La verdad es cualquier parecido con la serie de los 60 "El agente de la C.I.P.O.L" ("The man from U.N.C.L.E") se reduce al título y al nombre de los dos protagonistas principales. Esta producción televisiva fue una de las más populares y celebradas, dedicadas a agentes especiales, junto con "Los vengadores", "Misión Imposible", "Yo soy espía" (Mannix) o "El santo" (Roger Moore, aquí ladrón bueno), por no hablar de los referentes cinematográficos del agente 007 (Sean Connery) o "Flint" (James Coburn). El actor central carece por completo del carisma de Robert Vaughn, quien encarnó a Napoleón Solo, con un semblante frío, acartonado y hasta caricaturesco, en lo que parecía una versión casera y a pie llano de James Bond. Esta vez napoleón Solo parece una mala copia de Jason Bourne. La ambientación en los años de la guerra fría no es para nada convincente. El desarrollo y las escenas de exteriores son aceptables, pero están muy lejos de las últimas películas del agente 007 interpretado por el eficaz Daniel Craig. El film es distraído y se puede ver, ya que incluye algún que otro golpe de humor, pero da la impresión de haberlo visto otras veces.

La acción está francamente bien dirigida y no deja perder la atención. La trama de espionaje y contra espionaje no es nada novedosa (recuérdese al Sean Connery con Michelle Peiffer de "La casa rusia") pero está llevada con tal agilidad narrativa que no se puede apartar la vista de la pantalla ni para mirar el reloj. Están presentes todos los arquetipos del género, desde las ejecuciones a sangre fría hasta la chirriante tortura, pasando por el erotismo como arma. Lo cierto es que la dinámica del film mantiene constantemente el interés. Contribuye a ello, en gran medida, el magnetismo de Jennifer Lawrence, aunque algunos registros de su personaje sean bastante inverosímiles, así como ciertas derivaciones del argumento. Llama especialmente la atención la calidad de la banda sonora y su montaje sobre las escenas. En suma, una película para ver.

No se trata de una nueva entrega de la saga de los Ocean' s. Más bien de una secuela. El director de la anterior trilogía sólo figura como productor. Un personaje reaparece de forma estemporánea y al viejo líder sólo se le menciona porque ya murió. Es su supuesta hermana quien encabeza una nueva banda cien por cien femenina.
La película tiene todos los defectos de la segunda de la serie. La trama no conecta y se ocultan datos que más tarde afloran de forma sorpresiva. No ayudan para nada los excesos fantasiosos, como la fabricación de falsificaciones de orfebrería con una impresora 3D. Las imágenes parecen servir sólo para dar rienda suelta a un imaginario desfile de alta costura. Ni siquiera Sandra Bullock, actriz todo terreno, parece creerse su papel.

La película se estrenó el mismo año en que se produjo el asesinato de los cinco abogados laboralistas de Atocha por sicarios de la extrema derecha. También se legalizó el partido comunista español. Cuatro años después se produjo el intento de golpe de estado con el asalto a las cortes. Sólo así se explica la producción. "Con uñas y dientes" es un auténtico panfleto de reivindicación sindicalista, donde la patronal es una cuadrilla de malechores y empresarios corruptos y mafiosos, aunque algunos líderes sindicales radicales tampoco quedan muy bien parados. Por fortuna, la temática está tan trasnochada que hasta los diálogos parecen pueriles. Pero es que, además, la puesta en escena es espantosa. Los actores, malísimos. El fondo musical con temas barrocos de guitarra y flauta dulce (buenos para otros escenarios), dan un aire de pretenciosidad insufrible. Las escenas de sexo no tienen otro objeto que proporcionar algo de comercialidad, rompiendo la monotonía del film. Cine para olvidar. como no sea a título testimonial.

Los diálogos de una cuadrilla de horteras contándose su vida en un reencuentro diez años después de sus años de instituto puede tener su público y de hecho. lo tiene. Para lo no entusiastas del sistema de vida americano, los diálogos de los protagonistas, sus paridas mentales, sus nostalgias que huelen a naftalina, sus vivencias actuales y sus inquietudes futuras les importan un comino. Hay películas mucho mejores sobre esta misma temática con una realización más hábil y un mínimo de gracia, de la que carece por completo este film en general, con alguna que otra excepción.