrera de Ingrid Bergman, puesto que la cinta se ciñe en todo momento a su vida privada, que ella iba recogiendo tanto en notas como con su inseparable cámara, que documentaba sus hijos, sus amores, sus idas y venidas a lo largo y ancho del mundo, ya fuera para reunirse con sus hijos, para aparecer en un teatro o para rodar una película. En este sentido, se trata de una obra íntima, necesariamente hagiográfica (¿quién osaría hablar mal de la mítica estrella?), y centrada en lo que había detrás de la celebridad. Ni siquiera Rossellini sale mal parado, a pesar de que había material para dejarlo de vuelta y media. Tal vez peque de excesivamente largo y reiterativo, pero no deja de arrojar una nueva luz sobre la que fue una de las grandes divas de la Edad de Oro de Hollywood.
Eduardo
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7
20 de junio de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gabin-Delon-Ventura: con eso está todo dicho. Primera y última ocasión en que coinciden los tres grandes duros del cine galo. El capo de una familia de mafiosos, un joven delincuente aficionado a las damas, un curtido inspector de policía que quiere darles caza. Todo gira alrededor de una partida de diamantes que nuestros chicos quieren para ellos. Según la novela del especialista Auguste LeBreton, y con José Giovanni como uno de los guionistas, el veterano Henry Verneuil echa el resto y nos ofrece un espectáculo trepidante y con un buen sentido del ritmo, aderezado con una bella fotografía de Henri Decaë, pieza clave de la Nouvelle Vague, y una vibrante banda sonora del maestro Morricone. Lo mejor del polar francés resumido en 122 electrizantes minutos, sin un momento de respiro. Como propina, hasta aparecen Amedeo Nazzari, el sosias italiano de Errol Flynn, y la seductora Irina Demick, que hizo algunas películas famosas gracias a su romance con Darryl F. Zanuck, y que nos ofrece un breve desnudo (aunque a mí me huele a una doble de cuerpo). Con el paso de los años, tal como escribía a propósito de Gran jugada en la Costa Azul, el buen polar mejora como el vino tinto y da gusto, en estos tiempos de excesos y confusión, ver algo tan bien sincronizado, montado y perpetrado.
Eduardo
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6
2 de diciembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un spaghetti western casi minimalista, con escasos personajes reunidos alrededor de lo que se ha venido en llamar "La fiebre del oro". Un film seco y conciso, con escasas concesiones, una sorpresa en el panorama barroco y exuberante del género. Dos actores en decadencia especializados en la temática, Van Heflin (Raíces profundas, El tren de las 3:10, El salario de la violencia) y Gilbert Roland (Las furias, El tesoro de Pancho Villa, Bandido), confrontados al villano psicótico por excelencia del cine europeo, Klaus Kinski, y al blando George Hilton (éste formando pareja homosexual con el anterior, una rareza más). Capitani reprime los bajos instintos del zoom lo máximo que puede, y Rustichelli firma una banda sonora bonita y expresiva. Siempre se encuentran perlas entre el estercolero.
Eduardo
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1
25 de mayo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un horror, en efecto. Por motivos que no alcanzo a comprender a día de hoy, durante los años 70 el cine filipino de terror gozó de un cierto prestigio comercial, y Eddie Romero fue su principal exponente. Supongo que alguna deidad bondadosa se compadeció de los fans del género y se encargó de que la gran mayoría permanecieran inéditas en nuestro país. No obstante, como la carne es débil y el espíritu pronto, no pude resistir la tentación de echar mano de esta mamarrachada, en la cual un soldado norteamericano (abismal John Ashley) come algo venenosísimo, pero en el último instante es arrebatado a la muerte por un filipino calvo y obeso (Satanás, nada menos), que le otorga la vida eterna al tiempo que le convierte en un desastre de maquillaje (la bestia, quiero decir). Tiempo después le encontramos amancebado con una rubia con cara de tragasables (Mary Charlotte Wilcox, a saber qué haría en sus ratos libres), pero cada vez que empieza a desnudarla se debate entre arrancarle el suje y arrancarle las entrañas, momento en que se convierte en gilimonstruo y se va a matar por ahí. Tampoco hay para tanto, la chica no se lo merece. Al final, policía y ejército se ponen de acuerdo, hartos de ver aquella máscara insufrible, y deciden acabar con él. Lo cual es un alivio para el espectador, porque lo peor de este bodrio es que no divierte, y en lugar de disfrutarla a carcajada limpia el sopor se va apoderando de ti. La carátula del DVD habla de "una cult movie cargada de violencia y erotismo". No hagáis caso, el que escribió esas líneas no la había visto. Como detalle psicotrónico, Roger Corman ofició de productor ejecutivo a través de su compañía New World Pictures. Otro sujeto inasequible al desaliento. Basura en estado puro.
Eduardo
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