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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.188
Críticas ordenadas por utilidad
1
12 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recontemos, por si acaso. Un chiflado que se escapa, un caserón a las afueras, dos tías muy buenas y dos tíos muy tontos, cada cual en su línea.
Unas cuantas armas afiladas, mala leche y ganas de sexo y tenemos la película número 4.573.234 de asesinos en serie.

Y es que ya son mitad de los '80 y se ha hecho mucho sobre el tema en muchos países diferentes, pero sobre todo en EE.UU., que es de donde viene la inspiración. "Atrapados en el Miedo" recoge absolutamente, que no orgullosamente, todos esos clichés del subgénero, y de ella viene a encargarse Carlos Aured Alonso, uno de los directores con peor suerte de la Historia del cine español y paisano de un servidor; puede que este hombre muy ligado a León Klimovsky y Paul Naschy ganase algo de repercusión a comienzos de los '70, cuando el cine de terror patrio volvió a surgir sufriendo en el proceso una americanización...
Sin embargo, y pese a ganar buenos beneficios en taquilla, todo cayó en picado al tener que dedicarse a las comedias eróticas; todavía a sus 46 añazos era, como lo pudo ser Edgar Ulmer, un tipo que jamás tuvo la oportunidad de hacer en condiciones lo que más amaba, que era el cine, conformándose siempre con ínfimos presupuestos y trabajos de calidad horrorosa y puro valor alimenticio. Tras la más digna de sus obras, "El Enigma del Yate", es llamado por Karl Mannchen para una película de terror y suspense, algo que no llevaba a cabo desde hacía casi una década.

Su intención era aportar algo fresco al tan manido "slasher" "made in U.S.A.", no obstante el dinero es escaso, los medios casi inexistentes y el reparto muy pequeño y nada profesional. Algo como esto, que sabemos que desde el comienzo es la crónica de una muerte anunciada, se evidencia mejor que nunca en los primeros minutos del film tras unos psicodélicos créditos a lo Mario Bava; alguien se escapa de un manicomio, corre como un loco para esconderse y nos topamos con una situación sacada de otra película, donde dos chicas guapas en plan "hippie"/pijo (o yo qué sé) flirtean a lo largo de un entorno natural idílico.
¿Pero a dónde hemos ido a parar? Pareciera una de esas típicas escenas de la saga "Emmanuelle", pero Aured, tal vez tan harto de erotismo, lo corta todo y en lugar de ofrecernos sexo nos ofrece violencia...¿o no? Pues tampoco mucha, pero así se inicia la cadena de muertes de este psicótico primo-hermano del Myers de "La Noche de Halloween" y de los cientos de miles de locos corpulentos que plagaron el "slasher" en la década, aunque el estilo cutre y el tono sucio nos llevan más bien a terrenos del "giallo" (en ese caso "Rosso Sangue" podría ser otra referencia).

Pero diré que, en manos de un italiano, este producto hubiese resultado hasta simpático. Lo siguiente es una repetición de esquemas ya vistos, donde el grupo de chicos y chicas está preparado para irse a un lugar apartado, con todas las buenas intenciones; sumen dos y dos y sabrán que allí es donde se encuentran los personajes. Las chicas, por cierto, son de los rostros más conocidos del "destape": Adriana Vega y Sara Mora, dos bellezas sin necesidad de cuerpos voluptuosos, pero con las voces cambiadas y poniendo de manifiesto que si en terreno cómico se defendían, en lo dramático patinan hasta estrellarse.
Sobre todo Adriana, que tan divertida y carismática aparecía en algunos títulos de Mariano Ozores, y aquí está insoportable; y qué decir de los dos individuos que las invitan a la casa de uno de ellos: el niño rico caballeroso y el otro como el gracioso salido que no hace ni puñetera gracia. Todos ellos, al fin y al cabo, estereotipos hasta la náusea; pues siendo la falta de medios y dinero un hándicap, el murciano filma sin filmar, sin planificación en los sucesos narrativos, sin ritmo alguno, sin tensión o suspense, sin una historia en torno al psicópata (¿no debería estar la policía o algún doctor siguiéndole la pista?)...

Y si de factura interpretativa mejor no hablamos, de la técnica olvidémonos, más aún con esa fotografía pésima que no nos deja ver bien las cosas cuando suceden en escenarios nocturnos o algo oscuros; por no haber no hay ni escenas de sexo ni de violencia, dos elementos que siempre estuvieron presentes durante toda la carrera de Aured y "marca de la casa" del "slasher". En lugar de eso hay tedio, diálogos bochornosos, expresiones faciales escalofriantes de lo patéticas que son y olvidos importantes (¿quién es ese hombre que tanto recuerda Laura?; ¿por qué primero queda escondida la cara del asesino y luego se muestra?, ¡si es un hombre corriente!).
La reacción de los protagonistas cuando las dos hermanas se enfrentan al asesino y éste escapa, o lo conveniente de tener una habitación llena de armas que luego no se usan; todo está expuesto y contado con una desgana y una falta de interés que ni hecho adrede resultaría tan malo. Es de ley reiterar el enfado de no ver ni usa sola gota de sangre, porque de ser D'Amato o Freda los responsables, esto se convertiría en un demencial festival "gore"; pues no, nada de eso alberga "Atrapados en el Miedo", donde a medida que avanza el metraje más nos duele la estafa.

Como era de esperar este producto tuvo nula repercusión y fue tanto la última producción de Mannchen como la última obra de Aured, que pobre de él se pasaría al medio televisivo para ocuparse de las emisiones de la programación para adultos de Canal+.
Así finiquita una carrera malograda, al servicio de proyectos sin valor con la vista en taquilla, siendo olvidado poco a poco hasta morir años después condenado al ostracismo total, y sin poder haber realizado esa película perfecta con la que tanto soñó. Tuvo sus momentos buenos, sí, pero éste no fue de ellos...
Chris Jiménez
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7
12 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los sueños nos transportan a épocas pasadas o quizás trazan un camino alternativo a través de éstas, inventando situaciones que pudieron suceder pero jamás lo hicieron...
a veces también actúan de presagio y premonición, a veces con la sombra de la muerte planeando sobre ellos...

"Barba-azul" abre un nuevo periodo en la difícil carrera de Edgar Ulmer; si bien aun le queda bastante que aguantar en el seno de la PRC, la calidad de sus próximas obras a partir de aquí va a ir en clara disonancia con los presupuestos de los cuales dispone para realizarlas...la clave será por supuesto su talento e imaginación. Están por llegar algunos de los más recordados títulos de su filmografía; de hecho a finales de 1.945 quedaría inmortalizado gracias a su "Desvío", pero ya dejaba claro unos meses antes que podía ser todo un gran director de cine negro poniéndose al frente de "Extraña Ilusión".
Proviene de un guión de Adele Comandini, nominada al Oscar años atrás por su trabajo en "Three Smart Girls", y el austrohúngaro sólo cuenta con unos pocos días de rodaje y reutilizando varios decorados y escenarios, pero esto ya es su habitual mecánica de trabajo; no tarda en embelesarnos con su magia desde el mismísimo comienzo. Sus influencias del expresionismo vuelven a aparecer a lo largo de un prólogo tan heredado de Lang, Siodmak o Wiene; la niebla todo lo cubre al igual que la oscuridad perpetua, sólo unas siluetas se distinguen...

Un muchacho camina, pero por la senda figurada de una pesadilla, por lo que a su alrededor nada es real, ¿o tal vez sí? Familiares se agolpan, frases extrañas, surgen los primeros temores de un desastre venidero, la niebla vuelve a arropar estos secretos, que no podrán ser desvelados más que en la realidad; sin que lo sepamos todavía, Ulmer ha empezado a esbozar las claves de una enrevesada intriga que tendrá como protagonista a un chico torturado (Paul) cuyo padre murió en un trágico y misterioso accidente tiempo antes, y lo mejor es que lo ha hecho a partir de la interpenetración psicológica del personaje.
No obstante jamás se intentará llevar a la película por caminos ilógicos o incoherentes, sino cuidadosamente hilvanados; aunque el resorte del suspense es la interpretación de los sueños, como sucedía en "Recuerda" (importante referencia estrenada en el mismo año), éste se desarrolla alrededor del nuevo amante de Virginia (la madre de Paul), un tipo llamado Brett demasiado afable pero de quien es fácil sospechar. Las huellas de Hitchcock y Siodmak se hacen más notables cuando el joven se pretende un investigador criminal tomando así la figura del padre perdido (entablará una conversación con Brett acerca del asesinato perfecto que por su malicia suspicaz parece sustraída de cualquier obra del inglés...).

Con el tiempo y el presupuesto en su contra, Ulmer sabe tejer una atmósfera de constante sospecha, conspiración y desasosiego, máxime cuando no hay nadie que le crea (salvo el mayordomo Benjamin, de cierto peso dramático en la historia)...no obstante el mayor error del guión de Comandini tarda poco en asomar, y es durante esa secuencia que nos revela, de un plumazo, las pérfidas intenciones de Brett y su amistad con el psiquiatra Muhlbach; desde luego podría haberse retrasado más y no llegar a poco pasada la media hora de metraje...
Lo que sí se agradece de este complot de asesinatos, codicia y herencias que pueden cambiar de manos (en cuyas maniobras se aprecia, y mucho, la influencia de la entonces reciente "Perdición"...sólo que esta vez la viuda no tiene ni idea de lo que pasa) es la mínima información que se nos da acerca de la auténtica identidad de Brett, los motivos de su asociación con Muhlbach y la relación que ambos pudieran tener con la muerte del padre de Paul; todo esto queda en suspenso, sugerido y se deja a la imaginación, todo un acierto de la guionista. Lo restante es una carrera a contrarreloj para que los personajes descubran lo que nosotros ya sabemos.

Y en esto Ulmer nunca falla; siempre fue un hombre que, pese a su manía de los planos frontales tan teatrales y excederse con el protagonismo de la música (estridente y usada para dar a sus obras ese toque de grandioso melodrama clásico), supo entender el tiempo del metraje y establecer un ritmo que mantuviera al espectador entretenido. Preso de las normas y las paredes del manicomio de Muhlbach, no tardamos en ponernos en la piel de Paul, luchando por descubrir la verdad...si bien de vez en cuando nos anticipamos a sus averiguaciones (otro detalle que debería haber sido mejor vigilado: hacer que descubriéramos las pistas al mismo tiempo que él).
Warren William, estrella incontestable del Hollywood de los primeros tiempos y muy conocido por sus viles personajes, encarna de maravilla al rastrero cobarde, mentiroso y además depravado que hace lo posible por disfrazarse de elegante caballero; contra él está un James Lydon como una especie de joven versión de los tipos acorralados y perspicaces que James Stewart interpretó para Hitchcock. Y en absoluto desmerecen Regis Toomey, la también popular actriz de los '30 Sally Eilers (quien a sus casi 40 años sigue manteniendo una belleza abrumadora) y ese George Reed que logra brindar, aun en un papel muy secundario, una actuación magistral basada en la sutileza de las expresiones y emociones.

Si bien en aquel momento destacaban muchas obras negras en el panorama cinematográfico (nada menos que "Mi Nombre es Julia Ross", "Fallen Angel", "Retorno al Abismo", "Uncle Harry" o la inmortal "Perversidad"), sería injusto condenar al ostracismo a esta humilde contribución de Ulmer, de sobrada valía para ser reconocida.
Aunque lo mejor que dio al género estaba a punto de llegar, el gran "desvío" de su carrera...
Chris Jiménez
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2
12 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El efecto que causa la pereza en una tarde de sábado impide a cualquiera mover los músculos del cuerpo e incorporarse de ese santuario sagrado que es el sofá del salón.
También es la razón de que, en un esfuerzo por vencer ese impulso, soportemos cualquier golpe llegado del televisor...

Ese golpe, en mi caso, tuvo por nombre "Aquí Huele a Muerto..."; soy un ser extraño que no ve la televisión porque jamás hay nada interesante en ella, y lo que acabo de mencionar es lo más parecido a una película que había entre programas repelentes y tortuosos telefilms europeos para menopáusicas. Cuan fue mi error al creérmelo; no tengo la menor curiosidad sobre cómo este producto llegó a fase de producción y luego a estrenarse en cines, más bien sobre por qué, qué razón de juicio impulsó a Álvaro Sáenz de Heredia, uno de los peores realizadores de la Historia del cine patrio, a embarcarse en este periplo sin sentido.
El madrileño, disfrutando de enchufe por ser el sobrino de José Luis Sáenz de Heredia (similar situación a la de Francis Ford y Sofia Coppola), había estrenado la horrenda "Policía", mientras el trío cómico Martes y Trece enfrentaba la marcha de Fernando Conde y quedando solos Millán Salcedo y José Mariano Yuste, quienes iban a vivir su mejor y más famosa etapa; y como a otros coetáneos humoristas les dio por probar en el mundo del cine...y tuvieron exactamente la misma suerte. El inicio del presente título deja claro su estilo.

Entre neblina espesa y la luz de la Luna, el simpático Millán se convierte en protagonista de un tributo a ese cine de terror que supuso un renacer del género en España; nos recordará ese imaginario fantástico grotesco y las notas de humor a las propuestas de explotación de Franco, Aured o Klimovsky. Entonces el sueño acaba y empieza la pesadilla, con Josema haciendo pareja con el anterior como noble arrogante y criado patoso y convulsivo, ambos sin un doblón...y representando algunas de las escenas más ridículas y bochornosas del cine en general, echando por tierra esa buena química e ingenio de la que sí hacían gala en su acostumbrado formato televisivo.
De Heredia les dirige mal y les deja a su aire, y así se sobreexceden con esos personajes aborrecibles que destacan entre la ristra de secundarios corrientes, más bien funcionando de contrapunto sobrio al disparate gestual y verbal de la pareja. Mientras tanto, hay destellos de ese horror cutre de antaño, que deja al descubierto una mansión terrorífica como herencia (de los recursos más usados del género) y maldiciones con monstruos, vampiros y otras criaturas de cuento, terminando por parecer esto una versión chapucera de clásicos como "Abbott & Costello meet Frankenstein" o "Una Herencia de Miedo" (también con míticas parejas cómicas de por medio).

Aunque a un servidor no tardó en venirle a la cabeza "El Liguero Mágico", que en el mismo ambiente y estilo Ozores realizó con mucho más tino y gracia; De Heredia es incapaz de dar una dimensión realmente cómica a los "gags", y se queda siempre en el intento, aunque Josema y Millán se salgan por la tangente con un par de bromas graciosas, pero la atención excesiva en su imparable verborrea y ocurrencias absurdas nos demuestran que eso sólo funciona en "sketches" televisivos. Aquí las escenas se alargan y alargan hasta el tedio más nauseabundo.
Si algo no falta, por supuesto, es ese toque erótico tan típico de la comedia española de los '80...y se agradece, ya que es lo único que nos puede hacer salir del sopor; ponen la guinda picante Pilar Alcón, rostro habitual del "destape" (quien tiene un papel más interesante de lo que parece y el propio guión se lo carga a ojos cerrados), y Ana Álvarez, protagonista de los sueños húmedos de cualquier adolescente o adulto de la época y cuya única finalidad es la del exhibicionismo gratuito, ya que su personaje es un adorno sin cerebro ni sangre (nunca tendremos tantas ganas de ser Yuste como en esta ocasión).

La sucesión de patosos y larguísimos "gags" se va tropezando hasta la llegada a esa mansión donde sí que merece alabarse el diseño de producción y el diseño artístico, que tanto remiten al horror gótico de la Hammer y las películas de Franco, lo único que podremos destacar; pero como este director no sabe dotar de ritmo ni suspense a su historia, ni sabe de planificación ni de nada de nada, el film se estanca en un cúmulo de momentos que parecen tener una finalidad para con el argumento pero el conjunto resulta ser el apoteosis de lo anticlimático. Por último somos arrojados a un espectáculo ridículo, que no divertido, de apariciones, vampiros y otras subnormalidades, de carreras arriba y abajo, que pareciera rodado por el peor Ed Wood.
Yo sucumbí a ese sopor al que antes me refería...no pude evitarlo; encaré la irregular "El Baile de los Vampiros" porque Polanski estaba detrás, pero De Heredia no lo es, y logró lo que para un cineasta sería un signo de fracaso: que un espectador desconecte de tal forma de su obra hasta el punto de quedarse frito en el sofá. Tal vez los apellidos tiraron mucho y por eso esta pseudopelícula tuvo éxito en cines, algo asombroso y no poco escalofriante; muchos la critican alegando que su humor está desfasado, pero se equivocan...

"La Vida de Brian" o "Aterriza como Puedas" se estrenaron hace cuatro décadas y aguantan el paso del tiempo de maravilla; este producto ya era una basura cuando se estrenó y es imposible que se revalorice ahora. Tal vez signifique algo para los más incondicionales del dúo y los amantes de la mediocridad hecha película, que no cine.
Mis dos puntos van dirigidos a Alcón y a Álvarez, a las curvas de una y a los tremendos pechos de otra, que alimentarán mis sueños esta noche...si no tengo la mala suerte de que me suceda lo mismo que al pobre Antoine y De Heredia lo transforme otra vez todo en pesadilla.
Chris Jiménez
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7
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suena a cuento de hadas, pero quizás es posible que en un reino de tinieblas y monstruos, de miedo y tristeza, dos almas perdidas puedan encontrarse y hallar la felicidad, aunque sólo sea por un instante...
por el instante de un simple beso que pueda quedar retenido para siempre en el tiempo...

Llega el cambio definitivo de miras en el cine de Kinji Fukasaku, empezando por su mudanza a Shochiku tras haber estado toda su vida sirviendo en Toei; dedica esta etapa a las adaptaciones literarias, y la gran mayoría tratarán sobre dramas históricos y romances fatales, lo cual ha empezado a partir de la previa "Seishun no Mon" (que dirige junto a Koreyoshi Kurahara). En ese momento Kohei Oguri ha sido nominado al Oscar por su versión cinematográfica de "Doro no Kawa", primera novela de Masahito Miyamoto y la responsable de su prestigio y reconocimiento.
La película, hoy una obra maestra del cine nipón, es distribuida por Toei, curiosamente; Shochiku contraataca ofreciendo a Fukasaku trasladar otro libro del autor, publicado sólo un año antes: "Dotonbori-gawa". Es otro río el que da nombre a este trabajo, el mismo sobre el cual se conocen Kunihiko y Machiko (esos jóvenes Hiroyuki Sanada y Keiko Matsuzaka cuya química hace saltar chispas desde su primer encuentro en pantalla), pero lejos de plantearse una fábula de amor juvenil al uso, se perfilan las aristas del mundo donde va a ir a desarrollarse, esa Osaka suburbana de principios de los '80 viciada con la corrupción y la violencia, atestada de gángsters y prostitutas...en resumen: un lugar de perdedores sin futuro.

El mencionado Kunihiko, sin embargo, intenta subsistir en él llevando una vida digna; constituirá junto con su amigo Masao las dos posturas frente a esa sociedad podrida y retorcida: la de conseguir labrarse un futuro y la de hundirse en la miseria. Poco a poco serán introducidos numerosos personajes secundarios de existencias tortuosas que se debatirán entre una elección u otra, todos ellos unidos por el cordón umbilical del destino, cuyos giros únicamente parecen presagiar una desgracia; aquí una pobre chica que se gana la vida como stripper (Satomi), allí un transexual explotado por un bruto sin escrúpulos (Kaoru) o un indeseable drogadicto que otrora fue un gran jugador de billar (Watanabe)...
Machiko es una luz entre tinieblas, una promesa de felicidad quizás inalcanzable; la historia, por desgracia, deja a menudo relegado su romance con Kunihiko y abre una subtrama con Masao y su padre Tetsuo (dueño del bar donde el anterior trabaja, y a quien considera más hijo que al suyo propio), muy heredada de "El Buscavidas", que por la actitud rastrera y sucia del personaje interpretado por Koichi Sato termina resultando tediosa, incómoda y desagradable. Con ello, y mientras no cesan de aparecer personajes secundarios con sus propios traumas y problemas íntimos, se profundizará en el conflicto paternofilial y en la eterna sombra del fracaso.

Así, mientras el hijo hace lo posible por desprenderse del pasado removiendo cielo y tierra para ganarse un futuro (aunque sea a costa de traicionar a sus amigos y robar y maltratar a mujeres), el padre rompe con el presente y volverá a refugiarse en las heridas del pasado, las que le han conducido a su actual existencia, tan cargada de remordimiento y hastío; el guión incluso se toma la libertad de conceder a Tetsuo su propia subtrama (revelándonos una particular relación con la nieta de un antiguo competidor y lo más importante: cómo llevó a su familia a la más absoluta ruina).
Fukasaku, quien se ha adaptado bien a refinar su estilo tras la cámara y a crear ambientes más melodramáticos (incluso sus escenas de sexo están ahora dotadas de un erotismo poético), no deja de sacudirnos con esa violencia áspera, realmente dolorosa, que siempre caracterizó su cine, esta vez de gran intensidad psicológica, y nos mete de cabeza en atmósferas tan elegantes como escabrosas, magníficamente tratadas con la cuidada fotografía de Takashi Kawamata. Sin embargo el nativo de Mito presta más atención a la técnica que al argumento, y por culpa de eso la trama de Masao y su padre (la cual estaba hartando a un servidor) termina por engullir a la principal.

Que viene a ser el romance entre Kunihiko y Machiko, y que pasa a ser una historia secundaria por los confusos malabares de Tatsuo Nogami y el propio Fukasaku al guión; una lástima, pues lo que uno desea realmente es permanecer más tiempo con esos dos espíritus inocentes que, en el reinado de caos y lágrimas donde les ha tocado vivir, han encontrado el uno en el otro su única razón para continuar una existencia todavía llena de deseos aunque sin propósitos reales...y no seguir las peripecias de ese padre y su hijo unidos por la obsesión del billar.
Si bien Tsutomu Yamazaki sorprende con una actuación sobria y ruda, Sato solo proyecta desdén al espectador, mientras un maduro Tsunehiko Watase acapara toda la atención nada más aparecer en pantalla (figurando con su destrozado Watanabe una versión de lo que podría acabar siendo Masao si prosigue por el camino que ha elegido). Y tras una Matsuzaka de sonrisa hipnótica, cuyo personaje resulta más complejo de lo que creemos, se alza Maki Hirahara, actor transexual que, en su papel de Kaoru, consigue arrollar a todos sus compañeros de reparto gracias a su presencia vital y de vez en cuando sobreactuada.

Para disgusto de Shochiku, este oscuro melodrama moderno de fatalidades y tragedias no tendrá la misma repercusión que el film de Oguri, pese a su relativo éxito en cines...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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5
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces el famoso dicho "De tal palo tal astilla" se acaba cumpliendo aunque uno no quiera; es decir, que uno no puede deshacerse de lo que lleva impregnado en su sangre.
En una de las mejores secuencias del film, dos hermanos en el interior de un coche bajo una lluvia incesante discuten sobre su destino: nacer yakuzas y morir siguiendo dicho camino...

De todos modos no se halla entre la lista de las obras más conocidas del sr. Seijun Suzuki. Se puede decir que en 1.964 el natural de Tokyo está rozando la perfección formal, y le queda poquísimo para demostrar a todo el mundo que tiene madera de maestro; ya ha realizado "Gate of Flesh", mitad fábula erótico-festiva típica de Nikkatsu, mitad drama descarnado y cínico hasta el tuétano sobre la posguerra y la ocupación norteamericana...pero, gozando de un presupuesto mayor, la dirige como quiere, haciendo gala de su audacia narrativa y fascinante inventiva visual.
Hoy día pasa por ser de sus trabajos más poderosos, pero no entonces; tal vez como castigo impuesto por el propio Kyusaku Hori su siguiente encargo sería otra fábula de yakuzas al uso, escrita por ese Takeo Matsura que ya le dio los guiones de "Sandanju no Otoko" y "Muteppo Daisho". Esta "Oretachi no Chi ga Yurusanai" empieza realmente bien, en un escenario deprimente alrededor de los años '40, con la muerte del jefe de la familia Asari en presencia de su esposa Hatsu...y de aquí nos vamos dos décadas adelante, a un Japón muy colorido poblado por jóvenes exaltados, de la mano de la dicharachera Mie para conocer a un compañero suyo de trabajo, Shinji (hijo menor de aquel yakuza asesinado).

Es como si hubiésemos saltado a otra película. Sin orden ni concierto Suzuki despliega una serie de secuencias de humor del más absurdo, a su estilo, dinámico y visualmente atractivo, incluso se toma demasiado tiempo para ello; este Shinji es, por cierto, el patoso de la oficina, un ligón descerebrado. El contrapunto serio a su estupidez lo marca su propio hermano Ryota, pero lo que de verdad hace irrumpir el drama es el inesperado regreso del verdugo de su padre tiempo atrás (Tobita); el director entonces hace malabares, hasta el punto de confundirnos sin remedio, para equilibrar las dos cosas: comedia y drama.
Y ambos géneros se disocian en las subtramas que componen la misma película: el primero corre por cuenta de Shinji, el segundo de Ryota, y Suzuki los irá uniendo o separando como le venga en gana. En realidad todo lo que hemos estado viendo es humo, pues la verdadera historia surge del enfrentamiento de éste último personaje contra su jefe Namiwada, un empresario de turbios negocios y violentos procederes; y es que, si Hatsu luchó para mantener a sus hijos lejos del mundo de la mafia y Ryota aparentó ser el más inteligente y formal, la ironía se muestra en todo su esplendor cuando se descubre que él también es un yakuza, como lo era su padre.

El tema esencial de "Oretachi no Chi ga Yurusanai", el que provoca el conflicto entre los hermanos (en esa escena descrita al principio y que es la mejor muestra de las habilidades visuales del cineasta), será su imposibilidad para deshacerse del destino al que se vieron condenados desde su nacimiento, sólo por ser hijos de un yakuza, algo absolutamente mal visto en su sociedad. Sin tener en cuenta los desvelos tan idiotas que se suceden por culpa de Shinji, el guión viene a centrarse pasada su segunda mitad en la lucha de Ryota y su ajuste de cuentas contra Namiwada.
Aquí es cundo todo parece mejorar, cuando la tragedia se instala entre los personajes y se prepara uno de esos clímax clásicos de Nikkatsu cargados de violencia, y que tan bien se le da filmar a Suzuki; y así es, en pleno campo, en penumbra, aprovechando éste la destreza de su operador Shigeyoshi Mine, capaz de captar con el mayor de los detalles el movimiento y la acción incluso a través de los escenarios más oscuros, se desata una batalla cruenta, de puro "western", entre Ryota, los secuaces de su jefe y el recién llegado Shinji, chocando mejor que nunca la manera de concebir el oficio de yakuza que tienen ambos hermanos.

Podría decirse que Ryota es el protagonista de una "jitsuroku-eiga", encarnando al yakuza moderno, que conoce perfectamente el submundo corrupto y despreciable en el cual operan estos asesinos despiadados; Shinji cree que puede serlo en una "ninkyo-eiga", manteniendo una visión del gángster más romántica y honorable, aunque durante todo este clímax su sueño se derrumba e incluso repudia la máxima del yakuza ("¡Estáis obsesionados con morir!, ¡¿qué sentido tiene eso?!", escupe a Tobita).
Suzuki, de todas formas, sigue manteniendo el espíritu de las "ninkyo" al figurar a Ryota como un hombre que siguió dicho camino no por su expreso deseo, sino porque no ha tenido más remedio, porque el destino así lo quiso; queda entonces como un héroe romantizado y capaz de alcanzar la redención en la muerte. Como pronto se verá en el género, gracias a Sato, Fukasaku o Hasebe, los mafiosos de honor serán sustituidos por alimañas traidoras y sanguinarias, pero aún no ha llegado ese momento; la presencia de Akira Kobayashi eclipsa a un Hideki Takahashi más imbécil de lo normal, y en especial se destapa con una actuación brillante durante ese intenso último tramo.

Después de Chikako Hosokawa, veterana que incluso en sus papeles de secundaria consigue maravillar gracias a su naturalidad y carisma, uno no puede obviar a un Eitaro Ozawa que no duda encarnar de nuevo al villano, con ese aire tan desagradable que le caracteriza. Ojalá toda la película estuviera a la altura de su última media hora, pero no es así.
Matsura construye un guión de múltiples subtramas y personajes que no van a ningún sitio, y Suzuki lo plasma de manera caótica en pantalla; a decir verdad, por cosas como esta, no extraña que Hori cogiera esos cabreos tan grandes con él. Pero por fin le llega su oportunidad de redimirse; va a llevar al cine la novela de Taijiro Tamura, "Shunpu Den"...
Chris Jiménez
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