Anuncio en el “Times”:

“Se busca guionista y director para película innovadora e inquietante, de esas que hacen pensar.”

Se presentan tres iluminados:

-Un fanático admirador de la inquieta, pedante y sin duda brillante mente y obra de Stanley Kubrick.

-Un no menos ferviente comulgante de la fe en las paranoias ininteligibles del amigo David Lynch, pero con el mismo talento que un invitado de DEC, más o menos.

-Un crítico cinematográfico, cineasta frustrado, naturalmente, convencido de haber alumbrado la quintaesencia del séptimo arte.

Al final, los de la productora deciden quedarse con los tres (y con todo el público de paso), y los hacen filmar la película bajo un único seudónimo. De paso, aprovechan que uno de ellos lleva unos días con una cagalera incontenible que le ha deformado el rostro, de tanta mueca, y acuerdan que sea el protagonista principal, el niñito esquizofrénico.

Resultado: absolutamente fecal. Aunque, claro, como no es la típica película comercial, para algunos es una obra maestra. Yo le veo alguna influencia de “Aquí llega Condemor”.

Un horror.

Cuando se produjeron los supuestos acontecimientos milagrosos de Lourdes, la verdadera Bernadette tenía 14 primaveras. Milagrosamente, en la película de King, se han convertido en 25 añazos, y aún así la Jones está a punto de hacer la primera comunión. Licencia cinematográfica (dícese encoñamiento de Selznick, con perdón) o eclesiástica, resulta paradójico que una actriz de biografía tan poco piadosa como ella fuese la elegida para encarnar a una de las milagreras oficiales de la Iglesia Católica. Su interpretación es, de largo, la peor de todo el reparto, y sólo se explica que en medio de un ataque de beatitud, cuando el nazismo y el comunismo amenazaban Europa y la civilización cristiana, le dieran un Óscar a semejante recreación. Jennifer Jones nunca fue una buena actriz, y aquí está empezando; se nota. Por lo demás, el filme ilustra con bastante buena intención unos acontecimientos acaecidos cien años antes de la realización de la película. King es un director con oficio, la narración es solvente, aunque demasiado prolija, y supongo que los creyentes verán esta obra con interés e incluso con devoción. Pero no pasa de ser un anodino biopic hagiográfico con trasfondo religioso.