Haz click aquí para copiar la URL
España España · Barcelona
Críticas de Ulher
<< 1 10 17 18 19 31 >>
Críticas 151
Críticas ordenadas por utilidad
4
10 de enero de 2010
19 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada nuevo trabajo de los hermanos Coen me deja en un estado de incomprensión que roza el cabreo. Una vez más y para no variar las expectativas suelen ser altas, ya sea por sus previas críticas favorables o por ese afán “gafapastil” de convertir en oro cualquier producto Coen.
Un tipo serio se me antoja, acorde al título, como una obra demasiado seria con un ritmo pausado hasta agotar, donde pequeñas pinceladas de un humor, en su mayoría negro, no dejan a flote un film que hace aguas desde el prólogo. El empeño de sus directores de hacer de cada obra un culto resulta muy evidente y a consecuencia de ello se produce el rechazo. Salvo para espectadores coenianos inconscientes de la realidad por su acérrima subjetividad, el film no se sostiene. Un guión injustificablemente lento y una temática de escaso interés al tratar una religión no tan carismática en nuestra nación aportan más tedio al film.
Por el contrario, es cierto que los Coen saben realizar inteligentes castings. Cabe recordar en anteriores trabajos a su musa Frances McDormand, Jeff Bridges o Javier Bardem, siempre personajes al límite o haciendo llegar al límite al espectador como en este último trabajo. Michael Stuhlbarg, desconocido para el público español en su mayoría, se labra un papelón de diez. Imposible no empatizar con su personaje. La gesticulación se convierte es su premisa para conseguir alguna sonrisa en el espectador.
El resto del reparto no desentona, desde luego es lo mejor de una cinta que sin ser la peor de sus directores no consigue llegar al aprobado.
Mención especial para la ambientación de finales de los ´70 y la banda sonora. Indiscutible acierto incluir en los créditos “Dance me to the end of love” de Leonard Cohen.

Lo mejor: el descubrimiento de su protagonista Michael Stuhlbarg
Lo peor: que se trate de vender como un producto pseudo-intelectual.
Ulher
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3
28 de marzo de 2011
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien corre al cine a ver Sin compromiso básicamente lo hace por dos premisas. La primera, la quinceañera, es contemplar por enésima vez el culo de Kutcher en una comedia que no aporta absolutamente nada al género. La otra, es ver como una actriz como la Portman se merienda, también cinematograficamente hablando, a su partenaire. Aunque cuesta disfrutar de la actriz en este cambio de registro sin haber dejado poso su espectacular conversión en cisne negro.
Ivan Reitman, aquel director que se puso de moda en los ochenta con la taquillera Cazafantasmas, no engaña a nadie, o eso parece. La manida excusa de que la cinta da lo que promete ya viene oliendo. Cierto es que la película no supone un ejercicio mental exhaustivo ni lo pretende; sin embargo se pone en evidencia ella sola recordando durante todo el metraje la refrescante cinta de Marc Webb, 500 días juntos. Si en aquella, la verdad sobre las historias de parejas hacía acto de presencia cada dos secuencias aquí lo predecible da paso a lo grotesco.
Ni tan siquiera el buen rollo que transmite el personaje de Portman consigue quitarnos de la cabeza el ansiado desenlace ya previsto desde los títulos de crédito iniciales.
Con este tipo de producciones lo que Ivan Reitman consigue es quedar en un segundo plano respecto a la filmografía de su hijo Jason Reitman. Tal vez ha llegado el momento de que el hijo de lecciones a su progenitor.

Lo mejor: lo adorable que resulta Natalie Portman haciendo sonreír.
Lo peor: es innecesaria.
Ulher
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
9 de junio de 2016
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Violaciones, incesto, coprofagia, zoofilia, voyerismo, exhibicionismo, fetichismo, inseminación artificial involuntaria, mímica anal, secuestros, asesinatos, canibalismo. Todo esto y lo que una mente ávida de recibir impactos visuales pueda llegar a imaginar, se dan cita en este peculiar ejercicio fílmico de John Waters. Si nos quedamos contemplando la fachada, podemos asegurar que estamos ante la cinta más repugnante que se ha podido comercializar. Imágenes insanas para el recuerdo que obligan a este hito del cine independiente a ser la cumbre del cine trash. Ante tanta provocación y repulsión sería conveniente pararse un instante a considerar si toda la porquería que transita en la pantalla es arbitraria o por el contrario responde a algún tipo de denuncia, a evidenciar un momento o a dar voz a un género. Waters presenta la carta y el espectador decide el resultado.

Vomitiva, abyecta, repugnante, de mal gusto. Son muchos los adjetivos y no positivos los que Pink Flamingos cosechó. Es evidente que Waters contaba con ello. Hasta el momento pocos se habían atrevido a filmar con semejante zafiedad una retahíla de tabúes. Ahí es donde reside la fuerza del filme. La libertad con la que se creó. Término con el que cada vez cuesta más tropezar. Libertad no sólo en gritar al mundo que lo diferente tiene su espacio, que la basura no es más que los cristales rotos en dónde tantas veces nos hemos reflejado. Waters filma sin convencionalismos, rompiendo las reglas, abogando por la vulgaridad. Nada en Pink Flamingos permanece encorsetado. Cuanto más feo sea un movimiento de cámara mejor. Si el micro se cuela en el plano, no importa, seguimos grabando. Esa apreciable espontaneidad es la que mantiene viva una película de hace cuatro décadas. La criatura se gestó en 1972 y a día de hoy, la escasa evolución mental del ser humano permite que esta bizarrada siga impactando como entonces. Tal vez esto resulte más incómodo que la propia cinta.

Encontrar frescura entre tanta hediondez se hace necesario. Bajo el influjo de la comedia, Waters vomita ácido hacia el conservadurismo a través de diálogos improvisados sobre los que no cabe más que la rendición con personajes de un magnetismo valioso – esa madre obesa, postrada en una cuna y adicta a los huevos – El histrionismo, siempre patente, encuentra el camino adecuado para calar hondo en un espectador que no deja de cavilar sobre lo que está presenciando. Un público que se revuelve ante actos naturales, obligaciones fisiológicas que, una vez pasadas por el barniz de la civilización, molesta contemplarlas. De ahí que esta película genere controversia. Estamos ante todo un panfleto contracultura y ya se sabe que no es fácil nadar a contracorriente.

Quien va a un vertedero es consciente de lo que va a encontrar pero entre la mugre puede haber algo que le sorprenda, que le haga entender que lo diferente tiene cabida. Pink Flamingos es esa cloaca, pero qué delicia deslizarse por ella. Ya lo saben, no se queden en la superficie, imprégnense de mierda, laman cada recodo y en la ducha hablamos.
Ulher
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
15 de marzo de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trabas en el amor hemos visto muchas. Desde aquellos enamorados que contemplan cómo sus sentimientos se marchitan por el desgaste de la relación hasta esos otros en los que es necesaria la presencia de un tercero para tambalear lo que creían invencible. El fondo de Like Crazy no difiere en nada a lo anterior expuesto. La distancia es un gran impedimento para mantener algo que se construye de la nada y se hornea en la proximidad. Sin embargo la cinta posee un halo especial que, al igual que los sentimientos, es mejor vivirlos que contarlos.

Doremus ha escarbado en sus propias miserias para entregar un trabajo que rezuma sinceridad. Un ejercicio de confesión, de terapia personal, en el que revivir su pasado sirve de cimiento a una historia que lo pide a gritos. La honestidad de su director es esencial en el tratamiento del relato. Verter en un guión sus vivencias en las cosas del querer no es tarea sencilla pero si elemental si se quiere conseguir un resultado más cercano. Nos invita a debatir si el amor supera las distancias y el gran acierto de la cinta es que toma partido. Sin manipulaciones, simplemente narrando una historia universal.

Like Crazy es un golpe de aire fresco en un terreno consolidado. Esa frescura se encuentra en la naturalidad con la que está expuesta siendo un espejo en el que cualquier espectador puede verse reflejado. No es tan rocambolesco encontrarnos en la actualidad con un amor limitado por la distancia medida por kilómetros que por diferencia de clases, algo que el cine ha explotado hasta cansar.

Si Doremus ha querido sacar a relucir su diario personal como moneda de sinceridad no se ha quedado a la zaga a la hora de elegir unos intérpretes que vivan esas palabras. Ante esta sabia decisión no cabe más que quitarse el sombrero. La química desbordante entre sus protagonistas traspasa la pantalla. Like Crazy sirve no sólo para radiografiar un enamoramiento en todas sus fases sino también para descubrir el potencial de esa joven llamada Felicity Jones cuya naturalidad se palpa en cada secuencia. Insuperable su voz entrecortada por la emoción en algún momento del filme. Imborrable la escena final donde la ausencia de palabras es la respuesta del tiempo.

Lo mejor: la verdad de sus palabras y una Felicity Jones que enamora.
Lo peor: a ratos se vuelve redundante.
Ulher
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
23 de septiembre de 2011
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la misma manera que Leonardo DiCaprio tiene mucho que agradecer al maestro Scorsese, José Coronado también le debe lo suyo a Enrique Urbizu. Sus interpretaciones más aplaudidas han sido orquestadas por el cineasta vasco (La caja 507 y La vida mancha) permitiéndonos contemplar el arte de un actor que no sólo sirve para anunciar yogures. Pero en esta tercera colaboración entre ambos se cambian las tornas y es el director el que debiera considerar la presencia del actor como aportación determinante en el excelente resultado de la cinta.

No habrá paz para los malvados constituye un soberbio ejercicio fílmico. Rodada con suma elegancia y un solvente clasicismo casi olvidado en nuestro país la cinta nos adentra en la radiografía de una investigación. Envueltos en una descarada crítica al sistema policial de nuestro país somos partícipes de un sólido guión con el terrorismo islámico como telón de fondo. Mientras la ficción nacional acostumbra a utilizar los atentados terroristas desde un punto de vista dramático y con fines morbosos, Urbizu lo emplea desde un prisma prácticamente documental sin ansiar la lágrima fácil.

Coronado compone un personaje preciso, tan perfectamente descrito y carismático que se alza por cima de la honesta y contundente dirección de Urbizu. Suyos son los planos mejor estudiados, las escenas que todo actor desearía y los textos lapidarios que caracterizan todas esas interpretaciones que se graban a fuego y por mucho tiempo que pase no logran olvidarse. Esas composiciones que marcan a un intérprete. Santos Trinidad ha de sumarse a la lista que abrió Anton Chigurh y continuó Malamadre. Sin embargo existe una fuerte descompensación en la cinta en lo respectivo al resto de personajes. El ejemplo más claro lo hallamos en la meticulosa e implacable juez Chacón, encarnada por una convincente Helena Miquel. Una interpretación desaprovechada. Sus minutos en pantalla tan sólo sirven para darnos cuenta de su buen hacer como actriz ya que su trama en el guión conforma la gran laguna de todo el metraje.

Con su última obra Urbizu demuestra que el cine noir español tiene en él a su mayor exponente. Sus anteriores películas ya apuntaban maneras y es ahora cuando el cineasta ha parido la mejor de sus obras.

Lo mejor: el tándem Urbizu-Coronado
Lo peor: que no se subvenciones más cintas como ésta.
Ulher
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 10 17 18 19 31 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow